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sábado, 13 de diciembre de 2008

Cuatro momentos para meditar el Evangelio del Domingo: III DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO B


I - YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

Muy queridos amigos:

Escribía Don JOSÉ ORTEGA Y GASSET en la Rebelión de las Masas una definición de lo que él entiende por persona: "Yo soy yo y mis circunstancias" para con ello marcar el cómo las circunstancias de tiempo, lugar, compañía, modo, instrumento..., suelen tener una incidencia importante en la edición final de nuestra personalidad.

2.- ¿Quién eres? Le preguntan este domingo los fariseos al Bautista y este responde más por el ser que por la circunstancia: “Yo soy la voz que clama... en el desierto sin lugar a dudas, pero bien podría haber sido en cualquier otro lugar lo importante es lo que yo soy, y tengo que decir que mi ser se encarga de transformar mis circunstancias.

3.- ¿Quiénes somos nosotros? ¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? Sin lugar a dudas nuestra vida se va realizando en torno a circunstancias ineludibles y estas "circunstancias" van marcando en mucho la realización de nuestro ser. Pero no debemos olvidar que una circunstancia suele ser un accidente, es decir algo que está alrededor de nosotros pero no es parte de nuestra esencia, es cierto que una circunstancia influye, pero jamás debiera determinar nuestra actitud ante la vida.

El ser es más importante que la circunstancia y cuando el hombre le da mayor importancia a la circunstancia se vuelve amargado, nunca satisfecho. La satisfacción del hombre se encuentra en gozar de la presencia de Dios y trabajar para Él, si estoy en Monterrey o en Singapur, si vivo en el siglo XXI o viviera en el siglo XIII, no me importa puesto que eso es circunstancial, y mi ser se realiza no en la circunstancia sino al optar por Dios y hacer de su vida mi propia vida.

4.- ¿Sabes? Yo sé que ya te lo he comentado no una sino varias veces, pero quisiera comentártelo en este contexto: En el año 1990 empezaban las circunstancias a querer manipular mi ser y, lo admito, casi lo logran: primero aquel acontecimiento de Enero en donde se clarificó quien se iba a ordenar en Durango con el Santo Padre, ya les había expresado que a mí no me tocó y esto me dolió muchísimo, No me ordené de manos del santo Padre sino de manos del Sr. Arzobispo, no fue en Durango sino en la Catedral de Monterrey, no fue el 09 de Mayo de 1990 sino el 15 de abril de 1990. Recuerden que en aquella ocasión Dios me dio la lección de mi vida, yo ni siquiera guardaba concordancia de las fechas y no fui yo quien eligió el 15 de abril, y es por eso que no puedo olvidar lo que me dijo mi madre al besar mis manos consagradas y felicitarme: "Hijo nunca hubiera imaginado que Dios me diera éste gran regalo. Siempre le pedí a Dios que te concediera ordenarte el día en que nosotros nos casamos y nunca pensé que iba a ser así".

Seguía el curso de la vida y apenas 3 meses después las circunstancias parecían volver a manipular mi existencia. Yo tenía la ilusión de terminar la maestría en un año más, tenía la tesis bastante avanzada, pero se levanta un "falso rumor" que ya les comenté en otra ocasión. Se levantó un falso en torno a un vehículo que unos amigos me habían obsequiado. Y las circunstancias cambiaron nuevamente: había que interrumpir un año y me pedían venir a ayudar al Seminario. Me costó mucho, no puedo negarlo, si lo niego te estaría mintiendo, pero Dios me abrió el entendimiento para comprender sus designios en mi vida, y a valorar más el ser que las circunstancias. Al concluir ese año al frente de la preparatoria del Seminario de Monterrey aprendí a valorar todos y cada uno de los días de esa circunstancia de tiempo que no fue precisamente como yo lo había pensado.

Después de ese año académico 1990-1991 en el Seminario Menor regresé en agosto de 1991 a la Universidad Pontificia de México para terminar mi maestría con el mejor de los esfuerzos, al hacerlo de forma sobresaliente el decano de la facultad me pedía que me quedará en el personal docente, pero yo estaba listo para regresar a mi querido Monterrey, traía un título bajo el brazo, y a decir verdad, en las circunstancias deseadas para mi ministerio, pensaba que me gustaría seguir ayudando en el Seminario de Monterrey. Venía orgulloso con dos papeles calificados con dos "Summa cum Laude" bajo el brazo, y consideraba que de nuevo mi proyecto era el mejor y que no existirían óbices para mi regreso al equipo formador del Seminario a la docencia.

