EVANGELIO
Juan 14, 1-6
Juan 14, 1-6
14 1No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. 2En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. 3Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. 4y para ir adonde yo voy , ya sabéis el camino.
5Tomás le dijo:
-Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa¬ber el camino?
6Respondió Jesús:
-Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí.
1-3 «No estéis intranquilos. Mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros».
Jesús ha anunciado su marcha, y esa perspectiva inquieta a los discípulos. Jesús intenta tranquilizarlos. Deben mantener la adhesión a él, pues sólo así la mantendrán a Dios (cf. 12,44): él y el Padre son inseparables.
Para calmar su inquietud va a explicarles los efectos de su marcha. La expresión el hogar de mi Padre indica al mismo tiempo lugar y comunidad de vida; es el ámbito de la familia. Como lo sugiere el nombre de Padre, Dios pertenece al ámbito familiar. El temor de lo sacro se convierte en confianza y cercanía.
Jesús es el Hijo de Dios; así lo anunció Juan Bautista desde el principio (1,34). Ahora anuncia él a sus discípulos que el Padre quiere tener más hijos. Ellos, los que lo siguen, van a ser integrados en la familia del Padre; Jesús va a prepararles sitio. Tal será el fruto de su marcha, que es su muerte, por la que les comunicará el Espíritu.
Jesús volverá para acoger a los suyos; es decir, a través de la unión con él, producida por el Espíritu, sus discípulos entrarán en el hogar del Padre. La frase donde estoy yo (cf. 7,34.36; 12,26) señala la esfera de Dios, en la que Jesús estaba desde el principio por la comunicación plena del Espíritu a él (1,32ss). Los demás hombres la alcanzan gracias al nuevo nacimiento (3,5). A partir de ahí han de crecer, recorriendo, por la práctica del amor, un camino de semejanza con el Padre. Ese es el éxodo que los irá alejando cada vez más del mundo injusto. Cuando lleguen al don total de sí, quedará realizado en ellos el proyecto divino.
4-6 «Y para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa¬ber el camino?» Respondió Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí».
Como en el caso de Jesús, el camino hacia el Padre es la práctica del amor leal. Tomás, sin embargo, que estaba dispuesto a morir con Jesús (cf. 11,16), piensa que el camino termina en la muerte; para él, ésta no es un tránsito, sino un final. De ahí que no sepa adónde se marcha Jesús ni entienda adónde tienen que ir ellos.
Jesús le responde: él es el único ca¬mino, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse, a la plenitud de vida. El camino supone una meta, y ésta es el Padre; la verdad, implica un contenido, y éste es la vida (1,4). Y Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, que expresa la plena realidad del hombre y de Dios.
Desde el punto de vista del discípulo, Jesús es la vida porque de él la recibe por el nuevo nacimiento; esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad que él percibe sobre sí mismo y sobre Dios, que le manifiesta su amor; el camino, que es la asimilación progresiva a Jesús, da un carácter dinámico de crecimiento a su vida y verdad. Desde el principio, la vida se revela en el discípulo como verdad, pero, a medida que progresa en ella, la va descubriendo cada vez más.
El camino ha quedado expresado en el mandamiento de Jesús (13,34s); la verdad, en “su barro”, el que puso en los ojos del ciego (9,6); la vida es el Espíritu que comunica.
El Padre no está lejano; su presencia es inmediata una vez que el ser humano ha nacido del Espíritu. El acercamiento al Padre que el hombre ha de efectuar es el de la semejanza, la realización en sí mismo del ser de hijo (1,12), siguiendo las huellas de Jesús.
El anuncio de la partida de Jesús crea un ambiente de preocupación entre los discípulos. Han puesto su vida en manos del Maestro y temen quedar solos. Tomás no comprende lo del camino, porque no acepta que éste pasa por la pasión y muerte de Jesús; menos aun entenderá ni aceptará después su resurrección. La marcha de Jesús a la casa del Padre no significa abandonar el barco de la humanidad; al contrario, es signo del amor del Hijo que une la tierra con el cielo. Mientras Jesús prepara nuestra morada en el cielo, debemos nosotros trabajar por un mundo más humano y más hermano. Bien dicen que el cielo se conquista con lo que somos y hacemos aquí en la tierra. Jesús compara el cielo con un hogar donde hay amor y espacio para todos. El problema de Tomás y de muchos en el mundo de hoy consiste en confundir el camino que conduce al cielo, que no es otro sino el mismo Jesús, con su Palabra y su testimonio de vida. El es el camino seguro para llegar al Padre, la verdad que nos hace libres, la vida que nos rescata de la muerte y nos hace una sola familia en la tierra y en el cielo.
