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sábado, 28 de febrero de 2009

I Domingo de Cuaresma - Ciclo B: No me ha dicho eres polvo, sino cree en el Evangelio (Marcos 1, 12-15)

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Ayer he presentado la primera parte del comentario al evangelio del domingo (Mc 1, 12-13). Hoy quiero comentar la segunda parte. Jesús ha superado la prueba de Satán y puede comenzar su ministerio, precisamente después que entregan (matan) a Juan Bautista. de esa manera, los cuarenta días de la cuaresma de Jesús (cuaresma viene de quadragesima, cuarenta) se amplían a lo largo del tiempo de su misión. Las palabras centrales de ese evangelio han sido retomadas por la liturgia del Miércoles de Ceniza, cuando el celebrante pone la ceniza sobre la frente del cristiano y dice “convertíos y creen en el evangelio”. Así lo dijo este miércoles el canónigo de la Catedral de Burgos al ponerme la ceniza. Por eso quiero comentar el sentido de esta palabras, que están tomadas de la segunda parte del evangelio de Primer Domingo de Cuaresma. Antes, cuando era niño, el buen cura Abadiño me decía, sonoro latín: “memento.. recuerda que era polvo, y al polvo has de volver”. Anteayer, el canónigo serio de Burgos me ha dicho “cree en el evangelio”. Así ha comenzado este año mi cuaresma. Así deseo que empiece la vuestra .

Texto. Marcos 1, 14-15.

14 Después que Juan fue entregado marchó Jesús a Galilea, proclamando el evangelio de Dios. 15 Decía: – El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios ha llegado. Convertíos y creed en el evangelio

Éste es el texto clave de la cuaresma que empieza, a partir de la Reforma Litúrgica que llegó tras el Vaticano II. Antes, cuando yo era niño, recuerdo bien que se decía:

Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris
Recuerda hombre que eres polvo y que al polvo has de volver

Ahora ya no se dice eso (aunque sigue siendo verdad), sino que se empieza la cuaresma con las palabras de Mc 1, 14-15 que voy a comentar: “convertíos y creen en el evangelio”.

Comentario. Introducción

El texto parece simple. Por eso quiero comentarlo de un modo sencillo, evocando el sentido de cada frase.

-- Después que Juan fue entregado... Este dato sirve de contrapunto histórico y teológico de la historia posterior. Juan ha sido y seguirá siendo lugar de referencia. Jesús viene después (meta), en indicación más teológica que cronológica. La entrega de Juan (paradothênai: 1,14; cf. 6, 14-39) anuncia la de Jesús (cf. 9, 33; 10, 33; 14, 10-11 etc).

-- Vino Jesús a Galilea. El espacio geográfico (y teológico) de Juan era el desierto con el río. El de Jesús, en cambio, es Galilea. No se retira al lugar de la prueba, ni se instala al borde de la tierra prometida; tampoco busca un lugar de salvación junto a los atrios de Jerusalén, en gesto de sacralidad nacional. Jesús se encuentra vinculado a la tierra y gente normal de Galilea, junto a un mar simbólicamente abierto a las naciones del entorno. Esta evocación culmina en 14, 28 y 16, 7 donde Jesús (o el joven pascual) manda a los discípulos a Galilea, lugar que será para Mc espacio fundante y el signo duradero de la iglesia

-- Kerigma. La evocación de Galilea como tal no basta para expresar el nuevo camino de Dios, como no basta el hecho de la entrega del Bautista. El evangelio de la iglesia se funda en el mensaje de Jesús: Se ha cumplido el tiempo y ha llegado el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio (1, 15). Ésta es la palabra clave, que consta de dos frases paralelas dobles, cada una con dos partes, unidas por un kai (y). Como resulta usual en Mc, la segunda sirve para precisar el sentido de la primera: se ha cumplido el tiempo "y" llega el reino (el reino define y da sentido al tiempo); convertíos "y" creed en el evangelio (la fe da sentido a la conversión).

El progreso temático es claro: pasamos del Bautista (desierto/río) a Galilea, descubriendo allí el mensaje de Jesús, abierto a todos los hombres y mujeres. No se encierra Jesús en las casas, susurrando al oído un secreto de iniciados; no se instala en la escuela, ofreciendo cursos largos de enseñanza especializada, no ofrece su palabra a la vera del templo sagrado (a los puros), ni a la orilla del río/desierto (a los especialistas de la penitencia). Viene a Galilea, ofreciendo su evangelio para todos; lo hace con claridad (que se entienda bien), en voz alta (que lo escuchen), como heraldo o pregonero de buenas noticias que deben extenderse por el pueblo.

La buena noticia del Reino

La buena noticia del Reino “de Dios” es el mismo Dios (con genitivo epexegético) o aquello que Dios hace (con genitivo de objeto). En el lugar donde estaba la conversión y penitencia del Bautista viene a situarse la buena noticia de Jesús que expande a hombres y mujeres de su tierra aquello que Dios mismo le ha dicho ((eres mi Hijo...!) y que se expresa en la victoria sobre lo diabólico. Su experiencia es buena noticia; la palabra de su vida puede hacerse ya palabra y principio de existencia para aquellos que quieran escucharle, acompañarle. De esa forma el camino de Jesús se hace camino para todos los humanos, empezando en Galilea:

-- El tiempo se ha cumplido "y" ha llegado el Reino de Dios. El cielo se ha rasgado y Dios se hace presente en Jesús (1, 9-11). Por eso él puede expresar su experiencia, ofreciendo espacio de vida filial y fraterna (de amor) a quienes quieran escucharle. El Reino de Dios se identifica con aquello que Jesús ha recibido en su bautismo. Quiere que todos escuchen (escuchemos) la voz de Dios que dice (eres mi Hijo!, recibiéndola de forma compartida, fraterna, solidaria. Porque el reino de Dios ha llegado podemos y debemos afirmar que el tiempo se ha cumplido, han culminado las promesas de 1, 2-3.

-- Convertíos "y" creed en el evangelio. La pertenencia al reino no se logra por la carne y sangre, es decir, por los principios naturales de la historia (poder genealógico, imposición política) sino por meta-noia o con-versión interpretada como cambio gratuito de vica. Superando el nivel previo de lucha, viene a desplegarse ahora un extenso y gozoso continente de existencia filial, hecha de gratuidad y expresada como fe en el evangelio, es decir, como acogida de la buena noticia de Dios. No es la conversión la que causa el evangelio sino al revés: el evangelio de Dios, que aceptamos por Jesús con fe gozosa, nos convierte, nos transforma, haciéndonos capaces de acoger y construir la familia mesiánica o iglesia.

Jesús no dice “eres polvo”, sino “llega el Reino”

Mc ha superado el nivel biológico (no alude a la familia carnal de Jesús); también ha superado el plano cultural (no sitúa a Jesús en una escuela exegética o filosófica). El grupo cristiano empieza a surgir y se despliega allí donde varones y mujeres asumen con Jesús una experiencia de nuevo nacimiento en amor, desde Dios Padre. Juan era la línea divisoria: podía suscitar un grupo de discípulos penitentes, pero nada más: no ha visto el cielo abierto, no ha escuchado la voz (eres mi Hijo!

Donde Juan Bautista se había detenido sigue Jesús: ha escuchado la palabra, se ha descubierto Hijo de Dios, se ha mantenido en la prueba, ha recibido un mensaje de vida para todos. Por eso ha comenzado a expandir su experiencia, ofreciendo su evangelio universal, en el cruce de caminos de su patria, en Galilea.

Jesús no empieza pidiéndonos nada. No aparece en el texto como un suplicante que implora a Dios agua para el campo, hijos para la familia, fortuna para la casa, vida para los enfermos... Simplemente ha venido en busca de Dios, con los penitentes del Bautista y ha escuchado la voz (eres mi Hijo!, y por eso, habiendo vencido a Satán, pueden decir a los hombres: sois hijos de Dios. No viene pedir a los hombres un tributo, no viene a exigirles responsabilidades, si no a ofrecerles el Reino.

Tampoco Dios había empezado pidiendo algo a Jesús; no le dice que se convierta, no le impone una ley ((cumple! (tu debes!), no le amenaza. Al principio del evangelio no está el imperativo categórico (deber), ni un tipo de moral impositiva o casuística. En el principio está el amor de Padre que dice: ¡eres mi Hijo! .

En ese amor se funda el camino de la iglesia, que me empieza diciendo: Ha llegado el reino... y sigue invitándome ¿te apuntas, te dejas cambiar por el evangelio?. Los que aceptan la experiencia de Jesús forman con él una familia, son iglesia. Este es el cambio categórico, el principio del evangelio, el surgimiento de la familia de Dios. En la base de Mc hallamos una experiencia de filiación gozosa que se expande por gozo a todos los humanos. Por eso, en los momentos fundamentales de la trama evangélica (transfiguración, viñadores homicidas, oración del huerto, crucifixión: cf. 9, 7; 12, 6; 14, 36; 15, 39), Mc retorna a la experiencia del bautismo, descubriendo lo que significa Jesús como Hijo de Dios para los humanos.

Por eso, Jesús no dice “eres polvo”, sino “eres hijo de Dos”, cree en la buena noticia…, que ella, la buena noticia de Dios, te convierta y cambie

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