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sábado, 1 de noviembre de 2008

Cuatro momentos para meditar el Evangelio del Domingo: Los Fieles Difuntos

Por Rogelio Narváez Martínez


I - EL REINO ES DE LOS QUE SIRVEN.

Muy estimados amigos: ¡la paz sea con ustedes!
¡La paz sea con ustedes! Este es el saludo del Señor resucitado, vencedor de la muerte.

Queridos padres de familia, que han experimentado el dolor más intenso al contemplar la repentina interrupción del camino de alguien a quien un día recibieron en su familia y cargaron alegremente en sus brazos. ¡La paz sea con ustedes!

Estimados esposos cristianos, que en la desconocida incertidumbre han despedido al consorte y experimentado la dolorosa separación física del compañero de la vida, de aquellos con quienes les unían lazos sacramentales más grandes que los lazos del afecto, de la sangre o de un documento. ¡La paz sea con ustedes!

Apreciables hijos de familia, que no han podido evitar el ser los principales invitados a contemplar la última función, a asistir a la conclusión de la jornada y a ver concluir la existencia terrena de quienes nos dieron la propia existencia y mucho más que la existencia. ¡La paz sea con ustedes!

Amados jóvenes que, en un corazón que quisiera experimentar solamente el afecto, han conocido insoslayablemente el dolor y la impotencia humana por la pérdida de todos aquellos que han llevado nuestra propia sangre. ¡La paz sea con ustedes!

2.- ¡La paz sea con ustedes! Es el saludo del Señor resucitado que nos dirige a todos y a cada uno de nosotros.

¡La paz sea con ustedes! Fue el alegre saludo que el dueño de la vida le dirigió a sus apóstoles cuando estaban escondidos amedrentados en el Cenáculo. ¡Sí!,... Después del Viernes Santo, posterior a la muerte más injusta, inexplicable e inaceptable que ha acontecido sobre la faz de la tierra, el Señor Resucitado saluda a sus discípulos diciendo. “¡La paz sea con ustedes!”.

Después de que Aquel que solamente había hecho el bien recibió el maltrato, después de que Aquel cuyas manos únicamente acariciaron el rostro del niño y del anciano y curaron al enfermo y esas manos fueron fijadas por el hierro, después de que aquellos pies incansables fueron fijados en el escabel del madero, después de que aquellos ojos vivieron la jornada del mundo buscando a la oveja perdida y al final contemplaron los ríos de sangre carmesí destilar frente a ellos,… después de la muerte más injusta el Señor se aparece en el cenáculo y saluda a los apóstolers diciéndoles: “¡La Paz sea con ustedes!”

Ellos no comprenden lo que sus ojos miran, la razón no asimila lo que contemplan y, ante el silencio de la incomprensión de los apóstoles, el Señor les muestra sus manos lastimadas, las palmas de sus santísimas manos perforadas por el hierro de los clavos. Esas manos que abrieron los ojos del ciego, que abrazaron misericordiosamente al pecador... Ahora, esas manos tienen grabada la huella de la violencia y del desatino humano,... y al mostrarles sus manos y su costado les vuelve a repetir con tranquilidad: ¡La paz sea con ustedes!

Este es el saludo del Señor victorioso para cada uno de nosotros.

3.- Es hoy, la Solemnidad cristiana de los fieles difuntos, y es adecuado que cada uno de nosotros considere la identidad de este día contemplado con los ojos del cristiano. ¿Qué nos dice a cada uno de nosotros este día? ¿Qué elemento de unión genera la reunión en nuestros templos y cuál evocación se transforma en convocación en nuestros campos santos? Bendito sea Dios que el día de los fieles difuntos se ubica en el mejor de los días: en el día domingo en que Cristo se levanta victorioso sobre la misma muerte.

4.- Querido amigo: Este día, así como el día inolvidable en el que murieron biológicamente nuestros seres más queridos, fue, es y será para todos nosotros una celebración.

Te preguntarás: ¿cómo puede hablar el cura de celebración cuando se experimenta la ausencia y el dolor está haciendo girones el alma?

Te quiero recordar que este día es para todos nosotros una celebración. Los cristianos hemos recibido nuestra vida para buscar a Dios, la muerte la recibimos para encontrarlo y la eternidad nos es dada para poseerlo.

El día de hoy estamos “celebrando” en toda la Iglesia universal, el encuentro con Dios de nuestros seres queridos, la Pascua cristiana de los seres más amados.

5.- Las lágrimas no desaparecen tan fácilmente de nuestros ojos, resulta adecuado recordar que en el capítulo 11 de san Juan se nos presenta al Señor Jesús llorando cuando Lázaro murió, y la gente decía: ¡Mira cuanto le amaba!

Cristo nos ha mostrado que las lágrimas pueden ser sagradas. Las lágrimas no constituyen un signo de debilidad, sino de fuerza.

