Publicado por El Blog de X. Pikaza
La Carta de Santiago, uno de los documentos más significativos del cristianismo, define la religión de un modo “judío” y universal, identificándola con el servicio a las viudas y a los huérfanos, es decir, con un servicio social, pues viudas y huérfanos son en la tradición de Israel un signo y compendio de todos los necesitados. Desde ese fondo quiero recordar en algunos días que siguen la “herencia de Santiago”, uno de los pilares del cristianismo, según el mismo Pablo que a veces discutió con él.
Encuadre. De Marcos a Santiago
En la reflexión del pasado 27 (para el domingo 30 8 09) ha presentado y comentado el evangelio de Mc 7, que interpreta la religión verdadera como “piedad del corazón”, en libertad, por encima de las “tradiciones cerradas” (rituales) de algunos judeo-cristianos. Alguien me ha dicho, con agudeza, que ese capítulo (Mc 7) es anti-judío, y tiene razón, si es que ese término se toma en sentido extenso. El Jesús de Mc 7 va en contra de un tipo de “judaísmo ritualista” y lo hace de forma exagerada, retórica e incluso “humorista”, cuando habla de “purificar las camas” (¡metiéndolas en agua! ¿en qué pilones?) después que ellas han sido objeto de un uso “no limpio”. Pero, como indiqué allí, el judaísmo contra el que va ese texto es un “judeo-cristianismo” ritual, un tipo de ritualismo que se ha dado en ciertas zonas del judaísmo histórico… y del cristianismo.
Pues bien, la liturgia de ese mismo domingo nos pone “epístola” un texto prodigioso de la carta de Santiago, que seguirá siendo lectura oficial de los domingos que siguen. Éste es el texto que hoy quiero presentar de un modo general, pues quiero ir comentando en días sucesivos la figura y carta de Santiago, una de las “columnas” de la Iglesia cristiana.
En el fondo, a pesar de ciertas disonancias aparentes, desde perspectivas distintas, Marcos y Santiago recogen un mismo mensaje de Jesús, en contra del riesgo de ritualismo latente en toda religión. La religión pura y perfecta para ambos (como para Jesús) la misericordia activa.
Texto
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27 (domingo 22, tiempo ordinario)
Mis queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
La carta de Santiago
podría ser un documento común para judíos y cristianos, siempre que unos y otros quieran volver a la raíz común de sus tradiciones, enraizadas en la Ley universal y en el mensaje de Cristo. No hace falta hablar mucho de la muerte de Jesús y de su resurrección, porque es claro que él está presente a través de su enseñanza. Y con esto pasamos a comentar algunos de los pasajes más significativos de la carta:
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo,
a las doce tribus de la diáspora: Saludos (Sant 1,1).
En principio, Santiago, que no aparece como «hermano de Jesús» (en contra de Gal 1, 19), sino como «siervo» de Dios y del Señor Jesucristo, escribe a los judíos de la diáspora, no a los cristianos. Pero, al mismo tiempo, esas «tribus de la diáspora» pueden identificarse con todos los cristianos y, en un sentido aún más amplio, con todos los hombres. De todas formas, en un sentido estricto, Santiago escribe a los judíos, como judío, pero lo hace desde la perspectiva de Jesús. Santiago es judío que escribe a otros judíos desde dentro de su tradición, pero presentándose, al mismo tiempo como «siervo de Dios y del Kyrios Jesucristo».
Queda sin determinar la relación entre Dios y el Kyrios Jesucristo, de manera que cada oyente o lector puede interpretarla desde su propia perspectiva, Un cristiano tenderá a presentar a Jesús como «Kyrios universal», en una línea abierta a la cristología posterior de la Iglesia (como Hijo de Dios, aunque sin necesidad de acudir al «homoousios» del Concilio de Nicea, que se sitúa en otra perspectiva). Pero un judío no tendrá que precisar el carácter de ese «Kyrios Jesucristo», dejándolo así, en la penumbra o diciendo que se trata de Kyrios o Señor en sentido de maestro espiritual.
La esencia judía del cristianismo
Es evidente que ese Kyrios no va en contra de Dios (ni le suplanta, ni se coloca a su mismo nivel, como un Segundo Dios), sino que ayuda a los creyentes a entender el sentido de Dios (que es el Dios judío) y a cumplir su ley (que es la ley de Israel). Desde ese fondo la carta se puede entender, al mismo tiempo, como judía y cristiana. En esa línea, Santiago puede suponer que la esencia del cristianismo es «judía» y que la verdad más honda del judaísmo se expresa de un modo mesiánico/ético en el cristianismo
El que presta atención a la perfecta ley de la libertad (nomon tês eleutherias)… aquel que la cumple, será bienaventurado por lo que hace… La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo (Sant 1, 25.27)
Santiago quiere tender así un puente al judaísmo, escribiendo desde el Jesús judío, como siervo de Dios, para poner de relieve el valor de la Ley que es «Ley de libertad». De esa manera ha puesto de relieve la «unidad» entre el verdadero judaísmo y el movimiento de Jesús, a quien presenta así como expresión de libertad del judaísmo, una ley que se expresa y despliega de un modo religioso, es decir, como don que viene de Dios y que se manifiesta en la acción liberadora, acogedora, de los creyentes. En ese sentido, la misma ley (nomos) se identifica con la religión, entendida como threskeia, adoración, servicio a Dios, sirviendo a los necesitados (huérfanos y viudas).Tenemos aquí una doble condensación.
