Publicado por Iglesia que Camina
“¿POR QUÉ SOIS TAN COBARDES?”
Hay dos frases que me gustan en el Evangelio: “No tengáis miedo.” “¿Por qué sois tan cobardes?” Jesús no quiere una Iglesia libre de tormentas y peligros, quiere una Iglesia con menos miedo y con mayor valentía.
No quiere cristianos miedosos que, por no equivocarse, no hacen nada. Quien no hace nada por miedo a fallar, no tiene derecho a equivocarse. Pero quien a pesar de los riesgos se decide a hacer algo, démosle la opción de equivocarse. Los grandes triunfos fueron precedidos de grandes fracasos.
No quiere cristianos cobardes que, por no arriesgarse llegan siempre tarde. Jesús no quiere una Iglesia que siempre va por detrás pisando los talones de los que van por delante y quejándose de los que caminan más de prisa y llegan antes.
Quiere cristianos que lo “intentan”. Quiere cristianos que se “arriesgan”. Cristianos que por una “falsa prudencia” terminan en el aburrimiento de “no hacer nada”. Para ellos todos los días son igual de aburridos, porque todos los días son repetición de los anteriores.
No importa si alguna vez nos equivocamos. El que se equivoca, dice el Cardenal Martini, puede rectificar. Y quien rectifica demuestra valentía y sinceridad y honestidad. Con frecuencia, por el miedo a equivocarnos, terminamos construyendo una Iglesia que siempre llega tarde a cita de Dios en la historia.
Juan Pablo II nos invitó en “Remar Mar Adentro”, no a quedarse amarrados en el puerto, en el dique seco de la historia. “Remar Mar Adentro” es encontrarnos muchas veces con la mar brava, pero también con la mejor pesca. Nadie se dedica a pescar en la seguridad del puerto. Hace unos días, veía un programa de TV donde hablaba de cómo se pescaban en Europa los “percebes”. Y la verdad que es todo un riesgo porque están pegados a las rocas precisamente allí donde las olas golpean con gran violencia y donde se corre el peligro de que una de esas olas lo estrellen a uno contra las rocas o lo arrastren mar adentro.
La Iglesia y los cristianos no estamos para pescar solo en agua dulce o en estanques o en esas modernas “piscigranjas”, sino en irnos mar adentro, allí donde nuestros barcos de pesca son zarandeados por la bravura del mar, que es donde está el mejor pescado, el más grande.
No es quedándonos en la soledad de los templos sin riesgo alguno, sino en salir allí donde los hombres luchan su batalla por la vida, donde Jesús nos quiere. Estamos llamados a ser “los alpinistas del espíritu”, los “alpinistas del Evangelio”. Es un riesgo la escalada de las rocas y los grandes acantilados o las montañas nevadas, pero todo queda compensado con la alegría de llegar a la cima. Desde allá arriba se puede contemplar aquello que no logramos ver nunca los que nos quedamos abajo en el llano.
“¿AÚN NO TENÉIS FE?”
¿Aún no tienes fe en ti mismo?
¿Aún no tienes fe en tus posibilidades?
¿Aún no tienes fe en los demás?
¿Aún no tienes fe en tu esposo?
¿Aún no tienes fe en tu esposa?
¿Aún no tienes fe en tus hijos?
¿Aún no tienes fe en tus padres?
¿Aún no tienes fe en la Iglesia?
¿Aún no tienes fe en tu parroquia?
¿Aún no tienes fe en tu comunidad?
¿Aún no tienes fe en el Evangelio?
¿Aún no tienes fe en Jesús?
¿Aún no tienes fe en Dios?
¿Aún no tienes fe en el cambio?
¿Aún no tienes fe en el futuro?
¿Aún no tienes fe en que todo puede cambiar?
¿Aún no tienes fe en que tú puedes cambiar?
Entonces, ¿a qué te agarras?
Entonces, ¿qué te sostiene en la vida?
Entonces, ¿qué esperas de la vida?
Entonces, ¿qué esperas del futuro?
Entonces, ¿qué esperas del mañana?
