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sábado, 31 de marzo de 2012

POR QUÉ MURIÓ Y POR QUÉ LO MATARON: Domingo de Ramos (Mc 14,1-15,47) - Ciclo B



Hoy no es nada fácil dar sentido a la complicada y aparentemente contradictoria liturgia de este domingo de Ramos. Con el recuerdo de la entrada “triunfal” en Jerusalén, debemos actualizar la experiencia de Jesús de caminar hacia la meta, es decir, su pasión y su muerte. Jesús toma la decisión de subir a Jerusalén, sabiendo lo que eso iba a significar. Esta es la clave para interpretar todo lo que vamos a celebrar durante la Semana Santa. Estamos conmemorando la entrega total de sí mismo, que Jesús vivió.

Aunque la liturgia comienza con la entrada “triunfal” de Jesús en Jerusalén, la fuerza de los acontecimientos que vamos a recordar esta semana, anula casi por completo ese triunfo muy relativo y pasajero. Como en el caso de la purificación del templo, no podemos pensar en una manifestación multitudinaria espectacular. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. Probablemente se trató de un pequeño grupo de seguidores que se unieron a los discípulos en aclamaciones espontáneas.

Jesús había desarrollado toda su actividad en Galilea, y la mayor parte de los peregrinos que venían a la fiesta eran galileos. Muchos de ellos reconocerían a Jesús, que también subía a Jerusalén, y se unieron a su grupo. Este hecho lo aprovecharon después los cristianos para evocar el AT y aludir a una entrada de Jesús como Mesías.

Lo verdaderamente importante en el relato de la pasión, está más allá de los acontecimientos que se pueden narrar. Lo esencial no se puede encerrar en palabras. Lo que los textos nos quieren trasmitir, está en la actitud de Jesús que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús, lo importante es descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para él y para los discípulos.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto, para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús.

Dándose cuente de las consecuencias de sus actos, no da un paso atrás, y las acepta plenamente. Es todo un aldabonazo para nosotros, que estamos siempre tratando de acomodarnos a todos los vientos, con tal de evitar consecuencias desagradables. Sabemos perfectamente que nuestra plenitud está en darnos a los demás, como decíamos el domingo pasado, pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos; poniendo límites “razonables” a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor “calculado” es un egoísmo camuflado.

¿Por qué le mataron?

La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y rechazo a su persona. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Los sacerdotes, los escribas, los fariseos no eran gente depravada, que se opusieran a Jesús porque era buena persona. Eran gente religiosa que pretendía ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida en la ley de Moisés.

La pregunta que se hacían era esta: ¿Era Jesús el profeta, como creían algunos de los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo y le llevaba fuera de la religión judía?

La respuesta no era tan sencilla como nos puede parecer hoy. Por una parte, Jesús iba claramente contra la Ley y contra el templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor a todos que hacía, eran una muestra de que Dios estaba con él, como dijo el mismo Nicodemo.

Lo mataron porque denunció a las autoridades religiosas por utilizar a Dios y la religión para oprimir al pueblo. Pero ellos siguieron pensando que era el Dios el que legitimaba ese dominio sobre la gente sencilla. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.

¿Por qué murió?

Solo indirectamente podemos aproximarnos a lo que Jesús experimentó ante su propia muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta que los jefes religiosos querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le acarrearía la muerte.

Además tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el verdadero peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo y a Dios, que salvar la vida, es el dato que nosotros debemos valorar. Dejó que le mataran para demostrar que la única manera de servir a Dios es ponerse del lado del oprimido.

Hay que tener en cuenta que no solo se trató de la muerte física, sino de la total aniquilación y escarnio de toda la persona ante la sociedad. Por lo tanto, no se puede pensar en la muerte de Jesús, desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida, de lo que manifestó a través de ella y de lo que enseñó.

La encarnación no ha sido una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librara de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Porque esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación.

Si nos quedamos con el Cristo resucitado y glorioso, que murió por obediencia al Padre y nos conformamos con darle culto, hemos malogrado no solo su muerte sino toda su vida.

¿Qué consecuencias tuvo su muerte?

Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que han llegado hasta nosotros y que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exegetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. Se trataría de interpretar la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús despliega en todo el evangelio. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa en absoluto con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo.

No es la hora de insistir en la atrocidad del pecado que ha llevado a Jesús a la cruz. Debemos de insistir en la salvación que necesitamos como pecadores, es decir, no salvados. Pero no para estar pendientes de que Dios tenga misericordia de nosotros, sino para descubrir que nuestra salvación está en seguir el camino de entrega que Jesús recorrió. La salvación consiste en descubrir el amor que es Dios y está ya en nosotros.

Para los apóstoles, la muerte fue el revulsivo que les llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. "Os conviene que yo me vaya..."

Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero estaban muy lejos de conocer el verdadero significado de la persona de Jesús. A ese descubrimiento no podían llegar a través de lo que oían y lo que veían; se necesitaba un proceso de maduración interior y un conocimiento vivencial, al que solo se puede llegar por experiencia interna. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona, y a descubrir, en aquel Jesús de Nazaret, al “Señor”, al “Mesías” al “Cristo” y al “Hijo”... En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacer nosotros si queremos celebrar la Pascua.

A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro hombre, el camino que debe recorrer todo ser humano para alcanzar su plenitud. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. Si quiero dar pleno sentido a mi vida, no tengo otro camino que el amor total, hasta la muerte si las circunstancias lo exigieran.

La manera de interpretar la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano y de ser hombre. Hoy, también hay miles de seres humanos que están entregando su vida por los demás. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino.

Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder externo, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El “poder” de Dios no queda reservado para el momento de la resurrección, sino que lo debemos descubrir en Jesús, cuando es capaz de amar hasta entregar la vida.



Meditación-contemplación


Ningún sufrimiento salva por sí mismo,
ni siquiera el de Jesús.
Lo que salva es la actitud de fidelidad a su verdadero ser,
que Jesús mantuvo durante su vida y afianzó en la cruz.
……………..

Vivir una verdadera humanidad, es perder el miedo a la muerte,
porque no afecta para nada a mi verdadero ser.
El miedo a la muerte es la esclavitud más difícil de romper.
Toda clase de opresión nace de esta esclavitud.
……………….

La Vida que Dios me ha dado, envuelve todo mi ser.
Con esa Vida divina, se me dan oportunidades infinitas de ser.
Con ella se me ha dado todo.
Nada tengo que esperar y nada debo temer.
…………