Era esa "mi seguridad", la que me acompañaba al ingresar en agosto de 1992 a la oficina del entonces arzobispo, el señor Cardenal Don Adolfo Suárez Rivera. Pero mi sorpresa no pudo ser mayor, no me mandaban al Seminario sino a una parroquia. ¡No podía ser! -Pensaba en mi interior-, nuevamente las circunstancias ahora de lugar no eran lo que yo esperaba y de nuevo me costó asimilar mi realidad. No fue ahora hasta el final, sino inmediatamente que Dios me abrió el entendimiento y me hizo comprender al saborear las mieles de la pastoral que Él nunca se equivoca y estaba yo en el lugar que yo necesitaba estar. Estaba en la parroquia de san Juan Bosco y ciertamente continúe con la labor docente dentro del Seminario pero como maestro externo, y empecé a disfrutar ya no tan sólo de una o dos clases de teología, sino que ahora disfrutaba de la convivencia con la gente, el acompañamiento con los jóvenes, puse mi escuelita en la parroquia, pero créanme disfrutaba más de una visita a los enfermos que de una clase de teología.

Y así fue cómo Dios no permitió que las circunstancias fueran las decisivas en mi vida y al paso de 3 años, es decir del año 1992 al año 1995, llegó el turno de regresar a la oficina del Señor Cardenal. Mi nombramiento había terminado y ahora en ese mes de julio de 1995 me esperaba un nuevo destino.

¡Te soy sincero!,... cuando fuí 3 años antes en 1992 solamente pensaba en ir al Seminario. Ahora, en ese año 1995 las cosas eran muy distintas: las circunstancias no iban a decidir mi alegría. Dios sabe que no miento y aquella mañana del 08 de Julio de 1995 al celebrar la Santa Misa le dije al Señor: "Señor en dónde quieras tú yo querré, y a donde me digas tú yo iré. Algunos de mis compañeros sacerdotes me hacen en el Seminario, otros sacando un doctorado, otros en una parroquia, pero hoy te digo con esa sinceridad que solamente tú conoces: “si voy al seminario seré profundamente feliz, si me mandas a estudiar seré feliz, y si voy a una Parroquia seré también profundamente feliz".

Llegué con el Señor Cardenal y me pidió que regresará al Seminario, que me esperaba la Secretaría General del Seminario, que me esperaban clases de Filosofía y Teología, que me esperaban alumnos teólogos para ayudarles en la Dirección Espiritual y... que el fin de semana tendría que ayudar celebrando la Santa Misa en algunas parroquias donde el sacerdote estuviera necesitado de ayuda. Ni siquiera me dijo cuánto tiempo, y ni siquiera se lo pregunté, las circunstancias de tiempo, de lugar, de modo, de instrumento, de compañía han pasado a segundo plano en mi vida.

6.- ¿Sabes? Recuerdo bien cuando el 20 de septiembre de 1996 participaba en una Misa en la Macroplaza de Monterrey para celebrar los 400 años de la fundación de nuestra ciudad y escuchaba en aquellas reseñas históricas los nombres de algunos clérigos de nuestro estado y de la nación, pues también celebramos la fiesta de la Independencia de México: Desde Don Miguel Hidalgo, Don José María Morelos y Pavón, Fray Antonio Margil de Jesús, el Obispo Sacedón, el Obispo De Llano y Valdés. Y me preguntaba ¿Qué hubiera pasado si Dios me hubiera mandado a la existencia en 1596 o en 1704 o en 1810? Y mi imaginación hacia de las suyas mientras escuchaba la homilía del Cardenal en la Misa de la macroplaza.

7.- Este mundo le da importancia a la circunstancia y provoca que perdamos el sentido de nuestro propio ser. Si yo soy cura de un pueblo o de la ciudad es circunstancial lo importante es que soy "Cura", si soy cura del siglo XVI, del siglo XVIII, del siglo XIX, del siglo XX o del siglo XXI que más da,... lo importante es la Unción de mis manos, si soy maestro en el seminario o si le doy Catecismo a la gente sencilla es circunstancial lo importante es que soy "Sacerdote del Señor". Si estoy en Monterrey o en México es circunstancial, si tengo un título o no lo tengo es circunstancial. Mi verdadero orgullo se encuentra no en una Maestría sino en el sacerdocio que Dios me ha concedido.

