Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
HOMILÍA 1
"Una vez se acordó de un sabio teólogo que había ido, cuando él estaba todavía de novicio, a celebrar la Pascua en el convento.
El Sábado Santo por la mañana había subido al púlpito con una pila gruesa de librotes.
Durante dos largas horas, había predicado a los ingenuos monjes, empleando palabras sabias, para explicarles el misterio de la Resurrección.
Hasta entonces los monjes consideraban la resurrección de Cristo como cosa simplísima, naturalísima; jamás se habían preguntado acerca del cómo ni del por qué…
La Resurrección de Cristo les parecía tan simple como la salida diaria del sol y ahora este teólogo erudito con todos sus libracos y toda su ciencia embrollaba todas las cosas…
Cuando se hubieron recogido en las celdas, el viejo Manassé dijo a Manolios:
Que Dios me perdone, hijo, pero este año es la primera vez que no he sentido a Cristo resucitar". (Nikos Kazantzakis)
Para los primeros cristianos decir: "Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos" era algo tan natural como respirar. No necesitaban ni largos sermones ni explicaciones complicadas. Y saludarse con un "Cristo ha resucitado" era tan apropiado como nuestro rutinario "buenos días".
Fue el primer grito de fe, de vida nueva, y victoria definitiva.
La victoria de la Resurrección de Jesús nos concierne también a nosotros. Estamos llamados a compartir y experimentar la Resurrección de Cristo.
Dejemos de "buscar al que vive entre los muertos"; dejemos de resistirnos a salir de nuestras tumbas. La piedra y las piedras de todas las tumbas han sido quitadas y somos invitados a vivir la novedad de la vida nueva, resucitada.
Los cristianos de hoy nos identificamos más con el Viernes Santo.
La Pasión, el sufrimiento, la sangre, la guerra, las víctimas, todos somos víctimas o nos identificamos con las víctimas… La muerte es glorificada y las pantallas se llenan de tragedia. Y las calles se llenan de procesiones de Cristos ensangrentados.
Somos el pueblo del Viernes Santo y de los funerales abarrotados.
¿Y el Día de Pascua? ¿Y el domingo, día pascual? Pascua, el día más joven del año, día de la risa, de la alegría, de la muerte vencida, el día sin mortajas, sin piedras y de puertas abiertas… No sabemos cómo vivirlo.
Tan acostumbrados estamos a la seriedad de los funerales que no sabemos qué hacer con la fuerza nueva; tan acostumbrados estamos a vivir como víctimas que nunca nos sentimos liberados; tan pesadas las lápidas que pensamos que ni Dios las podrá remover.
El día de Pascua es el día de dar la espalda a todos los camposantos del mundo para abrazar gozosamente a los hermanos, la esperanza y la vida.
En este mundo lleno de desgracias, la compasión es un sentimiento estéril y teatral.
Los cristianos, los cristianos de la Pascua, somos convocados a ejercer el ministerio de la esperanza y de la fe de la Pascua.
¡Qué hermoso! Una mujer, María Magdalena, predicó el primer sermón de Pascua de Resurrección.
Se lo predicó a unos hombres que, muertos de miedo, habían echado la piedra al cenáculo.
Menos mal que la escucharon y creyeron y así comenzó a caminar un pueblo nuevo, el pueblo del Día de la Pascua de Resurrección.
"María Magdalena fue corriendo donde estaba Simón Pedro con el discípulo preferido de Jesús y les dijo:
Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto" Jn 20,2
¿Ese "no sabemos" se refiere también a nosotros?
Son muchas las cosas que no sabemos, que nunca sabremos.
Hoy, Día de Pascua, sí sabemos que Cristo ha resucitado, que Cristo vive, y que todo y todos tendremos un "final feliz".
HOMILÍA 2
Pascua es tiempo de risas y alegría. Tiempo de victoria.
Después de un partido de fútbol, los triunfadores se abrazan, cantan y celebran jubilosos la victoria.
Los cristianos, el domingo de Pascua, día de la victoria sobre nuestro último enemigo, la muerte, tenemos motivos más que sobrados para saborear y celebrar bulliciosamente este gran acontecimiento.
Los cristianos orientales, durante el tiempo de Pascua, archivan los saludos rutinarios y se abrazan mientras se dicen: Xristós anesti y contestan: Alethós anesti. Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. Hermosa costumbre que centra la vida en el corazón de nuestra fe.
Cristo ha resucitado. Cristo vive. Aleluya.
Esta es la gran noticia. No estará en la primera página del Heraldo Soria ni de ningún periódico pero este grito de alegría resonará en todas las iglesias del mundo.
Este gran acontecimiento, no visto por nadie, no estará tampoco en la televisión pero alegrará muchos corazones. Y tiene que estar grabado en los nuestros.
Esta victoria, ganada por uno, será compartida por los millones de seguidores de Jesús congregados en catedrales y ermitas.
Esta comunidad de Nuestra Señora del Pilar quiere celebrar gozosamente la victoria de Jesús y nuestra victoria y quiere proclamar la gran noticia: Cristo ha resucitado. Cristo vive. Aleluya.