5Tomás le dijo:
-Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa¬ber el camino?
6Respondió Jesús:
-Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí.
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I
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1-3 «No estéis intranquilos. Mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros».
Jesús ha anunciado su marcha, y esa perspectiva inquieta a los discípulos. Jesús intenta tranquilizarlos. Deben mantener la adhesión a él, pues sólo así la mantendrán a Dios (cf. 12,44): él y el Padre son inseparables.
Para calmar su inquietud va a explicarles los efectos de su marcha. La expresión el hogar de mi Padre indica al mismo tiempo lugar y comunidad de vida; es el ámbito de la familia. Como lo sugiere el nombre de Padre, Dios pertenece al ámbito familiar. El temor de lo sacro se convierte en confianza y cercanía.
Jesús es el Hijo de Dios; así lo anunció Juan Bautista desde el principio (1,34). Ahora anuncia él a sus discípulos que el Padre quiere tener más hijos. Ellos, los que lo siguen, van a ser integrados en la familia del Padre; Jesús va a prepararles sitio. Tal será el fruto de su marcha, que es su muerte, por la que les comunicará el Espíritu.
Jesús volverá para acoger a los suyos; es decir, a través de la unión con él, producida por el Espíritu, sus discípulos entrarán en el hogar del Padre. La frase donde estoy yo (cf. 7,34.36; 12,26) señala la esfera de Dios, en la que Jesús estaba desde el principio por la comunicación plena del Espíritu a él (1,32ss). Los demás hombres la alcanzan gracias al nuevo nacimiento (3,5). A partir de ahí han de crecer, recorriendo, por la práctica del amor, un camino de semejanza con el Padre. Ese es el éxodo que los irá alejando cada vez más del mundo injusto. Cuando lleguen al don total de sí, quedará realizado en ellos el proyecto divino.
4-6 «Y para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa¬ber el camino?» Respondió Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí».
Como en el caso de Jesús, el camino hacia el Padre es la práctica del amor leal. Tomás, sin embargo, que estaba dispuesto a morir con Jesús (cf. 11,16), piensa que el camino termina en la muerte; para él, ésta no es un tránsito, sino un final. De ahí que no sepa adónde se marcha Jesús ni entienda adónde tienen que ir ellos.
Jesús le responde: él es el único ca¬mino, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse, a la plenitud de vida. El camino supone una meta, y ésta es el Padre; la verdad, implica un contenido, y éste es la vida (1,4). Y Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, que expresa la plena realidad del hombre y de Dios.
Desde el punto de vista del discípulo, Jesús es la vida porque de él la recibe por el nuevo nacimiento; esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad que él percibe sobre sí mismo y sobre Dios, que le manifiesta su amor; el camino, que es la asimilación progresiva a Jesús, da un carácter dinámico de crecimiento a su vida y verdad. Desde el principio, la vida se revela en el discípulo como verdad, pero, a medida que progresa en ella, la va descubriendo cada vez más.
El camino ha quedado expresado en el mandamiento de Jesús (13,34s); la verdad, en “su barro”, el que puso en los ojos del ciego (9,6); la vida es el Espíritu que comunica.
El Padre no está lejano; su presencia es inmediata una vez que el ser humano ha nacido del Espíritu. El acercamiento al Padre que el hombre ha de efectuar es el de la semejanza, la realización en sí mismo del ser de hijo (1,12), siguiendo las huellas de Jesús.
II
El anuncio de la partida de Jesús crea un ambiente de preocupación entre los discípulos. Han puesto su vida en manos del Maestro y temen quedar solos. Tomás no comprende lo del camino, porque no acepta que éste pasa por la pasión y muerte de Jesús; menos aun entenderá ni aceptará después su resurrección. La marcha de Jesús a la casa del Padre no significa abandonar el barco de la humanidad; al contrario, es signo del amor del Hijo que une la tierra con el cielo. Mientras Jesús prepara nuestra morada en el cielo, debemos nosotros trabajar por un mundo más humano y más hermano. Bien dicen que el cielo se conquista con lo que somos y hacemos aquí en la tierra. Jesús compara el cielo con un hogar donde hay amor y espacio para todos. El problema de Tomás y de muchos en el mundo de hoy consiste en confundir el camino que conduce al cielo, que no es otro sino el mismo Jesús, con su Palabra y su testimonio de vida. El es el camino seguro para llegar al Padre, la verdad que nos hace libres, la vida que nos rescata de la muerte y nos hace una sola familia en la tierra y en el cielo.
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