Si no tienes fe en los demás,
¿cómo quieres que tengan fe en ti?
Si no tienes fe en Dios,
¿Cómo quieres que Dios…?
Perdón, ¡pues a pesar de todo Él
SÍ TIENE FE EN TI!
ACTITUD ANTE LAS CRISIS
Cuando a fines del 2008 comenzó la crisis económica que conmovió los cimientos de todas las economías, todos nos pusimos en pie, los Gobiernos, los economistas, los políticos. La crisis bancaria, la crisis de las Bolsas del mundo, hicieron estremecer al mundo entero.
Sin embargo, cuando la cultura comienza a minar los cimientos del hombre y lo que está en juego es precisamente el hombre, como que la cosa no nos inquieta demasiado. ¿Será que tenemos más sensibilidad por nuestros ahorros bancarios y nuestra comodidad en la vida?
¿Será que la crisis de humanidad en la que está en juego el hombre, la vemos como menos importante, y que, de todos modos, podemos ser hombres de cualquier manera? Lewis y otros como él llegan a afirmar que cada nuevo poder que logra el hombre, se convierte en “poder sobre el hombre”, pudiendo incluso llegar “a la abolición del hombre”. El Papa Pío XII en la década de los cuarenta lo decía de otra manera: “Cada descubrimiento del hombre termina siendo un atentado contra el hombre.”
¿A quienes preocupan las crisis de la fe y las crisis de la Iglesia? No hablamos de aquellos que viven fuera o lejos de ella, sino de quienes seguimos dentro de la Iglesia. Siento que abunda más la crítica contra la Iglesia que en crisis que una verdadera preocupación por ella. Algo así como si viésemos que nuestra casa está ardiendo y nosotros seguimos sentados contemplando sus llamas.
Las crisis siempre son algo que pertenece a nuestra realidad y que pueden ser motivo de desaliento como también puede ser motivo de renovación y recreación. Es bastante normal que, con motivo de tiempos de crisis en la Iglesia, el Espíritu haya despertado gran número de Congregaciones Religiosas o de Movimientos de Espiritualidad. Lo que parecía signo de muerte se convirtió en signos de nueva vitalidad espiritual.
ESCUCHAR LAS CRÍTICAS
Las críticas no son malas. Las críticas son la manera que tenemos de vernos desde el otro lado, es decir, desde cómo nos ven los otros. No vamos a decir que los otros solo tienen mala voluntad. Con frecuencia, son gente de buena voluntad, que también quisieran ser miembros de la Iglesia, pero que descubren que no responde a sus problemas e inquietudes por miedo a abrirse.
El verdadero problema de la Iglesia hoy no es la falta de sacerdotes ni la falta del prestigio que alguna vez tuvo. Es más, ese prestigio le ha hecho mucho daño a la Iglesia. El verdadero problema es ella misma o hasta donde responde a las exigencias del Evangelio o hasta dónde responde más a la mentalidad de los hombres.
El Concilio Vaticano II se atrevió a decir “Iglesia renovanda”, “Iglesia necesitada de renovación”. Después del Concilio vivimos unos aires re renovación, de cambio, de mirar hacia delante. Se le daban diferentes términos: “aggiornamento”, “renovación”, “actualización”. Eran aires que traían un ambiente de puesta al día en fidelidad al Evangelio. ¿Qué es lo que detuvo ese movimiento y apagó ese viento que la empujaba mar adentro?
Es posible que todo cambio implique riesgos, esto es claro. El post-Concilio vivió esos riesgos, pero eran tiempos de ilusión, tiempos de esperanza. Uno sentía que había vida, pero las resistencias han sido demasiado fuertes. Y poco a poco estamos regresando a esa quietud donde el peligro no es equivocarnos, sino dejar que pasen las cosas, aunque los hombres se alejen de nosotros.
Necesitamos escuchar a los que nos critican, no a los que nos adormecen con sus adulaciones y alabanzas.