Nuestras lágrimas pueden transmitir con mayor elocuencia que mil estrofas juntas tres mensajes: un dolor indecible, un profundo arrepentimiento o un amor inefable.

No obstante, debemos cuidar que si bien nuestras lágrimas pudieran expresar el dolor del corazón, jamás deberán expresar ni la falta de fe ni la falta de esperanza.

6.- Para conseguir que nuestra fe no desfallezca cuando fallecen los que amamos, debemos tener cuidado para no separar la integridad del mensaje cristiano.

El Viernes Santo está íntimamente unido al Domingo de la Pascua, la Cruz se une estrechamente a la Resurrección, es por ello que la Cruz de Cristo tiene para nosotros un sentido que lo trasciende todo.

¿Qué puede ser el Viernes Santo sin el Domingo de Pascua? ¿Qué es la Cruz sin la Resurrección?

La Cruz sin la Resurrección, para los judíos no es más que un castigo. La Cruz sin la Resurrección para los apóstoles es sólo un fracaso. Unicamente en la medida en que la Cruz se une a la Resurrección, la Cruz se convierte en un mensaje de salvación para todos los hombres.

7.- En nuestra vida acontece lo mismo: ¿Qué ha sido el “viernes santo” de nuestros seres queridos sin el domingo de la pascua? ¿Qué es el misterio de la cruz de aquellos a quienes amamos sin la esperanza de la resurrección?

Sin la esperanza de la resurrección, la cruz de los que amamos es un castigo y el viernes santo será visto como un fracaso. La resurrección cristiana es la que se encarga de transformalo todo.

8.- La resurrección nos permite comprender que nuestra tumba no es más que la cuna y que el cementerio es el dormitorio de nuestra eternidad. Los cristianos hemos comprendido que la muerte no es la última estación en el trayecto de la vida, sino que en Cristo resucitado hemos asimilado que existe una estación que está más allá de la conclusión de nuestros días.

Para los que creemos en Jesucristo la vida se transforma no se acaba, y cuando se disuelve nuestra morada terrenal el Señor nos prepara una habitación en la mansión eterna del cielo. La muerte no es más que el inicio del nuevo día y el amanecer de nuestra esperanza. La muerte es como el despuntar de una luz de eternidad.

¡Cristo ha resucitado! El árbol de la Cruz ha florecido y ahora posee frutos de eternidad que le convierten en el verdadero árbol de la vida, y que nos anuncia sonoramente el inicio de una primavera de gloria.

La resurrección es la clave para tener la interpretación auténtica de nuestra vida, ya que el Domingo de Pascua ha transformado nuestro viernes santo,… la resurrección ha transignificado la cruz,... la victoria de Cristo ha transfinalizado la muerte.

9.- Muy queridos amigos: ¡La paz sea con ustedes!

Este es el saludo del Señor resucitado a los apóstoles que se encuentran encerrados, atemorizados. Y al verlos sumergidos en la incomprensión, el Señor les muestra sus manos lastimadas por los hierros y les vuelve a decir: ¡La paz sea con ustedes!

Y, el Señor victorioso al mostrarles sus manos con las imborrables y eternas huellas de la sinrazón humana, al pedirles que acerquen su mano para tocar su costado hendido, les está diciendo: ¡La paz sea contigo! ¡Sabes! Yo también sé lo que es el dolor. Yo también conozco lo que es el abandono. Yo también he experimentado lo que es la soledad. Yo también he vivido lo que es la muerte. Yo también sé lo que es la injusticia. Yo también conozco el cansancio. Yo también sé lo que es estar en la cruz con el cielo entenebrecido, y sé lo que es exclamar desde la cruz esa cuarta Palabra que tú posiblemente has pronunciado en variadas ocasiones: ¡Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado!...

Yo también sé lo que es el dolor. ¡ La paz sea con ustedes!

Este es el saludo que Jesucristo resucitado dirige a cada uno de nosotros: ¡la paz sea con ustedes!


II - MUERTE QUE ES NO VIVIR.

“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda”.
“Entonces dirá el rey a los de su derecha: ´Vengan benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo: porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme´. Los justos le contestaran entonces: ´Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?´ Y el rey les dirá: Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

1.- Muy queridos amigos:

Aunque con alguna frecuencia las creaciones humanas sobreviven a sus autores, siempre estarán abocadas a la muerte, y su valor estará circunscrito por el tiempo y el espacio. Esto es constatable en la historia, así se llamen civilizaciones, imperios, reinos, empresas o negocios...

Aún aquellos hombres de la historia más ufanos, engreídos, soberbios y orgullosos, un día han quedado sepultados en el laberinto del olvido bajo la arena del desierto o bien se encuentran, a lo sumo, como una sola referencia en los libros de la historia. También, han caído por su propio peso tanto los gruesos muros como los antiguos sistemas que hasta hace poco tiempo se llegaron a considerar intocables, sólidos y perennes; ¿y los actuales?, los actuales también son transitorios. ¿Cuánto tiempo les durará la vida? Solamente Dios lo sabe.

