Publicado por El Blog de X. Pikaza
Domingo 22. Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 13, 22-30. Uno de los temas centrales de este pasaje de Lucas es la gran promesa de Jesús, vinculada al juicio de la “generación presente”. Alguien le pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" . Y él contesta:
a) Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois."
b) Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."
c) Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."
Éste es el evangelio, que quiero presentar brevemente, y comentar con un texto que me ha mandado Pedro Zabala, oportuno, inquietante, esperanzado.
Breve comentario de X. Pikaza
He dividido el texto en tres partes,que corresponden a tres temas:
a) Hay una puerta estrecha…precisamente para nosotros, los que llevamos siglos de cristianismo organizado y que, a veces, hemos confundido el evangelio con nuestras propias ideas y egoísmos de grupo (Jesús habla para algunos “judíos instalados” de entonces; el texto se puede aplicar a muchos cristianos instalados de ahora).
b) Hemos comido contigo… No sé quiénes sois. Nos creemos privilegiados, comensales de Dios. Jesús nos respondo que no confiemos en eso, no nos confiemos por creer que somos privilegiados, dueños del evangelio.
c) Pero se abre una puerta anchísima: Vendrán de oriente y occidente. Cuando pensamos que todo está perdido, cuando el mismo Cristo del evangelio nos dice que tengamos cuidado… descubrimos que se abre una puerta ancha… Es la puerta de una misión distinta, de una experiencia en la que no habíamos caído.
En este contexto quiero presentar el trabajo de Pedro Zabala, sobre la evangelización en un tiempo como el nuestro. Gracias, Pedro. Feliz fin de semana a todos.
EVANGELIZAR HOY: RETO Y ESPERANZA
Pedro Zabala
Cuando abordamos la situación actual, desde una postura creyente que nos desborda y nos lanza a transmitir lo que creemos positivo para la sociedad, podemos hacerlo desde el lamento y nostalgia por un pasado hacia el que quisiéramos retroceder o mirando serenamente el ambiente en el que nos toca vivir. Hay que partir de un diagnóstico lo más exacto y desprejuiciado posible sobre la forma de vida predominante. Es cierto que la influencia directa que la Iglesia tenía sobre el poder político y la cultura ha desaparecido, aunque la jerarquía siga siendo un poder fáctico que condiciona en nuestro País, en cierta medida, para unos desmesurada y para otros escasa, la realidad social. Por eso, podemos decir que hemos llegado a un cierto grado de secularización, fenómeno, a mi juicio irreversible y que ojalá todos aceptáramos con normalidad, eliminando cualquier resto de privilegio estatal, con un respeto profundo a la libertad religiosa, en sus dimensiones privada y pública.
Pero el diagnóstico es incompleto, sino contemplamos otro aspecto de la vivencia religiosa en la sociedad española. Se está dando progresivamente el hecho de la descristianización. Algunos repiten aquella frase, pronunciada por un político durante la segunda república, de que España había dejado de ser católica. Afirman que ahora es cuando se está haciendo realidad. Habría que preguntar primero si realmente lo era. ¿Qué es ser católico?. ¿Cuáles son los criterios que lo definen?. Hay un criterio, de base jurídico-administrativa, que exige simplemente estar bautizado, estar inscrito como tal en el libro parroquial correspondiente. Como resulta que, hasta ahora, la mayoría lo estamos, se emplea como argumento para justificar un trato preferente, respecto a otras confesiones religiosas, por parte del poder político. Otros plantean más requisitos: aceptar los dogmas, cumplimiento de los preceptos jerárquicos, práctica sacramental… Quizá podría decirse que la Iglesia es la comunidad de los seguidores de Jesús, de aquellos que, tras una conversión personal, han comprometido su vida en ese seguimiento. Con lo que el número de los católicos pasados y actuales se reduciría considerablemente.
