I - DESPIÉRTAME ANTES QUE MUERA.
Muy estimados amigos, les agradezco por la gentileza que nos brindan al frecuentar este espacio de reflexión.
Hoy se inicia el tiempo del Adviento, que es una preparación litúrgica para la Navidad cristiana. “Adventus” significa en latín: venida o llegada, y se refiere a la preparación activa de los fieles cristianos para el nacimiento histórico del Hijo de Dios celebrado en la liturgia anual.
2.- ¿Cómo prepararnos? En este primer domingo del adviento en que el Evangelio nos dice: “¡Vigilad, estad atentos!” Debemos preguntarnos: ¿Estar atentos a qué? ¿Preparados para qué? ¿Qué hacemos mal? ¿Qué cosas hacemos en la vida y de lo cual nos podemos arrepentir? ¿Vigilar, qué? ¿Permanecer alertas de qué? ¿Cómo vivimos para no llorar cuando sea demasiado tarde?
Te decía que adviento, significa: “venida”. Y en este tiempo litúrgico llamado adviento, y compuesto por cuatro semanas, se nos prepara progresivamente para la celebración litúrgica de la primera venida de Cristo, el próximo 25 de diciembre.
Sin embargo, Dios a través de su Palabra nos va a presentar algunos elementos que son fundamentales, en orden a que preparemos nuestro adviento existencial.
El adviento es un tiempo de conversión, un tiempo para ingresar a nuestro interior, en orden a detectar tanto aquellos elementos nocivos en nuestra vida así como aquellos elementos positivos que no han sido suficientemente fortalecidos.
El adviento es un tiempo para que hagamos un alto en la existencia, y así una vez revisado el marco de la vida, nos dispongamos a continuar por el buen camino asumido, o bien que seamos capaces de retomar ese camino que hemos abandonado.
3.- ¡Fíjate! Cómo la solución de casi todos nuestros problemas nace cuando somos capaces de admitir nuestros errores, cuando miramos hacia adentro con sinceridad.
Cuando somos capaces de reconocer y aceptar nuestro egoísmo en nuestros actos, cuando no tenemos miedo de aceptar nuestros errores, cuando aceptamos una conciencia en claridad, es entonces que se empieza a vivir.
Mientras no suceda esto, no puedo llegar al núcleo del problema que está en mí, en la manera cómo yo sea capaz de aceptar la vida y sus inconvenientes con claridad, sin miedo y con la difícil capacidad de arrepentirme y de vivir purificándome de los lastres que sin querer he ido aceptando. Dicen los psiquiatras más afamados que “No es posible vivir feliz en el presente a menos que el pasado se haya 'limpiado' y que el futuro sea brillante y prometedor".
El Evangelio de este domingo nos invita para que dejemos a un lado nuestra pasividad en la vida, y para que nos convirtamos en los verdaderos hombres comprometidos con nuestra vida y con nuestra historia. Que dejemos de ser los solos reactores y que nos convirtamos en los actores de ese trozo de trama que Dios me ha confiado en mi historia.
4.- ¡Vigilad, estad atentos!, nos dice el Señor, y es que las cosas más bellas de la vida se nos pueden escapar, se puede perder todo sí vivimos en la somnolencia.
Te quiero comentar una escena en mi vida:
Como sacerdote, y desde que era seminarista siempre me ha causado gran preocupación, algo que yo autotitulaba y autotitulo: "estacionarme".
Al ingresar al Seminario entré en un ambiente en el que me sentía profundamente a gusto, y lo gritaba a los cuatro vientos, el haber sido una de las personas más afortunadas. Me sentía como un delfín en el agua, como un águila disfrutando de la placidez e ímpetu del viento, como una gacela corriendo vertiginosamente por el campo, como un topo construyendo en el subsuelo. En lo personal, disfrutaba de las oraciones, de la Santa Misa, del Apostolado el fin de semana y en vacaciones, del Deporte, de las Clases, del Estudio Personal, de los convivios, de la Vida Comunitaria e Interpersonal, de las reuniones comunitarias y familiares... El Seminario, de pronto, se convirtió en mi segunda y verdadera familia. Le llegué a asimilar como si fuera una segunda madre que terminó de alimentarme. Estaba como un bebé cómodamente ubicado en la calidez y seguridad de su placenta.
Pero resulta que en el mes de Abril de 1985, el Señor me iba a ofrecer una sorpresa, por la cual repentinamente,… ¡Me iba a despertar!
Mientras trabajaba en la carpintería de nuestro Seminario, algo extraordinario parecía que podía cambiar repentinamente el rumbo de mi vida. Lo que me sucedió estaba atentando contra lo que yo buscaba, y de pronto las luces de alerta se encendieron vertiginosamente, el faro amarillo se encendía intermitentemente, una especie de sirena ululaba en un espacio abierto, y todas mis seguridades parecían correr el peor de los peligros. La señal de alarma provocó el sobresalto, y por primera vez en la vida, experimentaba que estaba a punto de perder algo que amaba con toda el alma, y que al mismo tiempo era mi todo.