La transitoriedad de las cosas terrenas era ya conocida, incluso por nuestros hermanos de origen, que vivieron en esta amada tierra mucho tiempo antes de la llegada de los Españoles. Así rezaba uno de sus muchos y muy hermosos Cantares:
“ ¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”. (Ms. Cantares Mex., fol. 17r).

Lo anteriormente referido, pudiera antojársete como apuntando hacia el absurdo, ésto sería así, sólo en el caso de no ser iluminado con el acontecimiento de Cristo.

2.- La estancia de Cristo, que comparte las situaciones humanas con nosotros, desde su nacimiento en este mundo, será la mejor garantía de que no hay nada de ingrato o de injusto en nuestra existencia humana.

No obstante, será solamente la muerte y la resurrección de Jesucristo, la que nos ofrezca el testimonio de que la existencia humana es buena, y de que todo en ella tiene un sentido.

El acontecimiento Pascual nos muestra cómo la vida y la muerte también se encuadran en el plan divino de la salvación, y cómo Dios sabe obtener el bien del mal.

Si la Encarnación del Divino Verbo ha sido la entrada de Dios en la historia, entonces la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, hecho hombre, es el ingreso del hombre a la metahistoria, es decir el acceso a aquellas realidades que están mucho más allá del tiempo y del espacio.

3.- En Cristo, hemos comprendido que la muerte no es el término del existir sino que se convierte en el paso, la entrada y la liberación. La muerte es la salida de una condición y de un estado esclavizante para poder entrar en una situación de plenitud y de victoria.

Diría Santa Teresa de Ávila, que la muerte es solamente nuestra salida de una estancia de segunda para ingresar a la posada de la eternidad. La muerte, refiere la mística santa, debe ser contemplada como esa alegría que obtenemos al ser dados de alta y dejar atrás el hospital, aún con la nostalgia de los médicos y las enfermeras con los que nos hemos familiarizado en el trato de la caridad.

Los cristianos no le tenemos miedo a la muerte, podemos decir que a lo único que tememos, es que, después de esta vida y de esta muerte merezcamos la “muerte segunda” como la llama el Apocalipsis capítulo 2 versículo 11, se trata de esa muerte eterna de la que ya no existirá el regreso.

Todo lo anteriormente referido, le ha heredado a la Iglesia el verdadero conocimiento en torno al destino final del hombre. La muerte es vista con los ojos del resucitado. La salvación eterna se encuentra solamente en Cristo Jesús.

4.- San Agustín ha dicho que la muerte es el paso de la noche al día definitivo, en donde el Sol que nace de lo alto será contemplado en toda su majestad. San Juan Crisóstomo concibe la muerte como el dulce sueño que nos hace despertar a una nueva realidad, en donde la realidad supera totalmente lo que hayamos soñado en esta vida; también dice que es el fin del espectáculo en el teatro de la vida, dónde el telón se corre, se regresan las vestimentas y los guiones, ya no hay rey ni hay vasallo, no hay rico ni hay pobre, todos regresamos ante nuestro guionista, que es Dios. Bousset describe la muerte como la necesaria destrucción de un derruido edificio que permite levantar una nueva edificación, de tal manera que el inquilino que somos cada uno de nosotros pueda vivir en la eternidad. Es la muerte el transportarnos a la fiesta del Cielo, lo dice San José María Escrivá de Balaguer, fiesta que deseamos tanto que quisiéramos que las hojas del calendario se deshojaran con mayor rapidez y una vez que llega el día las manecillas del reloj corrieran con mayor velocidad. No es otra cosa la muerte sino el tiempo de la cosecha, comentaba el Cardenal Newman: la buena semilla ha caído en la tierra y ha llegado el tiempo de recoger la mies, nos presentaremos ante Dios no con las manos vacías sino rebosantes de frutos. Santo Tomás de Aquino dice que la muerte es como cuando alguien recibe la noticia de que un hermano suyo ha sido ungido como Rey de un país lejano y que nosotros deseamos marchar, encontrarnos y vivir con Él, y para ello somos capaces de abandonar lo que tengamos que abandonar. La muerte no es el punto final de la vida sino un viaje que emprendemos hacia la eternidad, decía San Cipriano, en el que nos alegramos al contemplar a lo lejos las luces de la ciudad de Dios.

5.- Démonos cuenta de cómo la Resurrección de Jesucristo se ha convertido en la medicina que cura todos nuestros males. Resucitar no es revivir como lo proponía Platón y muchos otros después de él.

