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miércoles, 19 de noviembre de 2008

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO: El día que Dios nos abra los ojos

Publicado por Pasionistas.es

Sí, cuando abramos los ojos y podamos ver la realidad ¿no será ya un poco tarde? Todos andamos buscando a Dios. Todos preguntamos dónde encontrarle. Y Dios nos dice a todos: “No sean tontos. Si cada día estoy a vuestro lado y me cruzo en vuestro camino y todavía andáis preguntando dónde estoy!”

¿Recuerdan el cuento de aquella Señora que se le cayó una moneda en la cocina y ella la andaba buscando en la calle? ¿No nos sucederá a nosotros algo parecido?
Dios nos dice que está en los que tienen hambre. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que están hartos de todo.

Dios nos dice que está en los que tienen sed. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que les sobra el agua y abundan las cajas de cerveza.
Dios nos dice que está en los desnudos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que visten bien y a la última moda.
Dios nos dice que está en los inmigrantes y forasteros. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que viven en los grandes y elegantes edificios de nuestras ciudades.
Dios nos dice que está en los enfermos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que tienen muy buena salud.
Dios nos dice que está en los presos que viven pudriéndose en la cárcel. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que andan libres por la calle.
Dios nos dice que está en los ancianos que viven rumiando su propia soledad. Y nosotros empeñados en buscarlos en los que viven bien acompañados y divirtiéndose en las grandes tertulias.

Por ese camino nunca podremos dar con él. Nunca podremos encontrarlo. Porque mientras la moneda está en la cocina, nosotros nos dedicamos a barrer la calle y encender todas las luces.
En el Reinado de Dios las cosas hay que verlas y mirarlas de otra manera. Porque Dios no está donde nosotros lo imaginamos sino donde él prefiere y le gusta estar y manifestarse.
En el Reinado de Dios las cosas son distintas. Siempre lo buscamos donde no está.
Lo tenemos cada día en nuestras propias narices y luego nos quejamos de que Dios se hace invisible y se esconde.

Quisiéramos hacer muchas cosas por él y no sabemos qué hacer, y entonces lo único que se nos ocurre es ir a la Iglesia. En una ocasión Dios quiso darnos una lección y no tuvo mejor ocurrencia que poner un letrero en la puerta de la Iglesia que decía: “No estoy en casa, he salido fuera”. Y mientras tanto, un pobre estaba sentado a la puerta pidiendo limosna para poder dar de comer a sus hijos.
La gente llegaba, leía el letrero y se daba la vuelta haciendo tiempo hasta que abriesen la Iglesia. Pasado un buen rato, la puerta se abrió y la gente comenzó a entrar con mucha reverencia.
Cuando se encontraron con el cura, alguien se le acerca y le dice: “Padre, ¿por qué no abre usted a tiempo la Iglesia? Todos andamos escasos de tiempo y quería aprovechar un rato libre que tenía para visitar a Dios, pero la Iglesia, fuera de costumbre, estaba cerrada”.
En esto se oyó una voz que decía: “No les hagas caso. Yo estaba sentado junto a la puerta y nadie me miró a la cara ni nadie me saludó. Sólo leyeron el letrero que yo mismo puse, pero a mí ni me vieron”.

Muchos me suelen decir: “Padre, no he podido venir a Misa porque tenía mi mamá muy enfermita y no podía dejarla sola”.
O también: “Padre, hoy me he escapado un ratito para venir a la Iglesia dejando a mi papá solito en la cama y tengo miedo que pueda caerse”.
Y se extrañan cuando les digo: ¡qué curioso, tenías a Dios en casa y vienes a buscarlo aquí!

La gente no es mala. Sencillamente que no ha aprendido a ver con los ojos de Dios. Por eso estos personajes de la parábola se quedan todos sorprendidos y todos dicen lo mismo:

¿Cuándo te vimos con hambre?
¿Cuándo te vimos con sed?
¿Cuando te vimos desnudo, forastero o en la cárcel?


Nos imaginamos que el lugar de Dios tiene que ser la Iglesia. Pero ni se nos ocurre que Dios pueda estar en la cárcel. O que Dios pueda estar desnudo y tener hambre. O que esté triste o enfermo, o pidiendo limosna a la puerta de la Iglesia.

Dios empeñado en encarnarse. En hacerse visible en nuestra condición humana.
Y nosotros empeñados en deshumanizar a Dios y hacerlo solo divino.
Dios empeñado en revelarse como hombre y en los hombres.
Y nosotros empeñados en querer verle en su rostro divino.

A nuestra respuesta de “¿Cuando te vimos?” Dios tiene otra respuesta: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. ¡Vaya chasco! ¡No ver a Dios cuando lo que abundan son los rostros de Dios en el mundo!.

Oración

Señor: Tú nos has regalado y nos has hecho responsables de tu Evangelio.
No para que te lo devolvamos bien encuadernado, sino para que lo devolvamos hecho vida para el hombre de hoy y de siempre.
Tú nos has regalado a tu Iglesia y nos has hecho responsables de ella.
No para que te la devolvamos como la encontramos envejecida y gastada.
Sino para que te la devolvamos viva, actual, capaz de responder al hombre de hoy.
Señor: que no tengamos miedo al riesgo. Que es mejor equivocarnos andando, que no equivocarnos quedándonos sentados.

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