Fray Marcos

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El final feliz


Publicado por El Evangelio en Casa

Domingo de Ramos 1 deAbril

Relato de la Pasión según San Marcos Mc 14, 1—15, 47

No podemos negar que las películas de Hollywood son reconocibles por los discursos humanistas y los finales felices.
Nos damos cuenta de que una película es una producción de Hollywood por el amplio despliegue de recursos que tiene. No se escatiman los gastos cuando el objetivo es sorprender al espectador. Y solemos decir que es una buena película cuando la trama parece llevarnos hacia una dirección pero sorpresivamente, un nuevo giro en la historia, nos desembarca en un final feliz.
Las historias con final feliz forman parte del sueño de todo ser humano. Ninguno de nosotros planifica su vida barajando la posibilidad de que al final no venza el bien y reine la felicidad. Este anhelo de una historia de vida feliz ha sido protagonista de nuestros desvelos y compañera de nuestras soledades.
Es casi imposible no preguntarnos ¿cómo terminará esto? O ¿Dónde vamos a ir a parar?
La trama de nuestras vidas no está escrita pero queremos que el final sea feliz… Deseamos profundamente que al final de nuestro camino, la felicidad nos esté esperando con los brazos abiertos.
Pero nuestra vida no es una producción de Hollywood y tal vez el criterio de felicidad que buscamos no tenga nada de ver con una realización cinematográfica.
Al escuchar el relato de la pasión, podemos visualizar la trama de esta historia. Podemos reconocer claramente los intereses que se juegan y somos testigos de que Jesús también pensó en la posibilidad de que la historia de su vida terminara de otra manera… ¿cómo Hollywood?
Tal vez, hasta nosotros mismos hemos imaginado una manera distinta de que Jesús pudiera llevar a cabo su misión de rescatar al hombre de una vida sin sentido.
Pero el final de la vida de Jesús, no fue a lo Hollywood, aunque no podemos negar que cumplió su misión en esta vida. Frente a la posibilidad o tentación de luchar por cambiar la historia de su vida, prefirió ponerse en las manos de su Padre y dejar que Él llevará a buen término lo que había comenzado.
Te has preguntado ¿Qué misión tienes en tu vida? ¿Para qué vives?
Si pudiéramos hacer más consciente aún cuál es el principio y el fin de nuestra vida: de dónde venimos y hacia dónde vamos, podríamos resistir a la tentación de aferrarnos compulsivamente a los finales felices.
El final de la vida de Jesús no fue feliz…o por lo menos, no como la hubiéramos imaginado. Pero no podemos negar que esa muerte, ese fracaso, nos haya hecho vivir…
Hay muchas personas que esperan que Dios llene sus vidas y sus almas, porque sienten que el dolor y el fracaso es ausencia de Dios y no acaban de descubrir que Dios ya está en lo que viven día a día.
Deberíamos recordar los hombres que Jesús conoce el dolor. Sabe por experiencia propia lo que es atravesar por la sensación de ausencia de Dios. Y no debemos olvidar que aun cuando nuestra vida esté envuelta en una oscuridad siempre Dios, como el sol, es capaz de alumbrar nuestra vida con su gracia.

P. Javier Rojas sj

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A mí no me tienen siempre: Domingo de Ramos (Mc 14,1-15,47) - Ciclo B


Por Diego Fares sj

Contemplación

Entramos en la Pasión con el reclamo del Señor: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes… pero a mí no me tendrán siempre”. Es uno de esos “sentimientos de Jesús” que Pablo nos invita a cultivar: “Tengan los sentimientos de Jesús, que siendo Dios se hizo hombre, por amor” (Fil 2, 5 ss.).
La mujer rompió el frasco de nardo y derramó el perfume sobe la cabeza de Jesús, que entró en la Pasión perfumado. Ante la crítica utilitarista de “por qué no venden las cosas y se las dan a los pobres”, que se escucha también mucho hoy en día, el Señor nos muestra que le gusta este trato preferencial, incluso con derroche. La referencia a los pobres no sólo es cariñosa sino exigente: “los tendrán siempre cerca y podrán socorrerlos cuando quieran”. La caridad con los pobres no es cuestión de gestos tipo “te doy un subsidio y ándate”. No se trata de vender todo y repartir sino de “tener siempre cerca”, de “socorrer siempre”, todo lo que uno quiera y pueda, con amor.
El reclamo del Señor es reclamo de pobre. Cuando uno le dice a algún mendigo “ya te di ayer” o “no te puedo dar siempre”, al menos a mí me responden “una monedita sólo por hoy, padre Die-go”. Jesús se pone en este sentimiento tan propio del que no tiene nada: “mañana no sé qué será de mí, socorreme hoy”.
Además, el Señor hace notar su agrado no solo por las buenas acciones sino por lo lindo del ges-to. “Tuvo conmigo un gesto hermoso” (kalón es bueno y bello). Nuestro pueblo fiel entendió siempre este gusto de Jesús por las cosas hermosas y rodea siempre sus imágenes de flores y de aromas. La belleza de la liturgia hace a la dignidad humana y, por lo que vemos, también a la dignidad divina. Y no hay belleza sin derroche. La belleza no es mezquina porque es para todos. El perfume “llenó toda la casa” como dirá Juan al narrar esta misma escena. Y Jesús profetizó que el aroma de esta acción hermosa perfumaría la memoria de todas las generaciones que lee-ríamos este evangelio.
Así, para entrar en la Pasión, para acompañar a Jesús doliente, tenemos que buscar, cada uno, nuestro frasco de perfume.
En el Apocalipsis se nos dice que los perfumes son las oraciones de los santos. Hay un pasaje hermosísimo en el que se narra cómo “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora…” Y Juan agrega: “Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas. Otro Angel vino y se puso junto al al-tar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Angel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos” (Apoc 8, 1-4).
Nuestro perfume es, pues, nuestra oración.
Ahora bien, estas oraciones perfumadas de los santos son oraciones apasionadas. Para nada rutinarias ni aburridas. El mensaje de Jesús, con su alabanza del nardo puro y carísimo, es que a Él, en la Pasión, no lo podemos seguir si no es apasionadamente. El perfume, la belleza del per-fume que embriaga los sentidos y no nos deja permanecer neutrales, es signo de apasionamien-to.
Por eso de lo que se trata es de dejarnos cautivar por la belleza de la Pasión, del don de sí que el Señor realiza, entero, en cada gesto, que se corresponde con la ruptura del frasco de perfume que hace la mujer.
Hay que ingeniárselas para rezar “perfumando a Jesús con nuestra oración”. Esa es la gracia y, aunque no parezca, será lo que nos permita “padecer bien con él”. Porque uno padece sólo allí donde se apasiona. Donde no, simplemente sufre, le duele o le molesta. Padecer es otra cosa, es parte del amor. Y el amor siempre encuentra y crea belleza.
Jesús vivió así su Pascua: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes”. El Señor se las ingenió para que cada momento de su Pasión fuera “inolvidable”, se las ingenió para grabar en la memoria de los hombres su Don de sí para salvarnos. Puso belleza en cada paso de su Pasión. La esencia de la belleza consiste que un fondo rico se exprese de manera perfecta en una forma externa. Que esa forma lo contenga íntegra y armónicamente a la vez que lo deja esplender, rebosar. El Amor del Señor, expresado en la Pasión, tiene esta belleza plena. Es un amor que se nos dona entero sin perder su Señorío: esplende en cada pequeño gesto.
En los detalles que el Señor planeó cuidadosamente, se ve cómo hizo de su Pasión una obra de arte: arte de Amor misericordioso, Belleza que salva al mundo.

En el lavatorio de los pies, podemos decir que Jesús, como buen dramaturgo, encontró “la forma” de expresar el perdón de los pecados. Se trata, simplemente, de limpiar. La mugre es mucha y requirió que la lavara con su Sangre en la Pasión, de una vez para siempre. Pero el Señor quiso unir ese gesto grande, cruentísimo y único, al gesto cotidiano de cada perdón. Limpiar nuestros pies, simplemente. Ver a Jesús inclinado, lavando los pies de cada discípulo, es el detalle hermo-so para poder “verlo” derramando Sangre y Agua de su Corazón traspasado en la Cruz.

En la Cena, dentro de la liturgia antigua y hermosa de la Pascua, el Señor toma el pan y el cáliz: eligió estos “personajes secundarios” y los engrandeció sobremanera, como hizo luego con cada uno de los pequeñitos que se encontró por el Via Crucis.

Y en la Cruz nos dona a su Madre.
María es la testigo (reina de los mártires)
La que guardaba todas las cosas en su corazón y por eso es la que puede “narrar” el evangelio fielmente. Ella evangeliza bellamente y por eso todos la entendemos cuando nos habla de Jesús, cuando nos lo hace presente en su hermosa pequeñez.

