LA IGLESIA, ISRAEL ESPIRITUAL
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
19 de febrero de 1978
Queridos Hermanos:
INTRODUCCIÓN: CRISTO TRANSFIGURADO, EL DIVINO SALVADOR
De esta liturgia de la palabra es un personaje muy querido de todo este pueblo de Dios: ¡es Cristo transfigurado! Primitivamente la fiesta de la Transfiguración era este domingo, el 2º domingo de Cuaresma. Nosotros en San Salvador nos hemos acostumbrado a celebrarlo con el título del Divino Salvador, el 6 de agosto, fiesta que conmemora también el origen de nuestra ciudad. Y así encontramos, pues, entre nuestra historia más íntima y el Cristo transfigurado del evangelio de hoy, una relación profunda de fe que nos invita a hacer de la homilía de hoy, una convivencia de amor, de esperanza, de fe con el Divino Salvador y patrono de nuestra República, el que le dio nombre a El Salvador.
ILUMINACIÓN DE LA REALIDAD DESDE LA PALABRA DE DIOS
El Cristo transfigurado, Él es el que siempre nos habla porque el Padre nos dio esa recomendación: "¡A Él debéis de escuchar!" Y el que predica en esta cátedra, como en todos los púlpitos de las iglesias, no hace otra cosa que ser un eco humilde de esa voz divina y orientadora: Cristo, el Maestro. El que predica no hace otra cosa que tomar esa palabra eterna e iluminar con ella nuestras realidades por donde va peregrinando nuestra historia. Por eso mi preocupación de traer como marco a la palabra de cada domingo, la historia de cada semana. Es una historia tan densa la de El Salvador, queridos hermanos, que nunca se agota. Cada domingo encontramos hechos que están pidiendo la luz de la palabra del Señor. Y el verdadero cristiano en El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra; un cristianismo sin compromisos, espiritualista y así es muy fácil ser cristiano, desencarnado, desentendido de las realidades que viven. Pero vivir ese evangelio que por orden del Padre Eterno tenemos que escuchar de Cristo, ¡a Él escuchadle!, vivirlo en el marco real de nuestra existencia, eso es lo difícil, eso es lo que crea conflictos, pero es lo que hace auténtica la predicación del Evangelio y la vida de cada cristiano.
Cada uno de ustedes, queridos hermanos, tiene su propia historia, la historia de su propia familia, de su propia comunidad. Sería imposible señalar aquí esas historias concretas; pero eso es trabajo íntimo de cada uno. Que el Evangelio ilumine sus esperanzas, sus proyectos, sus desilusiones. Sus fracasos, ilumínelos con la palabra de Dios para que viva siempre de fe y de esperanza.
…(sic)

Y, hermanos, ya nos encontramos con este marco histórico real, con la liturgia de la palabra de hoy. Podíamos llamar esta homilía: La Iglesia, Israel espiritual. Y propondría estos tres pensamientos:
1º) Dios salva a los hombres constituyendo un pueblo de Dios.
2º) Cristo transfigurado, es el heredero de todas las promesas salvadoras de Dios. (No hay salvación fuera de Él).
3º) La epístola de San Pablo que nos recomienda traducir en solidaridad con Abraham y con Cristo, nuestra vida cristiana. (Somos el Israel espiritual).
1º DIOS SALVA A LOS HOMBRES CONSTITUYENDO UN PUEBLO DE DIOS.
LA NATURALEZA CAIDA
El domingo pasado, primer domingo de Cuaresma, les decía que el primer capítulo de la historia de la salvación, es la creación: Adán. Y que toda la vida humana que existe en la historia, es solidaria con ese primer capítulo, todos somos descendientes de Adán. Y el soplo de vida que Dios le dio a nuestro primer padre es la chispa de inteligencia, de amor, de capacidades humanas que todo hombre lleva, pero que el primer hombre cayó de su dignidad de hijo de Dios porque quiso alcanzar la plenitud divina sin obedecer a su Señor, engañado por el diablo. Y comenzó a vivir el capítulo de la historia humana, la naturaleza caída. Si desde Adán hasta Abraham vemos la Biblia, verdaderamente encontramos la definición del pecado. "A versío a Deo". Apartarse de Dios.