Para los cristianos la Resurrección es una “transformación gloriosa”, cosa que no sucede con el sólo volver a la vida. No es un hecho obvio sino inaudito y definitivo. La Resurrección es el dominio sobre la muerte, se trata de una palabra que aclara una vida desconocida.

La fe cristiana en la Resurrección no se basa solamente en el destino humano sino en la promesa divina. La Resurrección que esperamos es el futuro de los creyentes, no la meta final de la humanidad.

Esperamos un futuro nuevo, no la reiteración del presente terreno ni el retorno a un pasado original. No se trata de reciclajes o reencarnaciones, sino de transformación gloriosa a imagen de Cristo.

6.- ¿Sabes? Sobre las distintas apreciaciones acerca de la muerte que es vida y de la vida que es muerte en todos aquellos que llegaron a vivir la etapa adulta de la fe cristiana, en lo personal me agrada esa última lección de cristianismo que le da Santa Mónica a su hijo, san Agustín al explicarle el último artículo del Credo.

Están ambos residiendo en Hostia, un puerto cercano a la ciudad de Roma, y una noche, en que santa Mónica experimentaba avecinarse el dulce vuelo del angel de la hermana muerte sobre el tejado de su edificio corporeo, le pide a su hijo Agustín que le ayude puesto que es su deseo el caminar en la playa, y experimentar en sus pies descalzos la fresca humedad de la arena que ha sido bañada por las olas.

San Agustín se ha aprestado a cumplir la voluntad de su madre, pero esa noche percibe la notable dificultad que tiene su madre para desplazarse personalmente, su caminar es humanamente torpe aunque lleva una sonrisa en su rostro. Por primera ocasión, de una manera consciente contempla Agustín a su madre desgastada por el paso y el peso de los años, y se da por enterado de que gran parte de su desgaste físico ha sido ocasionado por sus actitudes renuentes de la juventud. Llora en el silencio Agustín mientras que lleva a Santa Mónica del brazo en su desplazamiento. Ella voltea entonces a mirarlo y gracias a la plateada luz refleja de la luna mira aquellas lágrimas de arrepentimiento rodar por sus mejillas, es entonces que santa Mónica le dice a su hijo, unas palabras que su mismo hijo nos ha compartido en el libro de las Confesiones:

“ No llores si me amas, si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo.

Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos.

Si pudieras ver los caminos, el horizonte y los senderos por los que ahora atravieso.

Si pudieras contemplar como yo, la belleza ante la cual las bellezas languidecen.

¡Créeme!, el día en que tu alma vuele hasta este cielo, al cual yo te he precedido.

El día en que la muerte venga a desatar los nudos como ha roto los que a mí me encadenaban.

Ese día me volverás a ver, y encontrarás en mi corazón tus ternuras aumentadas.

Me verás en la transfiguración, en éxtasis, feliz. Ya no esperando la muerte sino avanzando juntos.

Pues te llevaré de la mano por senderos nuevos de la luz y de la vida.

¡Enjuga pues tu llanto, y no llores si me amas!”.

Santa Mónica, una madre cristiana, le estaba dando a su hijo una excelente lección sobre la Fe que profesamos domingo a domingo: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro”

¿No te has dado cuenta? Para los cristianos la muerte no puede ser un camino cortado sino una meta alcanzada.

La muerte para los cristianos no es algo que nos sucede sino Alguien que sale a nuestro encuentro.

La muerte no es la última estación en el tranvía de la vida, la resurrección nos dice que hay otra estación.

El sepulcro es en realidad la cuna de la nueva vida. El panteón es un dormitorio en donde la vida se alista para gozar del día sin ocaso.


III - TRIBUNAL EN SESIÓN PERMANENTE.

“Entonces dirá también a los de su izquierda: ´Apártense de mi malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron´.
Entonces ellos le responderán: ´Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos? Y él les replicará: ´Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

1.- Muy queridos amigos:

Nos encontramos ante un Reino que no termina, más aún ante un Reino que se proyecta hacia la eternidad.

Sabemos que todo lo que nace de abajo es transitorio, inconsistente, limitado, condenado a la muerte. De abajo nace la prepotencia, la tiranía de todo género, la violencia, la injusticia, la codicia, las envidias, la soberbia, los rencores y los egoísmos.

Lo que nace de Dios es eterno, victorioso, glorioso y universal. De arriba nace la bondad, el amor, la justicia, el perdón, la paz, la generosidad, la magnanimidad y la verdad.

La entrega desinteresada, la fidelidad, la compasión, la vida y la paciencia cuando son verdaderas, estas provienen de Dios.

Sobre la tierra nada hay que sea definitivo, siempre, ahora y luego, la vida verdadera se obtendrá como un encuentro con la luz y como una transformación de lo caduco.

Pero... ¿Cómo podremos obtener la vida verdadera que traspasa lo espacio-temporal? ¿Cómo podemos tener parte en ese Reino del que nos quiere hacer partícipe Aquél que es el Rey eterno?

