En esta página de Mateo, que escuchamos, José pone el nombre de Jesús al hijo de María su prometida, Jesús significa salvador. Se cumplen las profecías, “el Mesías se llamará Emanuel, Dios con nosotros”. Jesús será el salvador, el “Dios con nosotros que nos salva. Es la palabra que Dios nos comunica hoy.
Era clamor del pueblo escogido que pedía la venida del Mesías salvador.
¿Se escucha entre nosotros el deseo de un salvador?¿qué significa la Navidad?.
Es muy posible que hayamos pensado que nuestro Dios es alguien cercano. Al contemplar el firmamento, ante otras realidades: la sonrisa de un niño, el amor de los enamorados, la bondad de una madre, el sufrimiento de los pobres…¿no nos sugieren la presencia de alguien bueno que lo sostiene, o que lo sufre?
Dios con nosotros, ¿Somos conscientes de que está, de que su presencia nos acompaña en nuestra vida, que está presente en cercanía inmediata, en familia, amigos, trabajo? puede ser un pensamiento, una vivencia nuestra que hemos de enriquecer.
Jesús lo dijo, nos aseguró su presencia. “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo; al que me ama mi Padre la amará y vendremos a él; cuando dos o tres reunidos…yo estoy en medio de ellos”. Lástima vivir despreocupados, como si Jesús no estuviera entre nosotros.
No es tan complicado relacionarnos con Dios, de hecho, lo hacemos todos en alguna ocasión. ¿Quién de nosotros no ha pedido alguna vez a Dios ayuda ante una enfermedad, ante una operación en un hospital, ante un peligro, al buscar trabajo, salir de un apuro… en tantas ocasiones?
A veces le dirigimos peticiones inapropiadas. Dios nos ha hecho responsables de nuestra vida y nos ha hecho libres, mucho de lo que sucede en nuestra vida depende de nosotros, de nuestra libertad o de la libertad de otras personas: los que hoy han muerto de hambre o de violencia, los que en este mundo prefieren más los beneficios económicos que obtienen de guerras que promueven, que alimentar a hambrientos, los causantes de la violencia de género… Cuando culpamos a Dios de las injusticias fragrantes de nuestro mundo, no es Dios quien las provoca, son quienes toman las decisiones económicas, financieras, políticas y que actúan libremente. Los que sin estudiar quieren aprobar un examen, conseguir un empleo, tantos deseos que dependen de nuestra voluntad, o de la de otros y pedimos que Dios los resuelva!. Si, Dios que nos ha hecho libres ha querido que el mundo funcione así…tan desordenado, por opción nuestra…qué decir, el ser, el querer de Dios al hacernos así, es siempre misterio, no hay palabras humanas para explicar el misterio de Dios, de Dios Padre bueno. Cuidemos un poco nuestras peticiones.
El pedir a Dios ante nuestras necesidades nos puede ayudar a disponernos a poner el remedio: si pedimos la paz familiar, nos estamos haciendo interiormente más pacíficos, nos estamos disponiendo a proteger nuestra familia.
Las peticiones hemos hacerlas en diálogo filial, pensando en el Dios que siempre me escucha, está a mi lado y me hace responsable de tantas cosas.
Pero Jesús nos lo dijo, Dios está con nosotros y ha asegurado que siempre nos da lo que depende de Él y que nosotros, los seres humanos no podemos conseguir, siempre nos da su Espíritu, energía interior, la ayuda para cambiar nuestro corazón. Dios nos ilumina, nos protege, da fuerzas a nuestro espíritu, no lo dudemos.…Jesús nos enseñó a hablar así con Dios, recordemos el “padrenuestro”…con frecuencia, es también una oración de petición al Dios que está con nosotros.
No dejemos abrirnos a Dios con nuestras peticiones confiadas, pero tratemos de hacerlo con la humildad de aquel publicano de la parábola.
Hay otra manera de estar con Dios, pensando que estamos con Él, sin palabras, sin pedirle, en silencio, todos lo hemos hecho alguna vez con algún ser querido, o con el mismo Dios.
Quién de vosotros no ha estado pensando en alguien a quien quiere, amándole, sintiéndose unido a él, a veces las palabras sobran, basta el afecto: unidos con presencia física, a con “presencia a distancia”, podemos estar en un transporte público, sin caer en la cuente de ninguno de quienes nos rodean, de los que están físicamente a nuestro lado, y estar pensado en otra persona a la que queremos, disfrutando con su recuerdo, cada uno podemos hacerlo según nuestra sensibilidad, nuestro estado de ánimo.