5.- Un servidor tenía 19 años y era aquel ya mi quinto año en el Seminario, era mi oficio ése año por segundo año consecutivo el de carpintero en la comunidad, y trabajaba en el taller en las horas vespertinas de trabajo físico, horas de trabajo que en justicia y obligación teníamos que realizar para el buen funcionamiento de nuestro Seminario y para cooperar con la generosidad que siempre ha tenido el pueblo de Dios para con nuestro Seminario.
Recuerdo que hacíamos unos reclinatorios para la capilla del Instituto de Filosofía y mientras empujaba con los dedos pulgares la madera que ingresaba equidistantemente a la sierra eléctrica, el dedo pulgar de mi mano izquierda brincó el borde de la madera que empujaba y por el impulso, se fue a estrellar con el disco de la sierra eléctrica.
En la realidad aquel disco metálico no me cortó, era algo peor: me estaba destruyendo el dedo pulgar de la mano izquierda, me lo estaba desflorando, lo había destrozado. Los afilados dientes distribuidos irregularmente en aquella sierra eléctrica no me cortaron, me golpearon duramente la punta del dedo y destrozaron mi huella digital.
El sangrado era exagerado, y en ese momento pensando en mil cosas, me dirigí hacía la oficina del Padre Lorenzo Javier Barrera Charles, la cual estaba a unos doscientos metros de donde estaba ubicada la carpintería. El era mi prefecto y tenía que ponerle al tanto del accidente. Recuerdo que no me dolía el dedo, ya que estaba profundamente caliente y adormecido, pero el sangrado seguía siendo incesante.
El padre no estaba en ese preciso momento, y me dirigí junto con un compañero hacia la Cruz Roja de san Pedro, que está a unos 1000 metros del Seminario de san Pedro.
6.- De pronto al ir de camino una idea me asaltó y me dejó inquieto… Hacía dos Años, el año 1983 de entonces, que el Código de Derecho Canónico, el cual rige la vida interna de la Iglesia, había cambiado, pero bien recordaba que decía el anterior Código que "un defecto notable en las manos del candidato era un impedimento para que alguien se ordenara sacerdote". Esto me perturbó, me despojó de la paz.
Ya estando en la Cruz Roja, llegó el padre Lorenzo, quien ya enterado del accidente me encontró haciendo sala de espera para ser atendido. El padre se adelantó y trajo a una doctora, quien le dijo en un tono que quería ser tranquilizador, que el dedo no se iba perder pero que iba a quedar defectuoso, le explicaba la doctora al Padre Lorenzo, que se había perdido "demasiada sustancia" al golpear con la sierra eléctrica.
Una vez que la doctora regresó a su consultorio, el padre Lorenzo se sentó a mi lado y me preguntó, al verme llorando en ese momento, “¿quieres que te lleve con un cirujano plástico que conozco, o quieres que te atiendan aquí?”
Recuerdo, aunque hayan pasado veintitrés años, como si fuera el día de ayer mi respuesta entre los sollozos: "Padre, no me preocupa si el dedo me queda estético o no? ¿No me preocupa si queda chueco o torcido? Lo que sí me preocupa es que el día de mañana no me quieran ordenar sacerdote. Padre, yo quiero ser sacerdote, ¿Sabe? ¡yo quiero ser padre!"
El padre Lorenzo decidió llevarme con el Doctor Rodrigo, su amigo especialista en cirugía plástica, con el cual todavía me siento agradecido, y pido a Dios constantemente por él y por su familia. Se me hizo una cirugía reconstructiva, gracias a Dios no se habían afectado ni los músculos ni los nervios.
7.- Tengo que confesar que este acontecimiento me sacudió en mi vida, y me hizo espabilarme en medio de un grato pero somnoliento proceso. ¿Estás de acuerdo conmigo en que cuando todo es agradable entra la somnolencia en la vida? ¿No te has dado cuenta que cuando el clima es placentero y no tiene variantes suele adormecernos a todos?
El Señor nos hace una advertencia: No sabemos ni el día ni la hora.
Abundamos quienes nos sentimos dueños de la vida, creemos que tenemos nuestro tiempo comprado. No debemos olvidar que en este vida el único momento que tenemos seguro es el momento presente, éste día que Dios me da y que debo aprovechar al máximo.
8.- El cristiano debe contemplar siempre la existencia como un continuo empezar, para que la vida no se vuelva un lastre. Ni siquiera la vida eterna será algo que nos haga concluir, sino que se convertirá en el inicio definitivo.
Dice el Prefacio I de los fieles Difuntos: "Pues para los cristianos, la vida se transforma no se acaba, y cuando se disuelve nuestra morada terrenal tú nos prepara una mansión eterna en el cielo".
El mismo cielo no es nuestro fin sino el comienzo. Cada momento de esta vida es un volver a empezar.
¿Sabes? Hay una oración muy breve, que he agregado a las de todos los días y que he estado repitiendo desde hace muchos años al iniciar y concluir mis labores cotidianas: “¡Señor, despiértame antes que muera!”
Muy queridos amigos: “Es imposible darle marcha atrás al reloj, pero si Dios te ha permitido darle cuerda otra vez, tienes que aprovecharlo”.
II - PEONES DE ALBAÑIL DE LA PROPIA EXISTENCIA.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Velen y estén preparados, porque no saben cuando llegará el momento. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos; permanezcan alerta”.