Contemplamos entonces las escenas de la pasión saboreando la belleza que el Señor le puso a un donarse entero en cada gesto, para que así, comprendido su Don y absorbido íntegramente, nos contagie el deseo de “padecer” apasionadamente con él y dar la vida por nuestros amigos.

Contemplamos la belleza del Amor total: planeado-justificado-glorificado.
Ese Amor que esplende bajo forma contraria en la Cruz.

Y que nuestra oración de estos días siga al Sirácida, cuya recomendación inspiró quizás el gesto de la mujer para con Jesús:
“Escúchenme, hijos piadosos,
y crezcan como una rosa que brota junto a las corrientes de agua.
Como incienso derramen buen olor,
Ábranse en flor como el lirio,
exhalen perfume, canten un cantar,
bendigan al Señor por todas sus obras.
Engrandezcan su nombre,
Y denle gracias por su alabanza,
con los cantares de sus labios y con cítaras,
digan así en acción de gracias:
¡Qué hermosas son todas las obras del Señor!
todas sus órdenes se ejecutan a su hora.
No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?,
que todo se ha de buscar a su tiempo (Ecl 39, 13-16).

“A los pobres los tendrán siempre con ustedes, a mí no me tendrán siempre”.

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¿Turista en Semana Santa en Jerusalén?


Domingo de Ramos B
Por Clemente Sobrado C. P.

Las Agencias de Turismo suelen hacer mucha propagando de Peregrinaciones a Tierra Santa durante la Semana Santa. No me parece mal la idea, por más que las Agencias busquen el negocio aunque sea a cuenta de lo religioso.

Aunque tú y yo no vayamos ni de turistas ni de peregrinos, creo que sí tendremos que vivir en Jerusalén estos días. Y la idea me la ha proporcionado J. Guillén García en uno de sus comentarios el Domingo de Ramos y que yo quiero expresar desde mi propia mirada y experiencia.

A Jerusalén estos días no se puede ir simplemente como quien va a ver una de las procesiones famosas de Semana Santa. A Jerusalén no se puede ir estos días y ningún día del año, de una manera indiferente. Porque en Jerusalén hay que “tomar partido”.
O somos un personaje de la Pasión o no somos nada.
O nos identificamos o seremos unos extraños.
O estamos con El o sencillamente somos de “los otros”.
O vamos a vernos o tampoco lograremos verle a El.

¿Y cómo identificarnos estos días? Basta leer cualquiera de las cuatro historias de la Pasión. Por ejemplo:

Si notas que en tu corazón hay secretos inconfesables y guardas sin que los demás se enteren, posiblemente hay un Judas “amigo” compartiendo el mismo pan con Jesús.

Si notas que el dinero ha convertido tu corazón en chequera o tarjeta de ahorros, puedes sospechar que dentro de ti hay alguien que es capaz de vender a cualquiera por dinero. Y ese ya sabes como se llama. Judas.

Si notas que tú eres capaz de creer que tú sí puedes dar tu vida por Jesús, pero no aceptas que El la dé por ti, no dudes que dentro de ti hay un Pedro autosuficiente.

Si notas que mientras alguien está hundido en su tristeza y angustia orando al Padre, y tú te quedas dormido indiferente, ten por seguro que eres uno de los discípulos que aquella noche se durmieron.

Si notas que cuando alguien te pregunta por tu identidad cristiana y prefieres esconderte en el anonimato y no dar cara, la cosa está clara, eres el Pedro moderno.

Si notas que cuando alguien te pregunta si tú crees y eres un seguidor practicante del Evangelio y de Jesús y tú, por cobardía lo niegas, no lo dudes es Pedro hoy.

Si notas que cuando alguien es menos que tú y tú te sientes más y hasta eres capaz de escupirle a la cara despreciándolo, no creo que tengas duda de que perteneces a los soldados de Anás y Caifás.

Si notas prefieres la religión de la ley a la religión del amor y eres capaz de condenar a Jesús porque no piensa como tú, ahí tienes a Anás y Caifás del siglo XXI.

Si notas que alguien es inocente pero prefieres salvar tu puesto y no eres capaz de defender la inocencia del otro, no te califiques, sabes que eres un Pilato moderno,

Si notas que alguien es inocente, pero para salvar tu pellejo eres capaz de condenarlo a muerte, ya sabes como llamarte Poncio Pilato dee hoy.

Si notas que alguien sufre y camina por la vida cargando la cruz de su pobreza y tú, aunque estás cansando y deseas llegar a tu casa a tumbarte un rato viendo TV y retrocedes y le prestas tu hombres para ayudarle a llevar su cruz, felicítate porque serás el Cireneo de estos días.

Si notas que cuando ves a esos niños o ancianos sucios y harapientos por la calle, y eres capaz de detenerte y limpiarlos y vestirlos, tu nombre se llamará Verónica.

Si notas que cuando pasas al lado del que sufre y salen lágrimas a los ojos de tu corazón, aunque no puedas hacer nada, porque otros te lo impiden, serás una de esas buenas y piadosas mujeres que aún quedan en Jerusalén.

Si notas que cuando ves que otros sufren tú tomas conciencia de su responsabilidad y despierta en ti la conciencia de tu vida de injusticia, sabrás que podrán llamarte el “buen ladrón de hoy”.

Si notas que cuando la Iglesia está sucia y se va debilitando y en muchas partes muriéndose y tú eres capaz de reconocerla como la verdadera Iglesia de Jesús, ten por seguro que tendremos en ti un Centurión que termina confesando su fe en El.

Si cuando alguien muere en una de esas esteras y que nosotros llamamos irónicamente “casas” y no tienen donde enterrarle y tú le pagas el funeral, tendremos que felicitarte porque habrá entre nosotros un José de Arimatea.

Como ves, la historia de la Pasión de Jesús es un buen marco donde encontrarnos a nosotros mismos, ponernos un nombre adecuado y sentirnos parte de aquella historia. Porque, al fin y al cabo, es una historia que sucedió en el pasado y sigue aconteciendo también hoy. Y que es desde hoy que nosotros tenemos que vivirla. Y que es desde nosotros, y no desde aquellos judíos de entonces, que tendremos que asumirla.

Pensamiento: El relato de la Pasión de Jesús termina siendo la historia de cada uno de nosotros. Por ejemplo, mi propia historia.

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ORACIONES para la EUCARISTÍA: Domingo de Ramos / ¡HOSANNA, SEÑOR!


Publicado por Fe Adulta

Acción de gracias

Realmente es nuestra obligación darte gracias, Padre Dios,
y de modo especial en esta fiesta del Domingo de Ramos,
porque obra tuya es el universo entero
y lo sigues sosteniendo,
porque somos fruto de tu amor y nos das la vida.
Es justo que te demos gracias porque eres un buen Dios,
que amparas a todos los seres humanos por igual,
sin reparar si somos más ricos o más pobres,
más o menos cultos, creyentes o no,
más o menos cumplidores.
Para ti, sólo somos hijos tuyos, todos somos tus hijos. Gracias, Padre.
Queremos ahora unir nuestras voces
a las de todo el género humano, para bendecir tu nombre,
aclamarte y proclamar tu infinita bondad.