Es una manera de vivir, o estar a ratos con la conciencia de estar con quien amamos, también de estar con Dios, con Jesús resucitado siempre presente a nuestro lado. Cada uno tenemos nuestro modo, nuestra manera de pensar en Él, quererle, alegrarnos de su presencia. Podemos ensayarlo si nunca lo hemos hecho, hay quienes lo hacen con frecuencia, quienes dedican a ello su vida, es “vivir en la presencia de Dios” y con Él trabajar, distraernos, vivir…Jesús no estorba, estar con Él da paz.
En términos “religiosos” este estar con Dios se ha venido en llamar “contemplación”, que puede ser también profana, según en quién pensemos o estemos amando, ¿quién no ha pensado así en personas queridas con las que no convive? Lo podemos ensayar en esta Navidad, sería un estar con Jesús, verdadera Navidad.
Hay también otra manera de estar con Dios al alcance de todos, cuando hemos descubierto lo que Dios nos pide, y es actuar, trabajar, hacer algo que sabemos que Dios quiere, comprometernos con Él. Es la vida, la vida de todos los días, de todas las horas, si, de todas, incluido el descanso, todo lo que Dios quiere. Dios tiene un deseo sobre nuestro mundo, sobre nosotros sus hijos, lo podéis comprender los padres, madres de familia. Dios respeta nuestra libertad, pero Dios quiere un mundo de hermanos, nos pide amar y tratarnos con respeto, con amor, pero a todos, a eso vino Jesús que nos pide también comprometernos en acciones de ayuda, también por una sociedad más limpia, más justa, es lo que se puede llamar “la oración por la acción”. Tantas acciones que podemos realizar, miremos a nuestro derredor.
Por qué no tratamos de celebrar la Navidad y acercarnos al nacimiento de Jesús con la actitud orante y contemplativa de María y José, de los dos esposos que esperan, en actitud que conjuga la oración de petición, de contemplación, de compromiso vital, que se expresó, según el evangelio de Lucas, durante el embarazo y el viaje a Belén y la búsqueda de alojamiento en la ciudad de David, desde una posición de pobreza, de los desposeídos de todo. Esa misma contemplación de María, cuando dice de ella Lucas, que "María guardaba todas estas cosas en su corazón”.
Detengámonos algún momento en estos días en silencio y acojamos desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, y quizás lleguemos a comprender porqué el corazón de un creyente debe sentirse seguro y estar rebosante de alegría en estos días de Navidad, en que celebramos que “Dios está con nosotros”.
Era clamor del pueblo escogido que pedía la venida del Mesías salvador.
¿Se escucha entre nosotros el deseo de un salvador?¿qué significa la Navidad?.
Es muy posible que hayamos pensado que nuestro Dios es alguien cercano. Al contemplar el firmamento, ante otras realidades: la sonrisa de un niño, el amor de los enamorados, la bondad de una madre, el sufrimiento de los pobres…¿no nos sugieren la presencia de alguien bueno que lo sostiene, o que lo sufre?
Dios con nosotros, ¿Somos conscientes de que está, de que su presencia nos acompaña en nuestra vida, que está presente en cercanía inmediata, en familia, amigos, trabajo? puede ser un pensamiento, una vivencia nuestra que hemos de enriquecer.
Jesús lo dijo, nos aseguró su presencia. “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo; al que me ama mi Padre la amará y vendremos a él; cuando dos o tres reunidos…yo estoy en medio de ellos”. Lástima vivir despreocupados, como si Jesús no estuviera entre nosotros.
No es tan complicado relacionarnos con Dios, de hecho, lo hacemos todos en alguna ocasión. ¿Quién de nosotros no ha pedido alguna vez a Dios ayuda ante una enfermedad, ante una operación en un hospital, ante un peligro, al buscar trabajo, salir de un apuro… en tantas ocasiones?
A veces le dirigimos peticiones inapropiadas. Dios nos ha hecho responsables de nuestra vida y nos ha hecho libres, mucho de lo que sucede en nuestra vida depende de nosotros, de nuestra libertad o de la libertad de otras personas: los que hoy han muerto de hambre o de violencia, los que en este mundo prefieren más los beneficios económicos que obtienen de guerras que promueven, que alimentar a hambrientos, los causantes de la violencia de género… Cuando culpamos a Dios de las injusticias fragrantes de nuestro mundo, no es Dios quien las provoca, son quienes toman las decisiones económicas, financieras, políticas y que actúan libremente. Los que sin estudiar quieren aprobar un examen, conseguir un empleo, tantos deseos que dependen de nuestra voluntad, o de la de otros y pedimos que Dios los resuelva!. Si, Dios que nos ha hecho libres ha querido que el mundo funcione así…tan desordenado, por opción nuestra…qué decir, el ser, el querer de Dios al hacernos así, es siempre misterio, no hay palabras humanas para explicar el misterio de Dios, de Dios Padre bueno. Cuidemos un poco nuestras peticiones.
