Pascua: Ese Nuevo Mundo

ESE NUEVO MUNDO
Por José Maria Maruri, SJ

1.- Del tan traído y llevado problema de la pena de muerte a mi lo que siempre me ha aterrado más son esas celdas donde los condenados esperan a veces años a que la condena se ejecute.
Y sin embargo los que nos imaginamos sentir en nuestro tobillo esa cadena que sujeta al condenado a muerte, no nos sentimos sujetos con la cadena de la edad a esa misma muerte aunque sea distinta por las circunstancias.
Todos estamos sujetos con una cadena, como esas que sujetaban a los osos húngaros, y nos deja sueltos unos metros más o unos metros menos, 60, 70, 80 o noventa metros o años. ¿Y no nos duele el tobillo? Mucho algodón metemos entre argolla y pie para no sentirlo, pero ahí está la cadena.
2.- Pues hoy nos dice el Señor Jesús, que Él que ha venido a dar muerte, que Él es el primero que aun pasando por la muerte no ha acabado en ella, que aun asumiendo la muerte no ha quedado sujeto a ella, sino que se ha desatado de ella para siempre, y nos ha desatado a todos de esa ignominiosa cadena, dando así comienzo a un mundo nuevo descubierto por Él.
Porque hoy es el aniversario del descubrimiento de Ese Nuevo Mundo descubierto por el Señor Jesús, y sea dicho con perdón porque de aniversarios de descubrimientos hemos quedado un poco hartos todos los españoles. Pues hoy es ese doce de octubre en el calendario de Dios, el día del descubrimiento del Nuevo Mundo de Dios.


3.- Claro que en contraposición también nosotros hemos hecho nuestros descubrimientos.
.-nosotros descubrimos las cómodas tinieblas, el Señor la luz.
.-nosotros descubrimos mil clases de muertes, el Señor la vida.
.-nosotros descubrimos el poder del odio, el Señor el del amor.
.-nosotros descubrimos el mundo del pecado, el Señor el de la infinita misericordia.
Durante miles de años esos nuestros descubrimientos ha sido la sucia levadura que ha hacho fermentar en odios, en guerras, en avaricia, en corrupción toda esta masa de nuestra sociedad, que es el Nuevo Mundo que nosotros descubrimos, el Señor nos dice que tiremos al mar toda esa levadura que aun nos queda, que no sigamos ensuciando la sociedad con ella, y que nos quedemos con pan sin levadura, un poco duro, quizás, pero sano, sabroso, bueno para cualquier buena dentadura.
4.- “Vio y creyó” nos dice el evangelio de hoy de Juan, más bien “me vio y creyó”, porque el Señor no estaba allí presente, y esa ausencia corporal hizo comprender al amante corazón de Juan aquellas palabras tan repetidas por Jesús, de que al tercer día tenía que resucitar, Juan no necesitó más pruebas.
Pedro en cambio se perdió en detalles, que si las vendas estaban enrolladas o no, si el sudario estaba doblado o no, apuntó en su libreta de notas todas esas inútiles pruebas. Por eso de Pedro no se dice en el evangelio que “vio y creyó”. No podía creer, tenía demasiadas pruebas, buenas para una investigación policíaca, pero no para un asunto de Fe.
¿Pero hasta dónde llegó el vio y creyó de Juan y hasta dónde llega el nuestro? Juan creyó que Jesús había resucitado, no faltaba más si el había visto también resucitado a Lázaro. ¿Creyó entonces en nuevo trozo de la vida de Jesús, creyó en una segunda parte de la vida del Señor abocada de nuevo a la muerte, es decir una vida con dos muertes? Como fue la vida de Lázaro.
Para cuando Juan escribía “vio y creyó” ciertamente que ya cree en la resurrección de Jesús, como un salto del tiempo a la eternidad, una victoria definitiva sobre la muerte, una exaltación del Señor Jesús a la manifestación de esa divinidad que siempre fue suya.
4.- Vio y creyó en una resurrección de Jesús que no es un milagro, sino un misterio, creyó en esa resurrección que Jesús prometió y en que nosotros creemos. Una resurrección que llena de esperanzas nuestras soledades, nuestras enfermedades, nuestras tristezas, nuestras desilusiones, nuestras muertes, Porque no vivimos una vida para la muerte, sino una vida para una vida más verdadera, más luminosa, más sin fin.