Celebramos en este domingo la Jornada Mundial de la Propagación de la fe. Mientras en algunos continentes, la fe católica y apostólica, sigue sosteniendo y sigue siendo referencia en el modo de vivir, pensar y regir de muchos pueblos, nos encontramos – severo contraste serio e incomprensible- con una Europa que intenta arrinconar a Dios al santuario de la privacidad de cada persona. ¿Es bueno? ¡Por supuesto que no! El mundo, la tierra, sus habitantes…todo es de Dios y, por lo tanto, con el Evangelio en la mano –como cristianos- nos hemos de comprometer a ofrecer y dar a Dios lo que es de Dios, lo que es creación suya.
1.- Qué pena que, algunos –los que piensan que son señores y amos; los nuevos césares del mundo- especulen que pueden cambiar a su antojo los modos y las formas de vivir de las sociedades. Qué contradicción más grande que, aquellos que invitan a cabalgar en la flamante riqueza, de repente, abandonen a la intemperie y dejen preocupados a gran parte de ese mismo mundo cuando, por ejemplo la crisis económica, hace que se tambalee ese edificio postizo y efímero del dinero.
Qué bien lo expresaba el Papa Benedicto XVI en la apertura del Sínodo de Obispos en Roma “la bolsa y el dinero caen, lo único que permanece es Dios”.
Hoy, en este día del Domund, nuestros ojos no solamente observan y se conforman con la realidad en la que vivimos, creemos y expresamos nuestra fe; eso sería muy poco
Hoy, en esta Jornada Mundial de la Propagación de la fe, nos aventuramos con el Señor, porque no queremos arrodillarnos ante ningún “dios” sino, sólo y exclusivamente ante El
Hoy, como Pablo, conscientes de que hay muchísima gente que no conoce a Jesucristo, muerto y resucitado por la salvación de la humanidad, nos preguntaremos y reflexionaremos seriamente si estamos haciendo poco, mucho o nada por el Evangelio.
2.- Constantemente, a través de los diversos medios de comunicación social, sale el testimonio de miles de hombres y mujeres –los misioneros- que son encumbrados y puestos como modelo de referencia por su buen hacer. Pero, ¿de dónde les viene esa gratuidad y generosidad? Desde luego no desde el puro altruismo. Dios, sólo Dios –y lo recuerdan por activa y por pasiva- es el motor de todo lo que se llevan entre manos. Quien vea a los misioneros como si fueran una especie de ONG están traicionando y eludiendo la razón primera y última de lo que son: como Pablo misioneros por vocación.
3.- Hoy, y como si de una carambola se tratara, el Evangelio viene como anillo al dedo: ser católico no significa desentenderse de la realidad cotidiana; de los conflictos que sacuden nuestra convivencia. Jesús, con su respuesta sabia y ocurrente, huía de una trampa con la que le pretendían acorralar o desautorizar los fariseos. Les importaba, por todos los medios, ponerlo contra las cuerdas, presentarlo como aquel que iba en contra de los principios establecidos. Como cristianos estamos llamados a iluminar las decisiones de los “nuevos césares” con la luz del evangelio. No tenemos más Dios que Aquel que está en los cielos. Algunos, sobre todo los enemigos de todo lo que huela a Iglesia, se convertirán de repente en afamados teólogos oportunistas al repetirnos “a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César”. Eso sí, a continuación, intentarán con todos medios a su alcance, quitar el pan y hasta el agua a todos aquellos que intentan vivir según Dios y no con ciertos dictados de una sociedad caprichosa y servil de intereses no precisamente generales.
Día del Domund; un momento privilegiado para ponernos en pie y, como Pablo, gritar a los cuatro vientos: “sé de quién me he fiado”.
Día del Domund; los misioneros, necesitan de nuestra ayuda económica para llevar el anuncio del Evangelio a tantos rincones del mundo o promover el bienestar social, educativo o sanitario allá donde, en el nombre del Señor, estén llamados a elevar la dignidad de las personas.
Día del Domund; si Dios nos ha dado tanto. ¡Cómo no vamos a darle algo de lo mucho que nos ha regalado! ¡A Dios lo que es de Dios! Que nuestra generosidad, junto con nuestra oración –que también es don divino- sea en esta Jornada Mundial de la Propagación de la fe, un claro exponente de que, como Pablo, también aquí, hoy y ahora, podemos ser misioneros por vocación, con convencimiento y con entusiasmo. ¿Estamos dispuestos?
1.- Qué pena que, algunos –los que piensan que son señores y amos; los nuevos césares del mundo- especulen que pueden cambiar a su antojo los modos y las formas de vivir de las sociedades. Qué contradicción más grande que, aquellos que invitan a cabalgar en la flamante riqueza, de repente, abandonen a la intemperie y dejen preocupados a gran parte de ese mismo mundo cuando, por ejemplo la crisis económica, hace que se tambalee ese edificio postizo y efímero del dinero.
Qué bien lo expresaba el Papa Benedicto XVI en la apertura del Sínodo de Obispos en Roma “la bolsa y el dinero caen, lo único que permanece es Dios”.
Hoy, en este día del Domund, nuestros ojos no solamente observan y se conforman con la realidad en la que vivimos, creemos y expresamos nuestra fe; eso sería muy poco
Hoy, en esta Jornada Mundial de la Propagación de la fe, nos aventuramos con el Señor, porque no queremos arrodillarnos ante ningún “dios” sino, sólo y exclusivamente ante El
Hoy, como Pablo, conscientes de que hay muchísima gente que no conoce a Jesucristo, muerto y resucitado por la salvación de la humanidad, nos preguntaremos y reflexionaremos seriamente si estamos haciendo poco, mucho o nada por el Evangelio.
