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miércoles, 18 de febrero de 2009

Pablo 9. Filipos. Los primeros cristianos conocidos de Europa

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Parece claro que los cristianos habían llegado antes a Europa (lo que hoy llamamos Europa), quizá hasta Roma, conforme a la visión que ha presentado Hechos 2 (con la primera geografía cristiana de Hechos). Es posible que hubieran venido hasta Roma, como sabemos por otros indicios. Pero eran judeo-cristianos, de la línea de Santiago, que parecen haber sido causa de disturbios en Roma, en tiempo de Claudio (41-54 d. C.). Pues bien, los primeros cristianos conocidos de “Europa” son los de Filipos, donde Pablo llegó hacia el año 49-50, procedente de Galacia.


Un Macedonio se aparece a Pablo en Troya

Viniendo de Asia Menor (donde estaba Galacia), la primera ciudad de la zona europea de Grecia que Pablo encontró fue Filipos (donde llegó hacia el año 49/50 d.C.), para fundar una comunidad de cristianos de origen gentil, pero en la que había también judíos. Lucas, que no había dicho nada Galacia, ofrece un relato de la fundación de la iglesia de Filipos, siguiendo su esquema habitual (primero a los judíos, luego a los gentiles) con bellos tonos novelados (cf. Hch 16, 16-40). Es un relato bellísimo, merece la pena que sea lea. Está escrito además en “estilo nosotros” (primera persona del plural), desde 16, 10 (como si el autor hubiera estado presente en los hechos). Este “estilo nos” puede ser producto de un recuerdo histórico… (Lucas estaría acompañando a Pablo) o forma literaria de dar viveza a la narración. Sea como fuere, el texto es hermoso

6 Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.
7 Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8 Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas (=Troya).

9 Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: "¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!"
10 En cuanto vio la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio.

11 Zarpamos, pues, de Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; 12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en aquella ciudad.
13 Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se habían reunido. 14 Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios.

No hará falta recordar los motivos literarios e históricos del texto. Pablo no se queda en Asia Menor, sino que tras un tiempo en Galacia se dirige hacia Occidente, hacia la tierra de Europa propiamente dicha, entrando en Grecia por Macedonia… De un modo muy expresivo el lugar de la “decisión” (del gran paso hacia Europa) es Troas/Troya, la ciudad míticas de las luchas antiguas de griegos y orientales, el más gran cruce de culturas de la antigüedad helénica. Un macedonio llama a Pablo en visión, y Pablo responde viniendo a Macedonia.


Filipos, la primera Iglesia de Europa

Viniendo de Asia Menor (donde estaba Galacia), la primera ciudad de la zona europea de Grecia que Pablo encontró fue Filipos (donde llegó hacia el año 49/50 d.C.), para fundar una comunidad de cristianos de origen gentil, pero en la que había también judíos. Lucas, que no había dicho nada Galacia, ofrece un relato de la fundación de la iglesia de Filipos, siguiendo su esquema habitual (primero a los judíos, luego a los gentiles) con bellos tonos novelados (cf. Hch 16, 16-40). Dejo que los lectores lean el texto de Hechos, donde se mezclan noticias históricas con relatos de tipo simbólico hermosísimo (con la curación de la niña con espíritu Pitón).
También aquí, pasado un tiempo, después que Pablo abandonó la zona, pues se habían producido problemas, vinculados con la contra-misión de unos judeo-cristianos, que aceptan el camino de Pablo, pero quieren introducirlo de nuevo en el ámbito del «buen judaísmo» de la ley nacional. Los mismos judeo-cristianos que habían querido completar a Pablo en Galacia lo hacen aquí en Macedonia. Le vienen siguiendo como una sombra. Ellos son los mejores testigos del éxito real de Pablo.

La carta a los filipenses

Pasado un tiempo, torno al año 54/55, Pablo tiene que escribir una carta a los filipenses, desde la cárcel donde está preso, probablemente en Éfeso (cf. Flp 1, 13). Es semejante a la de los Gálatas (que vimos añoys), con fuertes tonos autobiográficos, pero incluye y comenta un himno básico para entender el cristianismo, como indicaremos. Éstos son algunos elementos de la carta

1. Pablo vuelve a contar su historia, para mostrar cómo es judío y cómo, para ser fiel a la raíz del mismo judaísmo, se ha convertido precisamente a Cristo (cf. Flp 3, 1-11). No se trata pues de «completar» desde el judaísmo nacional la misión de Cristo (como querían sus «adversarios» en Galacia), sino de llevar a plenitud el judaísmo, por medio de Cristo. Entendida así, su misma biografía adquiere un matiz teológico y sirve de fundamento para comprender el mensaje de Jesús; pero Pablo no la ha desarrollado de un modo polémico consecuente, como en Gal 1-2.
De esa manera, su misma vida de misionero liberado para el evangelio puede entenderse como signo y prueba del mensaje que está pregonando, desde la cárcel, conde espera el juicio, sabiendo que pueden condenarle a muerte (lo que sería para él un modo de encuentro con Cristo) o liberarle (lo que sería mejor para continuar la misión del evangelio; cf. Flp 1, 18-24).

2. En este contexto, Pablo introduce un himno en el que Cristo aparece como revelación total del misterio de Dios (Flp 2, 6-11), como expresión del abajamiento y la entrega salvadora del mismo Dios (de su enviado Jesucristo) hasta la muerte y muerte de cruz. De esa forma expone el valor supremo de la vida humana, la novedad del cristianismo, que se centra en la experiencia del Dios que ha penetrado por medio de Jesús en nuestra historia de dolor y muerte, para introducir en ella el potencial de la vida divina. Por eso, habla de Jesús «que existiendo en la forma de Dios, ha tomado la forma de siervo» (Flp 2, 6-7), para hacerse como nosotros y ofrecernos libertad y vida.

No se trata, por tanto, de salir de la tierra y buscar en Dios en unos mundos superiores, separados de este mundo, sino de buscarle y encontrarle aquí, en un camino de amor que lleva a la unidad, de forma que cada uno se abaje para encontrar y potenciar el bien del otro.

El «símbolo básico» del judaísmo nacional se identificaba con la revelación de un Dios que se expresa como Ley o norma de vida para todos los hombres, a través de un equilibrio de sometimiento de todos a un tipo de norma que les distingue y separa, colocando a cada uno en su lugar. Por el contrario, el «símbolo» del judaísmo cristiano se condensa en el abajamiento de Dios, que se introduce en la vida de los hombres, muriendo con ellos (por ellos), en Cristo, para ofrecerles así un camino de vida liberada en el amor, de manera que cada uno se someta en concreto a los demás.

3. El primer gran Himno cristiano. Una teología litúrgica. En el centro del mensaje de Pablo no es el «sometimiento al orden de Dios», a un tipo de ley que Dios habría instituido sobre todos, sino el sometimiento de cada uno a los demás, en gesto de amor mutuo, no buscando «cada uno lo suyo, el bien propio, sino el bien de los demás» (Flp 2, 4).

Ésta es la novedad escandalosa y sorprendente de Pablo: El Mesías no se somete a Dios (no es un esclavo de Dios), sino a los hombres, a los que ama y por los que muere.
Cristo no se ha hecho «esclavo de Dios», sino al contrario: Siendo como Dios y precisamente por serlo, «se ha hecho esclavo de los hombres», en un camino de servicio de amor hasta la muerte y muerte en Cruz. El secreto de la religión mesiánica (de Cristo) no consiste en descubrir que el hombre puede y debe someterse a Dios, sino que el mismo Dios, a través de Jesús, se ha sometido a los hombres, entregándose por ellos, hasta la muerte. Éste es el himno que Pablo toma de la Liturgia cristiana:

(Himno proto-cristiano). (Cristo, el cual), existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre,
8 se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! 9 Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor (Flp 2, 6-11).

4. Introducción y comentario de Pablo. El himno que Pablo cita dice que no hemos nacido para «servir a Dios» y así ganar la vida eterna, como premio por nuestro sometimiento, sino que hemos nacido para ser como Dios, pudiendo someternos unos a los otros, como Dios se ha sometido y ha muerto por nosotros, en Jesús.

Ese ha sido el camino mesiánico, que Pablo ha descubierto y expresado en este himno que ha recibido de su iglesia, quizá de Antioquía (Flp 2, 6-11). Pues bien, el mismo Pablo ha comentado y precisado ese himnos añadiéndole una preciosa introducción (Flp 2, 1-5), en la que resume toda su teología y experiencia cristiana.

(Comentario de Pablo) Por tanto, si hay algún aliento en Cristo; si hay algún incentivo en el amor; si hay alguna comunión en el Espíritu; si hay algún afecto profundo y alguna compasión, 2 completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. 3 No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos; 4 no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás. 5 Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús (Flp 6, 1-5.)

Éste es el tema central de la teología de Pablo. El himno lo ha tomado de una liturgia cristiana, que él ha debido aprender (y compartir) quizá en Antioquía. Cristo pertenece al misterio del Dios que se ha “abajado” para compartir la vida con los hombres. Pues bien, la notad de Pablo está en decir a los cristianos que ellos mismos hagan también lo que hace Cristo, que se abajen y sirvan unos a los otros, buscando cada uno el bien de los demás, en amor

5. La primera cristología explícita. Este himno, con la introducción que le ha puesto Pablo, ofrece la mejor «definición» de Jesús, a quien Pablo (con los cristianos helenistas) descubre y confiesa como «ser divino», que el mismo Dios ha enviado para llevar a plenitud el judaísmo y para abrir un camino universal de salvación, entregando su vida por los hombres. Por eso, el misterio primero no es que nosotros amemos a Dios, sino que Dios nos ha amado, para que nosotros podamos amarnos, dando la vida unos por otros (como en otra perspectiva dirá la carta de Juan: cf. 1 Jn 4, 10.17).

Precisamente aquí, en el Cristo que muere por amor, para instaurar el Reino de Dios, descubren los cristianos al Kyrios, es decir, al mismo Señor a quien los judíos nacionales siguen viendo a través de la Ley, en el Monte Sinaí, revelando allí su nombre de Señor o Kyrios. La novedad de Pablo (y de su cristianismo) no está en la afirmación de que existe un «ser divino», que ha sido enviado por Dios (de seres divinos, angélicos, sagrados, superiores, está lleno el judaísmo apocalíptico), sino en su historia concreta de entrega y servicio hasta la muerte y en su identificación con Jesús de Nazaret. La novedad está en que Dios mismo se ha «entregado» en amor para que, unidos a él, por el Cristo, podemos entregarnos en amor unos a los otros. Los cristianos han descubierto de esa forma a Dios cuya tarea de amor deben asumir, no por sometimiento, sino para expresar y expandir el amor de Dos a los hombres. El principio y fundamento del cristianismo no es una Ley exterior (¡amar a Dios, cumplir sus mandatos!), sino el amor de unos a otros.

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