Memorial de la Cena del Señor

Queremos dedicar la semana que hoy comienza
a recordar los últimos días de la vida de Jesús,
su pasión y su muerte.
Tenemos vivas todas las imágenes de sus sufrimientos
a lo largo de aquel primer vía crucis,
y de verdad que nos siguen doliendo en el alma.
Pero también queremos ser conscientes
de que otros muchos hijos tuyos
están ahora sufriendo en sus carnes toda una pasión,
que se nos están muriendo de hambre y sed
y toda suerte de violencias.
A modo de testamento, Jesús nos explicó
en dos gestos y unas pocas palabras
que nuestra vida, como la suya,
no puede tener otro sentido
que entregarla por amor a tantos hermanos
que imploran nuestra ayuda.

Invocación al Espíritu de Dios

Envía tu Espíritu en medio de nosotros,
para que caminemos por el sendero que Jesús nos enseñó.En un mundo en crisis,
donde la esperanza brilla por su ausencia,
queremos ser profetas de la esperanza.
En un mundo triste, donde predominan las malas noticias,
queremos ser portadores de consuelo y de buena nueva.
En un mundo que malvive en situaciones de opresión,
queremos estar del lado de los excomulgados de la vida.
Y denunciar formalmente, como Iglesia de Jesús,
las injusticias que sufren, por las que mueren,
tantos seres humanos, hermanos nuestros.
Te agradecemos, Señor, ahora todo lo bueno
que han hecho por nosotros nuestros familiares difuntos,
que ya sólo viven en ti.
Nos unimos en una sola comunidad
a todas las personas de buena voluntad,
para prometerte que pondremos todo nuestro empeño
en hacer un mundo más justo y solidario.
AMÉN.

Rafael Calvo Beca

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¡HOSANNA, SEÑOR!

¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes…
Y de gestos proféticos nada se sabe.

Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.

Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.

Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.

Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.

Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia…
¡Estamos huérfanos.!

Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.

¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.

El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.

¡Hosanna, Señor, Hosanna!


Florentino Ulibarri

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EL TRIUNFO DE JESÚS SERÁ LA CRUZ


Domingo de Ramos (Mc 14,1-15,47) - Ciclo B
Por José Enrique Galarreta

Leemos hoy el relato de la Pasión según Marcos. Debemos recordar que los relatos de la Pasión son los que, probablemente, se pusieron por escrito antes que ninguno: constituían lo fundamental de la catequesis sobre Jesús, y planteaban el primer problema para los que iban a creer en él: creer en un crucificado, creer que, a pesar de su muerte deshonrosa, rechazado por los jefes de Israel, “Dios estaba con Él”.

Por otra parte, debemos recordar también que son los relatos más “históricos” de los evangelios. En muchos otros momentos, el significado es más importante que lo sucedido. Aquí, el mensaje es el suceso. Es la pasión y la muerte de Jesús, sucedidas históricamente, lo que constituye para nosotros una Palabra de Dios.


El Domingo de ramos puede celebrarse simplemente como el día del triunfo, aunque fuera efímero, de Jesús. Es como si todo Israel, por un sorprendente efecto del Espíritu, se lanzara a la calle para aclamarle como Mesías-Rey.

Esta interpretación es fuertemente deficiente. En primer lugar, el suceso fue mucho menos espectacular que lo que se ha querido interpretar. Un grupo de galileos peregrinos por Pascua en Jerusalén aclaman a Jesús y lo proclaman Mesías. Jerusalén entera se sorprende, preguntan quién es ése, les responden que es Jesús, el profeta de Nazaret… Y el triunfo es modesto, incluso en sus símbolos, el pollino, los niños aclamando.

En segundo lugar, el triunfo es muy simbólico: Jesús no entra como un monarca poderoso, ni va al templo a recibir honores. Jesús no protagoniza al Mesías Davídico, sino que se asemeja más bien al siervo de Isaías; su aspecto sufriente no aparece el Domingo más que en la oposición de los sacerdotes y de sus enemigos fariseos, pero se mostrará definitivamente el Viernes Santo. Los signos son mesiánicos, pero no davídicos.

Todo esto nos lleva a considerar el mesianismo de Jesús, y el nuestro. Jesús va a triunfar, pero en la cruz. No va a triunfar destruyendo a sus enemigos, imponiéndose a los sacerdotes ni logrando la independencia de Israel. Va a triunfar llegando hasta el final: dar su vida.

El triunfo de Jesús no es como el triunfo de Alejandro Magno ni siquiera como los triunfos del Rey David. El triunfo de Jesús va a ser la fe de los discípulos, que lo reconocerán como El Señor, por su muerte y su resurrección. No es el triunfo del rey; es el triunfo del grano de trigo, que triunfa al morir, porque será fecundo.

Así, el Domingo de Ramos introduce los parámetros correctos para acercarnos a la Semana Santa comprendiendo y celebrando el mensaje central de nuestra fe, sin dejarnos llevar por tendencias que serían muy de nuestro gusto, pero que son corregidas por el mismo Jesús.

Nos gustaría un triunfo espectacular y multitudinario, pero Jesús no va a triunfar de esta manera; es más, va a ser rechazado, humillado y aparentemente vencido por sus enemigos. Nos gustaría una resurrección igualmente espectacular; más bien nos gustaría que, cuando sus enemigos le increpan: “baja de la cruz y creeremos en ti”, Jesús bajara de la cruz, milagrosamente, y todos cayeran a sus pies, adorándole.

Nuestra lógica pediría que el Mesías fuese recibido en triunfo por su pueblo, y que Jesús entronizara la Nueva Alianza sobre el pedestal de la Antigua. En resumen, también a nosotros nos gusta más el Mesías al modo Davídico, un soberano espiritual y material, un rey-pontífice entronizado de parte de Dios para poner orden en las naciones.

De hecho, ésta ha sido y es la tentación de la Iglesia. A lo largo de la historia, la iglesia ha pretendido ser el reino de Dios en la tierra de manera jurídica y exterior. Y no solamente respecto a los otros poderes del mundo, reyes y emperadores sometidos al Representante de Cristo, sino en su afán de gobernar las conciencias, en la auto-atribución de poderes presuntamente otorgados por Dios mismo a sus dirigentes.

Los dignatarios eclesiásticos han tenido la consideración y el aspecto de príncipes, y hasta la celebración de la Eucaristía se ha revestido de atributos triunfales, como una celebración del reconocimiento universal del poder de la divinidad (y de sus representantes), acatado por todos (incluso por personas en cuyo espíritu no haya nada del Espíritu de Jesús).

El Domingo de Ramos nos cura de todas esas fantasías imperiales. Jesús triunfa porque el Espíritu le lleva hasta dar la vida.

Jesús no es el Rey David que viene a construir su reino acabando con sus enemigos, sino el grano de trigo que es enterrado y muere. Los enemigos de Jesús no son algunas personas, sino los pecados, que están en todas las personas, incluidos sus mismos seguidores. El poder de Jesús no es la imposición desde fuera, desde arriba, sino la conversión desde dentro, desde abajo.

Este es el simbolismo de la purificación del Templo. En realidad, Jesús está destruyendo simbólicamente el Templo. Uno de los pasos más significativos que dieron los primeros seguidores de Jesús fue sustituir el Templo por la casa, los sacrificios por la fracción del pan.

En las primeras comunidades desaparecieron los sacerdotes y los pontífices, los ritos suntuosos y los tributos para el culto. Fueron sustituidos por la comunidad fraternal que vivía de la Palabra y ponía todo en común. No pretendieron imponerse sino convertir, se desentendieron del poder religioso y político y empezaron a cambiar la sociedad cambiando las conciencias por le fe en Jesús. Y estuvieron dispuestos a sufrir por todo ello y gozosos de poder hacerlo.

