A veces no tenemos en cuenta que los evangelistas presentan a Jesús con el lenguaje del Antiguo Testamento, con sus símbolos, sus imágenes. Esto pasa muy especialmente en Mateo, que escribe para judíos y presenta a Jesús como cumplimiento de la Promesa.
En el texto de Mateo tenemos un hermoso ejemplo: como Isaías anunció el nacimiento del Rey Ezequías como salvador, se presenta a Jesús como salvador, como Emmanuel, incluso forzando el texto de Isaías para que diga "virgen".
Mateo está empleando un viejo género literario, el de "la infancia del héroe". Es lo mismo que hizo el libro del Éxodo con Moisés: le aplicó un nacimiento prodigioso, tomado de otras literaturas, para mostrar que su destino era extraordinario, salvar al pueblo de la esclavitud.
Hay que tener mucho cuidado con estos textos, porque nosotros tendemos siempre a entenderlos como simplemente históricos, que cuentan sin más lo que pasó, pero tienen mucho más sentido: son relatos llenos de teología, de mensaje sobre Dios.
Mateo aplica a Jesús el texto de Isaías, mostrando con ello que Jesús no es un niño corriente, sino "obra del Espíritu". Y en ese hombre extraordinario que es Jesús hemos llegado a ver una extraordinaria presencia del Espíritu de Dios; tanto, que hemos llegado a llamarle "El Hijo".
Esta es una de las razones por las que debemos leer el Antiguo testamento; porque entendiendo su lenguaje podremos comprender a fondo lo que quieren decir los evangelistas. Sin embargo, debemos recordar siempre que tenemos que leer la Biblia con perspectiva.
Nada de lo que se dice en todo el Antiguo Testamento es definitivo ni completo. Son caminos que van hacia la cumbre... algunos muy lejanos. Algunos ni se dirigen a la cumbre. Jesús no es un príncipe que salvará al pueblo de Israel de los asirios. Jesús no es Emmanuel como pudo serlo el rey Ezequías o David o Moisés. Jesús es el Hijo, el hombre lleno de la plenitud de Espíritu, en el que Dios se hace visible.
Por eso es importante leer todo el Antiguo Testamento desde Jesús, y no al revés. El AT es admirable en muchas cosas. Y es incompleto en casi todas. La revelación de Dios ha sido progresiva. Israel ha ido entendiendo a Dios poquito a poco, y ha dejado en la Biblia un impresionante testimonio, una crónica de su descubrimiento de Dios.
JESÚS ES EVANGELIO, BUENA NOTICIA
Os va a nacer un salvador, para todo el pueblo, para todos los pueblos. Y este salvador supera todo lo que podríais haber imaginado y soñado.
"Emmanuel", Dios-con-nosotros, se ha convertido en "Jesús", Dios-Libertador. Dios-Libertador es uno de los temas básicos de todo el Antiguo Testamento: es el argumento básico de uno de sus libros más importantes, el Libro del Éxodo. No se dice: "Yo soy tu amo, tu creador: me tienes que obedecer". Se dice: "Yo soy tu libertador: haz lo que te mando y vivirás".
La primera liberación de Israel fue exterior: libres de la esclavitud de Egipto. La segunda liberación es interior: libres de la esclavitud del pecado.
La Ley de Moisés son palabras escritas en losas de piedra. Nos fiamos de que son Palabras de Dios. Jesús es más: el Hijo de Dios, lleno del Espíritu. En Jesús vemos cómo actúa el Espíritu de Dios, vemos cómo es el Hijo, el que es la viva imagen de su Padre. Jesús nos va a liberar incluso de La Ley. Esto es lo de Jesús. Jesús pasa por el mundo haciendo el bien, curando, enseñando, atendiendo a todos...
Se juega la vida por un leproso quebrantando el sábado. Se juega la vida por la mujer adúltera desautorizando lo que está escrito en La Ley. Jesús nos libra hasta del culto, del templo, de la ley... Jesús está cumpliendo la misión: hacer que nos enamoremos de Dios, al comprender que Él está enamorado de nosotros.
JESÚS SALVA DE LOS PECADOS
Libres. Es lo que define al ser humano: poder elegir; es su grandeza y su riesgo. Desde la filosofía y desde nuestra sensibilidad actual, ser libre es lo más humano, lo más grande que tenemos.
Pero no somos libres: somos esclavos de nuestros pecados. Nuestros pecados no son actos de desobediencia, sino tendencias, fuerzas, apetitos... Nos apetece lo que no nos conviene: somos como no queremos ser. Nos impiden ser lo que queremos y actuar como queremos.
Cuando deseamos, cuando elegimos, atendemos a lo que valoramos: elegimos algo porque nos parece bueno, conveniente, apetitoso. En nuestra libertad, hay un componente muy importante de información: en el pecado hay un componente muy elevado de error, de engaño. Nos apetece lo que en realidad no merece la pena: nos fascina algo que nos perjudica.
Jesús revela cómo es Dios: y Dios es apasionante. Jesús ofrece al hombre una Misión: y la Misión es apasionante. Esta es la novedad de Jesús. La Ley pide sumisión: lo de Jesús es apasionarse. El pecado queda muy atrás, porque ya no atrae. Es el Reino el que nos libra de la atracción del pecado.
Y hay más aún. No podemos ser tan ilusos que pensemos que nada más conocer el evangelio nos sintamos arrebatados por Dios y por la misión.