En todo caso parece incontestable que la descristianización avanza. ¿Por qué?. Son varias las causas. Unas internas y otras externas. Entre las internas, veo dos como descollantes. Una familiar, el primer núcleo de socialización, era el modo común de transmisión de la fe. Generalmente a cargo exclusivo de los madres, que amamantaban a sus hijos tanto con su leche maternal como con los rudimentos de una creencia, de unas primeras oraciones y unos ritos. Hoy en gran parte se ha truncado, y son pocas las mujeres que siguen evangelizando desde la cuna. La deficiente o inexistente catequesis en cuanto se pasaba la primera niñez, era la siguiente causa interna. La confirmación a eso de los cinco años, y la primera comunión a lo siete, eran la continuación mecánica del bautismo de los recién nacidos. Hoy se retrasó la edad de la primera comunión y algo más la de la confirmación precedidas de catequesis más largas, de cuyo eficacia puede dudarse, dado el abandono generalizado de la frecuencia sacramental a partir de ésta última. Y una catequesis de adultos está todavía en mantillas, salvo en movimientos y pequeñas comunidades. La alergia secular de la jerarquía católica al acceso directo de los laicos al estudio y lectura frecuente de la Biblia tiene mucho que ver en esta causa interna.
Son variadas las causas externas que fomentan la descristianización. Tienen en común el hecho de un ambiente poco favorecedor. Esta es la causa de que, como decía Pessoa, hay muchos hoy que se apartan de la fe, por la misma razón con que era acogida antes: antes se llevaba, hoy no. Es cierto como señala Olegario González de Cardedal que quienes no viven de convicciones propias y de serios criterios morales, no responden como “personas”, hacen lo que “se” hace. Claro, antes llenando las iglesias y ahora vaciándolas.
Otro factor que contribuye a la descristianización es esa mentalidad que ve a toda creencia religiosa como una forma de superstición, inadmisible para la razón autónoma del ser humano o como una merma de nuestra libertad que debe omnímoda. Lo primero suele ser una expresión del cientifismo, esa pretensión de que no hay más verdad que la que haya sido comprobada experimentalmente. Y la concepción de una libertad absoluta no pasa de ser una ilusión. Una y otra postura conducen a la negación de la responsabilidad del ser humano, no admitiéndolo como sujeto moral.
Las experiencias negativas que algunas personas han tenido en su relación con católicos, especialmente sacerdotes o religiosos al ser generalizadas y divulgadas por los medios de comunicación contribuyen también a ese alejamiento de la vida de fe. Un laicismo militante, con vigencia en el mundo de la política y la cultura, que pretende reducir lo religioso al ámbito de la conciencia y de las sacristías influye también en este sentido. Cuando escucha o lee escritos de personajes españoles de esa línea y los compara con las manifestaciones de pensadores europeos extranjeros, agnósticos o ateos, siente vergüenza ajena ante la muestra de incultura histórica y filosófica que revelan los nuestros. Claro que guarda parecido con la que ostentan ciertos personajes eclesiales de nuestras tierras, más papistas que el Papa y que sólo saben repetir lindezas preconciliares.
Es un reto grave ante el que nos enfrentamos los que queremos evangelizar hoy. Podemos hacerlo desde la condena y el lamento o desde el diálogo y la esperanza. Si queremos expandir el mensaje de Jesús, tendremos que empezar por vivirlo, por ser coherentes con lo que decimos profesar, tanto en nuestra vida privada como en la arena pública. No podemos desertar de ella, ni dejar que se no impida participar por nuestra condición de creyentes, sin ningún privilegio, en igualdad con los demás ciudadanos Y nuestra aportación máxima ha de ser la defensa a ultranza de la dignidad absoluta de la persona humana, de todas y cada una, sea cual fuere su condición. Y estar en la vanguardia en la resistencia no violenta a cualquier injusticia, a cualquier discriminación, a cualquier opresión. Sin ocultar nunca que nuestra motivación más profunda rebasa esa liberación porque creemos en esa salvación que nos aportó Jesús, cuya resurrección nos aporta la esperanza de que también todos nosotros superaremos la misma muerte.
a) Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois."
b) Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."
c) Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."