Más tarde, todo fue alterado. Pertenecer a la Iglesia se convirtió en una ventaja social, la pequeña semilla se convirtió, no en un modesto arbusto de mostaza, sino en un baobab gigantesco y aparatoso, dogmático y jurídico, anatematizador y perseguidor de cuantos se le oponían. La eucaristía doméstica cedió paso al culto en los recuperados templos, volvieron a mandar los sacerdotes sobre el pueblo obediente y silencioso, y el poder de Dios manifestado en sus Pontífices dictó sus normas a la sociedad entera.

En resumidas cuentas, volvió a triunfar el templo sobre la casa, el sacrificio sobre la fracción fraternal del pan, el espectáculo sobre la conversión.

La celebración del Domingo de Ramos puede acentuar cualquiera de estas dos tendencias, tan frontalmente opuestas. Nuestra procesión de ramos y nuestra eucaristía pueden ser un triunfo del mesías-rey o un anuncio del triunfo de Jesús en la cruz. Se nos enfrenta por tanto a una elección: el triunfo de Cristo como a nosotros nos gustaría, o la aceptación y celebración del triunfo real de Jesús, que no es otro que la muerte y la resurrección.

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Dom 1 IV 12. Domingo de Ramos: Procesión y provocación


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Subió Jesús a Jerusalén cuando llegaban los días de Pascua y se celebraba la memoria del nacimiento del pueblo (liberación de los hebreos de Egipto), decidido a implantar el Reino de Dios. Subió para proclamar e instaurar la soberanía mesiánica del pueblo liberado, en un ambiente de fuerte esperanza, vinculada no sólo al paso por el Mar Rojo (cf. Ex 12-15), sino a la memoria real de David, como portador de un nuevo pacto, centrado en el perdón, pero también en la transformación de la ciudad y del mundo.

Vino por el Monte de los Olivos, por donde, según la tradición, debían llegar los liberadores de Dios, para liberar la ciudad, expulsando a sus gobernantes perversos, e instaurando el Reino de la justicia de Dios, y lo hizo preparando y siguiendo una “liturgia” que miles y millones de cristianos querrán repetir en las procesiones del próximo domingo, que es Día de Ramos.


Muchas procesiones cristianas de este día de Ramos, con borriquilla y con niños cantando, con oros y platas, tambores e incluso soldados de fiesta en las calles, son dignas de recuerdo y resultan incluso emocionantes. Pero no todas reflejan la procesión de entrada de Jesús en Jerusalén (sino que esconden y falsifican su sentido), como indicaré en lo que sigue.

Ciertamente, Jesús preparó y realizó una procesión, con asno y todo, con ramos y cantos, siguiendo la liturgia antigua de las procesiones de los peregrinos que entraban cantos (los salmos graduales, de subida) en la ciudad de las promesas. No fue Jesús quien inventó esa procesión, que existía desde antiguo, pero la reformó y adaptó cuidadosamente, para indicar con ella la llegada de la libertad y justicia salvadora del Reino de Dios.

En esa línea, Jesús convirtió la procesión ritual antigua en “nueva provocación”, quizá la más honda y duradera (más esperanzada) de todas las que recuerda la historia.

-- Entró en un asno, como rey mesiánico, rodeado de peregrinos galileos que cantaban los himnos de la libertad, frente a las autoridades militares y sacerdotales (que tuvieron miedo, y terminaron por matarle).
-- Entró protestando contra los poderes establecidos, de las armas y el dinero del templo, anunciando la nueva libertad de Dios y de los hombres, es decir, el Reino.
-- Entró con un gesto fue bella, con incluido, con cantos y niños en fiesta… Pero más que una procesión de las actuales, que marcan el comienzo de una Semana Santa muy religiosa, la suya una gran provocación, la “marcha alternativa” que marca el comienzo de los nuevos tiempos.

Más que a las procesiones de gran parte de nuestras ciudades de hoy (¡benditas sean!) se pareció a la provocación de aquellos hombres y mujeres que siguen protestando sin armas frente al poder de los armados y ricos señores del mundo, en estos mismos días, con huelgas laborales, con grandes protestas de los pobres del mundo que quieren y buscan un tipo de libertad y comunión como aquella que Jesús buscaba y promovía cuando entró en la ciudad.

Buen domingo a todos, en lo que sigue comentaré el evangelio del días, que es muy piadoso, siendo inmensamente provocador.

Asno real, un camino de reino

Llegó a Jerusalén de manera pacífica, pero muy provocadora, en gesto de triunfo, porque instaurar el Reino como él proponía, implicaba un reto para el sistema imperial de Roma y para la política sacerdotal del templo. Así vino, a pleno sol, en el momento y lugar más concurrido (el día primero de la semana de Pascua, desde el Monte de los Olivos), como pretendiente davídico (nazoreo), entre peregrinos galileos.

Venía por Jericó y debía pasar por el Monte de los Olivos, lugar clave en la tradición mesiánica de Israel (cf. Zac 14, 4), como recuerda Flavio Josefo, al hablar de un judío egipcio, que se apostó en ese mismo lugar, años más tarde, esperando la caída de los muros cercanos de Jerusalén, para tomar después la ciudad (cf. Ant 20, 169-172). Pero Jesús no “provocó” la caída de los muros, sino que quiso entrar directamente, montado sobre un asno pacífico, sin armas. Vino como mesías davídico, pero, a diferencia de David, no quiso conquistar la ciudad, ni provocar militarmente a Roma, de manera que los soldados del César le vieron entrando, desde la Torre Antonia, sin intervenir, aunque Pilatos su jefe debió tener miedo y por eso, después, le condenó a morir, poniendo como causa: Jesús Nazoreo, Rey de los Judíos (Jn 19, 19; cf. cap. 34).

Vino como peregrino, con (como) otros galileos (por el camino de Jericó) y, de un modo especial, con sus discípulos, para celebrar, en la ciudad de las promesas, la fiesta de la libertad del pueblo. Era tiempo de Dios, y en su nombre vino, realizando su signo, como Mesías de Dios. Había cumplido su misión en Galilea, y llegó a culminar su tarea, ante las autoridades, entrando abiertamente sobre un asno, de una forma no militar, pero muy provocadora, condenando a los poderes de la ciudad, e invitando a todos al Reino:

Y cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: Id a la aldea de enfrente. Y en seguida, entrando en ella, encontraréis un asno atado, sobre el que nadie ha montado todavía. Soltadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, le diréis: El Señor lo necesita y en pronto lo devolverá. Los discípulos fueron, encontraron un asno atado junto a la puerta, fuera, en la calle de fuera, y lo soltaron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: ¿Por qué desatáis el asno? Los discípulos les contestaron como les había dicho Jesús, y ellos se lo permitieron. Y llevaron el asno a Jesús, y colocaron encima sus mantos y él se sentó sobre él (Mc 11, 1-7).

Según Marcos (cf. 8, 31; 9, 31; 10, 32-33), Jesús sabía que le condenarían a muerte por hacer lo que hacía, pero, como saben los buenos creyentes, las profecías de la Biblia no están ahí para que se cumplan de un modo fatalista, sino para abrir un camino, de forma que las cosas puedan situarse en el proyecto de Dios y entenderse mejor. Jesús había “profetizado” (previsto) su muerte, pero no para que le mataran, sino para que aquellos que podían matarle pensaran mejor cambiaran. Jesús quería que los habitantes de Jerusalén le recibieran y se comprometan con él, para esperar y promover el Reino (evitando su muerte). Así llegó, preparado para morir, pero con deseo de vivir, de instaurar y recibir el Reino, pues éste es el momento de Dios.

