1.- Jesús ha entrado ya, triunfalmente, en Jerusalén. Se producen unos días de profunda batalla dialéctica contra los sacerdotes, los escribas, contra los fariseos. Son unas jornadas muy duras, muy duras. Pero es el final… El poder religioso oficial ya no puede aguantar mas ataques, tanta insolencia, y pondrá en marcha la eliminación de ese Maestro que está consiguiendo destruir el status quo de toda una clase dirigente solo con la palabra, con la eficacia de unas parábolas que contienen una profunda descalificación contra ellos. San Mateo coloca en su evangelio, en esos días, las parábolas de esa enseñanza contraria al abuso pertinaz de fariseos, letrados y la alta clase sacerdotal. Y la primera que nos muestra San Mateo es la que acabamos de escuchar.
Está claro que el hijo que dice que sí, que irá a la viña, pero que luego ni lo intenta, representa a fariseos y sacerdotes, que, sin duda, desobedecen a Dios, aunque no lo manifiesten. Que dicen que sí a los requerimientos del Padre y dueño de la Viña, en presencia del pueblo, para quedar bien. Pero luego nada. La desobediencia también puede estar motivada por su falta de fe. ¿Si no creen en Dios como van a obedecerle? Y parece claro que todas esas élites del judaísmo de tiempos de Jesús creían poco en Dios, en el Dios-Padre de Jesús, que ama a los pobres y desvalidos, y desprecia a los soberbios. Desde luego los saduceos creían poco o nada. Y los fariseos creían en la norma, en el culto, utilizaban el nombre de Dios para su provecho doctrinal e ideológico. Como se ha dicho muchas veces, pues habían encerrado a Dios en una jaula de oro.
2.- El ámbito en el que Jesús pronuncia su parábola está perfectamente prefijado por Mateo: “dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”. Era la máxima autoridad del judaísmo. Ahí estaban ante Él los senadores, los miembros del Sanedrín. Lo más alto de ese poder religioso. Y les va a preguntar quien de los dos hermanos cumplió con la voluntad del Padre. Y le responden: “El primero”. No les deja, como en otras ocasiones, que rumien su respuesta, si no que en presencia de todo el pueblo les dice: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”. Comparar a lo más alto de la religión judía con prostitutas y recaudadores de impuestos al servicio del ocupante romano era un ataque total, total… Esta claro, las últimas escaramuzas de la lucha de Jesús contra ellos se están produciendo. Después vendría la decisión de matarle e inmediatamente.
Jesús, dado su talante, no buscaba una lucha improductiva o una forma de fastidiarlos, de ofenderles en público. Confiaba en que todavía podrían recapacitar. Y hacer que alguno de ellos cambiara. Ahí estaba Nicodemo y José de Arimatea. El primero era miembro del Sanedrín, el segundo personaje muy importante y rico, relacionado perfectamente con las élites del poder, pues, incluso, conocía a Pilato, el gobernador romano. No pretendía el Señor acelerar el momento de su muerte, para sí cumplir su misión. Siempre pensó que las cosas podrían arreglarse de otra manera y buscaba la conversión de todos. Igualmente deseaba que se engañara más al pueblo. Que ya estaba bien de tanta instrumentalización de la religión, hecha para dominar al pueblo con mentiras.
3.- No sé si lo deseado, en ese momento, por Jesús al pronunciar la parábola, pueda levantar el interés de la gente de hoy. La gente anda con el corazón demasiado endurecido. Pero mi opinión es que, sin precisiones históricas, el hecho de enfrentar las actitudes de dos hermanos –que se repite en varias parábolas—respecto a lo que manda el Padre, tiene una gran importancia. Y podría aplicarse al mundo de la familia, pero también a lo religioso y a casi a todo. Es muy frecuente decir que sí, para agradar al que se tiene delante, y luego no cumplir la promesa. Todos nos hemos sentido muy mal ante una promesa no cumplida, ante un encargo prometido, aceptado y no realizado. Y no tanto por vulnerar la autoridad o los merecimientos que tiene quien pide que se haga esto o lo otro. Más por el engaño, por la falta de caridad, por el efecto de auténtica burla. Por el contrario, la alegría total llega en el momento que alguien nos ha hecho caso contra todo pronóstico, cuando ha hecho lo que le pedíamos a pesar de su negativa y de su aparente falta de interés. Ello nos hará pensar que, tras decir que no, ha reflexionado y ha decidido hacer lo que se le pedía.