2.- El Evangelio nos invita a dar sin esperar. Nos invita a considerar nuestra vida sin protagonismos, sin exigencias, sin imposiciones, sin pretensiones de dominio ni arrogancias. No hay quien se salve, ni puede conocer lo que es vivir desde la creencia de sentirse superior, distinto, desde la postura de mirar un poco, o un mucho, por encima del hombro al resto de nuestros semejantes.

Todo el mundo reconoce que para vivir es necesario dar, participar, colaborar, sentirse útil,... Sin embargo hay quienes sirven para recibir a cambio, para recibir dinero o gratificación, mientras que hay otros que sirven sin esperar ni exigir, sin pretensiones ni de dominio ni de poder.

Dar sin esperar es la verdadera forma de vivir amando. Amor que es el orígen y el fin de la vida, que quiere decir dar sin pretender que el resultado o el final sea lo que espero, al menos no el final inmediato pero sí el final eterno.

3.- Las desgracias y las penas de los que damos para recibir en este mundo, empiezan cuando la respuesta es aparentemente desagradecida, cuando vemos a los hijos, a los padres, a los hermanos, a los amigos, al esposo,... en definitiva cuando aquellos que más queremos no son como queremos ni responden a lo que esperamos. Porque sin darnos cuenta, muchos de nosotros hemos ido dando con la intención de recibir, para conseguir que sean o vivan como nosotros queremos que sean o que vivan. Y nuestros sufrimientos se van originando por la respuesta libre de los que más queremos, porque ni los comprendemos ni podemos sufrir su propia desgracia.

Los que dan para ser vistos, para recibir la respuesta a la que tienen derecho, para recibir el premio, los que dan con exigencias de reconocimiento, ya han recibido su paga en la tierra; pero, más aún, no debemos olvidar que la postura de exigencia siempre creará distanciamiento y soledad. Nadie se acerca al que va esperar algún pago por los favores ofrecido,… nos acercamos a quien nos ama sin esperar, sin reclamar, y sin que nos venga a pedir cuentas, o sin que nos guarde en su memoria encriptada algo para restregarnos en un futuro inmediato o distante.

El agradecimiento o es de corazón o es una imposición que repele tener que darlo. Uno se siente verdaderamente amado cuando sabe que no le van a pasar la factura, cuando sabe que es libre, cuando no siente la pretensión o la exigencia de ese amor que no es más que una necesidad cubierta de dominio, compañía, o deseos personales.

4.- Y es que nuestra vida es un proceso de crecimiento. Se empieza exigiendo al nacer, se pasa a dar para recibir, y se descubre la plenitud dando sin esperar.' El hombre ha de aprender a dejar a los otros la misma libertad que exige para sí mismo. Dominar es cuestión de poder, servir es cuestión de amor. ¡Esto es lo verdaderamente cristiano!

El instinto da para recibir, el verdadero amor no pide respuesta esperada. Y frente a la pasión instintiva, el hombre puede reconocer que hay un camino más profundo, el que da porque ama el bien, porque pone en manos de Aquél que es la Vida la respuesta adecuada a su desprendimiento oculto, y espera la recompensa sin pretenderla ni buscarla, ni mucho menos exigirla.

El mundo se ha convertido en un gran negocio en el que queremos comprar nuestra felicidad y la de los demás dando dinero, regalos, amor, servicio, a cambio de objetos, personas o agradecimiento. Con dinero conseguiremos comprar cosas, pero el amor, el respeto y el agradecimiento que esperamos los da Jesucristo a quienes son capaces de amar sin exigencia.

5.- A diferencia de lo anterior, nada que se hace por amor desinteresado es inútil. La recompensa que puede dar este mundo a los que considera benefactores es oropel que engaña nuestros sentidos, es mucho más profunda la respuesta de Dios a todos aquellos que son capaces de amar sin pretensiones de agradecimiento.

¿No te has fijado? Aquellos hombres de los que nos habla el Evangelio ni siquiera sabían que lo estaban haciendo con Jesucristo..., Relee el Evangelio para comprender la enseñanza cristiana: algunos de los que nos van a ganar un lugar en el Reino serán aquellos que ni siquiera saben acerca de Jesús ni acerca de su presencia en los más pequeños, pero simple y sencillamente al hacer algo por ellos, quizá sin una conciencia de lo que estaban haciendo, se han merecido el reino que tú y yo hemos conocido y que en teoría trabajamos para conseguirlo.

