Por José María Maruri, SJ
1.- Pues no faltaba más que el Señor alabe la ya antigua costumbre de tener que irse a tomar un café con el que tiene que conceder una licencia de obras para darle un sobrecito voluminoso bajo el mármol del velador de la mesa del café. Lo que nos faltaba. Aunque pensándolo bien esa costumbre es tan antigua que seguro que ha evolucionado. El sobre abultado seguirá igual, pero ya habrá algo más que un café: una gran comida en un restaurante de lujo…
Yo creo que el hilo conductor del pensamiento del Señor está en aquellas palabras de “dinero injusto”, el vil dinero, lo menudo o sea lo sin importancia.
Dinero ajeno. Menudo, pequeño, como si el Señor hubiera conocido nuestros céntimos de euro, porque para pagar una barra de pan hay que sacudir la mano sobre el mostrador para caigan las monedas que han desparecido entre los dedos. Esa es la importancia que da Dios a nuestro dinero. Vil dinero lo llama Él, engañoso como aquellas bolitas de cristal con la que engañábamos a los indios de América y se las cambiábamos por oro puro
Y una palabra que usa el Señor que ya hay que mirarla en el diccionario de la Lengua por el desuso en que ha caído: honrado…Estoy seguro que entre los sinónimos del diccionario pondrá: “honrado igual a tonto”. Tonto fue mi padre que por los años 40 del siglo pasado por no querer hacer estraperlo (vulgarmente “traspelo”) se quedó en la calle. Pero a pesar de todo salimos adelante más que acelgas que todavía ahora sólo con verlas me entran bascas.
2.- Para los que tengáis, aun en estos tiempos de crisis, dinero en abundancia y no cometéis las injusticias contra los pobres de que nos ha hablado la primera lectura, os hace caer en la cuenta de todo eso que tenéis no es vuestro. El lo llama ajeno. Nuestro no es más que lo que somos nosotros, el resto es ajeno y de ello somos administradores. Y pensándolo bien todo eso que poseemos lo tenemos que dejar el día que Dios nos llame. Y tarde o temprano nos va a llamar, aunque ninguno tengamos prisa.
Tampoco se queda sin enseñanza el que se pasa la vida trajinando para ganar lo suficiente para no llegar a fin de mes en números rojos, que es lo más frecuente. Porque aún así el Señor nos hará ver que nos estamos dejando llevar por el consumismo: quiero un coche mejor, otro televisor, ahora de plasma, un traje de una gran marca… etc., etc.
El que por una pirueta de saltimbanqui se encuentra encaramado lo más arriba y hace lo mismo que criticó agriamente cuando estaba más abajo, tampoco se queda sin enseñanza, aunque no lo quiera aceptar.
Y el que trabajando todo el día llega a sólo a malamente vivir, pienso si alguna vez recuerda aquello de que el Señor viste a los lirios del campo, da de comer a las aves del cielo. Y más cerca pienso que de cuantos malos ratos le ha sacado Dios hasta hoy. Y sobre todo piensa si no siente esa envidia del que tiene, y que es el fundamento de la lucha de clases. Y eso no es cristiano.
3.- “Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz…” ¿Todo ese esfuerzo y lucha que ponemos por las cosas de la vida diaria es comparable en mi caso con el interés que mi vida cristiana y religiosa? ¿En defender mis creencias contra los que se creen en el derecho de ofendernos ofendiendo a nuestro Dios?
Yo creo que el hilo conductor del pensamiento del Señor está en aquellas palabras de “dinero injusto”, el vil dinero, lo menudo o sea lo sin importancia.
Dinero ajeno. Menudo, pequeño, como si el Señor hubiera conocido nuestros céntimos de euro, porque para pagar una barra de pan hay que sacudir la mano sobre el mostrador para caigan las monedas que han desparecido entre los dedos. Esa es la importancia que da Dios a nuestro dinero. Vil dinero lo llama Él, engañoso como aquellas bolitas de cristal con la que engañábamos a los indios de América y se las cambiábamos por oro puro
Y una palabra que usa el Señor que ya hay que mirarla en el diccionario de la Lengua por el desuso en que ha caído: honrado…Estoy seguro que entre los sinónimos del diccionario pondrá: “honrado igual a tonto”. Tonto fue mi padre que por los años 40 del siglo pasado por no querer hacer estraperlo (vulgarmente “traspelo”) se quedó en la calle. Pero a pesar de todo salimos adelante más que acelgas que todavía ahora sólo con verlas me entran bascas.
2.- Para los que tengáis, aun en estos tiempos de crisis, dinero en abundancia y no cometéis las injusticias contra los pobres de que nos ha hablado la primera lectura, os hace caer en la cuenta de todo eso que tenéis no es vuestro. El lo llama ajeno. Nuestro no es más que lo que somos nosotros, el resto es ajeno y de ello somos administradores. Y pensándolo bien todo eso que poseemos lo tenemos que dejar el día que Dios nos llame. Y tarde o temprano nos va a llamar, aunque ninguno tengamos prisa.
Tampoco se queda sin enseñanza el que se pasa la vida trajinando para ganar lo suficiente para no llegar a fin de mes en números rojos, que es lo más frecuente. Porque aún así el Señor nos hará ver que nos estamos dejando llevar por el consumismo: quiero un coche mejor, otro televisor, ahora de plasma, un traje de una gran marca… etc., etc.
El que por una pirueta de saltimbanqui se encuentra encaramado lo más arriba y hace lo mismo que criticó agriamente cuando estaba más abajo, tampoco se queda sin enseñanza, aunque no lo quiera aceptar.
Y el que trabajando todo el día llega a sólo a malamente vivir, pienso si alguna vez recuerda aquello de que el Señor viste a los lirios del campo, da de comer a las aves del cielo. Y más cerca pienso que de cuantos malos ratos le ha sacado Dios hasta hoy. Y sobre todo piensa si no siente esa envidia del que tiene, y que es el fundamento de la lucha de clases. Y eso no es cristiano.
3.- “Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz…” ¿Todo ese esfuerzo y lucha que ponemos por las cosas de la vida diaria es comparable en mi caso con el interés que mi vida cristiana y religiosa? ¿En defender mis creencias contra los que se creen en el derecho de ofendernos ofendiendo a nuestro Dios?
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