Éste es el evangelio, que quiero presentar brevemente, y comentar con un texto que me ha mandado Pedro Zabala, oportuno, inquietante, esperanzado.
Breve comentario de X. Pikaza
He dividido el texto en tres partes,que corresponden a tres temas:
a) Hay una puerta estrecha…precisamente para nosotros, los que llevamos siglos de cristianismo organizado y que, a veces, hemos confundido el evangelio con nuestras propias ideas y egoísmos de grupo (Jesús habla para algunos “judíos instalados” de entonces; el texto se puede aplicar a muchos cristianos instalados de ahora).
b) Hemos comido contigo… No sé quiénes sois. Nos creemos privilegiados, comensales de Dios. Jesús nos respondo que no confiemos en eso, no nos confiemos por creer que somos privilegiados, dueños del evangelio.
c) Pero se abre una puerta anchísima: Vendrán de oriente y occidente. Cuando pensamos que todo está perdido, cuando el mismo Cristo del evangelio nos dice que tengamos cuidado… descubrimos que se abre una puerta ancha… Es la puerta de una misión distinta, de una experiencia en la que no habíamos caído.
En este contexto quiero presentar el trabajo de Pedro Zabala, sobre la evangelización en un tiempo como el nuestro. Gracias, Pedro. Feliz fin de semana a todos.
EVANGELIZAR HOY: RETO Y ESPERANZA
Pedro Zabala
Cuando abordamos la situación actual, desde una postura creyente que nos desborda y nos lanza a transmitir lo que creemos positivo para la sociedad, podemos hacerlo desde el lamento y nostalgia por un pasado hacia el que quisiéramos retroceder o mirando serenamente el ambiente en el que nos toca vivir. Hay que partir de un diagnóstico lo más exacto y desprejuiciado posible sobre la forma de vida predominante. Es cierto que la influencia directa que la Iglesia tenía sobre el poder político y la cultura ha desaparecido, aunque la jerarquía siga siendo un poder fáctico que condiciona en nuestro País, en cierta medida, para unos desmesurada y para otros escasa, la realidad social. Por eso, podemos decir que hemos llegado a un cierto grado de secularización, fenómeno, a mi juicio irreversible y que ojalá todos aceptáramos con normalidad, eliminando cualquier resto de privilegio estatal, con un respeto profundo a la libertad religiosa, en sus dimensiones privada y pública.
Pero el diagnóstico es incompleto, sino contemplamos otro aspecto de la vivencia religiosa en la sociedad española. Se está dando progresivamente el hecho de la descristianización. Algunos repiten aquella frase, pronunciada por un político durante la segunda república, de que España había dejado de ser católica. Afirman que ahora es cuando se está haciendo realidad. Habría que preguntar primero si realmente lo era. ¿Qué es ser católico?. ¿Cuáles son los criterios que lo definen?. Hay un criterio, de base jurídico-administrativa, que exige simplemente estar bautizado, estar inscrito como tal en el libro parroquial correspondiente. Como resulta que, hasta ahora, la mayoría lo estamos, se emplea como argumento para justificar un trato preferente, respecto a otras confesiones religiosas, por parte del poder político. Otros plantean más requisitos: aceptar los dogmas, cumplimiento de los preceptos jerárquicos, práctica sacramental… Quizá podría decirse que la Iglesia es la comunidad de los seguidores de Jesús, de aquellos que, tras una conversión personal, han comprometido su vida en ese seguimiento. Con lo que el número de los católicos pasados y actuales se reduciría considerablemente.