ADÁN A LA LUZ DE LA REVELACIÓN
Uno de estos días, un joven de Santa Tecla me hizo una observación muy interesante. Me dice: "¿cómo puede ser que Adán haya sido tan perfecto y que la humanidad después de él haya comenzado como a subir desde un abismo muy hondo? ¿No será más bien que la humanidad fuera creada tan imperfecta que vamos caminando hacia arriba?. Le dije yo: "Eso es lo que el criterio humano nos dicta, pero a la luz de la revelación, Adán era el hombre perfecto, Adán era el ideal de Dios. El segundo Adán que iba a venir: Cristo, ya se prefiguraba en esa figura maravillosa del primer hombre. Pero ese hombre maravilloso perdió toda su grandeza sobrenatural, su amistad con Dios, y cuando un hombre ha perdido sus relaciones con Dios, aunque conserve sus cualidades humanas va decayendo cada vez más." Y la historia nos lo prueba: que todo hombre por más inteligente, por más capaz que sea pero que no busca la amistad con Dios, no ora, no es digno de confianza.
Alguien le preguntaba a un muchacho una vez: "Si tú tuvieras C/ 100.oo para dejarlos depositados ¿a quien se los depositarías: a un profesional que no tiene fe, que es un hombre falto de honradez o a un iletrado, a un pobre campesino sin saber leer pero que es honrado, que reza?". "Pues naturalmente, dice, se los dejaba al campesino". Claro, no bastan las cualidades humanas, no basta ser un profesional, ser un empresario, tener grandes cosas humanas, el hombre degenera cuando se aparta de sus relaciones con Dios. Y estos son los primeros capítulos de la historia de la humanidad. "A versio a Deo", se iba apartando más y más de Dios. Recuerden los capítulos del diluvio universal, recuerden el incendio de Sodoma y de Gomorra, recuerden el crimen de Caín contra su hermano Abel. Ese es el hombre sin Dios.
DIOS ESCOGE EN ABRAHAM UN PUEBLO Y LE DA ESPERANZAS Y PROMESAS
Pero desde el capítulo 12 del Génesis, el Génesis cambia de aspecto. Léanlo con atención. De allí hemos tomado la primera lectura de hoy. Es un Dios que toma una iniciativa de formar un pueblo y darle a ese pueblo las promesas, las esperanzas. Esta es la gran misión de Abraham y de Israel: "Formaré de ti un gran pueblo, del cual nacerá el Redentor". Sin embargo, en Abraham, de 75 años, hombre diríamos ya quemado, Dios va a hacer una nueva creación. Nace un pueblo, un pueblo que le pide a Abraham unas grandes renuncias: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre; bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan; con tu nombre se bendecirán todas las familias de la tierra."
¡Qué anciano más formidable! Es un hombre, diríamos, un anónimo, un hombre de aquellas tribus semi-nómadas de Ur de Caldea. A éste escoge Dios, desconocido de la historia y toda su vida la pasó como un desconocido. Qué curioso, Abraham marchó como le había dicho el Señor. ¿A dónde? Sin rumbo, "a la tierra que te mostraré". Y pasó toda su vida peregrinando en Canaán, donde iba a ser la tierra prometida pero después de muchas generaciones. Abraham fue peregrino en su propia tierra prometida, no la conoció podíamos decir. Dios estaba probando la fe. Y estéril, casado con una mujer estéril, le anuncia que va a nacer de sus entrañas un gran pueblo. Hasta la misma Sara se ríe. Pero el milagro llega cuando las entrañas fecundas de Sara dan a luz a Isaac. Pero Dios le hace otra prueba: sacrifícamelo, mátamelo; y Abraham obediente a la única esperanza de su descendencia, lo lleva, imagen de Jesús con su cruz a cuestas. Por eso, allá en el calvario de Jerusalén la figura más bella es la de Isaac con su tercio de leña camino del monte donde va a ser sacrificado. Solo que a Abraham lo detuvo el ángel: "¡No lo mates, ya está probada tu fe!"
Por eso, hermanos, este desprenderse de Abraham, este entregarse a lo imposible, esta locura de la fe es la que Dios pide. La fe es lanzarse a los brazos de Dios, la fe es creer lo que Dios dice aunque me parezca imposible, la fe es María cuando un ángel le dice que sin perder su virginidad va a ser madre. "No lo comprendo pero hágase como tú lo has dicho". La fe pide esa entrega y por eso a Abraham se le llama no sólo el padre de Israel sino el padre de la fe. Es el modelo de la fe.
2º CRISTO TRANSFIGURADO ES EL HEREDERO DE TODAS LAS PROMESAS SALVADORAS DE DIOS
Veamos ya, cuando esa historia de Israel culmina con la plenitud de los tiempos. Es la lectura del evangelio de hoy, es mi segundo pensamiento.
CRISTO Y EL ISRAEL CREYENTE
Allí en la montaña de la transfiguración aparecen personajes del Viejo Testamento descendientes de Abraham, Moisés, Elías; todo el Israel creyente, todo el Israel que espera. Moisés es el signo de la ley; Elías es el signo de los profetas. La ley y los profetas era como la constitución de Israel. Lo que se había escrito como alianza entre Dios y los hombres, lo que se había escrito como voluntad de Dios siempre activa a través de los profetas: "'esto dice el Señor, conserven mis esperanzas, conserven mis promesas". Y de esas esperanzas y de esas promesas vivieron todos los siglos anteriores a Cristo.
Y un día, ya Cristo está presente, ya está fundando el Nuevo Testamento, la alianza nueva y eterna; ya ha escogido a unos hombres que son el Israel de Abraham pero que ya van entrando al Israel del cristianismo. Pedro, Santiago y Juan ya no pertenecen al Viejo Testamento aunque son hijos de Abraham. Con Jesús y con personajes del Viejo Testamento: Moisés y Elías, aparecen en el monte de la transfiguración y Cristo en medio, resplandeciente su rostro como el sol, blancas sus vestiduras como la nieve. Es la figura de Dios hecho hombre, lo testifica el Padre: ¡Éste es mi hijo, el amado. Éste es el prometido, éste es el que yo dije que iba a ser fuente de bendición, descendiente de Abraham, en Él serán bendecidas todas las naciones! No se ha dado a los hombres otro nombre en el cual puedan ser salvos fuera del nombre de Jesús. Y Jesús aparece allí como en una Pascua anticipada, como un resucitado que no tendrá ya nada que ver con la muerte y las miserias de la tierra.
CAMINANDO HACIA LA CRUZ Y HACIA LA RESURRECCIÓN
Pedro se enardece y le dice: "Señor, ¡qué bueno es estar aquí, quedémonos aquí, esto ya es el paraíso, esto ya es el destino, la aspiración del hombre!" Y Cristo le dice: "Todavía no, no digan nada de esto porque tienen que venir todavía los días amargos de la pasión hasta que resucite de entre los muertos. Entonces sí, anúncienlo, que Cristo vive, que Cristo murió para salvar a los hombres y que sin esa muerte no hay redención". Pero no es una muerte fracaso, es una muerte condición para resucitar, es una muerte donde quedaron pagadas todas las desobediencias en el dolor de una cruz, es una muerte necesaria, amarga y difícil para que todos los pecados de los hombres puedan ser perdonados. Lo glorioso es que de esa muerte, de esa tumba, salga resucitado. Eso es lo que se llama el misterio pascual, la Pascua que es muerte y resurrección.
Hacia una Pascua camina la Cuaresma, camina el cristianismo toda su vida, toda su historia, caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. Por eso, hermanos, no nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia acomodaticia, una Iglesia que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo.
Cristo en la plenitud de su gloria en el Tabor, el Cristo nuestro, el Divino Salvador patrono de nuestra Patria, "es el sí de las promesas", dice San Pablo. Hermosa expresión. Cristo es el sí, el que dice sí al Padre, en el que se cumplieron las promesas de perdón, de salvación. Cristo es el camino por donde los hombres caídos se convierten a Dios. Desde Abraham, pues, ha comenzado el capítulo de la conversión: "conversio ad Deum", conversión hacia Dios. Y Cristo con su cruz y su Pascua no hace otra cosa que llamar a los hombres a su verdadera grandeza como hombres y como sociedad. No puede haber sociedad, un nuevo modo de vivir no puede haber sin Cristo, un nuevo modo de vivir, un bienestar para todos, no lo puede haber sin la justicia de Cristo Redentor. Sólo Él es el que puede inspirar a los egoístas el arrepentimiento, a los resentidos el trabajo honrado y honesto, a todos, el verdadero sentido de la liberación cristiana, el redimirnos del pecado y de la muerte para ser participantes de su gloria.
3º LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO NOS RECOMIENDA TRADUCIR, EN SOLIDARIDAD CON ABRAHAM Y CON CRISTO, NUESTRA VIDA CRISTIANA.
Y así viene, queridos hermanos, en la lectura de San Pablo a Timoteo, un discípulo de Pablo. Dicen que era muy enfermizo, tímido, sin embargo de mucha fe.
EL LLAMAMIENTO DE DIOS AL HOMBRE
Lo puso Pablo a cuidar la comunidad de Efeso y le escribe esta hermosa carta: "Toma parte en los duros trabajos del Evangelio según las fuerzas que Dios te dé. No importa no tener mucha salud, lo que importa es confiar en Dios. El que predica, el que hace Iglesia, el que proclama la palabra de Dios, el que convoca al santón para hacer una comunidad cristiana, el que educa en un colegio cristiano con verdadero sentido de Evangelio, todo aquel que quiere vivir en su familia el verdadero cristianismo, no confíe en él, confíe en Dios. Con la fuerza que Dios te dé. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa". ¡Miren que hermoso eco: En el cristianismo de Pablo a Timoteo, el eco de Dios a Abraham. Una vocación: deja tu parentela y busca la tierra que yo te mostraré!
Esto hace Dios con cada hombre. Dichoso el que escucha ese llamado de Dios: ven, deja tu vida de pecado, deja esa situación comodona de tu dinero, de tus haciendas, de tus cosas en las cuales te quieres instalar, deja las cosas que solamente dan felicidad en la tierra y sigue el derrotero que te voy a mostrar; entrégate a la fe, entrégate al amor, vive el amor porque sin amor de nada sirve tener. El amor es lo que le da al hombre su verdadero desarrollo. La avaricia, ha dicho Pablo VI, que es la señal más evidente del subdesarrollo moral. El egoísmo es un subdesarrollo. Por eso el llamamiento a todos los cristianos en esta hora de Iglesia es el mismo llamamiento de Dios a Abraham:
"¡Ven hacia la tierra que te mostraré!"
LA SANTIFICACIÓN ES INICIATIVA DE DIOS
Y yo me alegro, hermanos, de que ese Israel que creó Abraham con su acto de fe y que se prolonga en el pueblo de Dios y que llega hasta 1978 en estos cristianos auténticos, que son ustedes, los que están reflexionando esta palabra, sea siempre la misma voluntad salvífica de Dios. "Quiero salvar a todos, le dice Pablo a Timoteo. Él nos quiere santificar, es iniciativa suya".
