Por Gabriel Jaime Pérez, S.J.
El Evangelio de este domingo nos invita a preguntarnos sobre el sentido que tienen para nosotros tanto la persona de Jesús como la Iglesia o comunidad de fe fundada por Él Meditemos sobre ello, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas [Isaías 22, 19-23; Salmo 138 (137), Romanos 11, 33-36].
1.- “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
La pregunta de Jesús a sus discípulos también se dirige aquí y ahora a cada uno de nosotros. Hoy también se dicen muchas cosas acerca de Jesús de Nazaret. Que fue uno de los más grandes personajes de la historia, una “superestrella”, un líder revolucionario, afirman unos; en cambio otros replican que fue un simple hombre magnificado por sus discípulos, y no faltan quienes lo consideran un mito, arguyendo que nunca existió y que su figura es una invención de quienes iniciaron el cristianismo. De todos modos, la cuestión sobre Jesucristo sigue vigente después de veinte siglos y nos interpela a nosotros, como sucedió con sus primeros discípulos.
¿Quién es Jesús para mí? Este es el gran interrogante al que todo creyente tiene que responder cuando recita el Credo, después del reconocimiento de Dios Padre como Creador del universo: “Creo en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor…”. De la respuesta que le demos a esa pregunta depende el sentido de nuestra vida presente, y en ella se juega también nuestra vida futura.
2.- “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
La profesión de fe manifestada por Simón, no proveniente de su sola razón sino de la revelación de Dios mismo, constituyó la base del artículo central del Credo cristiano: reconocer en Jesús a Dios hecho hombre, Ungido o Consagrado (que es lo que significa en hebreo “Mesías” y en griego “Cristo”) para la misión de establecer en la humanidad el Reinado de Dios, un reino universal de libertad, de justicia, de amor y de paz.
Un detalle de especial significación es el adjetivo que sigue al título Hijo de Dios. Se trata del Dios vivo, es decir, Aquél que, a diferencia de los ídolos o falsos dioses -que son inertes-, es la fuente única de la vida, y más específicamente de la vida eterna. Esta afirmación alcanzaría su plena realización cuando Jesús, después de su muerte en la cruz y su resurrección, fuera reconocido por sus discípulos como el Señor, el Cristo, el Mesías presente en su Iglesia por la acción del Espíritu Santo. Y esta es precisamente la razón del mandato que les da Jesús al final del pasaje del Evangelio de hoy: Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Es decir, hasta que pudiera ser entendido y realizado este reconocimiento, por la misma acción del Espíritu, no en el sentido de los mesianismos políticos sino en el de lo que verdaderamente quiso significar Jesús con su proclamación del Reinado de Dios.
3.- “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
La palabra “Iglesia” -en griego “Ekklesía”-, que aparece 115 veces en el Nuevo Testamento, significa convocación (de “ek-kalein” = convocar) y designa a la asamblea de los convocados o llamados a formar la comunidad de los creyentes en Jesucristo. La primera vez que aparece este término en los Evangelios es la que corresponde al texto de san Mateo que hoy nos ocupa, y se nos presenta precisamente en boca de Jesús: “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Precisamente la ciudad llamada Cesarea de Filipo, en donde su ubica este relato, estaba construida sobre una roca.
Jesucristo es reconocido por la reflexión bíblica como la “piedra angular”, imagen tomada inicialmente del Salmo 118 (versículo 22), citado por el propio Jesús en el mismo Evangelio según san Mateo (21, 42) y también por uno de los discursos de Pedro en el libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 11). De modo que, si Jesús llama a Simón con el nombre de Pedro (en arameo Cefas, en griego Petros = piedra o roca), lo que le está diciendo es que su misión es la de ser su máximo representante como primer fundamento de la Iglesia. Desde entonces, tanto en los Evangelios como en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro es presentado con respecto a éstos como el “primero entre pares”, y tal es precisamente la razón de la estructura jerárquica de la Iglesia católica, en la que el Papa es sucesor de Pedro.