1.- Muy querido amigo:
¿No sé si te has fijado? Pero..., los hombres y las mujeres de todos los tiempos tenemos una doble forma de ver las realidades que vivimos en nuestra existencia: en primer lugar todo lo que obtenemos o aquello que se nos obsequia se puede ver como si fuese un punto de llegada, o bien, en segundo lugar, todo puede ser visualizado como un punto de partida.
Es así, de estas dos formas, como contemplamos el nacimiento, el noviazgo, el matrimonio, el ingreso al Seminario, la ordenación sacerdotal, la graduación, el establecimiento de un negocio, el misterio de la muerte... todo, completamente todo, puede ser visualizado desde esta doble perspectiva,... aún aquellas cosas más sagradas.
Lo anteriormente mencionado pareciera no tener una gran notoriedad, si no fuera porque las diferencias en la vida, y en nuestra forma de ver la vida, se van marcando por esta doble forma de avizorar la existencia.
2.- ¿Un punto de llegada o un punto de partida? Las dos formas suelen parecer tan semejantes, y esto en ocasiones nos adormece, pero las actitudes que se generan por una u otra óptica existencial marcan una distancia abismal.
Démonos tiempo, el día de hoy, para que revisemos nuestra vida cristiana, y así el matrimonio, la vida consagrada y mi sacerdocio, como también el misterio de la muerte, bajo esta perspectiva.
3.- El matrimonio, para aquellos que ven la celebración del sacramento como un punto de llegada, podrá ser entendido como algo que logras alcanzar en la vida, como la realización de un sueño, como una ilusión concretizada. Se trata de un lugar al que anhelabas llegar y al que al fin has accedido. Se trata de una especie de conquista obtenida.... ¿y qué tiene esto de malo? –te preguntarás-. Dame un poco de tiempo y lo verás.
Por otro lado, el matrimonio cuando es visto como un punto de partida, debe ser entendido como un nacimiento y como el inicio de un estilo nuevo en la vida que Dios les concede a los cristianos. Se trata del inicio de algo totalmente nuevo que supera las expectativas y los sueños del hombre.
La diferencia entre una y otra forma de ver el matrimonio, así cómo un punto de llegada o cómo un punto de partida, todavía no son muy notorias..., las verdaderas diferencias vendrán en las actitudes de lo cotidiano, las cuales suelen transformar nuestros sueños en pesadillas y las canciones en réquiem.
Aquellos que contemplan el matrimonio como un punto de llegada, tienen el riesgo de caer en el limbo de la mediocridad,… es decir, pueden aletargarse, caen en el sopor y en el engaño.
El experimentar esa “seguridad” que nos da lo adquirido, ha hecho, de muchos esposos y esposas, personas que se olvidan culposamente de todo aquello que mantenía con vida el amor durante el tiempo del enamoramiento y del noviazgo.
Aquellos para quienes el matrimonio es un punto de llegada, se les suelen olvidar todas aquellas atenciones,... y también los detalles. La celebración sacramental del matrimonio se convierte, para toda esta pobre gente, en una adquisición, en una conquista, en un trofeo.
Con el paso del tiempo, se les llega a mirar descuidados en su aspecto físico, desaliñados. Se sienten tan seguros de tener a alguien que llega o que les espera en casa. De tal manera que no les preocupa nada, al fin y al cabo, ya han llegado a donde esperaban llegar y han obtenido lo que deseaban obtener.
4.- Pero... ¿y para aquellos que el matrimonio es un punto de partida?
Todo lo contrario sucede, con aquellos que contemplan el matrimonio como un punto de partida: ellos ni pueden ni quieren darse el lujo de adormecerse, de perder los pormenores, todas esas pequeñas cosas de la vida. Para ellos, no hay un lugar ni para la somnolencia ni para la vanidad.
Ellos no pueden dejar morir algo tan sagrado, que vieron nacer cuando recibieron el sacramento del matrimonio. En su vida no hay lugar para el sopor, el aburrimiento, la pereza o la costumbre.
5.- Ahora podrás darte cuenta de que: El mejor deseo que podríamos tener para una persona que se casa, es el que su matrimonio no sea un punto de llegada sino un punto de partida.
Lo mejor que podríamos anhelar para ellos es que, el formar una familia no sea el llegar a una meta sino el recibir de Dios esa señal de salida para así iniciar una noble competición cristiana; que para ellos el matrimonio no puede ser el anochecer de la existencia sino el amanecer de un sueño totalmente nuevo; que no puede ser el ocaso sino el despuntar de una nueva ilusión; que el Sacramento que reciben no ha de ser la conclusión de un tomo sino la introducción a una nueva etapa; que la celebración litúrgica no llegará a ser el escribir el epílogo de una historia, sino el escribir el prólogo de un nuevo tomo en la vida.
6.- ¿Sabes? La vida consagrada también tiene los mismos peligros. Cuando para un sacerdote o para una religiosa aquel momento tan sublime en que se consagró la vida, es visto como un punto de llegada y no un empezar a caminar, puede llevarle a convertir paradógicamente lo más sagrado en una vida poco digna.
Para quienes la consagración es un lugar al que se llega, la consagración se convierte entonces en un “status”, en donde se ha adquirido una “falsa seguridad”. Las personas empezamos a olvidar todo aquello que mantenía con vida lo que es vital, ya no hay preocupación por la oración, ya no se estudia, ya no hay retiros ni ejercicios espirituales..., los libros se convierten en un adorno en la oficina.
Entonces el sacerdocio, la parroquia y la vida en medio de la comunidad de vida consagrada, se convierte en una especie de conquista, un lugar al que se llega y sobreviene nuestra más lamentable monotonía. Nos vamos arrastrando en el polvo de la rutina y de la amargura.
En cambio, aquel sacerdote o aquella religiosa que vea su consagración como un punto de partida no podrá dejar asfixiarse algo que es considerado un Don y un Misterio. No se podrán descuidar todos aquellos elementos de la formación permanente que mantienen siempre vivo lo que en la formación básica se recibió.
7.- ¡Fíjate! Como son tantos los ámbitos en que se aplican estos principios...
Hay quien pensó que su graduación era un punto de llegada que le hacía merecedor de un excelente puesto en una empresa, sin que esto significara un punto de partida de una vida profesional cimentada en el esfuerzo de la vida diaria... Hay tantos profesionistas, así médicos, abogados, docentes, arquitectos, ingenieros, administradores, comunicólogos, contadores, diseñadores,… que hicieron de su salida de las aulas el punto al que se llegó ufanamente, y se han quedado obsoletos en sus conocimientos y en los servicios que ofrecen.
8.- Pero..., mejor dejemos nuestro espacio del pensamiento, para dirigir la mirada a nuestra vida cristiana.
Dice el Evangelio: “Velen y estén preparados... Lo que les digo a ustedes lo digo para todos: permanezcan alerta”.
La vida cristiana es un prolongado y recurrente punto de partida. Solamente así a Dios se le puede amar y esperar en el estupor, con las puertas de la mente abiertas de par en par, con las manos trabajadoras, con nuestros ojos liberados de la pesantez, y con el corazón finalmente curado de la dureza que provocaba nuestra esclerocardia.
En cambio, para quienes pensamos que ya hemos llegado, o que la vida cristiana es una adquisición de nuestro bautismo, nos podemos convertir en esos hombres mediocres que piensan que con sus credenciales y carnets podrán acceder al Reino, o que, por ir a tal parroquia los católicos, o a tal congregación nuestros hermanos separados, o a tal cine, salón de eventos u hotel algunos miembros de nuevas sectas, ya poseen una especie de membresía de la eternidad, ya están en el número de los salvados. ¡Qué triste engaño!
9.- La hiperconfianza suele ser tan nociva. Ayer como hoy, y quizá hoy más que ayer, somos tantos los que nos sentimos ser los dueños de la vida, los que creemos que tenemos el tiempo, las cosas y las personas, con su confianza y sus sentimientos, comprados.
La vigilancia deberá ser una actitud del cristiano no tan sólo en el adviento, sino en cada momento, ya que esta vida no es más que el adviento de nuestra verdadera navidad. Y es que cuando sin querer nos descuidamos, casi sin darnos cuenta, ya no tenemos presente el por qué de tantos desvelos y de tantas preocupaciones.
Vigilad significa que nunca podremos descansar creyendo que ya hemos llegado, que ya estamos bien, que ya somos lo suficientemente buenos como para descansar, dormirnos y despreocuparnos.
Nuestra atención ha de ser constante, pues el contagio, el mal se infiltra cuando bajamos la guardia. El mal está siempre ahí, siempre atento y se apodera de nosotros cuando nos confiamos. Y ése es el peligro constante, no que aceptemos el mal, sino que se vaya apoderando poco a poco de nosotros al no estar atentos.
Nuestra vida cristiana, como un punto de partida debe ser ofrecimiento y lucha. Sólo se vivirá cristianamente en el esfuerzo y en la donación. ¡Porque el que da la vida y todas las cosas, es Dios!
10.- El cristiano tiene siempre la necesidad de contemplar la existencia como un continuo comenzar. Solamente entonces comprenderá que la vida eterna es la prolongación de lo que en nuestra vida temporal hayamos hecho. La muerte no será entonces un epílogo sino el prólogo de una historia en la eternidad, no será un tomo que se cierre sino nuestro ingreso a un tomo en el que estén escritos nuestros nombres, y lo cual es nuestra alegría verdadera. El cielo no será entonces un punto de llegada sino un punto de partida para todos nosotros.
Todos somos conscientes de lo anterio, pero..., al mismo tiempo somos tantos los que estamos esperando el futuro en lugar de construir el futuro. Parafraseando el escrito de Don Amado Nervo, ¿En qué hemos convertido nuestra vida? ¿Qué somos cada uno de nosotros? ¿Somos Arquitectos o peones de albañil de nuestro propio destino? ¿Tienes un proyecto por realizar o las cosas simplemente se van dando una tras otra en un ineludible movimiento mecanicista?
¿Sabes? "Una Iglesia que no espera en la venida del Señor, ha perdido el núcleo de su esencia, ha perdido toda su fuerza".
III - VIGILANCIA EN LA FAMILIA.
“Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo”.
1.- Muy queridos amigos:
Un nuevo Año litúrgico y un nuevo relevo en nuestra vela ante Dios que viene. Es una nueva oportunidad para cada uno de los cristianos de renovarnos y de crecer. Así como las plantas se desarrollan dentro de un ciclo de crecimiento y cada año tienen una nueva oportunidad de dar frutos, el cristiano cada año litúrgico tendrá una nueva y gran oportunidad para fructificar.
Se trata de nuestra preparación para que Dios venga. Imagínate al pueblo Israelita. Piensa en ese resto fiel que esperaba con ansia al Salvador de Israel. Imagínate a María Santísima quien había concebido en la virginidad esperando al niño Jesús que habría de nacer. ¿Has imaginado aunque sea por un solo momento sus preparativos, sus actitudes y sus esperanzas? La esperanza del adviento tiene un sentido especial distinto a toda otra espera, ¿por qué? Porque esperamos lo que poseemos,… lo mismo que la madre espera el nacimiento del hijo que ya posee. ¿Lo entiendes?
Fue en esa navidad, hasta la encarnación, cuando el hombre terminó de esperar a Dios,… y fue a partir de ese entonces que, al cambiarse los papeles, ahora Dios es el que espera al hombre. Dios se ha hecho don, presencia, intimidad. Cada día que pasa es un momento en que el momento del encuentro se acerca más.
2.- Y así, aunque la vigilancia debe ser una virtud y una actitud del cristiano en cada momento, entendemos que de una manera especial deben tenerla los recién-casados y los recién ordenados, aquellos que han cambiado su vida y que deben asimilar su situación: han pasado de ser los sujetos pasivos y se han convertido en los responsables de una familia, como hijos de familia eran excelentes ejecutores de un instrumento musical en la gran orquesta familiar, pero ahora se han convertido en los directores de la propia orquesta, con una batuta compartida y tocando, en muchas ocasiones, un concierto de piano a cuatro manos. Ellos no se deben sorprender al encontrar esas dificultades en el inicio y en el transcurso del concierto de su vida.
Es más, a lo largo de la vida ésta será la palabra clave: vigilar, estar alertas. Porque cuando sin querer nos descuidamos, casi sin darnos cuenta, ya no tenemos presente el porqué de tantos desvelos y preocupaciones. Bastaría una sola pregunta en todos esos momentos para así solucionar cualquier problema de nuestra vida: ¿lo que hago o dejo de hacer queda en mí, o tiene proyección y vida?
3.- Uno de los peores males que puede vivir un matrimonio es el ingresar en ese limbo de la rutina, el adquirir la membresía del selecto club de la costumbre. La monotonía, es decir, ese estar escuchando todo en un mismo tono, sin esas variantes que nos reflejan el don de la vida y no que nos ha llegado la muerte, o ese estar viendo siempre el mismo tono en el horizonte sin la amplia gama de matices que nos ofrece Dios, suele ser la peor de las polillas en los matrimonios.
La mujer debería cuidar todos aquellos detalles que, ella bien sabe, le son atractivos al esposo. Quizá uno de los momentos que provocan mayor crisis en el matrimonio es ese momento en que, como regalo de Dios, se asume el segundo papel en la trama del matrimonio: cuando ya no tan sólo son esposos, y empiezan a ser padres.
Los casados deben ser conscientes de que el ser padres no los exime de las responsabilidades que tienen como esposos uno para con la otra o una para con el otro.
4.- ¡Vigilar, estar alertas!
Vigilar se convierte en una acción significativa en la que están implicados los oyentes. La acción de vigilar comporta no dormirse. Velar es mantener despierto el espíritu cuando tantos duermen; velar es sobreponerse a las tinieblas que nos rodean; velar es vivir en el ámbito de la Luz de Dios. Renunciemos a todo lo propicio de las tinieblas como lo es el pecado.
Velar, para un cristiano, consiste en entrar en los planes de Dios y decidirse a realizar activamente su destino.
La rutina y la costumbre se han convertido en esos vicios con los que debemos luchar en nuestras familias. Resulta terrible el pensar que hasta podemos llegar a destruirnos a fuerza de acostumbrarnos a lo que Dios nos ha dado.
Respóndete a las siguientes preguntas: ¿Tú sigues creciendo? ¿Siguen creciendo tus seres queridos? De no ser así, es posible que encontremos la explicación en la monotonía de nuestro acostumbrarnos a las personas.
5.- Muy queridos amigos: Dos son las actitudes que hoy tenemos que tener presente para iniciar una andadura segura a nuestro caminar.
Primero: ver. El querer ver. El no tenerle miedo a reconocer, llegar a saber dónde está el origen y los motivos que me impulsan a vivir, detectando aquellas situaciones que nos provocan muerte.
En segundo lugar: el valor. Se trata de tener la valentía, la capacidad, el coraje, el esfuerzo y el arrojo de arrepentirse, de pedir perdón.
Y entonces, sólo entonces, se puede hacer la luz en nuestro interior, es entonces que puede venir el Señor, en nosotros puede habitar la plenitud del amor de Dios que sólo puede entrar cuando somos capaces de abrir el corazón a la claridad.
6.- No existe solución para nadie fuera de la claridad de su conciencia, la cual se obtiene en la cercanía con Dios. No existe vida humana en el error. No es posible vivir en la pereza y cumplir mi papel, no es posible ver a Dios desde el placer en el que estoy envuelto, como búsqueda ansiosa de pasar la vida.