Hoy, me toca a mi anunciarlo, hermanos y hermanas, pero no soy el primero y no seré el último en ser testigo y dar testimonio de este gran milagro.
¿Creen ustedes en este anuncio de la iglesia?
Durante más de dos mil años, desde los apóstoles, éste ha sido el primer credo de los creyentes: Cristo es Señor. Cristo es Salvador. Y es Señor y Salvador a causa de la resurrección. El amor de Dios es más fuerte que la muerte. Sólo el amor tiene la última palabra. Sólo el amor puede derrotar la muerte.
Pascua es el triunfo del amor. Pascua es tiempo de alegría y esperanza. Pascua proclama que Dios existe y que está del lado de la vida y la bondad. Al devolver a Jesús a la vida, Dios revela su activa preocupación por nosotros y su compromiso con nuestra historia.
Pascua significa para nosotros un nuevo nacimiento.
"Por la gran misericordia de Dios hemos nacido a una nueva esperanza por la resurrección de Jesucristo de los muertos".
No se llamen a engaño. Si Cristo no ha vuelto a la vida, olvídense de todo. Vayan a casa, enciendan la televisión y diviértanse con lo que más les haga cosquillas, sea lo que sea. No pierdan su tiempo aquí hablando de un Jesús que es mero recuerdo, pobre cuadro colgado de la pared.
No, nuestro Cristo está vivo. Más vivo que cualquiera de nosotros. Vivo para nosotros, para usted y para mi, vivo para lo que Pablo llama "renacer".
Y nacer de nuevo significa que tenemos una nueva vida, vida que no tiene fin a pesar de todo.
¿Cuándo experimentamos esta nueva vida, este nuevo ser?
Pascua y Bautismo van juntos. Pascua es la fiesta, el aniversario de nuestro bautismo. Es la fiesta del fuego, el agua, la luz y el Espíritu. Y la iglesia abre su vientre, su fuente para alumbrar nuevos hijos e hijas.
Para los que se bautizan hoy es el día de la muerte y la resurrección. Para los que ya estamos bautizados es el día de renovar nuestra profesión de fe y de decir sí a lo que somos y de decir sí al que pertenecemos: a Dios.
Feliz Pascua, nos deseamos.
Tenemos que hacer Pascua. Tenemos que reír y vivir y dar vida. Hacer Pascua porque Cristo ha resucitado. Hacer Pascua porque somos amados por Jesús y vivos en Jesús. Aleluya. Aleluya. Feliz Pascua a todos.
El Sábado Santo por la mañana había subido al púlpito con una pila gruesa de librotes.
Durante dos largas horas, había predicado a los ingenuos monjes, empleando palabras sabias, para explicarles el misterio de la Resurrección.
Hasta entonces los monjes consideraban la resurrección de Cristo como cosa simplísima, naturalísima; jamás se habían preguntado acerca del cómo ni del por qué…
La Resurrección de Cristo les parecía tan simple como la salida diaria del sol y ahora este teólogo erudito con todos sus libracos y toda su ciencia embrollaba todas las cosas…
Cuando se hubieron recogido en las celdas, el viejo Manassé dijo a Manolios:
Que Dios me perdone, hijo, pero este año es la primera vez que no he sentido a Cristo resucitar". (Nikos Kazantzakis)
Para los primeros cristianos decir: "Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos" era algo tan natural como respirar. No necesitaban ni largos sermones ni explicaciones complicadas. Y saludarse con un "Cristo ha resucitado" era tan apropiado como nuestro rutinario "buenos días".
Fue el primer grito de fe, de vida nueva, y victoria definitiva.
La victoria de la Resurrección de Jesús nos concierne también a nosotros. Estamos llamados a compartir y experimentar la Resurrección de Cristo.
Dejemos de "buscar al que vive entre los muertos"; dejemos de resistirnos a salir de nuestras tumbas. La piedra y las piedras de todas las tumbas han sido quitadas y somos invitados a vivir la novedad de la vida nueva, resucitada.
Los cristianos de hoy nos identificamos más con el Viernes Santo.
La Pasión, el sufrimiento, la sangre, la guerra, las víctimas, todos somos víctimas o nos identificamos con las víctimas… La muerte es glorificada y las pantallas se llenan de tragedia. Y las calles se llenan de procesiones de Cristos ensangrentados.
Somos el pueblo del Viernes Santo y de los funerales abarrotados.
¿Y el Día de Pascua? ¿Y el domingo, día pascual? Pascua, el día más joven del año, día de la risa, de la alegría, de la muerte vencida, el día sin mortajas, sin piedras y de puertas abiertas… No sabemos cómo vivirlo.
Tan acostumbrados estamos a la seriedad de los funerales que no sabemos qué hacer con la fuerza nueva; tan acostumbrados estamos a vivir como víctimas que nunca nos sentimos liberados; tan pesadas las lápidas que pensamos que ni Dios las podrá remover.
