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viernes, 22 de febrero de 2008

Samaritanos y Misioneros


Autor: Camino Misionero



Video: Tiempo de Encuentro con Jesús

En presencia de Dios comenzamos a transitar el punto medio de esta Cuaresma. Quizás sea el momento para realizar un pequeño balance de nuestros pasos, a través del desierto, en búsqueda de nuestra Pascua (la de Jesús y la de nosotros).

Tú sabes Señor que muy a menudo, perdemos de vista el tiempo litúrgico y nuestros propósitos, pero más aún, perdemos de vista nuestra coherencia de vida, al renunciar a nuestra fe y esperanza en ti. Sabes bien, que no busco atenuar nuestras faltas, pero es preciso mencionar que el contexto de este mundo que habitamos, poco favorece a tener un encuentro íntimo y cercano contigo. El trabajo o la falta de él. La rutina y el cansancio por las ocupaciones diarias. Las expectativas no cumplidas. Los logros posdatados. Los sufrimientos mal llevados. La gente que nos rodea. Las presiones materiales. Los medios que nos incomunican entre sí. Una Iglesia que no se pone de acuerdo en muchas cosas. Esclavitudes inconcientes. Y vanidades surtidas...

Siento Señor, que inexorablemente, caemos en la contradicción que nos cuenta San Pablo, haciendo el mal que no queremos. Y si... caemos en la cuenta, que por dejarnos absorber por el mundo (el mundo de las cosas), nos vamos distanciando cada vez más de nuestros hermanos, que en muchas de las veces, acuden a nosotros clamando por conocerte. Nos convertimos en seres espiritualoides y autómatas, que repetimos hasta el cansancio, rituales, pensamientos y acciones, que no tienen el sostén en Tu Amor. Podríamos decir que en algunas ocasiones vivimos una cuaresma que no mira hacia la pascua. Es una especie de cuaresma sin sensibilidad por la realidad que necesariamente nos afecta. Camino sin meta. Desierto sin oasis. Vida sin sentido. Derrochamos la gracia que derramas en estos días al etiquetar a las personas y las situaciones. Nos debatimos en abismales preguntas sobre tu existencia. Cuestionamos a los conservadores. Cuestionamos a los progresistas. Cuestionamos a las autoridades. Cuestionamos a los servidores. Cuestionamos a los que se separan. Cuestionamos a los que profesan otras creencias. Miles de interrogantes. Pocas respuestas...

¿Y nosotros? ¿Qué estamos haciendo? ¿Dónde estamos parados?

Señor debemos realizar un esfuerzo muy grande para permitirnos el poder mirarnos a nosotros mismos. Verdaderamente. Crudamente. Y eso es esta cuaresma. Una oportunidad de examinarnos en nuestras profundidades para discernir que es lo que nos acerca a Ti y que es lo que nos aleja. Nuestras fortalezas y nuestras debilidades, puestas a la luz de tu Espíritu. Te pedimos la gracia de poder en esta semana realizar un alto en nuestras vidas, para poder conversar íntimamente contigo. Para que podamos reconocerte y Tú puedas mostrarnos nuestras realidades. Para que ordenemos nuestros afectos para mejor servir a nuestros hermanos en nombre de Nuestro Padre.

Estoy seguro, mi querido Amigo, que a pesar de tu santo cansancio, en medio de Tu camino hacia nuestra salvación, vas a regalarme un momento a solas. Tu vida y la mía se encontraran. Quizás en lo ordinario de una oficina, un taller, una cocina, un colegio o en los campos.

Sí, ahí te gusta estar. En medio de nosotros. Con nosotros. En nosotros.

A lo mejor estarás reponiéndote de una larga jornada, buscando solo un momento de oración con el Padre, pero con la delicadeza que te distingue, apartaras todo para mirarme, para mirarnos. Ahí, donde vamos siempre de memoria. Y a lo mejor, tal vez, ni cuenta nos demos de tu presencia, ya que imaginariamente esperamos un rey esplendoroso y con toda una corte por detrás. Pero Tú estas solo. Esperando y buscándonos a la vez.

No sería raro que en el momento que te aparezcas, nosotros estemos ocupados en otras cosas. Porque ya cumplimos el domingo con Dios. O a la mañana en nuestra oración. O al anochecer en nuestro examen. U hoy a la tarde cuando disfrutamos de una buena lectura. Ahora estamos en otra cosa. Lo de cristiano para nosotros es part time. Para eso están los consagrados (y no todos) que se dedican todo el día a tus cosas.

Pero Tú igualmente nos miras. Y nos hablas.