Vigilar y estar atentos: Porque aunque eso es difícil, no se va a encontrar seguridad y apoyo en el ambiente, pues, al fin y al cabo sólo en la claridad personal se inicia el proceso de conversión hacia Dios, el cual nos podrá conducir hacia la salvación personal.
Debemos estar atentos, especialmente para no caer en esa seducción que generan los populismos.
¡Es que todo mundo lo hace!, ¡Esto ya es normal! –dicen algunos- ¡Nunca como hoy había sido tan popular! Y me puedes decir: ¿cuál es la factura? ¿Crees que vale la pena el costo?
Borreguismos, comparsas, influyentismos, aplausos, reconocimientos, sonrisas y adulaciones. Siempre habrá quien nos los profiera, y siempre habrá quien los prefiera porque no tiene la capacidad de vivir su vida y la busca en la falsedad de ese engaño pasajero que es la bufonada de los demás.
Podemos elegir entre el aplauso del momento que puede durar un corto tiempo, o esa paz y serenidad de nuestra conciencia que nos acompañará siempre. Y cuando alguien elige el aplauso necesariamente se elige el egoísmo.
7.- Todo acto de egoísmo nos encierra, y todo mirar hacia arriba nos libera, nos eleva y nos comunica con los deseos profundos de nuestro ser. ¿Qué es el pecado? Dejarse arrastrar por cualquier cosa que acabe en mí y sea sólo y exclusivamente para mí.
El pecado no es tan sólo maldad,… la maldad viene como consecuencia de no poder resistir a las exigencias continuas de una manera de vivir en la que sólo importo yo y lo que me gusta. Luego, ya no me preocupa lo que pueda ocurrir a los demás y no me importa hacer el mal, es allí en donde maldad y pecado llegan a identificarse.
Es para eso por lo que debemos estar vigilantes: para no elegir aquello que nos deslumbra, y para no estar pidiendo lo que no nos corresponde perdiendo lo que sí nos corresponde, para tener el corazón libre del error, del pecado, del egoísmo y de las exigencias.
El pecado es un error que pagamos tarde que temprano en esta vida y sobre todo en la eternidad,… pero también pagamos una vida que no tiene fuerzas para ofrecerse y sacrificarse en aras de la construcción común del Reino y de la obtención de esa eternidad. El pecado del hombre comienza en nuestra ignorancia, en la incomodidad de no querer saber, en todo tipo de exigencia a la vida y a los demás para mí.
8.- Vigilad, significa que nunca podremos descansar creyendo que ya hemos llegado, que ya estamos bien, que ya somos lo suficientemente buenos como para descansar y despreocuparnos.
La atención, la vigilancia ha de ser constante, pues el contagio, el mal, se infiltra cuando bajamos la guardia. El mal está siempre ahí, siempre atento, forma parte de este mundo y se apodera de nosotros cuando nos confiamos. Y ése es el peligro constante, no que aceptemos el mal, sino que se apodera poco a poco cuando el hombre no está atento y admite todo lo que le llega y lo que le gusta.
Nuestra vida cristiana es ofrecimiento, lucha, violencia, claridad, purificación. En una palabra la vida cristiana es conversión.
Lo totalmente otro es la tentación que se apodera, que nos engaña y que nos mata. Sólo se vive en el esfuerzo y en el ofrecimiento. Porque el que da la vida es Dios, y no podremos entrar al Reino mientras no seamos capaces de reconocer nuestros errores y pedir perdón.
Cada uno tiene los suyos, cada uno sabe por dónde entró el demonio del egoísmo, del dominio, de la pereza, del orgullo o de la vanagloria. ¡Pídale a Dios el don de la conversión que nos prepare para la celebración litúrgica de la Navidad!
9.- Pero, sobre todo, pidamos a Dios que nos prepare para cuando celebremos nuestra propia Navidad en la contemplación de su divino rostro.
Propiciemos cristianamente el Silencio Expectante. Como en el teatro, como en un concierto, como en la película. El silencio de algo importante que viene o se presenta. El silencio en el culto litúrgico en el inicio de la misa, en el OREMUS, desde el SANTUS hasta el Padrenuestro que nos hablan de algo importante que está por suceder. Busca durante este tiempo de adviento el silencio de la oración, CINCO minutos al día de camino al trabajo o al regresar. Al empezar el día o al terminarlo y piensa un sólo instante en aquél a quien esperas: reza el Padrenuestro y dile a Dios que venga su reino, que venga a mí su reino y en mi esté, que venga a mi familia y a los que me rodean, que venga a mi comunidad, que venga a mi pueblo, que venga SU REINO A NUESTRO MUNDO.
Es muy importante que, en medio de la agitada superficie, en medio de todo el dolor o alegría que cada día trae consigo, haya en lo más profundo de nuestro corazón, en lo más íntimo de nuestro ser, un rincón de paz y que allí se alimente una gran expectación,... porque el Señor ya viene.
IV - INSENSATEZ O SENTIDOS ENTORPECIDOS.
“ En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Velen y estén preparados, porque no saben cuando llegará el momento. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo”.