2.- Constantemente, a través de los diversos medios de comunicación social, sale el testimonio de miles de hombres y mujeres –los misioneros- que son encumbrados y puestos como modelo de referencia por su buen hacer. Pero, ¿de dónde les viene esa gratuidad y generosidad? Desde luego no desde el puro altruismo. Dios, sólo Dios –y lo recuerdan por activa y por pasiva- es el motor de todo lo que se llevan entre manos. Quien vea a los misioneros como si fueran una especie de ONG están traicionando y eludiendo la razón primera y última de lo que son: como Pablo misioneros por vocación.
3.- Hoy, y como si de una carambola se tratara, el Evangelio viene como anillo al dedo: ser católico no significa desentenderse de la realidad cotidiana; de los conflictos que sacuden nuestra convivencia. Jesús, con su respuesta sabia y ocurrente, huía de una trampa con la que le pretendían acorralar o desautorizar los fariseos. Les importaba, por todos los medios, ponerlo contra las cuerdas, presentarlo como aquel que iba en contra de los principios establecidos. Como cristianos estamos llamados a iluminar las decisiones de los “nuevos césares” con la luz del evangelio. No tenemos más Dios que Aquel que está en los cielos. Algunos, sobre todo los enemigos de todo lo que huela a Iglesia, se convertirán de repente en afamados teólogos oportunistas al repetirnos “a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César”. Eso sí, a continuación, intentarán con todos medios a su alcance, quitar el pan y hasta el agua a todos aquellos que intentan vivir según Dios y no con ciertos dictados de una sociedad caprichosa y servil de intereses no precisamente generales.
Día del Domund; un momento privilegiado para ponernos en pie y, como Pablo, gritar a los cuatro vientos: “sé de quién me he fiado”.
Día del Domund; los misioneros, necesitan de nuestra ayuda económica para llevar el anuncio del Evangelio a tantos rincones del mundo o promover el bienestar social, educativo o sanitario allá donde, en el nombre del Señor, estén llamados a elevar la dignidad de las personas.
Día del Domund; si Dios nos ha dado tanto. ¡Cómo no vamos a darle algo de lo mucho que nos ha regalado! ¡A Dios lo que es de Dios! Que nuestra generosidad, junto con nuestra oración –que también es don divino- sea en esta Jornada Mundial de la Propagación de la fe, un claro exponente de que, como Pablo, también aquí, hoy y ahora, podemos ser misioneros por vocación, con convencimiento y con entusiasmo. ¿Estamos dispuestos?
4.- ¡SI, SEÑOR! ¡QUIERO!
Como Pablo, amarte y darte a conocer
entregándome a los demás
¿Me ayudarás, Señor?
Como Pablo, aún con dificultades,
gastarme y desgastarme
para que tu nombre sea conocido,
bendecido y amado.
¿Me llenarás de tu presencia, Señor?
Como Pablo, y huyendo de mi propia gloria,
buscar siempre lo que te agrada
aquello que más quieres que yo haga
aquello que los demás me pidan
¿Serás tú mi gloria, Señor?
Como Pablo, que te amó con locura,
decir a los hombres que Tú eres el Bien
que Tú eres la Vida
que Tú eres la Resurrección
que por Ti merece la pena darlo todo
incluso, después de todo, hasta la vida
¿Te amaré, Señor, como Tú me amas?
Como Pablo, entusiasmado por Ti, Señor
llevaré tu Evangelio en mis manos
tus palabras en mi corazón
tu Eucaristía en mi paladar
tu mirada en mis ojos
¿Serás Tú mi alegría, Señor?
¡SI, SEÑOR! ¡QUIERO!
Quiero, con vocación y entrega
Con verdad y lejos de la mentira
Con fuerza, luchando contra la debilidad
Con valentía, frente a la persecución
Con constancia, frente al desencanto
Ser pregonero de tu voluntad
y ser fiel a tu voluntad
hasta el final de mis días.
¿ME ACEPTAS, SEÑOR?
Como Pablo, amarte y darte a conocer
entregándome a los demás
¿Me ayudarás, Señor?
Como Pablo, aún con dificultades,
gastarme y desgastarme
para que tu nombre sea conocido,
bendecido y amado.
¿Me llenarás de tu presencia, Señor?
Como Pablo, y huyendo de mi propia gloria,
buscar siempre lo que te agrada
aquello que más quieres que yo haga
aquello que los demás me pidan
¿Serás tú mi gloria, Señor?
Como Pablo, que te amó con locura,
decir a los hombres que Tú eres el Bien
que Tú eres la Vida
que Tú eres la Resurrección
que por Ti merece la pena darlo todo
incluso, después de todo, hasta la vida
¿Te amaré, Señor, como Tú me amas?
Como Pablo, entusiasmado por Ti, Señor
llevaré tu Evangelio en mis manos
tus palabras en mi corazón
tu Eucaristía en mi paladar
tu mirada en mis ojos
¿Serás Tú mi alegría, Señor?
¡SI, SEÑOR! ¡QUIERO!
Quiero, con vocación y entrega
Con verdad y lejos de la mentira
Con fuerza, luchando contra la debilidad
Con valentía, frente a la persecución
Con constancia, frente al desencanto
Ser pregonero de tu voluntad
y ser fiel a tu voluntad
hasta el final de mis días.
¿ME ACEPTAS, SEÑOR?
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