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domingo, 30 de marzo de 2008

Entrevista a Leonardo Boff en El Salvador

"A Monseñor Romero lo canonizarán por coveniencia"

Por Roberto Valencia
Publicado por Prensa Grafica
Sugerido por Roberto Gasteiz

Invitado por la Fundación Innovaciones Educativas Centroamericanas, el teólogo brasileño Leonardo Boff estuvo esta semana por primera vez en El Salvador. Fueron apenas un par de días, pero tuvo tiempo para conocer en persona la devoción hacia Monseñor Romero, para reencontrarse con el también teólogo vasco-salvadoreño Jon Sobrino, para impartir charlas y hasta para conceder esta entrevista.

Ha impartido clases en las universidades de Harvard, Salamanca y Heidelberg; lo han galardonado con prestigiosos premios internacionales; ha publicado más de 60 libros y casi todos se los han traducido; es un referente mundial incuestionable en materia de derechos humanos, y un buen puñado de presidentes le ha pedido consejo. Sin embargo, el brasileño Leonardo Boff demuestra que ese currículum es compatible con la modestia. Sus respuestas huyen del dogmatismo, y la mayoría comienza por un sencillo “yo creo que...”
Él es uno de los rostros más visibles —si no el más— de la Teología de la Liberación, y desde ese planteamiento habla sobre ambientalismo, sobre ateísmo y, como no, sobre Monseñor Romero. Boff está convencido de que será el Papa Benedicto XVI quien santifique a Romero, pero cree que lo hará porque ahora “les conviene tener en América Latina un obispo mártir santo”. Y lo canonizará, dice Boff, a pesar de que Romero representa valores que van en contra de la Iglesia católica más institucional.

Usted va camino de los 70 años. ¿Cuándo comenzó a involucrarse de manera más activa en la temática medioambiental?
Yo, como franciscano, siempre tuve esa visión ecológica. Incluso en los años setenta, cuando todavía nadie hablaba sobre la ecología, yo ya escribía sobre el tema. Pero fue en la década de los ochenta cuando me di cuenta de que la misma lógica que explota las clases sociales, que explota las naciones, explota también la naturaleza. Y siempre con consecuencias de devastación. Es ese modelo que tenemos, productivista y consumista, el que devasta la Tierra y sus recursos, y no respeta los derechos humanos de las futuras generaciones. Entonces, si el eje central de la Teología de la Liberación era la opción por los pobres, había que insertar el respeto a la naturaleza. En función de eso, el libro más importante que he escrito en los últimos años es “Ecología: Grito de la Tierra, grito de los pobres” (1995), que es un intento por llevar el discurso de la liberación más allá de lo tradicional.

Usted concibe el medio ambiente como una prueba para la humanidad.
Sí.

¿Es un reto lograr que haya una conciencia de mayor respeto hacia la naturaleza?
Sí, yo creo que es un reto tan grande que, o adquirimos una conciencia planetaria sobre el destino de la humanidad, o vamos al encuentro de lo peor. Por todo esto, yo soy miembro fundador del grupo base que elaboró la Carta de la Tierra (una declaración de principios encaminada a crear sociedades más justas, medioambientalmente sostenibles y pacíficas); yo ayudé a redactarla. La Carta reunió materiales de todo el mundo, participaron más de 200,000 personas, y sacamos un texto que, a mi juicio, es uno de los más bellos que se han escrito en los inicios del siglo XXI. El texto parte de esas amenazas que están sobre la Tierra, sobre la humanidad, y propone encontrar principios, valores, mentalidades que puedan significar una alternativa, una nueva visión para la humanidad. Y conseguirlo es urgente, porque la situación hoy no es que vayamos al encuentro del calentamiento global; ya estamos dentro. La rueda ya no se puede frenar, solo se puede disminuir la velocidad.

Y exige soluciones conjuntas tanto a escala comunitaria como entre países, ¿no?
Sí, ahora el problema es ese. Cada uno se tendría que sentir afectado como persona, porque esta vez no habrá un arca de Noé que salvará a algunos y dejará perecer a los demás. O nos salvamos todos o nos perdemos todos. No es que algunos gobiernos o multinacionales asuman su responsabilidad socioambiental y otros no. Ahora hay que tener una estrategia global, porque el peligro es global. Y rápido, porque el reloj corre en nuestra contra.