Llegó para cumplir su promesa (la promesa de Dios: Jerusalén será ciudad del Reino, liberada, fraterna, solar de justicia…), pero sin medios militares o económicos para culminar su obra, sin autoridad sacerdotal o jurídica para imponer su propuesta. Vino “a cuerpo”, con los suyos, con los cantos de la liberación del pueblo, de manera muy provocadora, y de esa forma quedó en manos de las autoridades, que decidirán su suerte. No quería que le mataran (cf. cap. 22), sino que los hombres acojan el Reino de Dios y así lo dice con el signo del asno, desde el Monte de los Olivos, elevando su apuesta de Reino, en el lugar de máxima esperanza y conflicto de Israel, como profeta mesiánico, sabiendo que sólo un milagro (el milagro del Reino) podrá evitar la muerte:

– Cuando se acercaban a Jerusalén por Betfagé y Betania (Mc 11, 1a-b). El relato empieza con la evocación de la ciudad del Gran Rey (cf. Sal 48, 3), donde Jesús entrará como portador y heredero de las promesas mesiánicas, en nombre de aquellos a quienes ha prometido el Reino. No es fácil reconstruir el itinerario, pues Betania (= Casa de la Aflicción), se encuentra más lejos de Jerusalén, a unos tres km del templo, al otro lado del Monte de los Olivos, mientras que Betfagé (=Casa de los Higos) está ya casi en el mismo Monte de los Olivos, a la vista del templo (a un km de distancia). El evangelio debería haber dicho que pasaron por Betania (lugar de preparación) y que, al llegar a Betfagé (a las puertas de Jerusalén), Jesús quiso disponer el asno. Pero el texto invierte el orden de lugares, y no sabemos por qué.

– Junto al Monte de los Olivos (11, 1c). Ésta es la indicación más importante, pues Zac 14, 4 había dicho que Yahvé se manifestará sobre ese monte, partiéndolo en dos, para que pasen los triunfadores mesiánicos, entrando en Jerusalén de forma victoriosa. Por su parte, Flavio Josefo recuerda que el 56 dC, un judío egipcio, de nombre desconocido, subió con gran gentío al Monte de los Olivos, anunciando desde allí la caída de los muros de Jerusalén, pero Félix, gobernador romano, mató a muchos y apresó a otros, aunque parece que el egipcio logró escapar con vida (Ant 20, 8, 6; cf. Bell 11, 13, 5). Pues bien, Jesús quiso entrar por ese monte, pero sin abrirlo en dos ni anunciar la caída de Jerusalén, sin armas de Guerra, en un asno de paz.

– Asno prestado y nuevo (11, 2-6). Marcos ha concedido mucha importancia a la preparación del asno, que dos discípulos deben pedir prestado (pues su amo, Jesús, no posee ni un asno). El texto supone que Jesús tiene conocidos en la zona del asno, a la entrada de la aldea (que parece ser Betfagé), en el amphodos o “calle de circunvalación”. No es asno suyo, él no tiene ninguno, pero cuenta con amigos que se lo prestan, un asno nuevo, no un caballo guerrero (cf. Zac 9, 9). Es asno de rey (es decir, no domado todavía), pues un rey no podía cabalgar sobre un asno o caballo montado por otros. Es un signo regio de vida campesina y concordia, asno de campo y labranza, no de guerra (Zac 9, 9; cf. Gen 49, 11; Num 19, 2; Dt 21, 3; 1 Sam 6, 7), que sirve a Jesús para decir que no quiere imponerse por las armas, sino con un tipo distinto de señorío, retomando las tradiciones campesinas de su pueblo .

–Preparación y entronización (11, 7). Los discípulos cumplen lo que Jesús ha pedido, para que el Kyrios, Señor (11, 3) entre en su ciudad, como rey pacífico, peregrino del Reino entre los galileos, que vienen a Jerusalén por el Monte de los Olivos. Como el asno no tiene arnés, ni aparejos (¡es un asno nuevo, nunca montado), los discípulos extienden sus propios vestidos (sus mantos) en la grupa, para que así Jesús pueda montar con dignidad; es un asno nuevo, no domado, pero es pacífico y Jesús puede entrar sobre su grupa en la ciudad, bajando por el monte de los Olivos, el lugar por el que llega el Dios de paz (no los muchos conquistadores que han tomado desde allí militarmente la ciudad, a lo largo de los siglos).

No se dice que subió y montó (epibainô) como sería normal, sino que se sentó (ekathisen), como rey sobre el trono. Probablemente, el evangelio quiere evocar la imagen de Salomón entronizado sobre la mula de David, su padre, a quien sucede (cf. 1 Rey 1). Pero Jesús no se monta y asienta en la mula de un rey anterior, sino sobre en un asno nuevo (prestado), de campo. Dos discípulos lo han buscado y él se “entroniza” como rey mesiánico, iniciando la procesión más provocadora de la historia humana, la Marcha del Reino, a la vista de todos, hasta la ciudad, condenando sin armas a todos los guardianes armas del mundo. Él mismo ha preparado y trazado su entrada, pero sus discípulos colaboran, como actores principales, tomando en sus manos la iniciativa de los acontecimientos .

–- J. Ratzinger, Jesús de Nazaret II, Encuentro, Madrid 2011, 13-20, ha interpretado el gesto de Jesús como cumplimiento de las profecías. «En primer lugar, las palabras de Génesis 49, 10s, la bendición de Jacob, en las que se asigna a Judá el cetro, el bastón de mando, que no le será quitado de sus rodillas «hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia». Se dice de Él que ata su borriquillo a la vid (49,11). Por tanto, el borrico atado hace referencia al que tiene que venir, al cual «los pueblos deben obediencia… Más importante es aún Zacarías 9,9, el texto que Mateo y Juan citan explícitamente para hacer comprender el Domingo de Ramos: “Decid a la hija de Sión: mira a tu rey, que viene a ti humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila” (Mt 21, 5; cf. Za 9,9; Jn 12,15)… Por ahora retengamos esto: Jesús reivindica, de hecho, un derecho regio. Quiere que se entienda su camino y su actuación sobre la base de las promesas del Antiguo Testamento, que se hacen realidad en Él. El Antiguo Testamento habla de Él, y viceversa: Él actúa y vive de la Palabra de Dios, no según sus propios programas y deseos. Su exigencia se funda en la obediencia a los mandatos del Padre. Sus pasos son un caminar por la senda de la Palabra de Dios. Al mismo tiempo, la referencia a Zacarías 9,9 excluye una interpretación “zelote” de la realeza: Jesús no se apoya en la violencia, no emprende una insurrección militar contra Roma. Su poder es de carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él considera el único poder salvador».

Entrada mesiánica.

No viene a morir (que le maten), sino para remover la conciencia de los dueños de la ciudad (soldados, sacerdotes), para que se dejen cambiar y le reciban, y acepten su Reino. Viene sabiendo que pueden matarle, pero él mismo les provoca, dejan que los suyos les provoquen con el gesto de la entrada y con el canto.

Y muchos tendieron sus mantos por el camino y otros hacían lo mismo con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las Alturas! (Mc 11, 8-10)

Éste pasaje ha sido recreado por la tradición, y cada evangelista (cf. Mt 12, 1-9; Lc 19,28-38; Jn 12, 12-16) lo ha matizado. Pero en su fondo hay un recuerdo histórico: Jesús entró en la ciudad entre peregrinos de pascua, con gesto provocador, que remite a David, antiguo rey militar, conquistador armado (2 Sam 5, 6-16), proclamando así la llegada del Reino de Dios (y condenando implícitamente a los que actúan como reyes del mundo, soldados y sacerdotes de Jerusalén). David había tomado la ciudad para instaurar un reino político. Jesús, en cambio, viene como peregrino mesiánico, para celebrar la Pascua que ha de ser el tiempo decisivo del Paso de Dios, instauración del Reino, dejando que sus discípulos y seguidores entiendan e interpreten el gesto como una parábola del gran cambio de los tiempos.

