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jueves, 17 de julio de 2008

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: La intolerancia no es una virtud cristiana

Publicado por Parroquia El Pilar

Un párroco le preguntó a un niño: ¿Sabes quién te hizo?
El niño pensó un momento y contestó: una parte de mí la hizo Dios.
¿Qué significa eso de "una parte"? preguntó el párroco.
Dios me hizo pequeño y el resto crecí yo solito.
Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una nueva tienda. El rótulo decía: REGALOS DE DIOS.
Un ángel atendía a los clientes.
¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor? le pregunté.
Vendo todos los dones de Dios.
¿Cobras muy caro?
No, los dones de Dios son todos gratis.
Miré las estanterías, estaban llenas de ánforas de amor, frascos de fe, cajas de salvación y muchas cosas más.
Yo tenía gran necesidad de todas esas cosas.
Cobré valor y le dije al ángel: Dame, por favor, bastante amor de Dios, dame perdón de Dios, una bolsa de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación.
Todo lo que había pedido me fue servido en una cajita diminuta.
Sorprendido, le pregunté: ¿Está todo ahí?
El ángel me explicó: Ahí está todo. Dios no da nunca frutos maduros. Él sólo da pequeñas semillas que cada cual tiene la obligación de cultivar.
Dios siembra su semilla y es buena. Dios hace una parte de cada uno de nosotros. Y es buena.
El misterio de crecer es nuestra tarea, nuestra responsabilidad y nuestra libertad.
Tarea, no de un día, no de una misa de domingo, no de consumo rápido. Tarea para toda la vida.
Crecer como creyente, crecer como hijo de Dios, crecer como semilla buena, crecer como cristiano, es el trabajo que Dios quiere de todos nosotros. Y este trabajo no termina nunca. Termina el día de la gran cosecha.
Como hombres y mujeres todos hemos crecido. Tenemos nuestras familias, hijos y trabajos. Tal vez las circunstancias y limitaciones y la pobreza nos han impedido desarrollar todo el potencial humano que llevamos dentro. Y nos hemos quedado pequeños, no sólo de estatura, sino también intelectualmente, social y económicamente.
Aparentemente nos hemos quedado pequeños para la sociedad. No somos famosos, no somos ricos, no tenemos influencias…
A la iglesia venimos para crecer en la verdadera humanidad. Jesús tampoco creció en estos valores humanos. Pero es el hombre completo y total.
A la iglesia venimos a escuchar de Jesús el mensaje de que es posible nacer de nuevo y crecer a lo nuevo que es la vida de Dios.
A la iglesia venimos a recibir la semilla de la palabra de Dios que es una chispa que puede incendiar y transformar nuestras vidas.
A la iglesia venimos porque no queremos quedarnos pequeños a los ojos de Dios.
A la iglesia venimos los que queremos crecer en fe, esperanza y amor.
Los discípulos dijeron: Jesús, explícanos esta parábola.
"El sembrador es"…
El campo es el mundo. El mundo lleno de buenas y malas hierbas. Y en este mundo estamos llamados a crecer y a salvarnos. No en una burbuja.
Jesús nos dice: el juicio, la última palabra sobre lo bueno y lo malo la tiene sólo Dios.
Nosotros mientras tanto vamos poniendo etiquetas: buena hierba, mala hierba: blanco, negro; nosotros, ellos…
Jesús nos dice: Dios tiene paciencia con todos. Dios quiere la salvación de todos. Dios juzga a todos. Sólo es el dueño. Ustedes crezcan, purifiquen su campo y dejen crecer a todos.
No presuman de buenos. Sólo Dios es bueno. En el campo de su vida crecen muchas malas hierbas y aquí vienes a reconocerlas y a pedir ayuda para poder eliminarlas.
Cuando promete fidelidad a su esposa, una hierba eliminada.
Cuando…
Dios, el juez y el que tiene la última palabra, tiene paciencia con todos, con buenos y malos y tiene mucha paciencia con usted y conmigo.
Dios nos da a todos dos cosas:
Tiempo para eliminar las malas hierbas de nuestra vida y el Espíritu Santo para ayudarnos a ver la mala hierba y el valor para arrancarla.
Dios nos invita a ser pacientes con los demás, la intolerancia no es una virtud cristiana.

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