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miércoles, 10 de junio de 2009

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: Corpus Christi - Ciclo B

Publicado por Dominicos.org
El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Introducción

Dios es AMOR y su Hijo Jesús, su imagen perfecta, también es AMOR. A partir de este hecho, entendemos que todo lo que hace Jesús brota de su ser Amor. Hoy la iglesia celebra una de sus prodigiosas obras de amor: el cuerpo y la sangre de Cristo. Poco antes de entregar su vida en la cruz, inventó la eucaristía. Quiso resumir en el pan y en el vino eucarísticos su vida, muerte y resurrección, para que siempre las recordásemos y nos ayudasen a vivir el presente en vista a nuestro fututo. Hace el milagro de esconderse en el pan y nos lo regala como su cuerpo entregado, muerto y resucitado; y lo mismo con el vino, donde no regala su sangre derramada por amor. Su cuerpo y su sangre quieren ser recuerdo permanente de lo que fue su vida, muerte y resurrección. Que no se nos borre de la memoria todo cuanto él hizo por nosotros. Quiere ser también alimento en nuestro caminar terreno, en nuestro compromiso voluntario de seguir sus pasos, de vivir su misma vida de entrega y de amor, mientras llegamos al reinado de Dios definitivo.
En algunos lugares, la solemnidad del Corpus Christi se celebra el jueves, por lo que este domingo se celebra el Domingo XI del Tiempo Ordinario. Incluimos también la ayuda homilética para este domingo

Domingo XI del Tiempo Ordinario

El núcleo de la predicación de Cristo es el Reino de los cielos. Qué era ese Reino no le fue fácil de exponer a sus oyentes. Por eso insistió en manifestar “a qué se parece”. Y para ello utiliza parábolas, “acomodándose a su entender”. Las parábolas muestran aspectos parciales de lo que es el Reino de los cielos, con los que tenemos que tejer la idea completa de lo que Jesús quiere decirnos en su predicación. Para las parábolas Jesús mira la tierra por la que se mueve, los campos sembrados.


Comentario bíblico

Ante todo la caridad

* Iª Lectura: Éxodo (24,3-8): El misterio de la Alianza

En la primera lectura, Moisés, bajando del monte, comunica la experiencia que había tenido de Dios, de sus palabras, que han de considerarse como palabras de la Alianza que Dios había sellado anteriormente con su pueblo con el Código de la Alianza cuyo corazón es el Decálogo. Entonces, pues, se organiza una liturgia sagrada, un banquete, que quiere significar la ratificación de la Alianza que Dios ha hecho con el que ha sacado de la esclavitud. El misterio de la sangre, de su aspersión, expresa el misterio de comunión de vida entre Dios y su pueblo ya que, según se pensaba, la vida estaba en la sangre. Por ello este texto se considera como prefiguración de la Nueva Alianza que Jesús adelanta en la última cena.

* IIª Lectura: Hebreos (9,11-15): El sacrificio de la propia vida

II.1. La carta a los Hebreos es uno de los escritos más densos del NT. En este texto se nos exhorta desde la teología sacrificial, que pone de manifiesto que los sacrificios de la Antigua Alianza no pudieron conseguir lo que Jesucristo realiza con el suyo, con la entrega de su propia vida. Y esto lo ha realizado «de una vez por todas» en la cruz, de tal manera que los efectos de la muerte de Jesús, la redención y su amor por los hombres, se hacen presentes en la celebración de este sacramento. El recurrir a las metáforas y al lenguaje de la acción sacrificial puede que resulte hoy poco convincente, fruto de una cultura que no es la nuestra. No obstante, la significación de todo ello nos muestra una novedad, ya que todo se apoya en un sacerdocio especial, el de Melquisedec y en una entrega inigualable.

II.2. Es uno de los momentos álgidos de la argumentación de la carta. Está hablando del sacrificio de la propia vida que logra una Alianza eterna. Es esa alianza que prometieron los profetas, porque ellos vieron que los sacrificios rituales habían quedado obsoletos y la alianza antigua se había convertido en una “disposición” ritual. Cristo no viene a instaurar nuevos sacrificios para Dios (no los necesita), sino a revelar que la propia vida entregada a los hombres vale más que todo aquello. Así es posible entenderse a fondo con Dios. Es en la propia vida entregada como se logra la comunión más íntima con lo divino, sin necesidad de sustitutivos de ninguna especie. La muerte de Jesús, su vida entregada a los hombres y no a Dios, es el “testamento” verdadero del que hacemos memoria.

* Evangelio: Marcos (14,12-26): La muerte como entrega

III.1. El evangelio expone la preparación de la última cena de Jesús con los suyos y la tradición de sus gestos y sus palabras en aquella noche, antes de morir. Sabemos de la importancia que esta tradición tuvo desde el principio del cristianismo. Aquella noche (fuera o no una cena ritualmente pascual), Jesús hizo y dijo cosas que quedarán grabadas en la conciencia de los suyos. Con toda razón se ha recalcado el «haced esto en memoria mía». Sus palabras sobre el pan y sobre la copa expresan la magnitud de lo que quería hacer en la cruz: entregarse por los suyos, por todos los hombres, por el mundo, con un amor sin medida.

