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miércoles, 18 de febrero de 2009

VII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración

Publicado por Dabar
Cogió la camilla y salió


Jesús volvió a Cafarnaún para insistir en lo mismo: anunciar que el Reino de Dios y su justicia estaban cerca y había que espabilarse. Nada nuevo respecto a lo que venía diciendo desde el principio. El momento del Reino es el momento de olvidar lo pasado, reconciliarse con la persona limitada que cada uno es, proponerse no volver a dañar a nadie (ni a uno mismo) y tirar hacia delante con bríos renovados.

En este punto, se cuela, literalmente, un paralítico en la historia. Sus amigos, no contentos con haber cargado con él para llevarlo a ver al Señor, le encaraman al tejado y hacen un agujero para después descolgarlo con cuerdas. ¡Menudo montaje! Buena persona debía ser, para contar con semejantes amigos…

Es importante el paralítico, que tenía fe y desparpajo suficientes para colarse en casa de Jesús por el tejado. Pero también encontramos un punto de reflexión estupendo en la camilla, ese artefacto que primero es el símbolo de la incapacidad de aquel hombre y luego es recogido por su dueño y llevado a no sabemos dónde.

La camilla tenía atrapado al paralítico. Era su lecho del dolor, además de principio y fin de la mayoría de sus pensamientos cotidianos. A fuerza de estar tumbado, al paralítico se le clavaban las estructuras en la espalda, añadiendo incomodidad y dolor a los propios de su enfermedad. Cualquier plan que el hombre quisiera llevar a cabo debía pasar necesariamente por contar con personas fuertes que pudieran cargarla, y se truncaba según y cómo fueran los accesos del sitio al que se deseara ir. Desde una camilla se ve el mundo diferente de cómo lo ven el resto de los mortales, y una vida tumbado da para ser lo mejor o lo peor que se puede ser como persona.

Nuestro paralítico no era cobarde. Pidió ir a ver a aquel que prometía vida nueva y curación de las limitaciones. Podemos pensar que era persona de empuje e ilusiones, que no se resignaba a su situación. Su camilla era también, su vehículo. Todos conocemos a personas que, por diversas circunstancias, se ven abocadas a la silla de ruedas. Todas las sillas de ruedas se parecen. Lo que difieren son los ocupantes. Si para unos la silla es una condena porque piensan constantemente en cuando no la necesitaban, para otros es una liberación, porque piensan en cuando no la tenían. Todo es cuestión de puntos de vista…

La camilla también sirve para justificarse de un montón de cosas que se podrían hacer y no se hacen, o para amparar el “derecho” a la desesperanza. Como estoy aquí, impedido, recluido, reducido a la inmovilidad, no puedo hacer nada, no sirvo para nada, ni me molesto en intentar ayudar a nadie, vamos, que me convierto en el monumento al comodón. Las limitaciones, aunque nos pesen, también nos libran de muchos compromisos indeseados.

Pensemos en nuestras respectivas camillas, en tantas y tantas cosas a las que nos agarramos para no salir andando ligeros. Nuestras ataduras materiales, las convenciones sociales que nos incapacitan para acercarnos a quienes nos necesitan; el orgullo, el rencor, la violencia. También son camillas nuestros defectos de carácter: la pereza, la estrechez de corazón, la indiferencia… Todos ellos nos pesan y mortifican, pero también los usamos para justificar nuestra falta de movilidad.

Jesús curó al paralítico. También perdonó pecados, causando gran escándalo a los escribas que andaban husmeando por allí. Pero aunque curó la parálisis y perdonó, no hizo desaparecer la camilla. El exparalítico cargó con ella y salió fuera. Dejó que todos vieran lo que Jesús había hecho de él: un hombre erguido y sano, capaz de cargar con lo que siempre fue su atadura y su peso.

Cuando se siente en persona el amor de Jesús, cuando se vive en primera persona el Reino de Dios y la justicia de su perdón, es cuando las cargas se aligeran y las fuerzas se concentran. Así se puede coger la camilla y salir para que todos nos vean.

A. GONZALO
aurora@dabar.net



DIOS HABLA

ISAIAS 43, 18 19. 21 22. 24b 25
Así dice el Señor: «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alianza. Pero tú no me invocabas, Jacob, ni te esforzabas por mí, Israel; me avasallabas con tus pecados, y me cansabas con tus culpas. Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados».

II CORINTIOS 1, 18 22
Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

MARCOS 2, 1 12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la Palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...» Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa». Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca henos visto una cosa igual».


EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
No ha de extrañarnos que buscando antecedentes en el Antiguo Testamento para acompañar, cada domingo, la lectura central del Evangelio, vaya a parar con tanta frecuencia en el profeta Isaías.

Es lo que a muchos de nosotros nos sucede, que leyendo el A.T. enseguida queremos iluminarlo con el Nuevo Testamento; nos viene al pensamiento cómo alegraría a quienes nos dejaron escrito el testimonio sobre Jesús, encontrarse con Isaías, que tan certeramente les prestaba palabras, imágenes, oráculos, aquellas expresiones precisamente que mejor definían lo que ellos querían decirnos de Jesús de Nazaret. Con razón se le llamó el ‘quinto Evangelio’; una preciosa cantera de imágenes, palabras, personajes, acontecimientos, situaciones, anuncios tan propios para lo ‘nuevo’ (v.19).

El imperativo ‘no recordéis’ alguna traducción bíblica (Biblia de Jerusalén) no se atreve a mantenerlo y lo transforma en interrogativo ¿No os acordáis del pasado…? Y tiene razón. Mantener el original ‘No recordéis’ es un quiebro demasiado importante en una tradición arraigada en el pasado.

Es una palabra altamente teológica; es uno de los vínculos más repetidos en la relación de Adonai con su Pueblo; y viceversa, de Israel con su Señor. Machaconamente se repite una y otra vez: recuerda, recordarás; harás memoria; que esto te sirva de recuerdo; y el testimonio de que no me olvidaré..; y para que te acuerdes…

O bien se resalta que es Dios quien se acordará de la Alianza por El concedida (Jer.14,21) o de su misericordia (Hab 3,2; Sal 25,6s), de sus promesas (Sal 105,8 y otros); que se acuerde de las buenas acciones de sus fieles (Is 38,3); Jr 18,20), que se acuerde de quién es su Pueblo, o su siervo (Is 44,21ss)... Pero tambien se habla, y aún más, del recuerdo, por parte de Israel, de Yavé y su acción salvífica (Sal 42,7;77,4; todo el salmo 78 es una invitación a ‘recordar, a no olvidar las acciones del Señor…).

Incluso se erigen monumentos, o se establecen ritos (la circuncisión p.e.) para que sirvan al pueblo de ‘memorial’ o recordatorio de quien es, de qué compromisos ha adquirido, de los mandamientos recibidos, de las acciones de Dios; pero también se constituyen para que Dios mismo se acuerde de sus promesas (el arco-iris). Casi 300 veces aparece el verbo recordar en sentido teológico, como constituyente de la relación entre Dios y su pueblo y viceversa.

Por ello es maravillosa la utilización de este verbo en el texto de hoy. Una inclusión (v.18.25): “No recodéis lo de antaño” ya que no convendría al pueblo recordar un pasado en el que precisamente lo que ha hecho es ‘olvidar’ sus promesas, alianza, favores recibidos, sus prevaricaciones para con el Señor. Pero, solidario una vez más el Señor con su pueblo, ’no recordará’ sus pecados. Borrón y cuenta nueva. Esto sí que es algo nuevo. Una actitud puesta de relieve tantas veces por los textos bíblicos ‘Si llevas cuenta de nuestros delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?’ (Sal 130,3) No sólo el Señor no lleva cuenta de nuestros delitos sino que ante un juicio con su pueblo, a éste le da todas las ventajas en este precioso versículo que cierra el texto de hoy: “Recuérdamelos y vamos a juicio; lleva tu la cuenta para que lo ganes” Is 43,26).

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net


SEGUNDA LECTURA
Comienza la lectura dominical de la Segunda Carta a los Corintios. Carta que, probablemente, está compuesta, en la forma con que aparece en el Nuevo Testamento, por diferentes misivas que Pablo envió a la comunidad de Corinto en diversos momentos y con diversas ocasiones.
En la perícopa presente, después del saludo y acción de gracias normales en los comienzos de las cartas de San Pablo y de una rápida noticia del cambio de sus planos Pablo, fiel a su costumbre, menciona algunos principios fundamentales a propósito de cuestiones pequeñas, lo que puede obscurecer un tanto el asunto concreto, pero nos pone delante algunos pensamientos del Apóstol que nos resultan más importantes.
A propósito del mensaje que Pablo mismo ha anunciado, dice algo muy particular para confirmar una vez más su mensaje ante los detractores que había en Corinto. Está totalmente persuadido que ese su mensaje es realmente una exposición adecuada de lo que Cristo significa para los seres humanos. En ese sentido, aparece una insólita forma de llamar al Salvador: el Sí de Dios. Sí que se refiere inmediatamente a Él como el realizador total de las promesas de Dios pero que es susceptible de ser interpretado como realmente es:, la completa afirmación divina con relación a los seres humanos.
Es importante caer en la cuenta de esta visión global de Cristo. En realidad se trata más bien de un sentimiento. Pero, dada la tendencia a sobreponer a la relación fundamental con el Señor, toda una parafernalia de instituciones, preceptos, reflexiones etc. que, como árboles, nos pueden ocultar lo central, no es inútil recordar de vez en cuando al menos, ese aspecto fundamental. Jesucristo es el Sí total, incondicional, que Dios nos ha dado a los seres humanos. Seres humanos reales, históricos, concretos, cotidianos como cotidiano es el itinerario paulino que da pie a este recuerdo.
Pablo concluye el párrafo con una recuerdo de la actividad de Dios en Cristo a favor de los seres humanos mencionando acciones como confortar y, sobre todo, ungir, marcar, sellar y dar arras , metáforas todas ellas que indican que los cristianos tenemos una especial relación permanente con Dios que nos garantiza un futuro en consonancia con el inicial Si de Dios.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO
Texto. Nace con voluntad de coordinación: Jesús vuelve de nuevo a Cafarnaún. La expresión adverbial de nuevo (no recogida en la traducción litúrgica) remite a una vez anterior, cuando, recién proclamada la buena noticia de la llegada del Reino de Dios y garantizada la continuidad de proclamación de la misma, Jesús va a Cafarnaún (1,21). Jesús retorna, pues, a esta ciudad. Lo hace de incógnito. Pero a los pocos días se sabe de su presencia en una casa (el inicio de la traducción litúrgica no puede ser más desafortunado). Retorna la situación de la vez anterior, con la gente agolpándose en una verdadera persecución a Jesús. Marcos continúa lacónico: él les proponía la palabra. Al no ofrecer al lector una palabra concreta, el lector no tiene más remedio que remitirse a la única palabra que hasta ahora le ha sido ofrecida y que no es otra que la buena noticia de la llegada del Reino de Dios (1,14-15).
La escena de curación que sigue a continuación presenta un rasgo nuevo respecto a las escenas de curación precedentes. Lo prioritario en ella no es la curación sino el perdón. Es, en efecto, el perdón de los pecados lo que centra la atención del relato. Sólo en un segundo momento y como expresión-refrendo de ese perdón es cuando tiene lugar la curación física. En la estructura y dinámica del texto así son las cosas.
Entran por primera vez en escena en este evangelio los letrados. De ellos se había hablado en 1,22, pero hasta este momento no habían tenido un protagonismo directo. Su presencia autorizada sirve para realzar la absoluta novedad que representa Jesús perdonando el pecado, una novedad que también ratifica la gente presente: nunca hemos visto cosa igual.

Comentario. La llegada del Reino de Dios adquiere en este texto el papel definido del perdón de los pecados. Partidarios y contrarios de Jesús así lo reconocen. Hijo, tus pecados quedan perdonados. La frase escandaliza a unos y asombra a otros. El perdón no se ve, pero la señal del mismo sí. El paralítico con la camilla cogida es la señal. Ahora ya sabemos que el perdón de los pecados es una realidad de la que razonablemente no podemos dudar. Por ello estamos de enhorabuena y debemos dar gracias a Dios.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

Jesús va a presentarnos hoy una novedad en el evangelio de San Marcos. Una novedad que guarda relación con la salvación, con el trato de Dios con los hombres y de los hombres con Dios. Isaías anunciaba en la primera lectura algo tan nuevo que resulta desconocido; tan extraño y chocante que convertirá los desiertos en vergeles; tan alegre y saludable que Dios en persona abrirá un camino para saciar la sed de su pueblo. Dios saldrá al encuentro de los suyos, a pesar de la infidelidad de ellos. Perdonados sus pecados, Dios sólo les traerá parabienes, bendiciones, salud, hartura de lo que carecen y desean. Esa novedad que el profeta anunciaba se va a ver cumplida en este pasaje del evangelio de Marcos en el episodio de la curación de paralítico de Cafarnaún. Por primera vez, Jesús, va a presentarse con la potestad de perdonar los pecados. Va a presentarse como el Hijo del Hombre, revestido del poder y de la majestad de Dios según corresponde a la profecía de Daniel tal título; avivado también por el pensamiento de los escribas y la reacción de Jesús.

La escena se desarrolla en Cafarnaún, presumiblemente en la casa de Pedro en que Jesús se hospedaba. Exponía la buena noticia del Evangelio a los que acudían a escucharle. La escena de la predicación se rompe con la irrupción del paralítico desde el tejado ante la imposibilidad de llegar a Jesús de otra manera por el gentío que se agolpaba. Ese acceso en vertical hacia Jesús es bastante sugerente y puede evocar otras muchas cosas, pero es sobre todo la fe de sus amigos en Jesús la que realiza algo llamativo y casi imposible para obtener el beneficio para su amigo por parte de Jesús. El propio evangelista toma nota de la gran fe de esos cuatro hombres. Jesús se dirige a él directamente y, sin mediar palabra ni petición alguna, le declara perdonados sus pecados. Todos permanecen expectantes ante la sorpresa de tal afirmación pero se hace el silencio y sólo en su interior desconfían de la potestad de Jesús para poder perdonar los pecados. Jesús adivina sus pensamientos, los verbaliza y reacciona autoaplicándose el título de Hijo del Hombre y haciendo ver que si sólo Dios puede perdonar los pecados, también sólo Dios puede decirle “coge tu camilla y echa a andar”. Jesús defiende su identidad como Hijo de Dios, revestido del poder de Dios, algo de lo que los testigos de su acción habían dudado.

La curación sucede en la dimensión de lo físico y en la dimensión de lo moral. Para Dios, la recuperación de la persona es integral. La verdadera enfermedad de la que Jesús ha venido a librarnos es la del pecado. Todos esperamos los milagros en el plano de lo físico, pero Dios conoce nuestra necesidad de ser curados de nuestros pecados. Sólo entonces seremos íntegros para Dios. La parálisis física es temporal pero la otra es más dañina y perjudicial porque, sin la salvación de Jesús, el hombre se habría perdido para la eternidad. En Jesús se cumple la profecía de Isaías: Dios mismo sale en auxilio de su pueblo y le da hartura en su necesidad; Dios mismo perdona los pecados de su pueblo, del nuevo pueblo para el que Jesús ha venido: la humanidad entera, capacitada para reconocer en Jesús al Hijo del Hombre, al Hijo de Dios. Y ese reconocimiento será la respuesta que Dios espera por nuestra parte a los beneficios obtenidos por la acción de Jesús. Así lo recoge el final del pasaje evangélico cuando dice que todos daban gloria a Dios.

JUAN SEGURA
juan@dabar.net



PARA LA ORACION

Dios y Padre de bondad, que perdonas nuestros pecados para que volvamos a ti y te ocupas de nuestro bienestar integral, danos la inteligencia de poder comprender que todo lo que sucede en nuestra vida es ocasión para nosotros de poderte descubrir en tu providencia amorosa.
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El pan y el vino que ofrecemos en tu altar actúen en nosotros como sacramento de tu unión con tus discípulos y tu Iglesia.
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En verdad es justo darte gracias y bendecir tu nombre, Padre, pues desde siempre has sido fiel a tu compromiso con los hombres. Desde los patriarcas hasta Moisés y luego por los profetas, mostraste tu benevolencia con el pueblo que habías escogido. La encarnación de Jesús en María la Virgen fue tu acercamiento pleno a la humanidad que habías creado y nos mostró la grandeza de tu misericordia; y la nueva alianza sellada con el sacrificio de su muerte y resurrección manifestó tu voluntad definitiva de rescatarnos del pecado y de la muerte. Por ese amor tan grande, te damos gracias y cantamos tu alabanza unidos a los ángeles y los santos.
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Renovada nuestra fuerza y nuestro ánimo con el sacramento eucarístico, haz de nosotros testigos de tu amor y tu misericordia en medio de nuestra sociedad para que testimoniemos ante nuestros hermanos los hombres los bienes que hemos recibido en esta celebración.


LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a nuestra celebración de la Eucaristía dominical. La primera lectura nos transmite la voluntad de Dios de no tener en cuenta nuestros pecados. El evangelio de Marcos nos habla de la curación del paralítico, que comienza con el perdón de sus pecados. La desconfianza hacia la persona de Jesús pone de manifiesto que él es, en realidad, el Hijo de Dios, pues tiene potestad para perdonar los pecados. Que esta Eucaristía nos sirva para confortarnos cristianamente en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu.

ACTO PENITENCIAL
- Tú, el que perdona los pecados porque eres Dios. Señor, ten piedad.
- Tú, que llamas a todos a vivir una nueva relación con Dios. Cristo, ten piedad.
- Tú, que eres fuente de salud para quienes te invocan. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
El profeta anuncia una situación nunca antes conocida. Para ello invita a no pensar en lo antiguo, a abrirse a una realidad completamente diferente. Él asumirá el protagonismo y actuará en favor de su pueblo, llenando de vida todo lo estéril. Esa novedad será también una situación de fidelidad en su pueblo porque Dios ha perdonado sus pecados.

SALMO RESPONSORIAL (Sal. 40)
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor. El Señor lo guarda y lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad. Yo dije: «Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti».
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén. Amén.
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
San Pablo reclama el fin de toda duda ante el mensaje de Jesús. Los que han sido marcados con el Espíritu de Dios no pueden echarse atrás diciendo primero “si” y más tarde “no”. El sí a Dios es definitivo porque el sí de Dios hacia los que él ha elegido es también definitivo. Actitudes dubitativas no son propias de cristianos.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
¿Qué es más fácil: decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “levántate, coge la camilla y echa a andar”?. La palabra de Jesús es confirmada con sus hechos.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Llevemos ante el Padre nuestra plegaria convertida en oración comunitaria.
- Para que la Iglesia transmita la misma misericordia que recibe de Dios y que Jesús le mostró. Roguemos al Señor.
- Para que los ministros de la Iglesia tomen en serio el ministerio de perdonar los pecados en el nombre de Jesús. Roguemos al Señor.
- Para que Dios ponga en los corazones de los pueblos la capacidad de dar el perdón y la búsqueda de la reconciliación entre los países enfrentados. Roguemos al Señor.
- Para que los que hemos sido bautizados con el Espíritu del Señor no dudemos en nuestra fe y apostemos con decisión por hacer del Evangelio nuestra norma de vida. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, por los que no tienen trabajo, por los enfermos, por los que atraviesan por dificultades, para que no pierdan la esperanza bajo ningún concepto y reciban la solidaridad de la sociedad. Roguemos al Señor.
- Por cuantos celebramos esta Eucaristía, para que vivamos desde ya de la fe en Jesús y de la esperanza en la providencia de Dios. Roguemos al Señor.
Oración: Acude a socorrer a tus hijos cuando te invocan, Padre, y ayuda más a quien más lo necesita. Que todos podamos sentir tu consuelo y tus caricias. Por JCNS.

DESPEDIDA
Que esta celebración renueve nuestras fuerzas y aumente nuestro buen ánimo para seguir siendo cristianos decididos en nuestra sociedad, al menos hasta el próximo domingo. Podemos ir en paz.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Cerca está el Señor (1 CLN 73 l); Cristo es el camino, del disco "Dios es amor"; El Señor nos ha reunido junto a El; Dios nos convoca, del disco "16 Cantos para la Misa".
Acto penitencial: de Aragüés.
Salmo: LdS. También se pueden buscar antífonas interesantes en las publicaciones de Manzano, Valle de los Caídos, etc.
Aleluya: Aclamemos al Señor, Aleluya del disco " 15 Nuevos Cantos para la Misa".
Ofertorio: Te ofrecemos, Señor, nuestra juventud del disco de Espinosa titulado "Así cantamos" (N. l).
Santo: (1 CLN 1 7).
Aclamación al memorial: (1 CLN J 21)
Cordero de Dios: Gregoriano, de la Misa de Difuntos.
Comunión: Cristo nos da la libertad; No podemos caminar; Unidos, Señor en Caridad (1 CLN 703).
Final: Gracias Señor por tu palabra (1 CLN 0 4).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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