“LO ANTIGUO HA PASADO, LO NUEVO HA COMENZADO”
Pablo tiene una gran historia de fe. Vive del pasado de su pueblo. Vive del pasado de Moisés y los profetas. Por eso es incapaz de aceptar la novedad de lo cristiano, necesitará encontrarse con el Resucitado y es entonces que reconoce que “lo antiguo ha pasado”, ya cumplió su misión en su tiempo y momento. Pero hay algo nuevo que siempre está comenzando, para ello fue necesario cambiar el centro y el eje de su fe: ya no es la fe en la institución sino la fe en la persona. Las religiones son modos y caminos que los hombres van encontrando para llegar y relacionarse con Dios. Pero cuando la religión es más importante que Dios, termina por hacerse inútil y termina por no llevar a Dios. Lo importante de las religiones no son las religiones mismas, sino aquel a donde quieren guiarnos.
La barca puede hacer agua, pero en la barca hay alguien más importante y se llama Jesús. No es la barca la que calma el oleaje del mar, sino Jesús que estaba como dormido en la barca.
Es importante la casa, hay casas bien bonitas y amuebladas, pero para qué sirven las casas si dentro no hay vida, no hay amor, no hay comprensión, no hay perdón y no hay alegría familiar. En cambio, puede que haya casas más sencillas donde, sin embargo, haya mucho calor humano y cristiano. Al fin y al cabo, nadie se come los envoltorios sino lo que contienen dentro.
No tenemos por qué no valorar el pasado, es que sin el ayer no existiría el hoy. Lo malo es querer quedarse en el ayer que ya no existe y renunciar al hoy que es lo único que tenemos seguro. No olvidemos que el hoy será mañana “un ayer que pasó”.
Pablo nos dirá algo fundamental: “El que es de Cristo es una criatura nueva.” Sólo cuando somos nuevos en Cristo, hacemos posible que lo viejo deje de ser un estorbo para lo nuevo que “ha comenzado”. Ni nosotros podemos quedarnos en lo que fuimos ayer, ni tampoco podemos dejar que las cosas de ayer maten la vida de las cosas nuevas que están naciendo. Sólo renaciendo cada día, haciéndonos nuevos cada día podremos hacer nuevas todas las cosas.
Hay dos frases que me gustan en el Evangelio: “No tengáis miedo.” “¿Por qué sois tan cobardes?” Jesús no quiere una Iglesia libre de tormentas y peligros, quiere una Iglesia con menos miedo y con mayor valentía.
No quiere cristianos miedosos que, por no equivocarse, no hacen nada. Quien no hace nada por miedo a fallar, no tiene derecho a equivocarse. Pero quien a pesar de los riesgos se decide a hacer algo, démosle la opción de equivocarse. Los grandes triunfos fueron precedidos de grandes fracasos.
No quiere cristianos cobardes que, por no arriesgarse llegan siempre tarde. Jesús no quiere una Iglesia que siempre va por detrás pisando los talones de los que van por delante y quejándose de los que caminan más de prisa y llegan antes.
Quiere cristianos que lo “intentan”. Quiere cristianos que se “arriesgan”. Cristianos que por una “falsa prudencia” terminan en el aburrimiento de “no hacer nada”. Para ellos todos los días son igual de aburridos, porque todos los días son repetición de los anteriores.
No importa si alguna vez nos equivocamos. El que se equivoca, dice el Cardenal Martini, puede rectificar. Y quien rectifica demuestra valentía y sinceridad y honestidad. Con frecuencia, por el miedo a equivocarnos, terminamos construyendo una Iglesia que siempre llega tarde a cita de Dios en la historia.
Juan Pablo II nos invitó en “Remar Mar Adentro”, no a quedarse amarrados en el puerto, en el dique seco de la historia. “Remar Mar Adentro” es encontrarnos muchas veces con la mar brava, pero también con la mejor pesca. Nadie se dedica a pescar en la seguridad del puerto. Hace unos días, veía un programa de TV donde hablaba de cómo se pescaban en Europa los “percebes”. Y la verdad que es todo un riesgo porque están pegados a las rocas precisamente allí donde las olas golpean con gran violencia y donde se corre el peligro de que una de esas olas lo estrellen a uno contra las rocas o lo arrastren mar adentro.