Hoy mismo estoy viviendo en unas circunstancias que Dios me ha obsequiado: una parroquia que amo y en la que me siento profundamente amado, una serie de responsabilidades en mi ministerio, quince años de fidelidad al Dios que ha sido fiel, y... mañana desconozco donde estaré, pero sé que independientemente de mis circunstancias el ser que Dios me ha dado experimentará la bendición de Dios y aprenderá a descubrir su voluntad. ¿Sería esto lo que san Gregorio Nacianceno expresaba al afirmar que no es la parroquia la que hace al párroco sino el párroco el que hace la parroquia?

8.- Este mundo le da demasiada importancia a la circunstancia y provoca que pierdas el sentido de tu propio ser.

Olvidamos que lo importante es "ser familia" y le damos más importancia a las circunstancias: "En qué colonia vivimos", "Cuánto ganamos", "Cuánto tenemos", "A dónde vacacionamos", "Si mi casa es más grande o más pequeña", "Si la debo o no la debo", "Cómo fue mi boda", "Si soy de la clase alta o de la clase baja". Existimos personas amargada por que las circunstancias no fueron, ni son lo que esperábamos. ¡Que importa la circunstancia si lo mejor que te puedas suceder es tener una familia! ¡Que importan las circunstancias si lo mejor que Dios me ha dado es el sacerdocio!

Y nunca falta aquel soñador iluso que se la pasa pensando que de haber nacido en otra familia las cosas hubiesen sido distintas, sí se hubiese nacido en otro país, sí se hubiese nacido en otros tiempos, si fuese otra la circunstancia, y ¡se equivocan!

9,- Muy querido Don José Ortega y Gasset, estoy de acuerdo contigo en que "yo soy yo y mis circunstancias", pero tambié te quiero decir que es más importante el "yo" que las "circunstancias". Para nosotros los cristianos las circunstancias son sólo accidentes y lo que nos importa es la esencia, nuestro propio ser.

Juan es la voz que clama, ¿en el desierto? ¿En la ciudad? ¿En la mar? ¿En la luna? ¿En la montaña? Qué más da las circunstancias, si aquello que somos y hacemos es lo que nos define como personas.



II - ¿EL DINERO O LA VIDA?: ¡LA VIDA!

“Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.”
Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron a Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: ¿Quién eres tú?
El reconoció y no negó quién era. El afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió; “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”, como anunció del profeta Isaías”-

1.- Muy queridos amigos:

Al contemplar la imagen de Juan el Bautista, el domingo pasado pudimos reflexionar en torno a tres temas: la voz como uno de los instrumento de Aquel que es la Palabra, nuestra actividad como aquello que nos da identidad a las personas y, finalmente, sobre la austeridad que a Dios le ha agradado al venir al mundo.

El día de hoy la liturgia vuelve a mostrarnos el rostro, los rasgos y la predicación del Precursor.

2.- En consonancia con la predicación de san Juan el Bautista, el cual invitaba a aquellos que tenían dos túnicas, para que dieran una al que no tiene ninguna, y que invitaba a quien tuviera comida para que hiciera lo mismo, les convido a reflexionar sobre el tema de la solidaridad cristiana.

Y es que la fiesta de la Navidad, cada vez más cercana, es la celebración del Dios con nosotros, es la conmemoración del Dios cercano. Pero,... si bien la fiesta de la Navidad ha de ser la celebración en la que festejemos al Dios que ha dado un abrazo al hombre, esto nos debe mover a los cristianos para que nosotros seamos capaces de ofrecerle un abrazo al hermano.

3.- ¿Qué es la Solidaridad cristiana? ¿Cuál es su lugar en la fiesta de la Navidad?

La Solidaridad es esa actitud congruente de aquél que, habiendo recibido el beneficio del Dios que nos ha amado profundamente, se dispone, en la correspondencia, a ofrecerle al hermano, sobre todo al más necesitado, una manifestación clara del amor.

Entendemos por Solidaridad el principio teológico en virtud del cual podemos influir positivamente en la vida espiritual y corporal de los demás.

Si describiéramos en este momento el proceso que nos puede llevar a la vivencia auténtica de la Solidaridad, tendríamos que hablar de una virtud que nos exige un triple componente en su expresión cristiana, manifestado al final de cuentas en un solo gesto.