1.- Muy queridos amigos:
En este día, aunque es el primer domingo de adviento, al caer en 30 de noviembre celebramos en el calendario al Apóstol san Andrés, hermano de san Pedro. A él se le llama el “protocleto” es decir el primer llamado, y es aquel que introduce a su hermano al seguimiento y que muere en una “cruz aspada” o en forma de “X”. Es por ello, que pido por aquellos que llevan este nombre cristiano, así como le pido a Dios por todos aquellos que ejercen el apostolado a favor de su propia familia y que se topan con mil obstáculos en la realización de este apostolado…
2.- Y es que, a toda luz, a todos nos resulta evidente que nuestra realización humana será inseparable de la posesión de ciertos bienes que nos permiten cubrir nuestras distintas necesidades básicas,... no obstante, en ningún caso nuestra realización humana se puede reducir solamente a ello,... no se puede empobrecer al hombre queriendo que sea, consista o se construya en sólo un conjunto de bienes.
Y es esta la apreciación y la invitación que la Iglesia, en su liturgia, nos hará extensiva durante este Adviento naciente, el cual como río de aguas caudalosas tendrá la desembocadura de su cauce en la mar de una Navidad auténticamente cristiana. Navidad dirigida a reconocer la majestuosidad del Dios de la vida que ha querido compartir la sencillez de nuestra condición humana. Para lograr lo anterior, se nos invitará a que también nosotros salgamos, tanto de nuestra comodidad como de esos apresuramientos que están consumiendo nuestra vida, en orden a que vayamos en búsqueda del Dios que le da sentido a nuestra existencia y a todo lo que humanamente hacemos con honestidad.
3.- Efectivamente, todos los cristianos recibimos, ya desde el día de hoy, un llamado para que superemos nuestros movimientos primarios, que nos sobrepongamos a esa nuestra simple orientación instintiva hacia un mundo terreno, temporal y experimental, para que así nos dispongamos a desarrollar nuestra apertura hacia los bienes superiores, los que trascienden,... especialmente a Dios, el Bien Supremo del cual se participa toda bondad.
Se nos hace una advertencia concreta para que no dejemos que nuestros sentidos se entorpezcan, y que con ellos se entorpezca nuestra mente, nuestros afectos y nuestra misma vida cristiana, y que atrofiándose nuestra vida perdamos la destreza, y no poseamos ni la agilidad ni la motivación para buscar vivir en el mejor de nuestros días nuestra propia Navidad con el Dios que ha rasgado los cielos para conseguir venir Él a nosotros e ir nosotros a donde Él.
¿Torpeza de los sentidos? Pareciera una exageración y no es así del todo, bastaría que hiciésemos un paseo por cualquiera de nuestros espacios y en cualquiera de nuestros días.
4.- Dos son las direcciones en las que nuestros sentidos se entorpecen el día de hoy, como en los tiempos antiguos y en todos los tiempos: algunos de nosotros los atrofiamos por nuestra apatía y algunos otros a causa de los excesos.
En nuestra apatía, somos tantos los que sufrimos, y hacemos sufrir a muchos, a causa de la irresponsabilidad. Nuestras cualidades se van atrofiando junto con la vida y la propia conciencia; y cuando se atrofia la conciencia porque no queremos estar despiertos, porque preferimos estar adormilados, porque tenemos miedo de aceptar nuestra vocación a la eternidad no tenemos más remedio que arrastrarnos y mendigar en una vida que ya no es verdadera vida. Y un día mendigaremos en esta vida que se nos dé un poco de salud, un poco de paz, un poco de amor y un poco de comprensión. Lo más lamentable de todo, será cuando llegue el día que debería ser el “mejor” de nuestros días, y que entonces mendiguemos la eternidad, después de habernos pasado el tiempo eximiéndonos de nuestros propios compromisos existenciales.
5.- Y la apatía, no es más que el primero de nuestros caminos a la perdición, ya que existe una segunda vía que pareciera ser una autopista hacia nuestro propio fracaso y condenación...
El exceso, es el segundo factor que nos atrofia. Hoy se entorpecen nuestros sentidos en el placer, el hastío, la embriaguez y la repugnancia. Se trata de una vida que todo lo permite y que se ha olvidado del valor de la austeridad y del orden. El consumismo, el materialismo, el hedonismo, el relativismo y el libertinaje se han convertido en la expresión constante y sonante del aprisionamiento esclavizante de nuestra sed de trascendencia en el sólo abrevadero de lo temporal.
El atractivo inmediato y efímero de esta sociedad de consumo nos ha impulsado a renunciar al esfuerzo de buscar y de vivir los valores espirituales y religiosos, que si bien tardan en conseguirse, poseen la permanencia en esta vida y se convierten en nuestra llave para abrir la puerta de la eternidad.
Y así, resulta constatable que nuestra visión hedonista de la sexualidad la ha reducido a ser un simple bien de consumo. De la misma manera, nuestra experiencia desviada de la libertad ha hecho que concedamos un asentimiento ciego a nuestros instintos.
Hoy en día, en el embotamiento de nuestra mente, hemos renunciado al crecimiento, a la paz del corazón y a nuestra vocación de trascendencia.
Hoy, nos hemos dejado engañar con los argumentos más infantiles. A primera vista, parece que sólo es bueno aquello que no nos duele, que sólo hay que buscar lo que nos es agradable;... se nos ha convencido de que es malo renunciar cuando se ofrece y decir que no, cuando se podría decir que sí, que todo sacrificio es malo y que todo placer es bueno.
Nos han embaucado después de que hemos permitido que se nos mintiera. Todos, al parecer, hemos caído en la trampa que provoca el barniz de lo material y el oropel del consumismo. En el afán de ganarnos la “vida” no hemos tenido tiempo para vivir y no tenemos tiempo para Aquél que es la misma Vida.
6.- ¡Ah!, tal pareciera que este cura, el día de hoy al amanecer lo primero que hizo fue ponerse las gafas del pesimismo. Y la verdad, es que las realidades no pueden ni aceptarse con afirmaciones gratuitas ni negarse con descalificaciones gratuitas.
¿Qué te parece si mejor le dejamos un espacio a la afirmación de una descalificación que Mario Benedeti hizo al periódico El País hace catorce años, exactamente el 28 de Marzo de 1994?: “El anhelado bienestar sólo se compone de bienes y disfrutes materiales, y su obligado surtidor es el mercado de consumo; nadie menciona, ni por equivocación, el bienestar de la conciencia, la salud y los estados de ánimo, la necesidad del descanso, la recompensa del goce”, y yo podría agregarle, ¿quién incluye nuestra dimensión espiritual en el ideal del bienestar?
Ojalá, que pensarás bien las cosas antes de que te ubicarás en un posicionamiento, y ojalá que cambiaras de posicionamiento antes de que las situaciones sean irreversibles.
7.- ¡Hagamos un alto en la vida! ¡Tenemos que darnos el tiempo para tener un respiro! ¿Qué es el Adviento sino un tiempo para detenernos, y un tiempo para que en la conversión volvamos a empezar, siendo capaces de corregir nuestra existencia?
Vamos a darnos un poco de tiempo para que hagamos un alto, te lo enseña el Señor, yo te lo comunico y te lo agradecerá más de uno, aparte de aquel que miras en el espejo cada mañana. ¡No dejes que tu imagen en el espejo emprenda la mudanza antes de que hagas un alto en tu vida! ¡No dejes que tu imagen se desvanezca en el espejo de tu familia! ¡Haz algo! ¿Cuándo? Ahora...
La verdad es que, yo no sé a dónde vamos tan de prisa, pero el apresuramiento ya se nos ha hecho costumbre, nuestra vida se mueve por la inercia y ha dejado de ser una reflexión. Nos diría José Narosky: “Quien apura su vida, sólo apura su muerte”. Y la peor Muerte sobrevendrá después de que se acabe esta pseudo-vida vivida en el autoengaño.
Lamentablemente, no nos damos cuenta de que nuestros autoengaños se convertirán en autodestrucción. Somos tantos, los que nos sentimos dueños de la existencia; los que creemos que tenemos nuestra vida, el tiempo, las cosas y las personas aseguradas.
8.- La invitación del Evangelio no es otra, sino a que nos mantengamos despiertos y a que asumamos nuestras responsabilidades. Se nos invita para que dejemos de hacer las cosas, porque así se han hecho desde tiempos de Noé y desde antes del diluvio.
Velen y estén preparados, porque no saben qué día vendrá si Señor.
Se trata de,... ¡que no estemos adormilados por el desgano, ni vivamos sedados por los enervantes del consumismo!
La vigilancia debe ser una actitud del cristiano en cada momento. Porque cuando sin querer nos descuidamos, casi sin darnos cuenta, ya no tenemos presente el por qué de nuestra vida.
Vigilar significa que, en lo espiritual, nunca podremos descansar creyendo que ya hemos llegado, que ya estamos bien.
La atención ha de ser constante, pues el contagio, el mal se infiltra cuando bajamos la guardia. El mal está siempre ahí, por siempre atento y se apodera de nosotros cuando nos confiamos. Y ése es el peligro constante, no que aceptemos el mal, sino que se apodera poco a poco de nuestra familia cuando los hombres no estamos vigilantes.
Debemos renunciar a lo fácil como norma, al éxito como fin, al podium como situación.
9.- ¿Qué hacer para mantenernos despiertos? Quizá, tendríamos que visitar los panteones, los hospitales, los reclusorios, los psiquiátricos, los asilos, los orfelinatos,... si lo hacemos nos ayudará a reflexionar en muchas cosas y a encontrarle un poco de sentido a lo que hacemos.
Al Señor, solamente se le puede esperar en el estupor de la vigilancia, con las puertas abiertas de par en par, pies que concluyen su jornada, el oído que ha estado atento, y un corazón finalmente curado de la dureza que provocan nuestra apatía y nuestros excesos.
No dejemos que nuestros sentidos se atrofien. No debemos vivir de las ilusiones, porque luego vienen las desilusiones desgarradoras.
El cristiano tiene dos alternativas: vivir solamente el instante o trascender en la historia para llegar hasta la eternidad. Y tú, ¿qué eliges?
1 comentario:
Que tal hermano, también conozco al Pbro. Lorenzo, es Párroco de San Jorge Mártir en la Colonia Las Puentes en donde vivo.
Gracias por compartir la entrada.
Paz y Bien en Jesús y María.
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