En todo caso parece incontestable que la descristianización avanza. ¿Por qué?. Son varias las causas. Unas internas y otras externas. Entre las internas, veo dos como descollantes. Una familiar, el primer núcleo de socialización, era el modo común de transmisión de la fe. Generalmente a cargo exclusivo de los madres, que amamantaban a sus hijos tanto con su leche maternal como con los rudimentos de una creencia, de unas primeras oraciones y unos ritos. Hoy en gran parte se ha truncado, y son pocas las mujeres que siguen evangelizando desde la cuna. La deficiente o inexistente catequesis en cuanto se pasaba la primera niñez, era la siguiente causa interna. La confirmación a eso de los cinco años, y la primera comunión a lo siete, eran la continuación mecánica del bautismo de los recién nacidos. Hoy se retrasó la edad de la primera comunión y algo más la de la confirmación precedidas de catequesis más largas, de cuyo eficacia puede dudarse, dado el abandono generalizado de la frecuencia sacramental a partir de ésta última. Y una catequesis de adultos está todavía en mantillas, salvo en movimientos y pequeñas comunidades. La alergia secular de la jerarquía católica al acceso directo de los laicos al estudio y lectura frecuente de la Biblia tiene mucho que ver en esta causa interna.
Son variadas las causas externas que fomentan la descristianización. Tienen en común el hecho de un ambiente poco favorecedor. Esta es la causa de que, como decía Pessoa, hay muchos hoy que se apartan de la fe, por la misma razón con que era acogida antes: antes se llevaba, hoy no. Es cierto como señala Olegario González de Cardedal que quienes no viven de convicciones propias y de serios criterios morales, no responden como “personas”, hacen lo que “se” hace. Claro, antes llenando las iglesias y ahora vaciándolas.
Otro factor que contribuye a la descristianización es esa mentalidad que ve a toda creencia religiosa como una forma de superstición, inadmisible para la razón autónoma del ser humano o como una merma de nuestra libertad que debe omnímoda. Lo primero suele ser una expresión del cientifismo, esa pretensión de que no hay más verdad que la que haya sido comprobada experimentalmente. Y la concepción de una libertad absoluta no pasa de ser una ilusión. Una y otra postura conducen a la negación de la responsabilidad del ser humano, no admitiéndolo como sujeto moral.
Las experiencias negativas que algunas personas han tenido en su relación con católicos, especialmente sacerdotes o religiosos al ser generalizadas y divulgadas por los medios de comunicación contribuyen también a ese alejamiento de la vida de fe. Un laicismo militante, con vigencia en el mundo de la política y la cultura, que pretende reducir lo religioso al ámbito de la conciencia y de las sacristías influye también en este sentido. Cuando escucha o lee escritos de personajes españoles de esa línea y los compara con las manifestaciones de pensadores europeos extranjeros, agnósticos o ateos, siente vergüenza ajena ante la muestra de incultura histórica y filosófica que revelan los nuestros. Claro que guarda parecido con la que ostentan ciertos personajes eclesiales de nuestras tierras, más papistas que el Papa y que sólo saben repetir lindezas preconciliares.
Es un reto grave ante el que nos enfrentamos los que queremos evangelizar hoy. Podemos hacerlo desde la condena y el lamento o desde el diálogo y la esperanza. Si queremos expandir el mensaje de Jesús, tendremos que empezar por vivirlo, por ser coherentes con lo que decimos profesar, tanto en nuestra vida privada como en la arena pública. No podemos desertar de ella, ni dejar que se no impida participar por nuestra condición de creyentes, sin ningún privilegio, en igualdad con los demás ciudadanos Y nuestra aportación máxima ha de ser la defensa a ultranza de la dignidad absoluta de la persona humana, de todas y cada una, sea cual fuere su condición. Y estar en la vanguardia en la resistencia no violenta a cualquier injusticia, a cualquier discriminación, a cualquier opresión. Sin ocultar nunca que nuestra motivación más profunda rebasa esa liberación porque creemos en esa salvación que nos aportó Jesús, cuya resurrección nos aporta la esperanza de que también todos nosotros superaremos la misma muerte.
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