El día de Pascua es el día de dar la espalda a todos los camposantos del mundo para abrazar gozosamente a los hermanos, la esperanza y la vida.
En este mundo lleno de desgracias, la compasión es un sentimiento estéril y teatral.
Los cristianos, los cristianos de la Pascua, somos convocados a ejercer el ministerio de la esperanza y de la fe de la Pascua.
¡Qué hermoso! Una mujer, María Magdalena, predicó el primer sermón de Pascua de Resurrección.
Se lo predicó a unos hombres que, muertos de miedo, habían echado la piedra al cenáculo.
Menos mal que la escucharon y creyeron y así comenzó a caminar un pueblo nuevo, el pueblo del Día de la Pascua de Resurrección.
"María Magdalena fue corriendo donde estaba Simón Pedro con el discípulo preferido de Jesús y les dijo:
Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto" Jn 20,2
¿Ese "no sabemos" se refiere también a nosotros?
Son muchas las cosas que no sabemos, que nunca sabremos.
Hoy, Día de Pascua, sí sabemos que Cristo ha resucitado, que Cristo vive, y que todo y todos tendremos un "final feliz".
HOMILÍA 2
Pascua es tiempo de risas y alegría. Tiempo de victoria.
Después de un partido de fútbol, los triunfadores se abrazan, cantan y celebran jubilosos la victoria.
Los cristianos, el domingo de Pascua, día de la victoria sobre nuestro último enemigo, la muerte, tenemos motivos más que sobrados para saborear y celebrar bulliciosamente este gran acontecimiento.
Los cristianos orientales, durante el tiempo de Pascua, archivan los saludos rutinarios y se abrazan mientras se dicen: Xristós anesti y contestan: Alethós anesti. Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. Hermosa costumbre que centra la vida en el corazón de nuestra fe.
Cristo ha resucitado. Cristo vive. Aleluya.
Esta es la gran noticia. No estará en la primera página del Heraldo Soria ni de ningún periódico pero este grito de alegría resonará en todas las iglesias del mundo.
Este gran acontecimiento, no visto por nadie, no estará tampoco en la televisión pero alegrará muchos corazones. Y tiene que estar grabado en los nuestros.
Esta victoria, ganada por uno, será compartida por los millones de seguidores de Jesús congregados en catedrales y ermitas.
Esta comunidad de Nuestra Señora del Pilar quiere celebrar gozosamente la victoria de Jesús y nuestra victoria y quiere proclamar la gran noticia: Cristo ha resucitado. Cristo vive. Aleluya.
Hoy, me toca a mi anunciarlo, hermanos y hermanas, pero no soy el primero y no seré el último en ser testigo y dar testimonio de este gran milagro.
¿Creen ustedes en este anuncio de la iglesia?
Durante más de dos mil años, desde los apóstoles, éste ha sido el primer credo de los creyentes: Cristo es Señor. Cristo es Salvador. Y es Señor y Salvador a causa de la resurrección. El amor de Dios es más fuerte que la muerte. Sólo el amor tiene la última palabra. Sólo el amor puede derrotar la muerte.
Pascua es el triunfo del amor. Pascua es tiempo de alegría y esperanza. Pascua proclama que Dios existe y que está del lado de la vida y la bondad. Al devolver a Jesús a la vida, Dios revela su activa preocupación por nosotros y su compromiso con nuestra historia.
Pascua significa para nosotros un nuevo nacimiento.
"Por la gran misericordia de Dios hemos nacido a una nueva esperanza por la resurrección de Jesucristo de los muertos".
No se llamen a engaño. Si Cristo no ha vuelto a la vida, olvídense de todo. Vayan a casa, enciendan la televisión y diviértanse con lo que más les haga cosquillas, sea lo que sea. No pierdan su tiempo aquí hablando de un Jesús que es mero recuerdo, pobre cuadro colgado de la pared.
No, nuestro Cristo está vivo. Más vivo que cualquiera de nosotros. Vivo para nosotros, para usted y para mi, vivo para lo que Pablo llama "renacer".
Y nacer de nuevo significa que tenemos una nueva vida, vida que no tiene fin a pesar de todo.
¿Cuándo experimentamos esta nueva vida, este nuevo ser?
Pascua y Bautismo van juntos. Pascua es la fiesta, el aniversario de nuestro bautismo. Es la fiesta del fuego, el agua, la luz y el Espíritu. Y la iglesia abre su vientre, su fuente para alumbrar nuevos hijos e hijas.
Para los que se bautizan hoy es el día de la muerte y la resurrección. Para los que ya estamos bautizados es el día de renovar nuestra profesión de fe y de decir sí a lo que somos y de decir sí al que pertenecemos: a Dios.
Feliz Pascua, nos deseamos.
Tenemos que hacer Pascua. Tenemos que reír y vivir y dar vida. Hacer Pascua porque Cristo ha resucitado. Hacer Pascua porque somos amados por Jesús y vivos en Jesús. Aleluya. Aleluya. Feliz Pascua a todos.
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