(a) Una condensación judía pues todas las restantes leyes de tipo nacional o sacral (circuncisión, normas alimenticias) pasan a segundo plano y sólo quedan los mandatos básicos de la «ley» originaria, centrada en la ayuda a los huérfanos y viudas y extranjeros (cf. Ex 22,20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22).
(b) Hay una condensación cristiana, que puede interpretarse en la línea de Mt 25, 31-46, donde el Mesías de Dios se identifica con el hambriento, sediento, desnudo, de manera que la «religión» (culto al Mesías de Dios) se identifica con la ayuda a los necesitados. Ésta es la «religión», una religión universal e idéntica para judíos y cristianos; ésta es la forma de mantenerse limpios del mundo.
La fe de Jesucristo
Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de personas. Porque si en vuestra congregación (sinagogué) entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido sucio… (Sant 2, 1-2).
Aquí se manifiesta la "fe de Jesucristo" (es decir, su forma de vivir, su manera de confiar en Dios y de crear comunión),que es anterior a "la fe en Cristo" (entendida en forma de religión en la que se adora a Jesús). Se trata de crear y actuar como Jesús, más que de creer en Jesús (aunque al final, para los cristianos, ambas cosas se identifican, si se entiende bien la en Cristo). Sea como fuere, Santiago ha visto el riesgo de que la fe en Cristo suprima la fe de Cristo o la desvirtúa, como a veces ha sucedido en la Iglesia posterior.
Santiago quiere recuperar la fe de Jesucristo, es decir, la forma de vivir y de actuar del mismo Jesús. En esa línea, él interpretar la fe como pistis, es decir, como fidelidad mesiánico, como la forma de vida que tuvo Jesús en el mundo. De esa manera recupera la tradición más honda y fiable del Jesús histórico, vinculándose a la línea de los sinópticos (en especial, a la de Mateo y Lucas).
Más que creer en Jesucristo (en una fe separada de la vida), importa actuar como Jesús, mostrando de esa forma la fidelidad de Jesucristo, no ya de un modo universal o general (como en el caso anterior: acoger a huérfanos y viudas), sino de un modo concreta, en la reunión o asamblea de los fieles.
En este lugar, Santiago desconoce o evita (prefiera evitar) la palabra iglesia (ekklesia) que está siendo más utilizada por los cristianos helenistas (como hemos visto en cap. 9 y que él mismo utilizará más tarde), empleado la palabra más común del judaísmo del entorno (y en especial del rabínismo): la palabra sinagoga.
Pero lo más significativo no es el cambio de palabra (en el fondo, sinagoga o iglesia daría lo mismo), sino la advertencia que nos ofrece el texto. Santiago no habla de lo que se hace en la sinagoga (reunión), aunque pueda ser muy importantes (lecturas, quizá comidas, eucaristía, prácticas sacramentales, enseñanza de doctrinas superiores…). Todo eso le parece secundario y puede pasarse por algo, sin necesidad de citarlo. Lo único que le importa es que no haya separación o distinción entre ricos y pobres.
Ésta es su sinagoga, ésta su iglesia: una reunión donde pueden venir todos, sin acepción de personas, sin ricos que se sientan a un lado y pobres a otros, sin maestros que presiden y oyentes que obedecen. Ésta es en el fondo la identidad de la iglesia de Jesús (de la fe en Jesús), que el evangelio de Mateo ha puesto de relieve en un pasaje convergente (Mt 18).
La fe de Jesucristo consiste en que todos puedan reunirse, sin acepción de personas, vinculados por la «ley regia» (es decir, la Ley del Reino) que es «amar a los demás como a uno mismo»; si se aman y acogen así, todo lo que hagan en la reunión será Iglesia, comunidad de Jesús.
He puesto de relieve esta condensación del judaísmo y cristianismo en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2006. En perspectiva judía, cf. E. Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 1987. Cf. también J. Fensham, Widow, Orphan the Poor in Ancient Legal and Wisdom Literature: JNES 21(1962) 129-139; H. A, Hoffner, Almanah (viuda), en DTAT 1, 305-309; R. D. Patterson, The Widow, the Orphan and the Poor in the OT and the Extrabiblical Literature: Bib¬Sac 130 (1972 ) 223-234: J. D. Pleins. Poor, Poverty, en ABD V, 402-414; Ch van Houton, The Alien in the Israelite Law (JSOT SuppSer 107), Sheffield 1991.
Encuadre. De Marcos a Santiago
En la reflexión del pasado 27 (para el domingo 30 8 09) ha presentado y comentado el evangelio de Mc 7, que interpreta la religión verdadera como “piedad del corazón”, en libertad, por encima de las “tradiciones cerradas” (rituales) de algunos judeo-cristianos. Alguien me ha dicho, con agudeza, que ese capítulo (Mc 7) es anti-judío, y tiene razón, si es que ese término se toma en sentido extenso. El Jesús de Mc 7 va en contra de un tipo de “judaísmo ritualista” y lo hace de forma exagerada, retórica e incluso “humorista”, cuando habla de “purificar las camas” (¡metiéndolas en agua! ¿en qué pilones?) después que ellas han sido objeto de un uso “no limpio”. Pero, como indiqué allí, el judaísmo contra el que va ese texto es un “judeo-cristianismo” ritual, un tipo de ritualismo que se ha dado en ciertas zonas del judaísmo histórico… y del cristianismo.
Pues bien, la liturgia de ese mismo domingo nos pone “epístola” un texto prodigioso de la carta de Santiago, que seguirá siendo lectura oficial de los domingos que siguen. Éste es el texto que hoy quiero presentar de un modo general, pues quiero ir comentando en días sucesivos la figura y carta de Santiago, una de las “columnas” de la Iglesia cristiana.
En el fondo, a pesar de ciertas disonancias aparentes, desde perspectivas distintas, Marcos y Santiago recogen un mismo mensaje de Jesús, en contra del riesgo de ritualismo latente en toda religión. La religión pura y perfecta para ambos (como para Jesús) la misericordia activa.
Texto
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27 (domingo 22, tiempo ordinario)
Mis queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
La carta de Santiago
podría ser un documento común para judíos y cristianos, siempre que unos y otros quieran volver a la raíz común de sus tradiciones, enraizadas en la Ley universal y en el mensaje de Cristo. No hace falta hablar mucho de la muerte de Jesús y de su resurrección, porque es claro que él está presente a través de su enseñanza. Y con esto pasamos a comentar algunos de los pasajes más significativos de la carta:
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo,
a las doce tribus de la diáspora: Saludos (Sant 1,1).
En principio, Santiago, que no aparece como «hermano de Jesús» (en contra de Gal 1, 19), sino como «siervo» de Dios y del Señor Jesucristo, escribe a los judíos de la diáspora, no a los cristianos. Pero, al mismo tiempo, esas «tribus de la diáspora» pueden identificarse con todos los cristianos y, en un sentido aún más amplio, con todos los hombres. De todas formas, en un sentido estricto, Santiago escribe a los judíos, como judío, pero lo hace desde la perspectiva de Jesús. Santiago es judío que escribe a otros judíos desde dentro de su tradición, pero presentándose, al mismo tiempo como «siervo de Dios y del Kyrios Jesucristo».
Queda sin determinar la relación entre Dios y el Kyrios Jesucristo, de manera que cada oyente o lector puede interpretarla desde su propia perspectiva, Un cristiano tenderá a presentar a Jesús como «Kyrios universal», en una línea abierta a la cristología posterior de la Iglesia (como Hijo de Dios, aunque sin necesidad de acudir al «homoousios» del Concilio de Nicea, que se sitúa en otra perspectiva). Pero un judío no tendrá que precisar el carácter de ese «Kyrios Jesucristo», dejándolo así, en la penumbra o diciendo que se trata de Kyrios o Señor en sentido de maestro espiritual.
La esencia judía del cristianismo
Es evidente que ese Kyrios no va en contra de Dios (ni le suplanta, ni se coloca a su mismo nivel, como un Segundo Dios), sino que ayuda a los creyentes a entender el sentido de Dios (que es el Dios judío) y a cumplir su ley (que es la ley de Israel). Desde ese fondo la carta se puede entender, al mismo tiempo, como judía y cristiana. En esa línea, Santiago puede suponer que la esencia del cristianismo es «judía» y que la verdad más honda del judaísmo se expresa de un modo mesiánico/ético en el cristianismo
El que presta atención a la perfecta ley de la libertad (nomon tês eleutherias)… aquel que la cumple, será bienaventurado por lo que hace… La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo (Sant 1, 25.27)
Santiago quiere tender así un puente al judaísmo, escribiendo desde el Jesús judío, como siervo de Dios, para poner de relieve el valor de la Ley que es «Ley de libertad». De esa manera ha puesto de relieve la «unidad» entre el verdadero judaísmo y el movimiento de Jesús, a quien presenta así como expresión de libertad del judaísmo, una ley que se expresa y despliega de un modo religioso, es decir, como don que viene de Dios y que se manifiesta en la acción liberadora, acogedora, de los creyentes. En ese sentido, la misma ley (nomos) se identifica con la religión, entendida como threskeia, adoración, servicio a Dios, sirviendo a los necesitados (huérfanos y viudas).Tenemos aquí una doble condensación.
(a) Una condensación judía pues todas las restantes leyes de tipo nacional o sacral (circuncisión, normas alimenticias) pasan a segundo plano y sólo quedan los mandatos básicos de la «ley» originaria, centrada en la ayuda a los huérfanos y viudas y extranjeros (cf. Ex 22,20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22).
(b) Hay una condensación cristiana, que puede interpretarse en la línea de Mt 25, 31-46, donde el Mesías de Dios se identifica con el hambriento, sediento, desnudo, de manera que la «religión» (culto al Mesías de Dios) se identifica con la ayuda a los necesitados. Ésta es la «religión», una religión universal e idéntica para judíos y cristianos; ésta es la forma de mantenerse limpios del mundo.
La fe de Jesucristo
Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de personas. Porque si en vuestra congregación (sinagogué) entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido sucio… (Sant 2, 1-2).
Aquí se manifiesta la "fe de Jesucristo" (es decir, su forma de vivir, su manera de confiar en Dios y de crear comunión),que es anterior a "la fe en Cristo" (entendida en forma de religión en la que se adora a Jesús). Se trata de crear y actuar como Jesús, más que de creer en Jesús (aunque al final, para los cristianos, ambas cosas se identifican, si se entiende bien la en Cristo). Sea como fuere, Santiago ha visto el riesgo de que la fe en Cristo suprima la fe de Cristo o la desvirtúa, como a veces ha sucedido en la Iglesia posterior.
Santiago quiere recuperar la fe de Jesucristo, es decir, la forma de vivir y de actuar del mismo Jesús. En esa línea, él interpretar la fe como pistis, es decir, como fidelidad mesiánico, como la forma de vida que tuvo Jesús en el mundo. De esa manera recupera la tradición más honda y fiable del Jesús histórico, vinculándose a la línea de los sinópticos (en especial, a la de Mateo y Lucas).
Más que creer en Jesucristo (en una fe separada de la vida), importa actuar como Jesús, mostrando de esa forma la fidelidad de Jesucristo, no ya de un modo universal o general (como en el caso anterior: acoger a huérfanos y viudas), sino de un modo concreta, en la reunión o asamblea de los fieles.
En este lugar, Santiago desconoce o evita (prefiera evitar) la palabra iglesia (ekklesia) que está siendo más utilizada por los cristianos helenistas (como hemos visto en cap. 9 y que él mismo utilizará más tarde), empleado la palabra más común del judaísmo del entorno (y en especial del rabínismo): la palabra sinagoga.
Pero lo más significativo no es el cambio de palabra (en el fondo, sinagoga o iglesia daría lo mismo), sino la advertencia que nos ofrece el texto. Santiago no habla de lo que se hace en la sinagoga (reunión), aunque pueda ser muy importantes (lecturas, quizá comidas, eucaristía, prácticas sacramentales, enseñanza de doctrinas superiores…). Todo eso le parece secundario y puede pasarse por algo, sin necesidad de citarlo. Lo único que le importa es que no haya separación o distinción entre ricos y pobres.
Ésta es su sinagoga, ésta su iglesia: una reunión donde pueden venir todos, sin acepción de personas, sin ricos que se sientan a un lado y pobres a otros, sin maestros que presiden y oyentes que obedecen. Ésta es en el fondo la identidad de la iglesia de Jesús (de la fe en Jesús), que el evangelio de Mateo ha puesto de relieve en un pasaje convergente (Mt 18).
La fe de Jesucristo consiste en que todos puedan reunirse, sin acepción de personas, vinculados por la «ley regia» (es decir, la Ley del Reino) que es «amar a los demás como a uno mismo»; si se aman y acogen así, todo lo que hagan en la reunión será Iglesia, comunidad de Jesús.
He puesto de relieve esta condensación del judaísmo y cristianismo en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2006. En perspectiva judía, cf. E. Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 1987. Cf. también J. Fensham, Widow, Orphan the Poor in Ancient Legal and Wisdom Literature: JNES 21(1962) 129-139; H. A, Hoffner, Almanah (viuda), en DTAT 1, 305-309; R. D. Patterson, The Widow, the Orphan and the Poor in the OT and the Extrabiblical Literature: Bib¬Sac 130 (1972 ) 223-234: J. D. Pleins. Poor, Poverty, en ABD V, 402-414; Ch van Houton, The Alien in the Israelite Law (JSOT SuppSer 107), Sheffield 1991.
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