La macabra noticia de la ejecución fallida de Romell Broom, al que no acababan de encontrar la vena para matarlo y la revelación de las últimas palabras de varios condenados a muerte me trae a la memoria la brutalidad de este recurso jurídico. Al parecer el reo colaboró todo lo que pudo: cambiando de postura, flexionando los brazos, abriendo y cerrando los dedos, dejándose apretar una y otra vez las gomas… Pasaban los minutos y la ansiedad crecía en la cámara de la muerte de Ohio. Al cabo de dos horas de “ejecución” frustrada, Romell Broom se llevó las manos a la cabeza en señal de desesperación.
Finalmente, alguien se atrevió a llamar al gobernador Ted Stickland, que decidió suspender el macabro ritual por razones humanitarias. Romell Broom, de 53 años no es un angelito, ha sido condenado por la violación y muerte de una niña de 14, y está a la espera de una segunda ejecución.
Texas, el Estado que más ejecuciones de muerte efectúa en Estados Unidos, acaba de publicar un texto bastante morboso: las últimas declaraciones y voluntades de estos pobres reos, que podeis leer por ejemeplo en una crónica de El Mundo. Siempre me ha parecido una burrada matar sea como fuere. Incluso con la ley en la mano. La vida es una proceso, un misterio y nadie tiene derecho a segarla. En EE.UU., desde los tiempos del Oeste se ha tenido muy poco respeto a la vida. Y así les va. La violencia engendra violencia y el hombre tiene derecho a regenerarse, arrepentirse, cambiar. Si no lo hace, se le encierra, pero no se le mata.
Entre nosotros hay una tendencia creciente, ante la multiplicación de delitos, de endurecer las leyes y volver al “ojo por ojo” veterotestamentario. Piensan que así matando a los que matan se detendría la espiral. Se equivocan pues las estadisticas dicen lo contrario. Estoy en contra de muchos errores de jueces que han dejado en libertad a violadores y otros desalmados. Pero la solución no es retomar el garrote vil, la horaca o la silla eléctrica, que nos iguala en definitiva a los violentos.
El caso de EEUU es el más sonado, pero en el mundo aún quedan 90 países que siguen aplicando la pena de muerte. Algunos de ellos como China, Egipto, India o Cuba que la mantienen para delitos comunes. O incluso en Arabia Saudí, donde la homsexualidad puede llegar a pagarse con la vida.
Finalmente, alguien se atrevió a llamar al gobernador Ted Stickland, que decidió suspender el macabro ritual por razones humanitarias. Romell Broom, de 53 años no es un angelito, ha sido condenado por la violación y muerte de una niña de 14, y está a la espera de una segunda ejecución.
Texas, el Estado que más ejecuciones de muerte efectúa en Estados Unidos, acaba de publicar un texto bastante morboso: las últimas declaraciones y voluntades de estos pobres reos, que podeis leer por ejemeplo en una crónica de El Mundo. Siempre me ha parecido una burrada matar sea como fuere. Incluso con la ley en la mano. La vida es una proceso, un misterio y nadie tiene derecho a segarla. En EE.UU., desde los tiempos del Oeste se ha tenido muy poco respeto a la vida. Y así les va. La violencia engendra violencia y el hombre tiene derecho a regenerarse, arrepentirse, cambiar. Si no lo hace, se le encierra, pero no se le mata.
Entre nosotros hay una tendencia creciente, ante la multiplicación de delitos, de endurecer las leyes y volver al “ojo por ojo” veterotestamentario. Piensan que así matando a los que matan se detendría la espiral. Se equivocan pues las estadisticas dicen lo contrario. Estoy en contra de muchos errores de jueces que han dejado en libertad a violadores y otros desalmados. Pero la solución no es retomar el garrote vil, la horaca o la silla eléctrica, que nos iguala en definitiva a los violentos.
El caso de EEUU es el más sonado, pero en el mundo aún quedan 90 países que siguen aplicando la pena de muerte. Algunos de ellos como China, Egipto, India o Cuba que la mantienen para delitos comunes. O incluso en Arabia Saudí, donde la homsexualidad puede llegar a pagarse con la vida.
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