Es posible que sus discípulos no entiendan del todo lo que Jesús quiere, sino que le acompañan con otras esperanzas e intenciones, formando un cortejo ambiguo, soñando en un tipo de dominio distinto sobre la ciudad, quizá en un pacto con los sacerdotes. De todas maneras, ellos parecen protagonistas de un triunfo que va a llegar, y Jesús les deja hacer. Antes había pedido silencio (cf. Mc 8, 30), que no digan que él es el Cristo. Ahora quiere mostrarse abiertamente (aunque con asno prestado, sin ejército ni medios económicos). Sus discípulos pueden pensar que Dios cambiará pronto las cosas; Pedro (cf. Mc 8, 32) y los Zebedeos (cf. 10, 35-37) supondrán que ha llegado la hora de su triunfo.

Un signo para ser interpretado.

En el contexto anterior deben vincularse al fin las estrategias de los diversos intérpretes del drama mesiánico: Discípulos de Jesús y galileos que vienen como peregrinos, esperando la llegada del Reino en las fiestas de pascua; habitantes de Jerusalén, autoridades... Jesús suscita el gesto, provoca y espera: Ha preparado el signo, se sienta como rey en el asno, y deja que otros lo sigan, iniciando una liturgia mesiánica intensa, de insurrección intensa, dramática, que definirá todo lo que sigue (reacción de las autoridades, abandono de los discípulos, su muerte).

Por un momento, él deja que los discípulos hagan y así viene, sentado sobre un asno, rodeado de un cortejo mesiánico, ante las puertas de Jerusalén. En un sentido, todo parece normal, en tiempo de fiesta, y en un primer momento Pilato no interviene; también él deja que pasen las cosas, esperando quizá que todo se resuelva por sí mismo, y que los galileos vuelvan pronto a su tierra, pues el signo del asno y los cantos no son en principio peligrosos en plano militar. Otros peregrinos entraban también en la ciudad, siguiendo un ritual en parte semejante (con salmos rituales o de peregrinación: Sal 129-133), aunque sin gestos de asnos y cantos tan altos de reino. Ciertamente, el gesto es peligroso (y el gobernador terminará teniendo que matar a Jesús por lo que hace al entrar así en la ciudad), y, en sí mismas, llegada de Jesús y las mismas palabras del canto pueden entenderse en sentido convencional, como expresión de una fiesta judía de pascua aceptada en principio por Roma.

– No hay nada delictivo en el canto de los peregrinos (Hosanna), pidiendo a Dios su ayuda: ¡Sálvanos ahora, sálvanos por favor! (cf. Sal 118, 25). Ésta es una aclamación polivalente, cuyo sentido sólo se puede deducir por el contexto, de forma que podría interpretarse como petición dirigida a Jesús (¡Sálvanos ya, por favor, de los romanos!), o al mismo Dios, como pensaban la mayor parte de los peregrinos. Pero ellos pueden entenderse como canto dirigido a Jesús, a quien se le pide que salve a los peregrinos y a la ciudad, liberándola de los soldados de Roma y de los malos sacerdotes del templo.

– Tampoco son delictivas las invocaciones que siguen (¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino de Padre David que viene!), propias del ritual judío, de aquellos que buscan a Dios y le invocan a Dios ante Jerusalén, pidiendo que llegue su Reino (reino de David). Estrictamente, esos cantos, dirigidos a Dios, que culminan con el Hosanna en la Alturas (= la salvación viene de Dios), no van contra los sacerdotes ni el Gobernador romano. Pero ellos pueden aplicarse a Jesús, que aparece como portador del Reino de David, viniendo a convertirse en “peligrosos” (cf. Sal de Salomón 17), de manera que, al fin, Pilato tendrá que matar a Jesús precisamente por ellos.

Toda la escena, condensada en las palabras del himno, aparece como parábola con un final abierto. Jesús ha iniciado el gesto, pero después ha dejado que sus seguidores galileos lo interpretan y actúen, para así discernir lo que puede ser su próximo gesto, su compromiso siguiente por el Reino. Por ahora, los sacerdotes y los soldados callan, dejando que el profeta galileo se defina y manifieste su postura. Sea como fuere, la entrada nos sitúa ante el momento culminante del proyecto de Jesús. No está en juego una visión espiritual de Dios, sino su presencia y acción en la historia, empezando por Jerusalén; Jesús tiene que ver y decidir cuál será su siguiente paso, tras entrar en la ciudad. A plena luz, ante los ojos de todos, muestra Jesús su proyecto:

− Jesús ha desvelado su proyecto de un modo parabólico. Todo lo que hace puede entenderse desde la lógica de un peregrino galileo que viene a Jerusalén en las fiestas de Pascua, con otros miles de galileos, como si fuera (y es) la fiesta final, la instauración del Reino. Lógicamente, él introduce su mensaje en la alegría popular de pascua. No se cierra en un grupo de conspiradores ocultos, no se aísla ni esconde. De manera abierta, entre la multitud, baja desde el Monte sobre un asno, como rey pacífico y sube a la ciudad, para quedar en ella o en su entorno hasta que llegue el Reino. Los jerosolimitanos pueden pensar que se trata de algo ya sabido, un año más, como ha sido y será. Pero Jesús sabe que ésta ha de ser la fiesta definitiva del Reino, y los sacerdotes y Pilato saben también que si triunfa el proyecto de Jesús ellos deben (al fin) renunciar al suyo, no podrán seguir dominando la ciudad como ahora hacen.

− Discípulos y pueblo de Galilea le acompañan o, mejor dicho, se sienten protagonistas mesiánicos de su fiesta, que vincula la nueva pascua que se celebrará dentro de unos días (paso liberador de Dios) con el reino David que ha de llegar. Muchos de los que vienen con él (especialmente sus Doce) esperan quizá todavía la llegada mágica del Reino, un triunfo mesiánico externo, el dominio de Dios. Posiblemente, la mayoría no han logrado entender su proyecto y le siguen, buscando lo que significa el asno de Zac 9, 9. Es evidente que los caminos de Dios y los hombres continúan abiertos; sacerdotes y Pilato tienen razones para sentirse amenazados por este nazoreo.

− Autoridades y pueblo de Jerusalén. La tradición evangélica supone que en este primer momento las autoridades callan y el pueblo de Jerusalén en cuanto tal se inhibe (la fiesta del asno de los ramos ha sido de los galileo). Jesús h entrado Jesús con ellos y nadie ha respondido. No han salido a detenerle en la puerta de la ciudad o del templo, en contra de lo que podía suponerse desde Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34. Pero tampoco han venido a recibirle y sumarse a su movimiento de Reino. Es como si hubiera un gran silencio, una gran incertidumbre. Esta mudez de los poderosos (y de la ciudad) se eleva como un presagio fatal ante la entrada de Jesús.

Así han presentado los evangelios la trama de Jesús, en su entrada a la ciudad. Mientras los galileos cantan al que viene en nombre de Dios (¡benditos los que suben a la fiesta!: cf. Sal 118, 25-26), anunciando el Reino, la ciudad de los sacerdotes y escribas, vigila y calla. Jesús ha sembrado el Reino, ha proclamado su llegada en la Ciudad de Dios. Tiene que esperar las reacciones del pueblo y de las autoridades.

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Evangelio Misionero del Día: 01 de Abril de 2012 - DOMINGO DE RAMOS - Ciclo B

Aun siendo un borrico, Él me eligió

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47

Buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte

C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»

Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura

C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: S. «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»
C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:
a «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo.»

Prometieron a Judas Iscariote darle dinero

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde está mi sala,
en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?
C. El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?»
C. El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
a «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?" El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»
C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo

C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:
a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo.»
C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:
S. «¿Seré yo?»
C. El les respondió:
a «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero íay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, la sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
a «Tomen, esto es mi Cuerpo.»
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:
a «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.»

Antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces

C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:
a «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.»
C. Jesús le respondió:
a «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces.»
C. Pero él insistía:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»
C. Y todos decían lo mismo.

Comenzó a sentir temor y a angustiarse

C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
a «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»
C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:
a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando.»
C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:
a «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:
a «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:
a «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»

Deténganlo y llévenlo bien custodiado

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado.»
C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:
S. «Maestro.»
C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:
a «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.»
C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.

¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
S. «Nosotros lo hemos oído decir: "Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre."»
C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:
S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?»
C. El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:
S. «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?»
C. Jesús respondió:
a «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.»
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:
S. «¡Profetiza!»
C. Y también los servidores le daban bofetadas.

Se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando

C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.»
C. El lo negó, diciendo:
S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando.»
C. Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. «Este es uno de ellos.»
C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:
S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo.»
C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.» Y se puso a llorar.

¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?

C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:
S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
C. Jesús le respondió:
a «Tú lo dices.»
C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:
S. «¿No respondes nada? íMira de todo lo que te acusan!»
C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:
S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»
C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:
S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

Hicieron una corona de espinas y se la colocaron

C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:
S. «¡Salud, rey de los judíos!»
C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.

Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron

C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo.»
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo

C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:
S. «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!»
C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.

Jesús, dando un gran grito expiró

C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:
a «Eloi, Eloi, lamá sabactani.»
C. Que significa:
a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:
S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.»
C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»
C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.

José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro

C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositO en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.


COMPARTIENDO LA PALABRA
POR JOSÈ ANTONIO PAGOLA

IDENTIFICADO CON LAS VÍCTIMAS


Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. No defendía el imperio de Tiberio, llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba romper la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, solo le preocupaba aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea.

No se lo perdonaron. Se identificaba demasiado con las víctimas inocentes del imperio y con los olvidados por la religión del templo. Ejecutado sin piedad en una cruz, en él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con todas las víctimas inocentes de la historia. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.

En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda dar culto a Dios olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una "lejanía" donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.

No nos podemos encerrar en nuestra "sociedad del bienestar", ignorando a esa otra "sociedad del malestar" en la que millones de seres humanos nacen solo para extinguirse a los pocos años de una vida que solo ha sido muerte. No es humano ni cristiano instalarnos en la seguridad olvidando a quienes solo conocen una vida insegura y amenazada.

Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.

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Lecturas y Liturgia de las Horas: 01 de Abril de 2012


DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

EN LA PROCESIÓN DE RAMOS

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 11, 1-10

Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ¿Qué están haciendo?, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida».
Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Porqué desatan ese asno? »
Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito sea el Reino que ya viene,
El Reino de nuestro padre David!
¡Hosanna en las alturas! »

Palabra del Señor.

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no quedaré defraudado.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto». R.

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mis ropas
y sortean mi túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
Tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
“Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.” R.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como lago que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte en cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”

Palabra de Dios.



Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47

Buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte

C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»



Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura



C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: S. «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»

C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:

a «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo.»



Prometieron a Judas Iscariote darle dinero



C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está mi sala,

en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?



C. El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?»

C. El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

a «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?" El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»

C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.



Uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo



C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:

a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo.»

C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:

S. «¿Seré yo?»

C. El les respondió:

a «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero íay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»



Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, la sangre de la alianza



C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

a «Tomen, esto es mi Cuerpo.»

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:

a «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.»



Antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces



C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:

a «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.»

C. Jesús le respondió:

a «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces.»

C. Pero él insistía:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»

C. Y todos decían lo mismo.



Comenzó a sentir temor y a angustiarse



C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

a «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»

C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:

a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando.»

C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:

a «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:

a «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»

C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:

a «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»



Deténganlo y llévenlo bien custodiado



C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado.»

C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:

S. «Maestro.»

C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:

a «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.»

C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.



¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?



C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús:

S. «Nosotros lo hemos oído decir: "Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre."»

C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:

S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?»

C. El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:

S. «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?»

C. Jesús respondió:

a «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.»

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:

S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»

C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:

S. «¡Profetiza!»

C. Y también los servidores le daban bofetadas.



Se puso a maldecir

y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando



C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.»

C. El lo negó, diciendo:

S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando.»

C. Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. «Este es uno de ellos.»

C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:

S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo.»

C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.» Y se puso a llorar.



¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?



C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:

S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»

C. Jesús le respondió:

a «Tú lo dices.»

C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:

S. «¿No respondes nada? íMira de todo lo que te acusan!»

C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:

S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»

C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:

S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?»

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «¿Qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.



Hicieron una corona de espinas y se la colocaron



C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:

S. «¡Salud, rey de los judíos!»

C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.



Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron



C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo.»

Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.



Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo



C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:

S. «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!»

C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.



Jesús, dando un gran grito expiró



C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:

a «Eloi, Eloi, lamá sabactani.»

C. Que significa:

a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías.»

C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:

S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.»

C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.



Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.



C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:

S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»

C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.



José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro



C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.

Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.

Palabra del Señor.


LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
Propio del Tiempo

1 de abril

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: EL PUEBLO QUE FUE CAUTIVO

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»

Ant. 2. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»

Ant. 3. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.

LECTURA BREVE Za 9, 9

Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.

RESPONSORIO BREVE

V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»

PRECES

Adoremos a Cristo, que al entrar en Jerusalén fue aclamado por las multitudes como rey y mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:

Bendito el que viene en nombre del Señor.

Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno;
hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores,
conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Unidos fraternalmente, dirijámonos al Padre, diciendo con toda confianza:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: LLEVABA ROJA LA TÚNICA

Llevaba roja la túnica
y enrojecido el cabello.
¿De dónde, con pies sangrantes,
avanzas tú, Lagarero?
«Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer,
blanco será mi lucero.»

Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.

También de blanco le vi
el vestido y el aliento;
bello como las estrellas,
como flor de cardo bello.
Rojo como la amapola
y blanco como un cordero:
carmesíes sus heridas
y blancos sus pensamientos.

Llevaba blanca la túnica,
blanca de amor y fuego.

Por toda la negra tierra
el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.

Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.

Ant. 2. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.

Ant. 3. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.

Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.

LECTURA BREVE Hch. 13, 26-30a

Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y, a pesar de que no encontraron en él causa alguna digna de muerte, pidieron a Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.

RESPONSORIO BREVE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

V. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.

PRECES

Oremos humildemente al Salvador del género humano, que sube a Jerusalén a sufrir su pasión para entrar así en la gloria, y digámosle:

Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.

Mira con bondad a aquellos a quienes hemos escandalizado con nuestros pecados,
ayúdalos a ellos y corrígenos a nosotros, para que resplandezca en todo tu santidad y tu amor.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
concede a tus fieles obediencia y paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.

Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre, diciendo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.


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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: TÚ, A QUIEN HE BUSCADO, SEÑOR

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

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