6.- Más aún, hoy que hablamos sobre el sentido cristiano de nuestro fin temporal, ¡fíjate!, como Cristo, tanto en su vida como en su muerte, es capaz de ofrecer el perdón sobre aquello que le hicieron, sobre las humillaciones que le infringieron, sobre el abandono perpetrado, sobre la risas burlonas, sobre el dolor compartido, sobre su misma muerte, la más injusta que ha existido... Cristo lo soporta todo absolutamente todo y lo perdona todo, y, no obstante, te quiero pedir que dirijas la mirada hacia el Evangelio del día de hoy: ¡Hay algo que Jesús no soporta! ¿Qué es lo que no soporta el Dios que nos ama? No soporta nuestro olvido sobre los más pobres y marginados.

¡Fíjate como en el juicio último no importarán nuestra serie de “credenciales” y “carnets” aparentemente impresionantes que le presentemos al Señor. En el juicio final no importará nuestras “membresías” a esta o aquella Iglesia..., ni la boleta de bautizo, ni haber sido inserto en el libro de las genealogía de los mormones, ni en otro tipo de agrupaciones…

Releé el texto y percibe como los que están a la izquierda también lo han confesado como: Señor, y ¡así lo llaman! Y no obstante, ellos escucharán la peor de las sentencias: ´Apártense de mi malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron´. ¿Cuándo, Señor? Cuando no lo hicieron con uno de estos más insignificantes, tampoco conmigo lo hicieron.

¡Ojalá! Comprendiéramos que los que sufren lo que referimos están tan cerca de Cristo, se parecen tanto a ti y a mí, y son los miembros más activos y más poderosos de su cuerpo místico.

Y, no obstante. ¡Cuánta razón tenía la madre Teresa de Calcuta cuando decía: La mayor de las enfermedades de hoy no es la lepra ni la tuberculosis, sino más bien el sentirse indeseado, descuidado y abandonado por todos. El peor de los males es la falta de amor y de caridad, la horrible indiferencia hacia el prójimo que vive o que muere a la vera del camino asaltado por la explotación, la corrupción, la miseria y la enfermedad!”

7.- En estas condiciones, debemos considerar que el juicio final no será sólo un día sino que es, ya desde ahora, un tribunal en sesión permanente.

Pero,... más allá de la práctica de la caridad, ¿cómo está tu vivencia de la justicia cristiana? Fray Bartolomé de las Casas, quien una vez muerto el rey Fernando, presenta sus memoriales "Abusos" y "Remedios" al Cardenal Cisneros, pidiendo que los indígenas vivan en pueblos con tierras comunes, organizados por un administrador, escribía al respecto del texto evangélico que acabamos de leer en su libro: “Sobre los Remedios”: “Si pues ha de ir al infierno aquél a quién Cristo le diga: “estuve desnudo y no me vestiste”, “¿qué lugar tendrá en el fuego eterno aquél a quien le diga: “Estaba vestido y tú me desnudaste?” Por que de eso se trata en la realidad aquí en las Indias...”.

En el Evangelio el concepto se ha invertido: la delincuencia resulta estar en quienes estaban en la posición de intachables. Ellos son los verdaderos delincuentes, los agentes de iniquidad.

8.- Es el momento para que nos preguntemos: Tú y yo ¿Qué estamos haciendo por el hambriento, por el enfermo, por el desnudo, por el encarcelado y por los otros necesitados?

Hay que aprender a dar el paso del deseo al amor, el paso del instinto al servicio en el dar.

El hombre puede tener la seguridad de que nuestro final será solamente un paso así como la consecuencia de aquello que hayamos hecho en el presente, y a esto no debemos tenerle miedo, a nuestro egoísmo sí hay que tenerle miedo.

Si un embrión pudiera tener conciencia de su elección y se le pidiera su opinión, evitaría abandonar el conocido y confortable lugar en el que se va desarrollando plácidamente y en el que sólo está recibiendo sin ser esigido, porque no ve ni conoce otra realidad.

La placenta del hombre es este mundo y no quiere salir de él porque desconoce la realidad total, porque no puede ver más allá de sus límites, pero si desarrolla ahora sus capacidades más profundas en el amor manifiesto, a través del amor sincero obtendrá una fuerza que es la fe y la esperanza, con esa fuerza podrá vivir cada acontecimiento, aún aquellos que le pudieran resultar difíciles o negativos, no como un obstáculo, sino como sucesos que van construyendo su futuro ya desde el momento presente.


IV - EL BAUTISMO DE LA MUERTE.

“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda”.

1.- Muy queridos amigos:

Les quiero invitar para que en esta Solemnidad de los fieles difuntos nos demos la oportunidad de unir dos factores sumamente importantes: primero que nada el contenido del santo Evangelio que nos refiere un tema por demás complicado: el del juicio final y al mismo tiempo una invitación para que no le tengamos miedo a aquello que ha sido llamado la paradoja del cristianismo en la que se nos muestra el fuego y la división como el efecto de la venida de Cristo para cada uno de nosotros, si es que en verdad queremos asumir el mensaje del Evangelio.

