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miércoles, 9 de julio de 2008

Evangelio Misionero del Día: 10 de julio de 2008

Por CAMINO MISIONERO

Evangelio
Mt 10,7-15

7 A lo largo del camino proclamen: ¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! 8 Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar. 9 No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. 10 Nada de provisiones para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el que trabaja se merece el alimento.
11 En todo pueblo o aldea en que entren, busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se vayan. 12 Al entrar en la casa, deséenle la paz. 13 Si esta familia la merece, recibirá vuestra paz; y si no la merece, la bendición volverá a ustedes. 14 Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies. 15 Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra.

Reflexión

¿Podríamos salir hoy de nuestras casas y comenzar a recorrer el mundo, contándole a cada persona que se nos cruce: "El Reino de los Cielos está cerca"?
Los invito a que nos pongamos en esa situación por un instante. ¿Se imaginan las caras de nuestros vecinos, amigos, compañeros de trabajo o estudio? Lo primero que pensarían, seguramente, es que nos volvimos locos o que nos emborrachamos por algún motivo en especial. ¿Que pensarían las gentes sentadas en los restaurantes, en las plazas, las que están paradas en las puertas de sus casas, cuando nosotros lleguemos con una sonrisa en nuestros labios, proclamándoles que es posible ser feliz de la mano de Jesús y que presurosamente convirtamos nuestros corazones para recibir el Reino que se aproxima? A lo mejor nos mirarían extrañados o hasta les resultaría simpático, otros se molestarían porque no creen en nada de lo que le comentamos o simplemente porque creen en otras cosas.
En fin, no se lo que ustedes piensan de la situación imaginaria que les propuse, si les parece pintoresca o muy exagerada, pero mal que nos pese, y muy alejados que estamos, es lo que hoy deberíamos estar haciendo cada uno de nosotros (hombres y mujeres, religiosos y laicos, jóvenes y mayores, ricos y pobres, sanos y enfermos), por que así nos lo pide el Señor, y es a lo que estamos llamados a realizar cuando profesamos que somos cristianos. Debemos ser como Cristo. Otros Cristos para nuestros hermanos. En nuestra faceta irrenunciable de misioneros del Reino, debemos salir ligeros de equipaje, dejando de lado todo aquello que no nos sirva para el servicio al Evangelio. Este paso es uno de los más difíciles de realizar, ya que tenemos que renunciar a muchas cosas que nos gustan o que estamos aferrados a ellas. Algunas serán importantes, como ciertos afectos o lugares cotidianos, otros más frivolos y superficiales, como nuestras comodidades, miedos, imagenes sociales, etc. Todo esto redundará en que seamos personas desapegadas por cosas pasajeras y nos convertirán en apóstoles siempre disponibles de la Buena Nueva, con quienes Jesús podrá contar para enviarnos a donde más nos necesite en este tiempo tan incrédulo y desconfiado de las cosas de Dios.
Hoy, como ayer, las cosas no son fáciles para compartir las enseñanzas del Maestro, sobre todo cuando el pecado está realizando un trabajo tan fino en el inconsciente colectivo para convencernos de que no hay forma de torcer el rumbo en los desastres mundiales (económicos, sociales y climáticos), para que creamos que cada uno puede hacer una interpretación libre de todo (fe, derecho, relaciones humanas), nos engaña con el aturdimiento del consumismo y elaboración de nuevas necesidades, con medios que nos bombardean la sensibilidad y la dimensión de la realidad, y tantas otras cosas, que nuestro Enemigo, ha ido tejiendo inteligentemente como una trama que nos ha alejado de Dios y de nosotros mismo. Pero no todo está perdido. Por que el Evangelio es Palabra de Esperanza y aliento al mundo. Pero el mundo nunca llegará a conocerlo, si Jesús no cuenta con Apóstoles que se animen a salir a las calles, para proclamar sin vergüenza que Él ha resucitado y vive por siempre entre nosotros, que su Evangelio no es de calamidades, sino de Bienaventuranzas y Felicidad que está VINIENDO. Esos encargados en ayudar a redimir el mundo, somos tú y yo. ¡SI! ¡Escuchaste bien! TU Y YO. Con nuestros defectos y debilidades, somos las herramientas que el Señor se vale para vencer al pecado e implantar su Reino desde este preciso instante. Somos muy importantes, no por mérito propio, sino por lo que El Señor espera de nosotros.
¡Ánimo! Comienza desde hoy a practicar. Proponte contarle a dos personas cercanas lo que Jesús ha provocado en tu vida, todo aquello que has visto y has oído, cuéntale lo maravilloso que es su Amor que no defrauda nunca y que siempre nos espera con infinita Misericordia para perdonarnos y regalarnos la Felicidad Eterna. Y mañana, cuéntale a otras dos personas más, y pasado mañana a otros, y cuando se te hayan acabado los conocidos, comienza por aquellos que más cerca están o tengas oportunidad de cruzarte, y así en poco tiempo, con la Gracia del Señor, estarás (y estaremos) haciendo lo que te propuse al principio de esta reflexión, saliendo de casa evangelizando al mundo entero, con palabra y testimonio, con oración y con acción, para mayor Gloria del Señor. Amén

Imagen para contemplar

Los discípulos salen a proclamar el Reino de dos en dos.
¿Que hablarán en el camino? ¿Cuáles serán sus motivaciones? ¿A quien habrá designado Jesús para que sea mi compañero de misión?

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