4.- El primer componente de la Solidaridad es la COMPASIÓN. Se trata de ver como propio el mundo del otro, sentirse afectado, como una reacción ante el sufrimiento de cualquier persona.

Este elemento de la compasión lo ha recomendado San Basilio Magno, ya desde el siglo IV, en su homilía sobre Lc 12,16-21, y que es conocida como: “Destruiré mis graneros”: “Cuando alguien roba los vestidos de un hombre, decimos que es un ladrón. ¿No debemos dar el mismo nombre a quien, pudiendo vestir al desnudo, no lo hace? El pan que hay en tu despensa pertenece al hambriento; el abrigo que cuelga, sin usar, en tu guardarropa pertenece a quien lo necesita; los zapatos que se están estropeando en tu armario pertenecen al descalzo; el dinero que tú acumulas pertenece a los pobres”.

La compasión tiene su inicio en un corazón que se ha sensibilizado y que ha llegado a conocer lo que significa el “padecer junto con” el hermano. “Duélete con mis dolores, si en verdad, tú me has querido”, canta una vidala argentina.

5.- Después de la compasión viene el segundo componente: EL RECONOCIMIENTO. Una acción solidaria se ha iniciado en la sensibilización del que practicará la solidaridad pero después sigue el acoger al otro radicalmente “por ser quien es”.

Se trata de la dialéctica entre la alteridad y la comunión, es decir se trata de ese movimiento por el cual salimos de nosotros mismos y vamos al encuentro del otro, tal como lo ha hecho Dios en nuestra Navidad.

Santa Teresa de Ávila recomendaba esto en su libro de las Moradas: “Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella (que parecen no osan bullir, ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han mantenido), hácese ver cuán poco entienden el camino por donde se alcanza la unión. Y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que, si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada en perder esa devoción y te compadezcas de ella, y si tiene algún dolor, te duela a ti, y si fuera menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella como porque sabes que tu Señor quiere aquello”.

La Solidaridad permite desplegarnos del yo al tú, en el que percibimos en el rostro del otro, el rostro del ser humano, el rostro de la persona,... el rostro del hermano, y el mismísimo rostro de Cristo para aquellos que somos cristianos.

6.- Después de la compasión y del reconocimiento, viene el tercero y último componente de la vivencia de la Solidaridad cristiana: la cualidad de LA UNIVERSALIZACIÓN. La Solidaridad debe permitir que la alteridad se forme en un “nosotros” que no puede ni debe tener fronteras, cuando hay “fronteras” y “geografías” en la solidaridad esta no es cristiana.

Lo decía de una forma extraordinaria San Gregorio Magno: “Más ninguno, por el mero hecho de amar a su prójimo, piense ya tener caridad, sino que primero debe examinar la fuerza misma de su amor. Pues si alguno ama a los demás, pero no los ama por Dios, no tiene caridad, aunque piense que la tiene. Es caridad verdadera cuando se ama al amigo de Dios y al enemigo de Dios”.

La Solidaridad jamás puede manejar el singular sino el plural, no puede ser selectiva, no puede reducirse a un grupo, la solidaridad verdadera no es excluyente de “nadie” sino incluyente de “todos”. Si en la vivencia de “la solidaridad” nos manifestamos sectarios, no podemos llamarnos verdaderamente cristianos.

7.- La Solidaridad hace que cada uno sienta como personal la suerte de todos, entendiendo por todos: el conjunto de los individuos, y la situación personal de cada uno, lo cual implica la búsqueda del bienestar de modo particular para los más desposeídos de bienes; esta Solidaridad se traduce en un compartir y en buscar un orden satisfactorio para todos.

La solidaridad se enfrenta ordinariamente al individualismo, cuyo interés se encierra en la conveniencia personal, familiar o de un solo grupo, o en el interés único de los que son de los míos o de los que me simpatizan o de aquellos que son como yo quiero que sean, y se levanta incluso frente a una justicia “mal” entendida como el mero cumplimiento de las normas legales de respeto y distribución de los bienes.

La cultura de la solidaridad es la que pueda dar solución a los urgentes problemas de nuestra sociedad contemporánea. Hoy en día, en realidad, no nos falta el pan, ni el vestido, ni la tierra... falta amor en el corazón del hombre y Solidaridad en nuestras actitudes.

El tema de la solidaridad ha sido para Juan Pablo II, que hemos visto partir este año 2005, un tema recurrente. El ha propuesto el mensaje social cristiano en estos términos: El cristiano tiene que pasar de la lucha de clases a la cultura de la solidaridad.

8.- La solidaridad es también un tema de interés para el Catecismo de la Iglesia Católica. Al hablar del 7° Mandamiento, subraya en nuestra relación con los bienes materiales, la práctica de tres virtudes: la templanza, la justicia y la solidaridad (n. 2407).

Lo anteriormente mencionado por el Catecismo de la Iglesia Católica nos muestra que la Doctrina Social de la Iglesia sería utópica si pensara que la solidaridad basta por sí sola y se olvidara de los otros recursos, entre ellos el recurso de la justicia.

¡No nos engañemos! La solidaridad no se logrará cuando nuestro campo produzca en abundancia, ni cuando los conocimientos científico-técnicos parezcan superar las dificultades de la humanidad, sino que la solidaridad surgirá cuando haya compasión, reconocimiento y universalidad. Hace falta que, en nuestra Iglesia y en nuestra ciudad, seamos constructores de lo que Juan Pablo II ha propuesto, desde la comprensión del Evangelio como: “La Cultura de la Solidaridad”.

9.- Todo cristiano por más rico o por más pobre que diga ser, tiene en su guardarropa dos túnicas. Ni podemos pensar que te quedes con las dos cuando alguien pasa necesidad, tal cosa sería el egoísmo expresado en la codicia y en la avaricia; ni tampoco podemos pensar en que te despojes de las dos, tal cosa sería una imprudencia y una posible injusticia para con tu familia. Se trata de que, de las dos túnicas que tienes te quedes con una y compartas una con el necesitado, lo cual será conocido como Solidaridad.

10.- Cuando en 1453, el emperador Constantino XI. llamado Paleólogo, veía acercarse la destrucción de la Gran Constantinopla ante la amenaza de los ejércitos del imperio otomano, el emperador se arrodilló con humildad ante los hombres más ricos de su imperio implorándoles ayuda económica para poder resistir al enemigo.

Los ricos se mofaron de él y le negaron la ayuda, le decían que le hiciera como quisiera, que no contara con ellos. Luego, cuando los acaudalados escucharon el rugir de los cañones en las puertas de la ciudad sitiada, se apresuraron al palacio de Constantino XI, llamado Paleólogo, para ofrecerle todo cuanto él quisiera.

Pero el emperador rechazó en ese momento la ayuda que ellos ofrecían, era demasiado tarde, los enemigos habían entrado a la ciudad, la sangre corría por las calles, y les dijo: “Morid con vuestros tesoros ya que no podéis vivir sin ellos”.

¡Querámoslo entender o no, la verdadera solidaridad nos beneficia a todos!



III - LOS VALORES DE NUESTRO PUEBLO.


1.- Muy queridos amigos:

Las festividades de nuestra Señora de Guadalupe, que concluiremos el día de mañana, me han hace contemplar, en una sola celebración, la unión de toda la expresión de nuestros rasgos culturales en una perfecta armonía con la fe cristiana.

Al contemplar el rostro lleno de fe de nuestro pueblo sencillo, he podido recordar cómo diez años después de la caída de la gran Tenochtitlán, cuando ya el asentamiento español era inconmovible y el mundo indio parecía destinado a sucumbir y desaparecer en un océano de tristeza, fue entonces que floreció lo increíble: Dios tomó la iniciativa de venir al indio, reconocer y magnificar su fidelidad ofreciéndole la más apoteósica de las coronas: ¡Convidarle a ser hijo de su propia Madre!

Para el indígena la aparición de Santa María de Guadalupe en el cerro del Tepeyac significó su resurrección.

Aquel canto del Tizinizcan y del Coyoltototl, aunado a las hermosas rosas que florecieron en el Tepeyac, significó para el indígena la felicidad, el paraíso en la tierra, el cielo. De esta manera aquella tierra que había sido arrasada y devastada se convertía ahora en un vergel.

El Evangelio del Tepeyac es todo un cántico del amor de Dios y de la maternidad espiritual de María: Juan Diego se encuentra en los brazos de la Virgen-Madre, a la manera de que los hijos de las indígenas son llevados por éstas en los pliegues de sus rebozos o inclusive cargados a su espalda.

El mensaje guadalupano ha unido magistralmente la riqueza y profundidad de la Teología cristiana con la teodicea azteca. El mensaje de Guadalupe es la cumbre de la Evangelización y de la inculturación.

Aquella imagen estampada de la Santísima Virgen era un códice, un enjambre de símbolos, aparte de su origen sobrenatural.

La Virgen quiere un templo en el Tepeyac, ¿para qué? Más que para recibir en él su veneración, para mostrar allí su amor maternal.

2.- Hay muchas otras cosas que podríamos comentar, sin embargo te quiero compartir que la fiesta de Santa María de Guadalupe, me hace recordar todo ese bagaje cultural y de valores que se nos heredaron de parte de nuestros antepasados.

Nuestro pueblo de México y nuestra gente es un pueblo con educación, que recibió la riqueza insondable e incomparable del Evangelio, pero que ya poseía una identidad y esto le convirtió en un terreno fértil para el cristianismo.

3.- Los padres de familia de aquel entonces se preocupaban de educar a sus hijos, y esto es lo que te quiero compartir el día de hoy.

¡Tengo muchos motivos para sentirme orgulloso de nuestra cuna cultural!, así como me siento orgulloso del cristianismo que se nos ha heredado y que en el catolicismo ha sido respetuoso de todos esos elementos propios de nuestro pueblo.

4.- ¿Sabías tú que al cumplir los siete años de edad el Tatah ( el papá) le comunicaba a la niña un discurso que le repetirá todos los años?:

“Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen (...) ¡vives! ¡Has nacido! Te ha enviado a la tierra el Señor nuestro, el dueño del cerca y del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres...”

“Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de bienestar la tierra (...) la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza. Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se siembra la gente...”

Pero ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste. Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, así floreciste...”

He aquí tu oficio, lo que tendrás que hacer: durante la noche y durante el día, conságrate a las cosas de Dios; muchas veces piensa en él (...) hazle súplicas, invócalo, llámalo, ruégale mucho...”

“He aquí otra cosa que quiero inculcarte, que quiero comunicarte (...) no como quiera desees las cosas de la tierra, no como quiera pretendas gustarlas, aquello que se llama las cosas sexuales (...) No como si fueras a un mercado busques al que será tu compañero (...) Quienquiera que sea (...) juntos tendréis que acabar la vida. No lo dejes, agárrate de él, cuélgate de él aunque sea un pobre hombre (...) un infeliz soldado, un pobre noble, tal vez cansado, falto de bienes, no por eso lo desprecies....

5.- Queridos amigos: Una vez que el Tatah terminaba, la Nanah continuaba con un discurso que complementaba el expresado por el padre:

“Tortolita, hijita, niñita, mi muchachita. Has recibido, has tomado el aliento, el discurso de tu padre, el señor, tu señor (...) son cosas preciosas, excelentes (...) sus palabras valen lo que las piedras preciosas (...). Consérvalas, haz de ellas un tesoro en tu corazón (...) con esto educarás a tus hijos, los harás hombres (...) No se te olvide, pon y guarda luz, todo el tiempo que vivas aquí sobre la tierra...”

Sólo me queda otra cosa: no entregues en vano tu cuerpo, mi hijita, mi niña, mi tortolita, mi muchachita. No te entregues a cualquiera, porque si nada más así dejas de ser virgen, si te haces mujer, te pierdes, porque ya nunca irás bajo el amparo de alguien que de verdad te quiera (...) que no te conozcan dos hombres. Pero si ya estás bajo el poder de alguien (...) no quieras que tu corazón quiera irse en vano por otro lado. No te atrevas con tu marido. No pases por encima de él, o como se dice, no le seas adúltera (...) si esto se consuma (...) a nuestros antepasados, a los señores a quienes debes el haber nacido, les crearás mala fama, mal renombre. Esparcirás polvo y estiércol sobre los libros de pinturas en los que se guarda su historia (...) Ya no serás ejemplo (...) aunque no te vea nadie, aunque no te vea tu marido, mira, te ve el Dueño del cerca y del junto...”

6.- Los anteriores discursos se nos conservan en el llamado Códice Florentino. Por su parte, Fray Jerónimo de Mendieta nos ha heredado en su Historia Eclesiástica, el discurso que le dirigía el Tatah al hijo varón:

“Hijo mío, criado y nacido en el mundo por Dios, en cuyo nacimiento nosotros, tus padres y parientes pusimos los ojos. Has nacido y vivido y salido como pollito del cascarón, y crecido como él, te ensayas en el vuelo y ejercicio temporal. No sabemos el tiempo que Dios querrá que gocemos de tan preciada joya”.

“Vive hijo, con tiento, y encomiéndate al Dios que te crió, que te ayude, pues es tu padre que te ama más que yo. Sospira a Él de día y de noche, y en El pon tu pensamiento. Sírvele con amor, y hacerte ha mercedes y librarte de peligros”.

“A la imagen de Dios y a sus cosas ten mucha reverencia, y ora delante de Él devotamente, y aparéjate en sus fiestas”.

“Reverencia y saluda a los mayores, no olvidando a los menores. No seas como mudo, ni dejes de consolar a los pobres y afligidos con dulces y buenas palabras”.

“A todos honra, y más a tus padres, a los cuales debes obediencia, servicio y reverencia (...) Mira hijo que no hagas burla de los viejos, o enfermos o faltos de miembros, ni del que está en pecado o erró en algo. No afrentes a los tales ni les quieras mal; antes te humillas delante de Dios, y teme no te suceda lo tal...”.

“A nadie seas penoso, ni des a alguno ponzoña o cosa no comestible, porque enojarás a Dios en sus criaturas. Serás, hijo, bien criado, y no te entremetas donde no fueras llamado, porque no des pena y no seas tenido por malmirado. No hieras a otro, ni des mal ejemplo, ni hables demasiado, ni cortes a otros la plática, porque no los turbes. Si no fuere de tu oficio, o no tuvieres cargo de hablar, calla, y si lo tuvieres, habla, pero cuerdamente”.

“¡Oh hijo! No cures de burlerías y mentiras, porque causan confusión. No seas parlero, ni te detengas en el mercado ni en el baño, porque no te engañe el demonio. No seas muy polidillo, ni te cures del espejo, porque no seas tenido por disoluto. Guarda la vista por donde fueres, no vayas haciendo gestos, ni trabes a otros de la mano”

“No salgas ni entres delante de los mayores; antes sentado o en pie, donde quiera que estén, siempre les da ventaja, y les harás reverencia. No hables primero que ellos (...) No comas ni bebas primero, antes sirve a los otros, porque así alcanzarás la gracia de Dios y de los mayores”.

“Hijo nuestro, avisámoste que no te ensoberbezcas, ni altivezcas, ni desprecies a nadie; ten reverencia a los viejos y viejas aunque sean pobres, y a la otra gente baja y pobre; haz misericordia con ella, dales que vistan y con que se cubran, dales de comer y de beber, porque son Imágenes de Dios...”

No tomes ni llegues a la mujer ajena, ni por otra vías seas vicioso (...) Aunque seas muy tierno para casarte, como un pollito, y brotas como la espiga que va echando de sí. Sufre y espera, porque ya crece la mujer que te conviene: ponlo a la voluntad de Dios (...) Si tú casar te quisieres, danos primero parte de ello, y no te atrevas a hacerlo sin nosotros”.

“Mira, hijo, no seas ladrón ni jugador (...) trabaja de tus manos y come de lo que trabajares y vivirás con descanso. Con mucho trabajo, hijo, hemos de vivir: yo con trabajos y sudores te he criado, y así he buscado lo que habías de comer, y por ti he servido a otros. Nunca te he desamparado, he hecho lo que debía, no he hurtado ni he sido perezoso, ni hecho vileza, por donde tú fueras afrentado”.

“No murmures ni digas mal de alguno (...) No revuelvas a nadie, ni siembres discordia entre los que tienen amistad y paz..."

“No tengas que ver con mujer alguna, sino con la tuya propia. Vive limpiamente, porque no se vive esta vida dos veces...”

7.- Querido amigo: Fíjate cómo la forma en que educaban a sus hijos nuestros antepasados no está lejana de lo que el Evangelio nos enseña. ¿Y tú como educas a tus hijos? Hoy desgraciadamente los padres de familia han delegado la educación a las guarderías, a las escuelas, a esa nodriza llamada la televisión. No nos hemos dado cuenta de que en muchos lugares se puede dar información, pero la auténtica formación sólo se da en la familia.

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