Quise comprar un árbol en esta Navidad.
Y me dije a mí mismo:
¿Y por qué no eres tú mismo ese árbol?
Y en un momento me sentí
árbol de Navidad.
De sus ramas colgaban
infinidad de regalos.
Los regalos recibidos en tantos años de vida.
Y me di cuenta de que toda mi vida había sido un regalo.
Un regalo de Dios.
Y un regalo de los hombres.
Mi vida ya era un regalo.
Mi bautismo era otro regalo.
Mi vocación sacerdotal y religiosa, un regalo más.
Tantas gentes a las que he podido ayudar,
eran un regalo.
Tantas manos tendidas al que había tropezado,
¿qué eran sino regalos de la gracia y del amor?
Tantas palabras de comprensión,
¿qué eran sino otros tantos regalos de la bondad del corazón?
Tantas vidas que han encontrado en mí una mano que les señalaba el camino,
¿no eran también ellas los regalos que Dios me hacía en mi caminar?
Tantas vidas que encontraron una palabra de consuelo en sus pesares,
¿no eran también ellas regalos que engalanan la vida sin que uno se dé cuenta?
Tantos cariños que encontré en mi camino,
¿no eran regalos que Dios me hacía?
Tantos corazones anónimos agradecidos
¿no son otros tantos regalos del corazón de Dios?
¿Y tantas alegrías experimentadas en mi caminar por la vida?
¿Y tantos momentos de dolor y consuelo compartidos?
¿Tantas vidas compartidas como si fueran mi propia vida?
¿Y tantos días llenos en el servicio?
Regalos. Regalos de Dios, como pedazos de vida.
En estas Navidades no he comprado el Arbol de Navidad.
¿Para qué comprarlo si lo tenía en casa?
Para qué comprarlo, si mi vida es el mejor Arbol de Navidad.
Lo miro,
Y lo veo cargado de vida y de vidas.
Lo veo cargado
De toda mi ya larga vida.
De la vida de Dios en mí.¿No estarás, tal vez tú mismo, colgado en este árbol de mi vida?
Por eso: no le pondré lucecitas intermitentes.
Porque Dios alumbra en él.
Mi vida alumbra en él.
Y todas vuestras vidas son otras tantas luces encendidas en él.
Feliz Navidad a todos cuantos he ayudado
a ser más felices y mejores.
Y a cuantos sois parte de mi propia
felicidad sacerdotal.
Y que todos seamos una nueva
NAVIDAD
Y me dije a mí mismo:
¿Y por qué no eres tú mismo ese árbol?
Y en un momento me sentí
árbol de Navidad.
De sus ramas colgaban
infinidad de regalos.
Los regalos recibidos en tantos años de vida.
Y me di cuenta de que toda mi vida había sido un regalo.
Un regalo de Dios.
Y un regalo de los hombres.
Mi vida ya era un regalo.
Mi bautismo era otro regalo.
Mi vocación sacerdotal y religiosa, un regalo más.
Tantas gentes a las que he podido ayudar,
eran un regalo.
Tantas manos tendidas al que había tropezado,
¿qué eran sino regalos de la gracia y del amor?
Tantas palabras de comprensión,
¿qué eran sino otros tantos regalos de la bondad del corazón?
Tantas vidas que han encontrado en mí una mano que les señalaba el camino,
¿no eran también ellas los regalos que Dios me hacía en mi caminar?
Tantas vidas que encontraron una palabra de consuelo en sus pesares,
¿no eran también ellas regalos que engalanan la vida sin que uno se dé cuenta?
Tantos cariños que encontré en mi camino,
¿no eran regalos que Dios me hacía?
Tantos corazones anónimos agradecidos
¿no son otros tantos regalos del corazón de Dios?
¿Y tantas alegrías experimentadas en mi caminar por la vida?
¿Y tantos momentos de dolor y consuelo compartidos?
¿Tantas vidas compartidas como si fueran mi propia vida?
¿Y tantos días llenos en el servicio?
Regalos. Regalos de Dios, como pedazos de vida.
En estas Navidades no he comprado el Arbol de Navidad.
¿Para qué comprarlo si lo tenía en casa?
Para qué comprarlo, si mi vida es el mejor Arbol de Navidad.
Lo miro,
Y lo veo cargado de vida y de vidas.
Lo veo cargado
De toda mi ya larga vida.
De la vida de Dios en mí.¿No estarás, tal vez tú mismo, colgado en este árbol de mi vida?
Por eso: no le pondré lucecitas intermitentes.
Porque Dios alumbra en él.
Mi vida alumbra en él.
Y todas vuestras vidas son otras tantas luces encendidas en él.
Feliz Navidad a todos cuantos he ayudado
a ser más felices y mejores.
Y a cuantos sois parte de mi propia
felicidad sacerdotal.
Y que todos seamos una nueva
NAVIDAD
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