Conclusión
Renovemos nuestra profesión de fe en Jesucristo, el Hijo de Dios que vive y actúa con la energía constructiva de su Espíritu Santo para congregarnos en la comunidad de fe a la que Él mismo llamó su Iglesia, y renovemos desde esta misma fe nuestra adhesión al representante o vicario de Cristo en la tierra, actualmente el Papa Benedicto XVI, pidiéndole al Señor que lo ilumine y lo ayude con la sabiduría necesaria para continuar la tarea que le encomendó a Pedro, y desde él a todos los que serían sus sucesores.-
1.- “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
La pregunta de Jesús a sus discípulos también se dirige aquí y ahora a cada uno de nosotros. Hoy también se dicen muchas cosas acerca de Jesús de Nazaret. Que fue uno de los más grandes personajes de la historia, una “superestrella”, un líder revolucionario, afirman unos; en cambio otros replican que fue un simple hombre magnificado por sus discípulos, y no faltan quienes lo consideran un mito, arguyendo que nunca existió y que su figura es una invención de quienes iniciaron el cristianismo. De todos modos, la cuestión sobre Jesucristo sigue vigente después de veinte siglos y nos interpela a nosotros, como sucedió con sus primeros discípulos.
¿Quién es Jesús para mí? Este es el gran interrogante al que todo creyente tiene que responder cuando recita el Credo, después del reconocimiento de Dios Padre como Creador del universo: “Creo en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor…”. De la respuesta que le demos a esa pregunta depende el sentido de nuestra vida presente, y en ella se juega también nuestra vida futura.
2.- “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
La profesión de fe manifestada por Simón, no proveniente de su sola razón sino de la revelación de Dios mismo, constituyó la base del artículo central del Credo cristiano: reconocer en Jesús a Dios hecho hombre, Ungido o Consagrado (que es lo que significa en hebreo “Mesías” y en griego “Cristo”) para la misión de establecer en la humanidad el Reinado de Dios, un reino universal de libertad, de justicia, de amor y de paz.
Un detalle de especial significación es el adjetivo que sigue al título Hijo de Dios. Se trata del Dios vivo, es decir, Aquél que, a diferencia de los ídolos o falsos dioses -que son inertes-, es la fuente única de la vida, y más específicamente de la vida eterna. Esta afirmación alcanzaría su plena realización cuando Jesús, después de su muerte en la cruz y su resurrección, fuera reconocido por sus discípulos como el Señor, el Cristo, el Mesías presente en su Iglesia por la acción del Espíritu Santo. Y esta es precisamente la razón del mandato que les da Jesús al final del pasaje del Evangelio de hoy: Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Es decir, hasta que pudiera ser entendido y realizado este reconocimiento, por la misma acción del Espíritu, no en el sentido de los mesianismos políticos sino en el de lo que verdaderamente quiso significar Jesús con su proclamación del Reinado de Dios.
3.- “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
La palabra “Iglesia” -en griego “Ekklesía”-, que aparece 115 veces en el Nuevo Testamento, significa convocación (de “ek-kalein” = convocar) y designa a la asamblea de los convocados o llamados a formar la comunidad de los creyentes en Jesucristo. La primera vez que aparece este término en los Evangelios es la que corresponde al texto de san Mateo que hoy nos ocupa, y se nos presenta precisamente en boca de Jesús: “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Precisamente la ciudad llamada Cesarea de Filipo, en donde su ubica este relato, estaba construida sobre una roca.
Jesucristo es reconocido por la reflexión bíblica como la “piedra angular”, imagen tomada inicialmente del Salmo 118 (versículo 22), citado por el propio Jesús en el mismo Evangelio según san Mateo (21, 42) y también por uno de los discursos de Pedro en el libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 11). De modo que, si Jesús llama a Simón con el nombre de Pedro (en arameo Cefas, en griego Petros = piedra o roca), lo que le está diciendo es que su misión es la de ser su máximo representante como primer fundamento de la Iglesia. Desde entonces, tanto en los Evangelios como en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro es presentado con respecto a éstos como el “primero entre pares”, y tal es precisamente la razón de la estructura jerárquica de la Iglesia católica, en la que el Papa es sucesor de Pedro.
Conclusión
Renovemos nuestra profesión de fe en Jesucristo, el Hijo de Dios que vive y actúa con la energía constructiva de su Espíritu Santo para congregarnos en la comunidad de fe a la que Él mismo llamó su Iglesia, y renovemos desde esta misma fe nuestra adhesión al representante o vicario de Cristo en la tierra, actualmente el Papa Benedicto XVI, pidiéndole al Señor que lo ilumine y lo ayude con la sabiduría necesaria para continuar la tarea que le encomendó a Pedro, y desde él a todos los que serían sus sucesores.-
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