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viernes, 18 de julio de 2008

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: El Reino de Dios se parece a...

Jesús se nos aparece en el Evangelio de este domingo como un contador de cuentos. No otra cosa son las parábolas: cuentos sencillos y breves, dirigidos a los más sencillos y, por eso mismo, al alcance de todos.
Pero son cuentos que llevan mucha metralla. Son como tesoros de sabiduría camuflados en historias simples. No es difícil entenderlas a primera vista. “El Reino de Dios se parece a...”. Jesús no hace un tratado de teología sino que cuenta historias que abren la mente de sus oyentes y les invita a volar con su imaginación. Para comprender lo que es el Reino de Dios, el Reino de su Padre, de nuestro Padre.

Historias pequeñas y sencillas

El Reino de Dios se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo (no se parece a un campo con buena semilla y cizaña). Se parece también al grano de mostaza (el más pequeño pero que se hace grande cuando crece y acoge a todos bajo su sombra). Se parece también a la pequeña porción de levadura que hace que toda la masa fermente.
Son acciones sencillas, ordinarias, pequeñas. Pero siempre provocan grandes transformaciones. La semilla que siembra aquel buen campesino termina por crecer y dar una buena cosecha, a pesar de que entre la buena semilla también apareció algo de cizaña. El grano de mostaza es muy pequeño pero, cuando crece, es capaz de acoger a los pájaros que anidan bajo sus ramas. La levadura mezclada con la masa de harina aparentemente desaparece pero en el silencio de la noche hace que toda la masa se convierta en pan, que alimenta y da vida. Y se convierte a su vez en levadura que fermentará otras masas.

Dios opta por lo pequeño y sencillo

El Reino de Dios es así: comienza como algo muy pequeño, sin casi presencia pública. Dios no opta por los grandes medios, no invade nuestro mundo con sus poderosos ejércitos de ángeles. Dios ha escogido el camino de la encarnación. Se ha hecho hombre en Jesús de Nazaret. Se ha hecho uno de nosotros. Con todas las consecuencias. Ha caminado por nuestros senderos. Se ha sentado a la mesa con nosotros. Ha tocado nuestras heridas.
Jesús no pretende convencernos con razones apodícticas o libros sesudos. Lo suyo es hablar en parábolas de forma que todos puedan entender. Su Reino crecerá en la medida en que las personas abran a él su corazón. Así de sencillo.
Dios actúa con sumo cuidado. Está al cuidado de todo y juzga con moderación, como dice la primera lectura del libro de la Sabiduría. Por su Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos inefables, como dice la carta a los Romanos. Dios es la levadura que se mete en nuestra vida y, tarde o temprano, convertirá nuestro cuerpo mortal en fuente de vida para el mundo.

Nuestro compromiso por lo pequeño y sencillo

Luego será responsabilidad nuestra hacer de este mundo un lugar más habitable para todos. Un lugar donde, como en el Reino, todos encuentren un lugar donde hacer su nido, donde habitar a la sombra del Padre que nos ama. Un mundo más justo donde nadie quede excluido y no tenga acceso a la mesa de la fraternidad.
El cristiano, el discípulo de Jesús, es como la mostaza, como la buena semilla que se siembra en el campo del mundo, como la levadura. Con su presencia, con su compromiso, con su vida, aquí y ahora, va haciendo de este mundo el Reino, va construyendo la casa común donde todos se sentirán acogidos, salvados, reconciliados, amados. Ahora es nuestra responsabilidad hacer que la mostaza crezca, que la buena semilla se siembre, que la levadura se entierre en la masa. Seguros de que la cizaña no triunfará, porque es Dios mismo el que está al cuidado de la cosecha.

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