2.- Iniciemos hablando acerca de ese nuestro propio Bautismo existencial y entendamos que la muerte para los cristianos no suele ser algo que nos sucede sino Alguien que nos sale al encuentro.

En la visión cristiana de la muerte como bautismo hoy quiero compartirles una reflexión más que sobre la muerte sobre nuestra celebración cristiana de la muerte y, es que para nosotros los cristianos la vida la hemos para buscar a Dios, la muerte es para encontrarlo y la eternidad es para poseerlo, es por por ello, que les comparto primero un sermón de san Juan Crisóstomo que predicó en el oficio exequial de las Vírgenes Berenice y Prósdace en el siglo IV de la vida cristiana:

“Al principio se hacían por los muertos señales de dolor y lamentaciones. Ahora se cantan salmos e himnos. Se lloró a Jacob durante cuarenta días, y otros tantos días lloraron los judíos a Moisés, porque en aquel entonces la muerte era la muerte. Ahora ya no es así: se dicen cánticos, oraciones y salmos, todo lo cual significa que este acontecimiento es fausto. En efecto, los salmos son señal de regocijo. Como nosotros rebosamos de alegría, cantamos por los difuntos salmos que nos exhortan a la confianza ante la muerte”.

3.- Esto que nos narra el Crisóstomo es la vivencia de los primeros cristianos en un tiempo en que la fe estaba intensamente viva. Es por ello, que en las simbologías cristianas que aparecen grabadas en las catacumbas jamás aparecen motivos fúnebres sino que por el contrario se favorecen los emblemas de alegría y de esperanza: ahí estaba el Buen Pastor que nunca abandona a las ovejas mientras atraviesan las cañadas oscuras de la muerte, y que por el contrario las carga sobre los fornidos hombros para hacerles legar a los pastos de eternidad; así también, nos encontramos con el Pescador del Reino cargando en vilo aquella red que simboliza la pesca del tiempo para las mares de la eternidad; se favorecía la bella imagen de aquella confusión de María al pensar que hablaba con el jardinero la mañana de la Pascua y la representaban en aquel divino hortelano, que posee un huerto cuyos rosales son tan altos como los cipreses; así también la imagen de Jonás expulsado del vientre del cetáceo y que nos rememora que Jesús refirió la señal de Jonás como la única que nos iba a ofrecer; allí estaba aquella palma verde que era también prometedora en el sacrificio de los mártires; estaban los frescos representando el paraíso...

Y así, aquellas celebraciones litúrgicas se vivían con las candelas encendidas en las manos de los fieles que acompañaban al difunto como un claro índice de la esperanza, y aquellos salmos graduales que se cantaban durante la liturgia de la pascua del cristiano estaban anunciando al mundo que el difunto estaba subiendo a la Jerusalén celestial, y al final de los ritos no se lloraba sino que había un banquete en el entendimiento de que el difunto participaba ya en el alegre festín del reino.

4.- Es todo esto lo que nos ayuda a comprender aquella observación de Tertuliano en su libro sobre la mortalidad, cuando en el capítulo 20 escribe: “Como la muerte del hombre constituye su entrada en el cielo, es improcedente adoptar vestiduras negras cuando él mismo se ha revestido de vestiduras blancas”.

Y así eran también los temas de la liturgia de la Palabra: se leía en el libro del Éxodo como Moisés había sido liberado del poder del faraón; en los libros de Samuel como David había derrotando a Goliat; en el libro del profeta Daniel la historia de los tres jóvenes saliendo indemnes del horno ardiente; así también el pasaje en el que Daniel estaba rodeado de leones y, no obstante, salió ileso y ocupado en alabar a Dios,...

5.- La comunidad cristiana relacionaba la primera visita del cristiano a la Iglesia con aquella última que se efectuaba, en la primera visita fue traído en brazos y ahora es en la más importante es traído en hombros. Primero, el cristiano había entrado en la Iglesia y ahora estaba entrando a la vida eterna; y en la liturgia de las liturgias del cristiano se ha preparado el mismo hisopo y el mismo cirio pascual que se encendió en su bautismo; al inicio de la vida se le había vestido con la túnica blanca y ahora se le ha colocado el vestido de la fiesta; aquella flor ha caído en tierra porque el fruto verdadero ha brotado en el árbol de la vida cristiana; se había nacido para morir y ahora se muere para nacer; digamos que se han vivido momentos violentos en los dos partos, y estos acontecen con la convicción de que sí aquel que nace no es expulsado del vientre materno la matriz se puede convertir en un elemento nocivo y letal. El bautismo es una muerte y nuestra muerte es un bautismo, diría san Basilio Magno en su homilía 13: “Toda la vida es bautismo”.

6.- El Evangelio de este día, nos recuerda que nuestra vocación como cristianos es para que no le tengamos miedo a las dificultades de la vida, y que es esto precisamente lo que nos puede ofrecer la auténtica paz.