El pedir a Dios ante nuestras necesidades nos puede ayudar a disponernos a poner el remedio: si pedimos la paz familiar, nos estamos haciendo interiormente más pacíficos, nos estamos disponiendo a proteger nuestra familia.
Las peticiones hemos hacerlas en diálogo filial, pensando en el Dios que siempre me escucha, está a mi lado y me hace responsable de tantas cosas.
Pero Jesús nos lo dijo, Dios está con nosotros y ha asegurado que siempre nos da lo que depende de Él y que nosotros, los seres humanos no podemos conseguir, siempre nos da su Espíritu, energía interior, la ayuda para cambiar nuestro corazón. Dios nos ilumina, nos protege, da fuerzas a nuestro espíritu, no lo dudemos.…Jesús nos enseñó a hablar así con Dios, recordemos el “padrenuestro”…con frecuencia, es también una oración de petición al Dios que está con nosotros.
No dejemos abrirnos a Dios con nuestras peticiones confiadas, pero tratemos de hacerlo con la humildad de aquel publicano de la parábola.
Hay otra manera de estar con Dios, pensando que estamos con Él, sin palabras, sin pedirle, en silencio, todos lo hemos hecho alguna vez con algún ser querido, o con el mismo Dios.
Quién de vosotros no ha estado pensando en alguien a quien quiere, amándole, sintiéndose unido a él, a veces las palabras sobran, basta el afecto: unidos con presencia física, a con “presencia a distancia”, podemos estar en un transporte público, sin caer en la cuente de ninguno de quienes nos rodean, de los que están físicamente a nuestro lado, y estar pensado en otra persona a la que queremos, disfrutando con su recuerdo, cada uno podemos hacerlo según nuestra sensibilidad, nuestro estado de ánimo.
Es una manera de vivir, o estar a ratos con la conciencia de estar con quien amamos, también de estar con Dios, con Jesús resucitado siempre presente a nuestro lado. Cada uno tenemos nuestro modo, nuestra manera de pensar en Él, quererle, alegrarnos de su presencia. Podemos ensayarlo si nunca lo hemos hecho, hay quienes lo hacen con frecuencia, quienes dedican a ello su vida, es “vivir en la presencia de Dios” y con Él trabajar, distraernos, vivir…Jesús no estorba, estar con Él da paz.
En términos “religiosos” este estar con Dios se ha venido en llamar “contemplación”, que puede ser también profana, según en quién pensemos o estemos amando, ¿quién no ha pensado así en personas queridas con las que no convive? Lo podemos ensayar en esta Navidad, sería un estar con Jesús, verdadera Navidad.
Hay también otra manera de estar con Dios al alcance de todos, cuando hemos descubierto lo que Dios nos pide, y es actuar, trabajar, hacer algo que sabemos que Dios quiere, comprometernos con Él. Es la vida, la vida de todos los días, de todas las horas, si, de todas, incluido el descanso, todo lo que Dios quiere. Dios tiene un deseo sobre nuestro mundo, sobre nosotros sus hijos, lo podéis comprender los padres, madres de familia. Dios respeta nuestra libertad, pero Dios quiere un mundo de hermanos, nos pide amar y tratarnos con respeto, con amor, pero a todos, a eso vino Jesús que nos pide también comprometernos en acciones de ayuda, también por una sociedad más limpia, más justa, es lo que se puede llamar “la oración por la acción”. Tantas acciones que podemos realizar, miremos a nuestro derredor.
Por qué no tratamos de celebrar la Navidad y acercarnos al nacimiento de Jesús con la actitud orante y contemplativa de María y José, de los dos esposos que esperan, en actitud que conjuga la oración de petición, de contemplación, de compromiso vital, que se expresó, según el evangelio de Lucas, durante el embarazo y el viaje a Belén y la búsqueda de alojamiento en la ciudad de David, desde una posición de pobreza, de los desposeídos de todo. Esa misma contemplación de María, cuando dice de ella Lucas, que "María guardaba todas estas cosas en su corazón”.
Detengámonos algún momento en estos días en silencio y acojamos desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, y quizás lleguemos a comprender porqué el corazón de un creyente debe sentirse seguro y estar rebosante de alegría en estos días de Navidad, en que celebramos que “Dios está con nosotros”.
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