¿Ha notado usted cambios de actitud ante lo que se avecina?
Creo que aún la conciencia es muy pequeña, pero ha habido cambios. El documental de Al Gore, y el Nobel de la Paz que le dieron han reforzado la conciencia colectiva, y por eso muchas grandes multinacionales están preocupadas. Hay que involucrar a las multinacionales y a todas las instancias, las comunidades, las religiones, las iglesias, las universidades... para generar un nuevo nivel de conciencia colectiva, que sea lo que permita encontrar la salvación. Si no, vamos al encuentro de una catástrofe.

Religión y ambientalismo, ¿van unidos de la mano?
Las religiones son las escuelas, digamos, naturales y comunes, de gran parte de la humanidad. La religión enseña dos cosas importantes para la ecología: el respeto y la veneración. Respetar al otro, a la planta, a la piedra, al animal, porque no es solo respetar los textos sagrados, sino todo, porque todo ser merece existir. Y la veneración tiene que ver con lo sagrado, con la convivencia.

Y si, como usted dice, existe esa relación tan estrecha entre religión y medio ambiente, ¿por qué estamos como estamos?
Todas las iglesias deben hacer una autocrítica, porque son cómplices de haber llegado donde hemos llegado. Son parte del problema, pero tienen su capital espiritual y simbólico. Por ejemplo, la Iglesia católica tiene la figura de San Francisco, de amor a la naturaleza y a los hermanos. Son inspiradores, pero todos hemos fallado en la educación, en las escuelas, por ser antropocéntricos, centrados en el ser humano. La educación debería ser ecocéntrica, porque somos ecodependientes; dependemos del agua, del suelo, del aire... y eso lo hemos olvidado, porque creímos que la Tierra era un baúl de recursos infinitos.

De los países que más contaminan, la mayoría son de formación cristiana.
Pero no contaminan por ser cristianos, sino por ser capitalistas, por tener sistemas de producción que agreden a la naturaleza. El sistema neoliberal busca la riqueza, pero no el bienestar. El objetivo es cuánto más podemos ganar, sin respetar los ciclos de la naturaleza, y sin distribuir equitativamente las ganancias.

Pero los líderes espirituales de esos países, por acción o por omisión, han promovido ese sistema.
Sí, yo creo que hay una gran falta de conciencia, incluso alineación, en los líderes espirituales; particularmente entre los católicos. El Consejo Mundial de Iglesias, en Ginebra, ha desarrollado una conciencia más profunda, más consecuente, que articula justicia, paz y preservación del entorno. Pero la Iglesia católica todavía no ha desarrollado un trabajo sistemático de protección, ni sobre el agua, ni sobre las amenazas globales...

El poder mundial está hoy en manos de personas formadas con valores cristianos. ¿No se supieron implementar los valores correctos?
Yo creo que no supieron articular el discurso de la fe con el discurso del mundo. Es decir, predicando un Dios sin el mundo se ha propiciado el aparecimiento de un mundo sin Dios. La Iglesia católica predicó lejos de la realidad cotidiana de las personas, y ahora se están dando cuenta de que la amenaza es real, y que hay que hacer algo, pero no saben qué hacer porque no se tiene una cultura ecológica para decir algo sensato, adecuado. Lo ambiental es un tema absolutamente nuevo para gran parte de las teologías.

El irrespeto hacia el medio ambiente no es cuestión de clases sociales. Contamina el empresario, y también la persona más humilde.
Yo creo que todos tenemos que realfabetizarnos, porque en lo ambiental somos ignorantes. Partimos de dos presupuestos ilusorios: que los recursos del planeta son infinitos, y no lo son; y que se puede seguir creciendo hasta el infinito, cuando no se puede. Si quisiéramos que la riqueza de los que hoy más tienen la tuvieran todos los habitantes necesitaríamos tres planetas igual a este. Entonces, la Tierra ya no aguanta, y por eso es urgente que se cree ese movimiento mundial, porque tenemos poco tiempo, y la aceleración de la devastación es cada vez más evidente. Hay que frenar eso, buscar alternativas, no seguir con el mismo modelo pero con tecnologías más blandas.

