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miércoles, 13 de febrero de 2013

Evangelio Misionero del Día 13 de Febrero de 2013: MIERCOLES DE CENIZA

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 1-6. 16-18

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Compartiendo la Palabra
Por Ángel Gómez Escorial

AYUNO, ORACIÓN Y LIMOSNA

1 – Estamos aquí reunidos para iniciar la cuaresma. El Miércoles de Ceniza no es una solemnidad, pero es el principio de un largo periodo litúrgico y oracional que nos llevará a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y, también, a la Resurrección Gloriosa del Salvador. Pero la Cuaresma es preparación para mejor entender esos acontecimientos y es en definitiva conversión. Convertirnos con el alma y el cuerpo al camino de Jesús. En ese camino de conversión es lógico que términos como pecado, penitencia y ayuno aparezcan ante nosotros sin –tal vez—saber bien su significado profundo.


Para muchos, por ejemplo, estas palabras --pecado, penitencia, ayuno-- son de difícil significado, en estos tiempos. La mayoría quiere ver en el mantenimiento de ellas un principio conservador dentro de la Iglesia. También aparecerán otros que pretenden crear un victimismo –una sacralización del sufrimiento a ultranza-- y, entonces, tampoco nos sirven. Y, sin embargo, desde la realidad más abierta y con el corazón --alegre-- abierto a Dios uno puede tener perfecta percepción del pecado. ¿Cómo? No es difícil. A veces, ciertos comportamientos con los hermanos, que ni son delito, ni falta y, ni siquiera impropio dentro de la valoración de la actual educación, quedan impresos en nuestro interior como algo penoso y malo. No entendemos su peso opresivo en nosotros. Aparece en nuestro entendimiento el concepto de pecado como lo que es: una trasgresión al amor de Dios y al amor a los hermanos.

Un amigo refería el efecto de una aventura "light" en su conciencia. No estaba conforme y se sentía apesadumbrado. Fue "descontando" --como dicen los financieros-- ciertos efectos negativos de su falta, tales como inoportunidad, su "falta de gravedad" respecto al concepto moral "civil" actual, sus escasas consecuencias de todo tipo, etc. Y en un momento comprendió de forma rápida y muy clara que había pecado, que, fuera de ciertas valoraciones humanas, había una falta contra la bondad de Dios y que tenía tanta consciencia de ella que no hacía falta seguir investigando. Lo de menos era ya el concepto humano y "civil" del tema.

2.- La penitencia comienza cuando tu alma no puede borrar el mal sabor de boca que ha producido la ofensa a Dios y hay necesidad imperiosa de pedir perdón y de saberse perdonado. Es cierto que el Sacramento de la Reconciliación es una ayuda fundamental. El perdón está ahí de forma clara y hay que confiar totalmente en el efecto limpiador de la formula sacerdotal de absolución pronunciada en nombre de Cristo. Gracias a la Confesión es mucho más fácil enmendarse e reiniciar el camino. Cuando la Reforma protestante consideró al hombre como incapaz de purificarse y prescindió del confesionario abría, simplemente, un periodo inútil de inseguridad. En fin, la valoración propia e interna del pecado forma parte de nuestra Cruz y de nuestra penitencia. No se trata de mantener prejuicios y remordimientos. Se trata de obtener una conciencia plena de la ofensa a Dios. Para que luego Él "administre" el perdón y nosotros sepamos de su misericordia.

3. - No sabemos si resultaría oportuno inventar el régimen de adelgazamiento basado en el ayuno por solidaridad con los hambrientos. Parece como si fuera un aprovechamiento falaz de nuestras necesidades estéticas. Pero, si de la única manera que se adelgaza es no comiendo y un cierto límite de privaciones mejora nuestra mente y nuestro espíritu; y si, finalmente, el dinero que nos ahorramos por no comer --y adelgazar-- se lo entregamos a los pobres, pues algo bueno habremos hecho. Más que si nuestro dinero se lo entregamos a una multinacional farmacéutica a cambio de unos alimentos "light" que suelen ser, simplemente, un engañabobos. Esto tiene algo de broma, pero más risibles son esos comportamientos de búsqueda de esbeltez basados en una nueva forma de despilfarro o de "sacrificio" dirigido solo a nosotros y a nuestro espejo. El ayuno hoy tiene más sentido que nunca en función de la mucha hambre que hay en el mundo. Los alimentos que nos sobran, o no se consumen, deben servir para ayudar a los hermanos.

4. - Y donde casa todo esto con los textos que hemos leído hace un momento. Pues un seguimiento reflexivo del Salmo 50 –con una cierta mala fama antes, como tremendista—nos ofrece un camino vital de la necesidad del perdón, con la alegría final que inunda cuando la conciencia está tranquila. El salmista pide a Dios que le devuelva la alegría de la salvación. Y, sin duda, el Señor lo va a hacer así. El libro de Joel nos ofrece la Palabra de Dios en la que se nos pide que no rasguemos nuestras vestiduras y sí nuestros corazones. Y nos pide asimismo que todos reunidos proclamemos estos gestos y signos de penitencia, que, en definitiva, es lo que estamos haciendo. Pero va a ser Jesús quien nos dé la orientación más llamativa, más emocionante. Nos pide, según cuenta San Mateo, que ayunemos pero que no se note. Que no tomemos nuestro sacrificio o dificultad como un motivo de presunción o vanagloria. Por ello hemos de salir hoy de aquí alegres, perfumados y ungidos como el Señor quiere. Él nos pide que en este inicio del tiempo de cuaresma, pensemos en el pecado, en la penitencia, en el ayuno y en la limosna. Y comencemos a discernir sobre muchos de nuestros errores de valoración. Para ello, como cristianos no hace falta ser ni progresistas, ni conservadores, solo seguir con la mirada a Cristo.


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