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lunes, 16 de junio de 2008

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: ¿Qué significa confesarse a Cristo delante de los hombres?


Jer 20, 10.13; Rom 5, 12-15; Mt 10, 26-33

A. En un tiempo bastante movido nos hemos encontrado para celebrar Eucaristía, para profundizar nuestra vida de fe, para experimentar la atmósfera de familia en la comunidad de los creyentes. Donde normalmente trabajamos y nos encontramos con otros, nos encontramos más y más solos con nuestras convicciones de nuestra fe. Vivimos en medio de diferentes credos cristianos e incluso de otras religiones. Además aumenta el número de personas que ya no conocen ni viven una vital relación con Dios. En esta situación se presenta el peligro y la tentación de esconder la propia fe. Especialmente cuando se tiene que contar con desprecio y burla, perjuicio y, en unas partes hasta persecución.

B. Las lecturas de hoy y especialmente el evangelio nos quieren animar a ser fiel a nuestras convicciones de fe en medio del mundo y a confesarnos como creyentes seguidores de Cristo. “Todo aquel que se declara en mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a favor suyo delante de mi Padre en el cielo”, dice Jesús.

1. Queremos aclarar ¿quién es Cristo para nosotros, a quien confesamos con nuestra fe? San Pablo nos da la respuesta en la segunda lectura. Pablo nombra a Cristo como el nuevo Adán que vino para remediar el pecado del antiguo Adán. El primer Adán dio a Dios la espalda y arrojó consigo a toda su descendencia a la lejanía de Dios, a la oscuridad, ya a la negación y al odio de Dios. Cristo, el nuevo Adán ha venido y nos fue regalado para llevarnos a la comunión con Dios, a una nueva relación con él para que por el amor nos convirtamos en sus hijos, miembros de la familia de Dios y hermanas y hermanos de Cristo. Por su extraordinaria acción de amor, su muerte en la cruz, borró nuestra culpa y quitó a la muerte, también a la nuestra, su espanto. Nadie queda excluido de quienes aceptan su ayuda, se confiesan a el y se vinculan al Dios hecho hombre.

2. Preguntemos y aclaremos también: ¿Qué significa confesarse a Cristo delante de los hombres. Significa descubrir en Cristo la mano extendida y salvadora de Dios, tomarla y vincularse inseparablemente a él. Significa, creer en su amor, creer que en la cruz llevó también mi pecado y me redimió. Significa, confiar sinceramente que Dios me perdonó por los méritos de su Hijo. También significa, no levantarse orgullosamente sobre los demás, sino vivir con los demás creyentes la alegría de ser cristiano y dar también a los que no creen este testimonio de vida. No alimentar complejos de inferioridad, pero sí, la humildad que reconoce la propia miseria y al mismo tiempo la riqueza de de la gracia y del amor que el gran Dios nos ha regalado.

Así lo experimentamos en María, la persona más intima- y más fielmente apegada a Jesucristo: “él miró la pequeñez de su esclava”. No miró severamente o castigando, sino lleno de amor y de misericordia. “Grandes cosas ha hecho en mi el Todopoderoso”. Y estas cosas grandes quisiera Dios realizar en todos nosotros en la medida en que descubrimos y reconocemos que estamos necesitados de su perdón.

3. Con esto ya hemos llegado a una tercera pregunta y meditación:¿Quiénes son estos hombres que han reconocido a Cristo ante los demás y fueron después reconocido por Cristo ante el Padre y todavía los sigue reconociendo? Ya nombramos a una: María acompañó a Cristo hasta el Calvario. En este su camino experimentó cuántos lo odiaron, se burlaron de él y lo persiguieron. Al pie de la cruz ella escucha las palabras de burla y del desprecio. Pero también escucha palabras de valiente confesión del buen ladrón: “Este nada malo ha hecho; Señor acuérdate de mí cuando llegas a tu reino”. Y las palabras del centurión pagano al píe de la cruz: “De veras éste era el Hijo de Dios”. Y después Pablo quien como Saulo perseguía a los cristianos y fue testigo cuando apedrearon al diácono Esteban cuidando las vestimentas de los actores porque estaba de acuerdo con la muerte del protomártir; después de su conversión fue el más valiente defensor de la fe en la resurrección de Cristo, se convirtió en el apóstol de los gentiles y entregó su vida por Cristo en Roma.

C. Con los mártires y santos de todos los siglos y de todos los pueblos honramos a quienes confesaron a Cristo y Cristo los confesó ante su Padre. Nuestro tiempo necesita de valientes confesores. Para esto nos fuimos animando por el evangelio de hoy. Amén. HG. JF.

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