¿No cree que basta con hacer reformas al sistema actual?
Si limamos los dientes del lobo, ¿desaparecerá su voracidad? No, porque el lobo es voraz por sí mismo. Lo mismo ocurre con el sistema neoliberal, que es malo para la humanidad, porque excluye a casi dos tercios del mundo. Debemos buscar un sistema económico y político adecuado a los escasos recursos naturales que tenemos para una Tierra superpoblada. También pensando en las futuras generaciones, que tienen derecho de heredar una planeta vivo.

Usted fue sacerdote hasta 1992, y colgó los hábitos mientras el actual Papa era el prefecto de Congregación para la Doctrina de la fe.
Sí, pero fue él personalmente, no la Congregación. Él me interrogó, él me sancionó, él todo.

Si abandonó la institución, ¿por qué confía aún en la Iglesia católica como una entidad capaz de revertir el escenario apocalíptico que ha dibujado?
Sí, yo creo que sería demasiado arrogante pensar que fuera de la Iglesia católica no hay salvación. Pero esa arrogancia es un error teológico de la Iglesia católica, porque es reducir Dios y su acción al espacio pequeño que la Iglesia tiene dentro de toda la humanidad. Entonces, hay que partir de que Dios es el dios de todos, y que ha creado a todos como sus hijos. Luego, hay que hacer, primero, que todas las iglesias cristianas, se acepten mutuamente, para que después haya un diálogo con las otras religiones. Pero yo creo que la Iglesia católica se está alejando de todo eso, y a veces tiene comportamientos de secta. Excluye a todos los demás, y se propone como la única.

Pero usted se sigue considerando católico...
Sí, soy católico, pero creo que excluir es contradictorio a los principios católicos. Excluir es sectario y fundamentalista.

¿Y no cree que desde el ateísmo se puede trabajar por esa sociedad que usted idealiza?
Muchos ateos, creo yo, son ateos porque tienen dificultad para compaginar la idea de un dios bueno con la maldad que hay en el mundo. El propio Papa Benedicto XVI lo dijo muy bien cuando el año pasado visitó Auschwitz, el campo nazi de eliminación de judíos: “¿Dónde estabas? ¿Por qué, Señor, permaneciste callado?” Entonces, muchos son ateos porque les es difícil compaginar, y no hay una solución, ni teológica ni nada, porque se trata de una ruptura de la fe. Pero hay otros que son ateos éticos. Es decir, quieren justicia, paz en el mundo, se comprometen con los cambios sociales, protegen la naturaleza, y se alejaron de Dios, no sé, quizá por razones personales...

El arquitecto Óscar Niemeyer, su compatriota, podría ser un ejemplo.
Sí, él es un gran amigo mío. Él dijo que si hubiera conocido a teólogos de la liberación como Frei Betto o yo, no habría tenido razones para ser comunista. Él sí, es ateo, pero lo es éticamente, porque quiere que los bienes sean repartidos, que la humanidad sea más justa, más sensible. Y yo respeto mucho a este tipo de ateos porque, en el fondo, están al servicio de algo mucho más grande.

Por lo que dice, parece que la solución a los problemas de la humanidad podría estar más en compromisos éticos sinceros que en compromisos religiosos.
Yo creo que en este momento no hay que medir la solución desde esa óptica. Monseñor Romero ya decía que hay católicos que solo lo son los domingos, y el resto de la semana se olvidan. Por eso creo que es cada instancia, sea del ámbito de la ciencia o de la religión, la que tiene que dar su aporte específico para problemas como el del calentamiento global. En el momento que estamos, nadie puede decir que tiene la solución él solo, porque es mentira. Todos tenemos que buscarla juntos.

Mencionó a Romero, y estamos en la semana de conmemoración de su asesinato. ¿Quién es Monseñor Romero para Leonardo Boff?
Para mí es un pastor que le tocó vivir en un contexto de gran violencia, aquí en El Salvador, y que supo como pastor estar del lado de las víctimas, de los más vulnerables, y que tuvo la valentía de decir la verdad. Dijo que en el país había torturas y asesinatos realizados desde el Estado. Pero lo hizo sin dejar de proponer al mismo tiempo caminos de diálogo, de paz, de búsqueda de una justicia mínima para pacificar las partes. Y fue víctima de esa predicación que, en el contexto de esos años, era subversiva.

Representantes de la Iglesia local se están esforzando por alejar a Romero de la Teología de la Liberación que usted encarna.
Pero eso pertenece a la política, porque Roma hace mucha política. No quieren asociar a Romero con la Teología de la Liberación porque tienen sospechas de esta teología, y no se pueden permitir ya tener sospechas de Romero. Yo creo que lo importante no es si Romero habló o no de la Teología de la Liberación. Lo importante es que el eje central de esta teología es la opción por los pobres, y Romero hizo eso, estuvo siempre a favor de la vida, en contra de la pobreza. Entonces, Romero vivió lo fundamental, y quien lee su discurso de aceptación del doctorado Honoris Causa por la Universidad de Lovaina se da cuenta de que son páginas de pura Teología de la Liberación.

Usted lo conoció en México, ¿no? ¿en 1979?
Sí, lo conocí en el encuentro de obispos latinoamericanos de Puebla.

¿Y cómo afirma tan convencido que Romero fue un defensor de la Teología de La Liberación si murió en marzo de 1980, cuando el movimiento no estaba aún articulado?
Yo creo que hay una equivocación en ese asunto. La palabra primera no es teología, sino liberación, y Romero vivió esa opción liberadora, y por eso fue tan peligroso para el sistema. En sus homilías, si uno sabe leerlas, hay reflexiones justificativas y evangélicas, que es lo que correspondía a un obispo, pero al mismo tiempo habla de la liberación. Lo principal no es si Romero habló o no de la Teología de la Liberación, sino si hizo o no la liberación, y él la hizo.

Usted entonces, y en contra de muchas autoridades eclesiásticas locales, sí cree que Romero es un abanderado de la Teología de la Liberación.
Sí, él ejemplifica los valores de la Teología de la Liberación. Es más o menos como un médico, que no se hace médico por leer libros de medicina, sino practicando la medicina. No importa si Monseñor Romero leyó o no un libro que yo le regalé (en alusión a la entrevista con Monseñor Rosa Chávez publicada el domingo pasado en Enfoques), sino que vivió la dimensión liberadora.

¿Y cómo interpreta que no haya sido canonizado aún?
Primero, porque creo que Roma sigue teniendo sospechas de que sus motivaciones eran ambiguas, de que podía haber mucha política. Y es porque lo juzgan desde lejos, no desde la situación de El Salvador.

A Josémaría Escrivá de Balaguer lo beatificaron en 17 años.
Sí y eso es la señal de que el purgatorio todavía existe. El purgatorio es la antesala del cielo, no del infierno, y posiblemente Escrivá de Balaguer esté allí hasta que Dios quiera. Pero bueno, lo que pasa es que Roma es muy institucional para crear santos, y se dedica a canonizar santos que refuerzan su posición. Y Romero no refuerza la institución, sino el cristianismo como movimiento, como testimonio, como proceso, como cambio... Y la Iglesia católica no tiene cómo ubicar a este santo, no sabe dónde meterlo.

¿Pero cree que lo canonizará Benedicto XVI?
Sí, yo creo que sí, porque ahora está claro que les conviene tener un mártir como Romero. Entonces, será más por comodidad, por conveniencia eclesiástica. Les conviene tener en América Latina un obispo mártir santo.

Usted conoce América Latina. ¿Qué peso tiene la figura de Romero en el continente?
Yo viajo mucho, y puedo decir que Romero es una referencia, como si fuera el obispo de la ciudad que uno visita. Lo que es Chico Mendes para la ecología, lo es Monseñor Romero para las iglesias de base, para las iglesias de la liberación. Todos lo conocen y lo veneran, y en esas iglesias se venden cuadros y estampas de Romero.

En los ochenta, distintos movimientos armados se bautizaron con el nombre de Romero. ¿Cómo interpreta esto? Él siempre condenó la opción armada.
Yo creo que es más o menos lo que ocurrió con el “Che” Guevara. La actitud de generosidad, de sacrificio, de poner al lado de las víctimas y lejos del poder dominante. Esa actitud está más allá de su encuadre ideológico y religioso, porque es la persona lo que cuenta, los valores que ha representado...

¿No lo ve mal entonces?
No, yo lo veo bien, porque el significado de Romero no se reduce a la Iglesia, al espacio de lo sagrado. Su significado es humano, es civil, de una humanidad que representa valores de profunda generosidad y solidaridad. Y esos valores son válidos en todas las partes del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo. Hay que hacer vida la Palabra y no dejarla encerrada entre paredes. Nos preguntemos todos, mas alla de ideologias: ¿Como hubiera actuado Jesus hoy?

Claudio Sanchez