III.2. Marcos nos ofrece la tradición que se privilegiaba en Jerusalén, mientras que Lucas y Pablo nos ofrecen, probablemente, «las palabras» con la que este misterio se celebraba en Antioquía. En realidad, sin ser idénticas, quieren expresar lo mismo: la entrega del amor sin medida. Su muerte, pues, tiene el sentido que el mismo Jesús quiere darle. No pretendió que fuera una muerte sin sentido, ni un asesinato horrible. No es cuestión de decir que quiere morir, sino que sabe que ha de morir, para que los hombres comprendan que solamente desde el amor hay futuro. La Eucaristía, pues, es el sacramento que nos une a ese misterio de la vida de Cristo, de Dios mismo, que nos la entrega a nosotros de la forma más sencilla.

Fray Miguel de Burgos Núñez




Pautas para la homilía

* “Hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5,25)

No podemos cansarnos de repetir que lo de Dios con nosotros es una historia de amor. Solemos decir que el amor es loco y que, por lo tanto, comete locuras. De manera equivocada, llamamos locuras de amor a lo que son en realidad locuras de desamor, cuando, por ejemplo, un hombre mata a su esposa porque no se siente correspondido. Las locuras de amor de Dios siempre van en la línea del amor, en la línea de hacernos bien y nunca mal.

Corremos el riesgo de que las maravillas, que hemos contemplado desde niños, desde siempre, no nos parezcan tan maravillosas. En el plano de la naturaleza, ya no nos sorprende la maravilla de ver nacer y morir el sol cada día, no nos sorprende que la tierra no esté en reposo, sino que se mueva girando sobre sí misma cada 24 horas, y dando una vuelta completa en torno al sol después de 365 días. No nos sorprende que haya cuatro estaciones al año. Es lo que hemos visto siempre y nos parece lo más normal del mundo.

* Algo increíble: El progresivo acercamiento amoroso de Dios

Con Dios y con todo lo que ha hecho y sigue haciendo con nosotros, en favor nuestro, nos puede pasar lo mismo. Muchos de sus gestos no nos sorprenden. Como lo de Dios con nosotros es amarnos, busca lo que desea toda persona que ama: la unión con la persona amada. El amor busca la unión y no la desunión y la distancia con la persona a la que ama. Es la historia de su progresivo acercamiento amoroso a nosotros.

Dios no se limitó a la maravilla de darnos la vida, a crearnos a través de nuestros padres, para luego retirarse de la escena. Ya en el AT, se relacionó con el pueblo judío, como nos recuerda la primera lectura de hoy. Hizo un pacto, una alianza con ellos. Yahvé se comprometió a ser el Dios del pueblo judío y el pueblo judío a tener a Yahvé por Dios. “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Cuando los pueblos vecinos se enteraron de esta maravilla, no salían de su asombro. Leemos en el profeta Zacarías: “En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas de las naciones asirán por la orla del manto a un judío, diciéndole: Queremos ir con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está con vosotros” (Zac 8,23). Los de los otros pueblos quedaron deslumbrados al enterarse de que Dios se había acercado al pueblo judío para ser su Dios, para hablarles, orientarles, consolarles, protegerles, amarles… No es extraño que deseasen ir con ellos, “porque hemos oído decir que Dios está con vosotros”.

Dios no se contentó con este primer paso de acercamiento. Llegada la “plenitud de los tiempos”, en una nueva locura de amor, rompiendo los moldes de lo “normal”, nos envió a la tierra a su propio Hijo, para que su cercanía amorosa fuese más clara, más palpable, más humana a todos los pueblos de la tierra. Y Jesús nos habló de Dios no como de un juez castigador, sino como de un Padre permanentemente con los brazos abiertos para acogernos y abrazarnos a todos nosotros sus hijos. Quiso borrar para siempre el miedo de nuestro corazón, cuando pensásemos en Dios y cambiarlo por la confianza amorosa de hijos. Nos dio su opinión sobre las actitudes que debemos adoptar ante todas las realidades de nuestra vida, para que nos fuese bien, porque él es el Camino, la Verdad y la Vida. Nos aseguró que Dios, después de esta vida terrena, nos tiene reservados un cielo nuevo y una tierra nueva, donde nuestra felicidad va a ser total. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar”.

* Presencia y alimento

Cuando después de su resurrección y ascensión, se alejó de nosotros en su forma humana, no nos dejó solos. Su acercamiento amoroso continuó y siguió haciendo maravillas en favor nuestro. Sólo voy a recordar la relativa a la fiesta de hoy. Su locura de amor le llevó, dado que es Dios y puede, a realizar el prodigio, la maravilla, de hacerse pan y de hacerse vino, con una doble intención. En primer lugar, para seguir estando presente en nuestra vida. “Aquí me tenéis, sigo con vosotros para lo que me necesitéis, escondido en el pan y en el vino, no os he abandonado”. Si le dejamos, él seguirá modelando nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestros sentimientos, nuestros deseos. En segundo lugar, para ser nuestro alimento. A veces, nuestro camino por esta tierra, se nos hace duro y largo, y nos pueden faltar las fuerzas. Él nos ofrece su cuerpo entregado, su sangre derramada, que contienen amor y vida a raudales. Lo que más necesitamos para nuestro caminar sobre la tierra.

Ojalá en esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo reconozcamos las maravillas que sigue haciendo con nosotros. Y de la admiración y el agradecimiento, aceptemos, llenos de alegría, su presencia y el alimento especial, divino, rebosante de amor, de su cuerpo y de su sangre… para seguir su ejemplo y entregar nuestra vida, por amor, a nuestros hermanos. “Os he dado ejemplo para que vosotros hagáis otro tanto”.

Fray Manuel Santos Sánchez

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