El hermano del “sí pero no” es un hipócrita, un mentiroso, un desaprensivo. El hermano del “no pero sí” es alguien que se piensa las cosas y que está dispuesto a rectificar. Nos movemos en un mundo que ha inventado un término que hace referencia a lo políticamente correcto y que no es otra cosa que una justificación de la hipocresía. Además el uso y la traducción en castellano, en los países de habla española, no son correctos. Pero, bueno, tanto da… La hipocresía es de todos los lugares y situaciones. Un amigo mío –ciudadano de un país iberoamericano—dice que la frase “Sí, como no”, es equivalente en muchas de esas tierras, a un no más que obvio. Si alguien te dice “Sí, como no”, es seguro de que no lo va a hacer. ¿No es algo idéntico al sí de uno de los hermanos? Y, en fin, la cuestión no es semántica, ni idiomática; la cuestión de es de corazón, de categoría interior. No hay nada tan malo como la mentira, y si ella está disfrazada de verdad, pues ya es más que mala. Acostumbrarse a la mentira es muy peligroso, incluso para el que miente, llegará un día que no sabrá diferenciar la mentira de la verdad, lo falso de la realidad. Y terminará viviendo engañado. Tengo otro amigo que ni siquiera cree en la necesidad de las llamadas mentiras piadosas, que de piadosas no tienen nada. Y tiene razón. Creo que merece la pena reflexionar sobre esa tendencia a mentir, y a no cumplir la palabra, porque ya está demasiado extendido, vivimos en un mundo que la mentira y el disimulo reinan por doquier. Y algo así ocurría entre fariseos, escribas y saduceos. Y a ello se oponía nuestro Señor Jesús con todo su empeño.
4.- Notable –y mucho—el fragmento de la Carta a los Filipenses que hemos escuchado. Yo diría que tiene dos partes, separables e inseparables. Me explico. En la primera parte Pablo de Tarso pide a la comunidad de fieles que vivan de acuerdo con la generosidad de Jesús, que no se encierren en sus propia necesidades y lo comportan todo. Lo expresa con una precisión que, desde luego, puede transformarse directamente en norma de conducta para muchos de nosotros. En la segunda parte, pues estamos ante uno de los himnos litúrgicos más bellos sacados de las Escrituras. Y que describe la humildad y entrega de Jesús. “No hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Es de una gran belleza y exactitud. Y aunque el comentario sea repetido y recurrente habrá que decir que merece la pena meditar pausadamente sobre todas las lecturas de este domingo. Merecerá la pena, tras la Eucaristía, “llevárnoslas” a casa, releerlas, y guardarlas en el corazón. ¿No os parece?
Está claro que el hijo que dice que sí, que irá a la viña, pero que luego ni lo intenta, representa a fariseos y sacerdotes, que, sin duda, desobedecen a Dios, aunque no lo manifiesten. Que dicen que sí a los requerimientos del Padre y dueño de la Viña, en presencia del pueblo, para quedar bien. Pero luego nada. La desobediencia también puede estar motivada por su falta de fe. ¿Si no creen en Dios como van a obedecerle? Y parece claro que todas esas élites del judaísmo de tiempos de Jesús creían poco en Dios, en el Dios-Padre de Jesús, que ama a los pobres y desvalidos, y desprecia a los soberbios. Desde luego los saduceos creían poco o nada. Y los fariseos creían en la norma, en el culto, utilizaban el nombre de Dios para su provecho doctrinal e ideológico. Como se ha dicho muchas veces, pues habían encerrado a Dios en una jaula de oro.
2.- El ámbito en el que Jesús pronuncia su parábola está perfectamente prefijado por Mateo: “dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”. Era la máxima autoridad del judaísmo. Ahí estaban ante Él los senadores, los miembros del Sanedrín. Lo más alto de ese poder religioso. Y les va a preguntar quien de los dos hermanos cumplió con la voluntad del Padre. Y le responden: “El primero”. No les deja, como en otras ocasiones, que rumien su respuesta, si no que en presencia de todo el pueblo les dice: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”. Comparar a lo más alto de la religión judía con prostitutas y recaudadores de impuestos al servicio del ocupante romano era un ataque total, total… Esta claro, las últimas escaramuzas de la lucha de Jesús contra ellos se están produciendo. Después vendría la decisión de matarle e inmediatamente.