Queridos hermanos, la religión no es invento de hombre, nadie se puede forjar un cristianismo a su gusto, nadie le puede poner pautas al predicador del Evangelio según sus caprichos. Es Dios el que nos manda predicar, es palabra de Evangelio la que tenemos que decir. Es Dios el que toma la iniciativa de salvar al hombre. En esto está la gran diferencia entre las falsas religiones y la religión verdadera. Las falsas religiones brotan de la voluntad de los hombres, ellos inventan cómo adorar a su Dios, cómo creer su fe, cómo organizar su vida religiosa, pero es una religión de hombres.
La religión verdadera es la de Abraham a la escucha. Ojos y oídos atentos: ¿qué dice el Señor? De allá viene la iniciativa, y hemos de creer una fe no a nuestro gusto sino según la voluntad del Señor, y hemos de vivir una moral no inventada por nosotros sino como Dios la quiere con sus Mandamientos. Por eso dice Dios mostrándose a Cristo, su mensajero, su palabra, la plenitud de su revelación, su tono: Ese es mi hijo amado, en El os he mandado decir todo, escuchadlo, el que lo sigue se salvará, el que quiera inventarse un cristianismo a su gusto, acomodaticio, sin conflictos, sin dificultades, perezoso, egoísta, no es mi cristianismo, no es la palabra de mi Hijo amado en quien tengo mis complacencias.
Por eso, queridos hermanos, la Cuaresma -y de esto se trata en la liturgia de la palabra- es una revisión sincera. A propósito, en esta semana, precisamente el Papa y sus colaboradores en Roma han hecho sus ejercicios espirituales. Tenemos necesidad de revisarnos comenzando por el Papa, los obispos, los sacerdotes, las religiosas, las instituciones y comunidades católicas. La Cuaresma es para revisarnos, porque muy fácilmente las tentaciones de Cristo en la Cuaresma son nuestras tentaciones eclesiásticas y podemos buscar un Reino de Dios sugerido por Satanás y no el Reino de Dios anunciado por el plan figurado, el Hijo de Dios.
Cuidemos mucho en esta Cuaresma a ver cómo anda nuestro cristianismo, nuestras relaciones de familia, nuestro respeto a la ley de Dios, nuestra obediencia al Evangelio.
PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTAR
Queridos hermanos, ésta es la liturgia de la palabra que Cristo transfigurado ha presidido hoy desde nuestra Catedral. Ahora Cristo no es sólo palabra, se hace hostia, se hace cáliz, se hace comunión, se hace vida. Tratemos de comulgar ahora identificándonos en el pensamiento con Él, vivamos nuestra Eucaristía. Y ya que hoy este llamamiento del sacrificio voluntario y de la ayuda al Seminario nos pone un objetivo concreto a nuestra fe, vamos a celebrar ya la ofrenda, el Ofertorio. Seamos generosos, compartamos nuestra pobreza con los pobres, compartamos nuestro pan con el hambriento, compartamos nuestro amor si no tenemos más que dar que nuestra buena voluntad, amemos. No nos cerremos en egoísmos ni en odios. La Cuaresma transfigura, la Cuaresma renueva al hombre. Ojalá que todo el pueblo santo de Dios al celebrar después de la Cuaresma, la Pascua de la muerte y la resurrección de Cristo, sintamos que todo aquel amor que lo llevó al Calvario y toda aquella vida que exhala de todos sus poros, no como un transfigurado de la tierra sino como quien posee la plenitud de la vida eterna para darlo a los hombres, sea nuestro amor, sea nuestra vida la de Cristo Nuestro Señor, que en esto consiste ser bautizado, ser cristiano. Y la Cuaresma no es otra cosa que revivir nuestro compromiso bautismal que nos identificó con el Cristo que por nosotros murió y que para nosotros resucitó.
Proclamemos así nuestra fe. Creemos en un solo Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario