VII Domingo del T.O. - Ciclo B: La curación del paralítico (Mc 2,1-12)

Publicado por Misioneros Monfortanos

Después de dos milagros: el de la curación de la suegra de Pedro y la del leproso, viene la curación del paralítico. Este enfermo – igual que el leproso – está rechazado por la sociedad de los hombres: está catalogado como pecador y no puede participar en el culto. El gesto de los que lo llevan, abriendo el tejado para depositarlo a los pies de Jesús, es el signo de una fe muy grande en el Maestro que está enseñando a la gente que está reunida en la casa.

El hombre no ha pedido nada a Jesús. Quizás se puede ver en su situación de paralítico una llamada al poder de curación. Lo han depositado ante Jesús, y se miran. Jesús va a lo más importante: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. El pecado es la raíz del mal. Reconciliado con el Padre, el hombre recibirá luego la curación física.

Mientras tanto los comentarios no se paran:


“Este hombre blasfema, ¿quién puede perdonar pecados fuera de Dios?” Jesús reacciona y afirma con toda claridad, su divinidad: “Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados… levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”.

Así se cumple la profecía de Isaías de la primera lectura: “Mirad, que realizo algo nuevo… yo por mi cuenta borraba tus crímenes, y no me acordaba de tus pecados”. Y lo expresa por una señal. Eso forma parte de su misión, como lo había anunciado en la sinagoga de Nazaret: “Los ciegos ven, los mudos hablan, los cojos andan…”

Jesús libera del mal físico al hombre enfermo: es el signo de otra liberación, y lo dice: “Tus pecados están perdonados”. “El hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”.

Oración

El hombre y la mujer, criaturas muy amadas de Dios, se encuentran siempre en camino hacia la casa del Padre. Pararse en este camino es retroceder. Por eso, la parálisis de que habla Marcos representa el nivel más profundo de la enfermedad. El paralítico en sentido espiritual es aquel que ha perdido la propia identidad, no logra moverse, no vive en plenitud lo que Dios le ofrece.
La parálisis puede significar el pecado y todo miedo que impide levantarse y vivir como criaturas nuevas,resucitadas. En este relato, el hombre enfermo no posee un nombre propio: su identidad es la parálisis.
“Sostenido por cuatro hombres": son las cuatro personas que llevan al paralítico. El “cuatro" es el símbolo de los cuatro elementos, es decir, del cosmos entero. Todo nos puede llevar a Cristo, todo tiende hacia él... (Col 1,16s).
Cada uno de nosotros puede ser uno de estos camilleros a lo largo de la semana.