Jesús, dado su talante, no buscaba una lucha improductiva o una forma de fastidiarlos, de ofenderles en público. Confiaba en que todavía podrían recapacitar. Y hacer que alguno de ellos cambiara. Ahí estaba Nicodemo y José de Arimatea. El primero era miembro del Sanedrín, el segundo personaje muy importante y rico, relacionado perfectamente con las élites del poder, pues, incluso, conocía a Pilato, el gobernador romano. No pretendía el Señor acelerar el momento de su muerte, para sí cumplir su misión. Siempre pensó que las cosas podrían arreglarse de otra manera y buscaba la conversión de todos. Igualmente deseaba que se engañara más al pueblo. Que ya estaba bien de tanta instrumentalización de la religión, hecha para dominar al pueblo con mentiras.
3.- No sé si lo deseado, en ese momento, por Jesús al pronunciar la parábola, pueda levantar el interés de la gente de hoy. La gente anda con el corazón demasiado endurecido. Pero mi opinión es que, sin precisiones históricas, el hecho de enfrentar las actitudes de dos hermanos –que se repite en varias parábolas—respecto a lo que manda el Padre, tiene una gran importancia. Y podría aplicarse al mundo de la familia, pero también a lo religioso y a casi a todo. Es muy frecuente decir que sí, para agradar al que se tiene delante, y luego no cumplir la promesa. Todos nos hemos sentido muy mal ante una promesa no cumplida, ante un encargo prometido, aceptado y no realizado. Y no tanto por vulnerar la autoridad o los merecimientos que tiene quien pide que se haga esto o lo otro. Más por el engaño, por la falta de caridad, por el efecto de auténtica burla. Por el contrario, la alegría total llega en el momento que alguien nos ha hecho caso contra todo pronóstico, cuando ha hecho lo que le pedíamos a pesar de su negativa y de su aparente falta de interés. Ello nos hará pensar que, tras decir que no, ha reflexionado y ha decidido hacer lo que se le pedía.
El hermano del “sí pero no” es un hipócrita, un mentiroso, un desaprensivo. El hermano del “no pero sí” es alguien que se piensa las cosas y que está dispuesto a rectificar. Nos movemos en un mundo que ha inventado un término que hace referencia a lo políticamente correcto y que no es otra cosa que una justificación de la hipocresía. Además el uso y la traducción en castellano, en los países de habla española, no son correctos. Pero, bueno, tanto da… La hipocresía es de todos los lugares y situaciones. Un amigo mío –ciudadano de un país iberoamericano—dice que la frase “Sí, como no”, es equivalente en muchas de esas tierras, a un no más que obvio. Si alguien te dice “Sí, como no”, es seguro de que no lo va a hacer. ¿No es algo idéntico al sí de uno de los hermanos? Y, en fin, la cuestión no es semántica, ni idiomática; la cuestión de es de corazón, de categoría interior. No hay nada tan malo como la mentira, y si ella está disfrazada de verdad, pues ya es más que mala. Acostumbrarse a la mentira es muy peligroso, incluso para el que miente, llegará un día que no sabrá diferenciar la mentira de la verdad, lo falso de la realidad. Y terminará viviendo engañado. Tengo otro amigo que ni siquiera cree en la necesidad de las llamadas mentiras piadosas, que de piadosas no tienen nada. Y tiene razón. Creo que merece la pena reflexionar sobre esa tendencia a mentir, y a no cumplir la palabra, porque ya está demasiado extendido, vivimos en un mundo que la mentira y el disimulo reinan por doquier. Y algo así ocurría entre fariseos, escribas y saduceos. Y a ello se oponía nuestro Señor Jesús con todo su empeño.
4.- Notable –y mucho—el fragmento de la Carta a los Filipenses que hemos escuchado. Yo diría que tiene dos partes, separables e inseparables. Me explico. En la primera parte Pablo de Tarso pide a la comunidad de fieles que vivan de acuerdo con la generosidad de Jesús, que no se encierren en sus propia necesidades y lo comportan todo. Lo expresa con una precisión que, desde luego, puede transformarse directamente en norma de conducta para muchos de nosotros. En la segunda parte, pues estamos ante uno de los himnos litúrgicos más bellos sacados de las Escrituras. Y que describe la humildad y entrega de Jesús. “No hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Es de una gran belleza y exactitud. Y aunque el comentario sea repetido y recurrente habrá que decir que merece la pena meditar pausadamente sobre todas las lecturas de este domingo. Merecerá la pena, tras la Eucaristía, “llevárnoslas” a casa, releerlas, y guardarlas en el corazón. ¿No os parece?
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