Cada instante contigo no tiene desperdicio. Cada gesto amoroso es el motor que mueve nuestras vidas. Nuestros duros corazones, cansados tal vez, de haber andado por este mundo recogiendo espinas, hacen que tengamos las defensas tan altas, que Tú debes hacer un gran esfuerzo para sortearlas. Pero tú puedes. Siempre puedes. Nosotros solo debemos darte lugar para que tú lo hagas.

En ese encuentro, y en cada encuentro, cuando Tu hablas, nuestro ser comienza a realizar los enlaces en las distintas dimensiones que poseemos (espiritual, carnal, psicológica, sentimental), hasta lograr sentirnos una persona integra e integrada. Nos das Vida. Apagas todos los deseos que llevamos hasta ese momento, para provocarnos la saciedad que nos entrega la Felicidad de compartir el Reino contigo. Pero esos deseos y también las tentaciones, son muy resistentes. Incluso, sin saber como, llegamos a entablar una especie de discusión contigo.

¡Cuanta paciencia la Tuya! ¡Cuanta benevolencia para con nosotros! ¡Cuanta insolencia la nuestra!

Necesitamos, para poder reconocerte, que vos cumplas con las imágenes o expectativas que tenemos formadas de Ti. Necesitamos que te acomodes a nosotros. Solo así, cedemos. Pero, así y todo, no entendemos la profundidad de tus propuestas. Las miramos difusamente a través de lo que ya conocemos. ¡Pero Tú haces nuevas todas las cosas! Y las haces de nuevo. Tu propuesta es de Vida Eterna. Nosotros estamos anclados en lo temporal. Pero tú nos ayudas para dar el salto que debemos dar.

Tú Señor, dejas caer el velo de nuestra realidad humana para demostrarnos que Tú eres el Mesías. Como diría Pedro: “Tu lo sabes todo”.

Sabes de los maridos a quienes les vendimos nuestra carne en el pasado. Pero que junto con ella también perdimos nuestra dignidad.

Sabes de lo difícil que nos resulta estar solos en este mundo y lo propenso que somos a buscar malas compañías.

Sabes de lo doloroso que es escuchar que hablen mal de nosotros y que ni siquiera podamos defendernos.

Sabes que tenemos sed de amor, fraternal, amistoso, desinteresado... divino.

Sabes que la religión que decimos profesar, difícilmente nos liga con el Padre, y nos envuelve en contradicciones de razones y lógicas, defendidas a ultranza por sectores, que no hacen otra cosa que confundirnos más.

Sabes que queremos cambiar, pero que no ponemos todo de nuestra parte para hacerlo, ni tampoco te damos permiso para que tu gracia actúe sobre nosotros.

Sabes lo que nos emociona y lo que nos enoja. Lo que nos apasiona y lo que nos aburre. Lo que amamos y lo que odiamos.

Pero a pesar de ello, nos empeñamos en querer darte una imagen de superados religiosos. De súper hombres y súper mujeres. Pero tú te apiadas. Y como un experto jugador, sacas el as de la manga.

Abiertamente te muestras como Dios...

Desde allí sobran las palabras. Ya no podemos resistirnos más. Nos has ganado en buena ley.

Eres Dios. Mi Dios. Nuestro Dios. Y por ello siento la urgencia de salir a contárselo a todos, incluso a los que no me agrandan muy mucho. Por que esta sensación extraña de haber perdido todo, pero a la vez de haber ganado aun más, es que renuevan nuestras fibras para poder salir a la palestra de la vida. Para anunciar. Para denunciar. Para accionar. Para amar. Como Tú me lo mostraste. Como Tú lo hiciste.

Señor, te agradecemos humildemente por Tu Amor. Te agradecemos por Tu Tiempo y por Tu Paciencia. Te damos gracias por esta Cuaresma, que nos va haciendo madurar en el Camino hacia el Padre. Te agradecemos por las oportunidades que nos diste y todas aquellas que nos tienes reservadas para darnos. Te damos gracias por enseñarnos que realmente lo que importa es El Espíritu y La Verdad, y que solo, si nos hacemos adoradores de esa forma, seremos agradables al Padre a través de nuestros hermanos.

Señor te pedimos la gracia de convertir nuestro rumbo y ayudar a hacerlo a nuestros hermanos. No desfallezcas nunca en tu Misión de conquistar nuestras vidas.

Señor te damos permiso para darnos de beber y para que nos des a conocer el Don de Dios. Lo necesitamos siempre. Te lo pedimos siempre.

Y te pedimos por aquellos hermanos que están sedientos de conocerte y de gustarte; Y por aquellos que no piensan como nosotros, pero que Tu igual aceptas y amas.

Señor, en esta semana permítenos ser como la samaritana, que nos sepamos perdonados, convertidos, renovados y misioneros de Tu Amor. Amen.

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