En nuestras oraciones deberíamos pedir: “Señor, que despierte antes de morir”. La vida se nos va. No nos conformemos con sólo bombear sangre.

7.- Durante mi estancia formativa en el Seminario de Monterrey entre otros libros que se pusieron de moda se encontraba uno escrito por el Dr. Wayne Dryer titulado: “Tus Zonas Erróneas”, el cual me fue de gran utilidad como parte de un proceso de auto-revisión así como de auto-corrección positiva.

Ojalá pudieras entender que hoy en día, tengo que mencionarlo, la vida de las personas ha experimentado algunas modificaciones, de tal manera que no sólo tenemos que hablar acerca de esas zonas erróneas que nos hacen daño, y tendríamos que escribir un nuevo libro sobre una especie de “zonas cómodas” que nos impiden ser lo que Dios tenía proyectado que fuéramos, lo que los demás esperan de nosotros y aquello que nosotros mismos mereceríamos.
El resultado que nos atrae esa danza ejecutada exclusivamente en la pista de la comodidad es el triste espectro que contemplamos: Hoy abundamos tantos seres humanos que no padecemos de otra enfermedad que la de nuestra minusvalía psíquica. Nuestras parálisis no son las corpóreas sino las de la voluntad, las del amor propio, las provocadas por la ausencia de coraje en la vida.

8.- Las zonas cómodas de nuestra vida tienen dos máscaras: el miedo y la incongruencia.

Y, es que, no se necesita de un gran esfuerzo de análisis como para que hoy te puedas dar cuenta de cómo muchas personas no llegamos a gozar auténticamente de la plenitud de nuestras capacidades, porque nunca las ponemos a prueba, o mejor dicho, ¡le tenemos demasiado miedo a la prueba!

Algunos autores nos han mencionado que el mayor promedio de las personas utilizamos sólo el 10% de nuestras capacidades y que el 90% restante yace enterrado en las tumbas de los fantasmas de los miedos, los pánicos y la angustia. Y, es que las personas le tenemos miedo a fracasar, por lo cual solemos cavar un agujero y nos escondemos en un cómodo rincón, y cada nuevo día lo convertimos en algo idéntico al ayer y, lo peor de todo, en un molde de nuestro mañana, porque en esa forma nos sentimos cómodos y no corremos absolutamente ningún riesgo.

9.- Otro efecto de las zonas cómodas en nuestra vida es el de esas incongruencias que nos atraen la auto-destrucción.

O, ¿dime sí o no es cierto que la causa principal de nuestros fracasos es ese pensamiento destructivo que provoca la acción incongruente con nuestros objetivos personales? Piensa en un vendedor que ha considerado progresar pero que desde sus zonas cómodas se comporta de un modo grosero para con sus clientes, o el de una persona que necesita un trabajo y que se pasa la vida viendo la televisión acostándose a las tres de la mañana y levantándose a las 12 del mediodía a leer los avisos de ocasión en la prensa. La incongruencia entre lo que queremos y lo que hacemos nos destruye: alguien quiere ser un escritor y no se pone a hacer ensayos, alguien quiere graduarse y no aprovecha el tiempo de su formación académica…

Y así te darás cuenta de que la diferencia más grande entre la gente que alcanza el éxito en la vida y los que fracasan no suele ser el talento, sino la persistencia, es decir el no tenerle miedo a ingresar a nuestras áreas incómodas para modificar las cómodas. Mucha gente considerada brillante que conocemos se da por vencida y la que realmente sobresale es la que practica la inflexible e incómoda congruencia. ¿Quién quiere correr el riesgo de recibir un golpe más? El que sigue en la búsqueda del éxito, a pesar de lo poco atractivo que se presente el proceso.

10.- Y es que los éxitos en la vida se consiguen por la suma de las cosas, y este es otro factor de poca comodidad, pero que al cultivarlo nos ayuda a crecer. Veo al hombre que pica piedra dando martillazos sobre la roca, asesta quizá un centenar de golpes antes de que aparezca la menor resquebrajadura. Sin embargo al centésimo primer martillazo, se abrirá en dos. Cualquiera que contemplara la última escena pensaría que fue ese golpe el que partió en dos la roca, sin embargo, todos sabemos que no fue el último golpe el que lo hizo, sino la suma de todos los anteriores.

La diferencia existente entre los triunfadores y los perdedores, en esta vida y en la eterna, es que los triunfadores se levantaron una vez más de los que se cayeron.

No le tengas miedo a aquello que altera nuestra vida, recuerda que el carácter puede manifestarse en los grandes momentos, pero se forja en los pequeños.

Te invito a ingresar al campo de la incomodidad, a recibir el bautismo del sacrificio. Salir de nuestras zonas cómodas significa agrandarse, soñar el sueño imposible, alcanzar lo que antes nos habíamos intentado por no arriesgarnos al fracaso.

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