La Iglesia y los cristianos no estamos para pescar solo en agua dulce o en estanques o en esas modernas “piscigranjas”, sino en irnos mar adentro, allí donde nuestros barcos de pesca son zarandeados por la bravura del mar, que es donde está el mejor pescado, el más grande.
No es quedándonos en la soledad de los templos sin riesgo alguno, sino en salir allí donde los hombres luchan su batalla por la vida, donde Jesús nos quiere. Estamos llamados a ser “los alpinistas del espíritu”, los “alpinistas del Evangelio”. Es un riesgo la escalada de las rocas y los grandes acantilados o las montañas nevadas, pero todo queda compensado con la alegría de llegar a la cima. Desde allá arriba se puede contemplar aquello que no logramos ver nunca los que nos quedamos abajo en el llano.
“¿AÚN NO TENÉIS FE?”
¿Aún no tienes fe en ti mismo?
¿Aún no tienes fe en tus posibilidades?
¿Aún no tienes fe en los demás?
¿Aún no tienes fe en tu esposo?
¿Aún no tienes fe en tu esposa?
¿Aún no tienes fe en tus hijos?
¿Aún no tienes fe en tus padres?
¿Aún no tienes fe en la Iglesia?
¿Aún no tienes fe en tu parroquia?
¿Aún no tienes fe en tu comunidad?
¿Aún no tienes fe en el Evangelio?
¿Aún no tienes fe en Jesús?
¿Aún no tienes fe en Dios?
¿Aún no tienes fe en el cambio?
¿Aún no tienes fe en el futuro?
¿Aún no tienes fe en que todo puede cambiar?
¿Aún no tienes fe en que tú puedes cambiar?
Entonces, ¿a qué te agarras?
Entonces, ¿qué te sostiene en la vida?
Entonces, ¿qué esperas de la vida?
Entonces, ¿qué esperas del futuro?
Entonces, ¿qué esperas del mañana?
Si no tienes fe en los demás,
¿cómo quieres que tengan fe en ti?
Si no tienes fe en Dios,
¿Cómo quieres que Dios…?
Perdón, ¡pues a pesar de todo Él
SÍ TIENE FE EN TI!
ACTITUD ANTE LAS CRISIS
Cuando a fines del 2008 comenzó la crisis económica que conmovió los cimientos de todas las economías, todos nos pusimos en pie, los Gobiernos, los economistas, los políticos. La crisis bancaria, la crisis de las Bolsas del mundo, hicieron estremecer al mundo entero.
Sin embargo, cuando la cultura comienza a minar los cimientos del hombre y lo que está en juego es precisamente el hombre, como que la cosa no nos inquieta demasiado. ¿Será que tenemos más sensibilidad por nuestros ahorros bancarios y nuestra comodidad en la vida?
¿Será que la crisis de humanidad en la que está en juego el hombre, la vemos como menos importante, y que, de todos modos, podemos ser hombres de cualquier manera? Lewis y otros como él llegan a afirmar que cada nuevo poder que logra el hombre, se convierte en “poder sobre el hombre”, pudiendo incluso llegar “a la abolición del hombre”. El Papa Pío XII en la década de los cuarenta lo decía de otra manera: “Cada descubrimiento del hombre termina siendo un atentado contra el hombre.”
¿A quienes preocupan las crisis de la fe y las crisis de la Iglesia? No hablamos de aquellos que viven fuera o lejos de ella, sino de quienes seguimos dentro de la Iglesia. Siento que abunda más la crítica contra la Iglesia que en crisis que una verdadera preocupación por ella. Algo así como si viésemos que nuestra casa está ardiendo y nosotros seguimos sentados contemplando sus llamas.
Las crisis siempre son algo que pertenece a nuestra realidad y que pueden ser motivo de desaliento como también puede ser motivo de renovación y recreación. Es bastante normal que, con motivo de tiempos de crisis en la Iglesia, el Espíritu haya despertado gran número de Congregaciones Religiosas o de Movimientos de Espiritualidad. Lo que parecía signo de muerte se convirtió en signos de nueva vitalidad espiritual.
ESCUCHAR LAS CRÍTICAS
Las críticas no son malas. Las críticas son la manera que tenemos de vernos desde el otro lado, es decir, desde cómo nos ven los otros. No vamos a decir que los otros solo tienen mala voluntad. Con frecuencia, son gente de buena voluntad, que también quisieran ser miembros de la Iglesia, pero que descubren que no responde a sus problemas e inquietudes por miedo a abrirse.
El verdadero problema de la Iglesia hoy no es la falta de sacerdotes ni la falta del prestigio que alguna vez tuvo. Es más, ese prestigio le ha hecho mucho daño a la Iglesia. El verdadero problema es ella misma o hasta donde responde a las exigencias del Evangelio o hasta dónde responde más a la mentalidad de los hombres.
El Concilio Vaticano II se atrevió a decir “Iglesia renovanda”, “Iglesia necesitada de renovación”. Después del Concilio vivimos unos aires re renovación, de cambio, de mirar hacia delante. Se le daban diferentes términos: “aggiornamento”, “renovación”, “actualización”. Eran aires que traían un ambiente de puesta al día en fidelidad al Evangelio. ¿Qué es lo que detuvo ese movimiento y apagó ese viento que la empujaba mar adentro?
Es posible que todo cambio implique riesgos, esto es claro. El post-Concilio vivió esos riesgos, pero eran tiempos de ilusión, tiempos de esperanza. Uno sentía que había vida, pero las resistencias han sido demasiado fuertes. Y poco a poco estamos regresando a esa quietud donde el peligro no es equivocarnos, sino dejar que pasen las cosas, aunque los hombres se alejen de nosotros.
Necesitamos escuchar a los que nos critican, no a los que nos adormecen con sus adulaciones y alabanzas.
“LO ANTIGUO HA PASADO, LO NUEVO HA COMENZADO”
Pablo tiene una gran historia de fe. Vive del pasado de su pueblo. Vive del pasado de Moisés y los profetas. Por eso es incapaz de aceptar la novedad de lo cristiano, necesitará encontrarse con el Resucitado y es entonces que reconoce que “lo antiguo ha pasado”, ya cumplió su misión en su tiempo y momento. Pero hay algo nuevo que siempre está comenzando, para ello fue necesario cambiar el centro y el eje de su fe: ya no es la fe en la institución sino la fe en la persona. Las religiones son modos y caminos que los hombres van encontrando para llegar y relacionarse con Dios. Pero cuando la religión es más importante que Dios, termina por hacerse inútil y termina por no llevar a Dios. Lo importante de las religiones no son las religiones mismas, sino aquel a donde quieren guiarnos.
La barca puede hacer agua, pero en la barca hay alguien más importante y se llama Jesús. No es la barca la que calma el oleaje del mar, sino Jesús que estaba como dormido en la barca.
Es importante la casa, hay casas bien bonitas y amuebladas, pero para qué sirven las casas si dentro no hay vida, no hay amor, no hay comprensión, no hay perdón y no hay alegría familiar. En cambio, puede que haya casas más sencillas donde, sin embargo, haya mucho calor humano y cristiano. Al fin y al cabo, nadie se come los envoltorios sino lo que contienen dentro.
No tenemos por qué no valorar el pasado, es que sin el ayer no existiría el hoy. Lo malo es querer quedarse en el ayer que ya no existe y renunciar al hoy que es lo único que tenemos seguro. No olvidemos que el hoy será mañana “un ayer que pasó”.
Pablo nos dirá algo fundamental: “El que es de Cristo es una criatura nueva.” Sólo cuando somos nuevos en Cristo, hacemos posible que lo viejo deje de ser un estorbo para lo nuevo que “ha comenzado”. Ni nosotros podemos quedarnos en lo que fuimos ayer, ni tampoco podemos dejar que las cosas de ayer maten la vida de las cosas nuevas que están naciendo. Sólo renaciendo cada día, haciéndonos nuevos cada día podremos hacer nuevas todas las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario