Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 1-8
Jesús decía a sus discípulos:
Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto».
El administrador pensó entonces: «¿Qué vaya hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que vaya hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!»
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?» «Veinte barriles de aceite», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez».
Después preguntó a otro: «y tú, ¿cuánto debes?» «Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo y anota trescientos».
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
Un buen discípulo debe ser también un buen administrador, esta es la enseñanza de hoy.
En el perfil que en el evangelio se traza de un discípulo de Jesús, un rasgo importante de su nuevo estilo de vida en el seguimiento de Jesús es su capacidad de gestionar los bienes de la tierra. De estos bienes, en primer lugar tomó distancia (ver Lc 5,11; 12,15.33; 14,33), pero ahora, desde el desprendimiento y el corazón puro que lo caracteriza (ver el comentario que hicimos a Lc 11,41), tiene un nuevo manejo del dinero y de los bienes de la tierra que pasan por sus manos.
En la parábola del “administrador astuto” (16,1-7), nos encontramos con la historia de un “ecónomo” negligente (no deshonesto sino incompetente para hacer producir los bienes de su patrón), que es removido del cargo por su Jefe. Ante la eventualidad, él reflexiona astutamente y se las arregla para asegurarse la vida cuando quede desempleado. Mientras prepara el reporte final de cuentas, se gana amistades proponiéndole a dos deudores respectivos descuentos sobre sus deudas (o quizás sobre los intereses): al primero le descuenta el 50% sobre la deuda del aceite y al segundo el 20% sobre la deuda del grano de trigo.
En el v.8, Jesús nos sorprende la reacción de Jesús ante la parábola. Jesús felicita a este hombre por su comportamiento: “El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente”.
¿Por qué lo felicita Jesús? ¿Por qué lo pone de modelo?
1. Porque le sacó provecho al breve período de tiempo que le quedaba, en función de su futuro. Fue previsivo: no administró para el presente sino para el futuro.
2. Porque el ecónomo al final supo reaccionar y demostrar que sí sabía administrar, ya que le encontró salida a su emergencia. El administrador cambió de conducta ante el llamado inminente que dejaría su vida en la ruina.
3. Porque supo discernir: (1) descartó dos opciones que eran razonables pero que él no habría podido llevar a cabo (ver la enseñanza de Lc 14,28-32) y (2) escogió una opción, con doble gestión, relacionada con la solidaridad que generaba el perdón de la deuda. Este gesto tenía su lógica: era mayor el perjuicio causado con el mal manejo de los bienes de su patrón que el registro de una pequeña pérdida (para el patrón o a lo mejor para él mismo) en dos negocios. El administrador astuto supo ver un valor mayor.
En pocas palabras, Jesús lo felicita porque es ingenioso, porque es recursivo. Hay que notar que, paradójicamente, el comportamiento del ecónomo está direccionado por valores: el perdón, la ayuda al pobre, la solidaridad. No es que el fin justifique los medios, sino que supo gerenciar su “cuarto de hora” de manera brillante, poniendo los recursos que le quedaban al servicio de una vida decente; y todavía más, como dice Jesús, llevando la enseñanza más lejos, en la aplicación de la parábola: “para que lo reciban en las eternas moradas” (16,9).
Hay que saber vivir. No está bien desperdiciar la plata (como por ejemplo: Lc 15,13) ni el tiempo (que tiene un valor incalculable), no somos patrones autónomos sino servidores y por lo tanto administradores inteligentes de los bienes que están a nuestro cargo. No debemos quitárselos al prójimo sino emplearlos en su favor. Ellos deben llevarnos a generar buenas relaciones basadas en la solidaridad, relaciones que comienzan en la tierra pero apuntan para una relación de comunión más profunda, la comunión con Dios en la eternidad.
1. ¿En qué consiste la “astucia” del administrador que fue felicitado por Jesús?
2. ¿Cómo es nuestra relación con los bienes que tenemos? ¿Para qué los empleamos?
3. ¿Qué criterios deben determinar nuestra relación con los bienes? ¿Qué significado tienen Dios, el prójimo y nuestro porvenir?
Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto».
El administrador pensó entonces: «¿Qué vaya hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que vaya hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!»
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?» «Veinte barriles de aceite», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez».
Después preguntó a otro: «y tú, ¿cuánto debes?» «Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo y anota trescientos».
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
El discípulo es un buen administrador
Lucas 16,1-8
“Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”
Por CELAM - CEBIPAL
El discípulo es un buen administrador
Lucas 16,1-8
“Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”
Un buen discípulo debe ser también un buen administrador, esta es la enseñanza de hoy.
En el perfil que en el evangelio se traza de un discípulo de Jesús, un rasgo importante de su nuevo estilo de vida en el seguimiento de Jesús es su capacidad de gestionar los bienes de la tierra. De estos bienes, en primer lugar tomó distancia (ver Lc 5,11; 12,15.33; 14,33), pero ahora, desde el desprendimiento y el corazón puro que lo caracteriza (ver el comentario que hicimos a Lc 11,41), tiene un nuevo manejo del dinero y de los bienes de la tierra que pasan por sus manos.
En la parábola del “administrador astuto” (16,1-7), nos encontramos con la historia de un “ecónomo” negligente (no deshonesto sino incompetente para hacer producir los bienes de su patrón), que es removido del cargo por su Jefe. Ante la eventualidad, él reflexiona astutamente y se las arregla para asegurarse la vida cuando quede desempleado. Mientras prepara el reporte final de cuentas, se gana amistades proponiéndole a dos deudores respectivos descuentos sobre sus deudas (o quizás sobre los intereses): al primero le descuenta el 50% sobre la deuda del aceite y al segundo el 20% sobre la deuda del grano de trigo.
En el v.8, Jesús nos sorprende la reacción de Jesús ante la parábola. Jesús felicita a este hombre por su comportamiento: “El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente”.
¿Por qué lo felicita Jesús? ¿Por qué lo pone de modelo?
1. Porque le sacó provecho al breve período de tiempo que le quedaba, en función de su futuro. Fue previsivo: no administró para el presente sino para el futuro.
2. Porque el ecónomo al final supo reaccionar y demostrar que sí sabía administrar, ya que le encontró salida a su emergencia. El administrador cambió de conducta ante el llamado inminente que dejaría su vida en la ruina.
3. Porque supo discernir: (1) descartó dos opciones que eran razonables pero que él no habría podido llevar a cabo (ver la enseñanza de Lc 14,28-32) y (2) escogió una opción, con doble gestión, relacionada con la solidaridad que generaba el perdón de la deuda. Este gesto tenía su lógica: era mayor el perjuicio causado con el mal manejo de los bienes de su patrón que el registro de una pequeña pérdida (para el patrón o a lo mejor para él mismo) en dos negocios. El administrador astuto supo ver un valor mayor.
En pocas palabras, Jesús lo felicita porque es ingenioso, porque es recursivo. Hay que notar que, paradójicamente, el comportamiento del ecónomo está direccionado por valores: el perdón, la ayuda al pobre, la solidaridad. No es que el fin justifique los medios, sino que supo gerenciar su “cuarto de hora” de manera brillante, poniendo los recursos que le quedaban al servicio de una vida decente; y todavía más, como dice Jesús, llevando la enseñanza más lejos, en la aplicación de la parábola: “para que lo reciban en las eternas moradas” (16,9).
Hay que saber vivir. No está bien desperdiciar la plata (como por ejemplo: Lc 15,13) ni el tiempo (que tiene un valor incalculable), no somos patrones autónomos sino servidores y por lo tanto administradores inteligentes de los bienes que están a nuestro cargo. No debemos quitárselos al prójimo sino emplearlos en su favor. Ellos deben llevarnos a generar buenas relaciones basadas en la solidaridad, relaciones que comienzan en la tierra pero apuntan para una relación de comunión más profunda, la comunión con Dios en la eternidad.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida cotidiana:
1. ¿En qué consiste la “astucia” del administrador que fue felicitado por Jesús?
2. ¿Cómo es nuestra relación con los bienes que tenemos? ¿Para qué los empleamos?
3. ¿Qué criterios deben determinar nuestra relación con los bienes? ¿Qué significado tienen Dios, el prójimo y nuestro porvenir?
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