Tú pones, Señor, un cántico nuevo en nuestra boca,
un himno a tu amor y a tus designios sobre la creación.
Te damos las gracias y te bendecimos, Padre santo,
porque nos haces percibir la vibración de tu llamada.
Nos despiertas de un sueño pesado,
en medio de la noche, como a Samuel,
y nos invitas a acoger tu mensaje de vida.
Tu voz resuena en nuestras conciencias.
No somos nosotros los que buscamos tu palabra.
Es tu palabra la que nos busca incansablemente
y nos mueve a ser personas abiertas, vigilantes, receptivas.
Por eso nos llenamos de esperanza y alegría
y te cantamos agradecidos este himno de alabanza.
Santo, santo…
Santo y bueno eres, en verdad, Padre nuestro,
porque no eres Dios de sacrificios ni de sufrimientos,
sino de misericordia y amor.
Nos has llamado a que sigamos las huellas de tu Mesías.
Jesús, tu enviado, pasó por este mundo haciendo el bien
y nos marcó el camino que nos lleva a la vida.
Convivió con todos los hombres y mujeres de buena voluntad,
pero su debilidad fueron los pobres y marginados de la sociedad
y cuantos sufrían violencias, abusos y todo tipo de injusticias.
El ejemplo de Jesús nos compromete y no nos valen excusas
porque ya sabemos lo que tenemos que hacer.
Jesús nos invita hoy a acompañarle.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Que el recuerdo de la vida terrena de Jesús, tu hijo amado,
su muerte dolorosa y su resurrección,
nos mueva a entregarnos para hacer realidad entre nosotros
tus designios de reconciliación y paz, de perdón y amor.
Envía tu espíritu sobre toda la humanidad,
y de modo especial, sobre nuestra comunidad eclesial,
para que seamos un cuerpo puro, templo de Dios,
reflejo de su bondad y amor infinito
y libre de toda contaminación y corrupción.
Te damos gracias porque ya viven felices en tu seno
cuantos nos precedieron en el seguimiento de Jesús.
Por Jesús, nuestro hermano mayor, tu hijo primogénito,
atendiendo a su llamada y en su compañía,
queremos bendecirte, Padre santo, ahora y por toda la eternidad.
AMÉN
un himno a tu amor y a tus designios sobre la creación.
Te damos las gracias y te bendecimos, Padre santo,
porque nos haces percibir la vibración de tu llamada.
Nos despiertas de un sueño pesado,
en medio de la noche, como a Samuel,
y nos invitas a acoger tu mensaje de vida.
Tu voz resuena en nuestras conciencias.
No somos nosotros los que buscamos tu palabra.
Es tu palabra la que nos busca incansablemente
y nos mueve a ser personas abiertas, vigilantes, receptivas.
Por eso nos llenamos de esperanza y alegría
y te cantamos agradecidos este himno de alabanza.
Santo, santo…
Santo y bueno eres, en verdad, Padre nuestro,
porque no eres Dios de sacrificios ni de sufrimientos,
sino de misericordia y amor.
Nos has llamado a que sigamos las huellas de tu Mesías.
Jesús, tu enviado, pasó por este mundo haciendo el bien
y nos marcó el camino que nos lleva a la vida.
Convivió con todos los hombres y mujeres de buena voluntad,
pero su debilidad fueron los pobres y marginados de la sociedad
y cuantos sufrían violencias, abusos y todo tipo de injusticias.
El ejemplo de Jesús nos compromete y no nos valen excusas
porque ya sabemos lo que tenemos que hacer.
Jesús nos invita hoy a acompañarle.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Que el recuerdo de la vida terrena de Jesús, tu hijo amado,
su muerte dolorosa y su resurrección,
nos mueva a entregarnos para hacer realidad entre nosotros
tus designios de reconciliación y paz, de perdón y amor.
Envía tu espíritu sobre toda la humanidad,
y de modo especial, sobre nuestra comunidad eclesial,
para que seamos un cuerpo puro, templo de Dios,
reflejo de su bondad y amor infinito
y libre de toda contaminación y corrupción.
Te damos gracias porque ya viven felices en tu seno
cuantos nos precedieron en el seguimiento de Jesús.
Por Jesús, nuestro hermano mayor, tu hijo primogénito,
atendiendo a su llamada y en su compañía,
queremos bendecirte, Padre santo, ahora y por toda la eternidad.
AMÉN
1 comentario:
Gloria a Dios. Gloria a todos los que dia a dia nos muestran a Dios, porque se animaron a seguirlo a Jesús.
Benditos sean y el Señor los ampare
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