Puede suceder, y así son las grandes conversiones, la de Pablo, la de Javier... Nosotros nos convertimos despacito, crecemos lentamente en nuestro conocimiento y en nuestro amor, la levadura va fermentando lentamente nuestra masa... Pero queda en nosotros mucha masa aún sin fermentar. Y servimos a dos señores, y damos dos pasos adelante y uno atrás. Entonces nos sentimos traidores a Dios, indignos de la misión...
Y es entonces cuando Jesús revela cómo es Dios con nosotros, pecadores: acogida permanente, vuelta a empezar sin cansarse, apoyo incondicional. Es el reino el que nos libra del miedo a ser pecadores, porque nos libra del miedo a Dios.
El conocimiento de Dios y de la Misión nos libera de la atracción del pecado. El conocimiento de Dios nos libera del miedo al pecado.
Lo más sorprendente de la revelación de Jesús sobre el hombre es que no cuenta con que seamos justos, santos. Cuenta con que somos pecadores, con que no sabemos nuestro destino y nos atrae el pecado.
Cuenta con ello, y nos llama desde ahí. No se trata de justicia, de ser irreprochables ante Dios para poder darle cuentas de nuestra vida sin temor. Vivimos del perdón, no de nuestra justicia. Vivimos de enamorarnos de Dios, de entusiasmarnos con la misión. Eso nos saca del pecado, que ya no interesa, que sentimos como regresión, que nos va repugnando. Eso nos saca del miedo. Eso nos saca sobre todo de creernos santos, de ponernos como modelo ante los demás....
Es una revolución. Lo de Jesús es una revolución. Otro Dios, otro ser humano, otro modelo de vida, otro modo de religión. ¿Era esto, o esperábamos a otro? Es momento de pensar muy seriamente si aceptamos eso. Eso es lo que viene en Navidad. Quizá nosotros esperamos otra cosa: Dios-Juez-Justicia quizá.
En el texto de Mateo tenemos un hermoso ejemplo: como Isaías anunció el nacimiento del Rey Ezequías como salvador, se presenta a Jesús como salvador, como Emmanuel, incluso forzando el texto de Isaías para que diga "virgen".
Mateo está empleando un viejo género literario, el de "la infancia del héroe". Es lo mismo que hizo el libro del Éxodo con Moisés: le aplicó un nacimiento prodigioso, tomado de otras literaturas, para mostrar que su destino era extraordinario, salvar al pueblo de la esclavitud.
Hay que tener mucho cuidado con estos textos, porque nosotros tendemos siempre a entenderlos como simplemente históricos, que cuentan sin más lo que pasó, pero tienen mucho más sentido: son relatos llenos de teología, de mensaje sobre Dios.
Mateo aplica a Jesús el texto de Isaías, mostrando con ello que Jesús no es un niño corriente, sino "obra del Espíritu". Y en ese hombre extraordinario que es Jesús hemos llegado a ver una extraordinaria presencia del Espíritu de Dios; tanto, que hemos llegado a llamarle "El Hijo".
Esta es una de las razones por las que debemos leer el Antiguo testamento; porque entendiendo su lenguaje podremos comprender a fondo lo que quieren decir los evangelistas. Sin embargo, debemos recordar siempre que tenemos que leer la Biblia con perspectiva.
Nada de lo que se dice en todo el Antiguo Testamento es definitivo ni completo. Son caminos que van hacia la cumbre... algunos muy lejanos. Algunos ni se dirigen a la cumbre. Jesús no es un príncipe que salvará al pueblo de Israel de los asirios. Jesús no es Emmanuel como pudo serlo el rey Ezequías o David o Moisés. Jesús es el Hijo, el hombre lleno de la plenitud de Espíritu, en el que Dios se hace visible.
Por eso es importante leer todo el Antiguo Testamento desde Jesús, y no al revés. El AT es admirable en muchas cosas. Y es incompleto en casi todas. La revelación de Dios ha sido progresiva. Israel ha ido entendiendo a Dios poquito a poco, y ha dejado en la Biblia un impresionante testimonio, una crónica de su descubrimiento de Dios.
JESÚS ES EVANGELIO, BUENA NOTICIA
Os va a nacer un salvador, para todo el pueblo, para todos los pueblos. Y este salvador supera todo lo que podríais haber imaginado y soñado.
"Emmanuel", Dios-con-nosotros, se ha convertido en "Jesús", Dios-Libertador. Dios-Libertador es uno de los temas básicos de todo el Antiguo Testamento: es el argumento básico de uno de sus libros más importantes, el Libro del Éxodo. No se dice: "Yo soy tu amo, tu creador: me tienes que obedecer". Se dice: "Yo soy tu libertador: haz lo que te mando y vivirás".
La primera liberación de Israel fue exterior: libres de la esclavitud de Egipto. La segunda liberación es interior: libres de la esclavitud del pecado.
La Ley de Moisés son palabras escritas en losas de piedra. Nos fiamos de que son Palabras de Dios. Jesús es más: el Hijo de Dios, lleno del Espíritu. En Jesús vemos cómo actúa el Espíritu de Dios, vemos cómo es el Hijo, el que es la viva imagen de su Padre. Jesús nos va a liberar incluso de La Ley. Esto es lo de Jesús. Jesús pasa por el mundo haciendo el bien, curando, enseñando, atendiendo a todos...
Se juega la vida por un leproso quebrantando el sábado. Se juega la vida por la mujer adúltera desautorizando lo que está escrito en La Ley. Jesús nos libra hasta del culto, del templo, de la ley... Jesús está cumpliendo la misión: hacer que nos enamoremos de Dios, al comprender que Él está enamorado de nosotros.
JESÚS SALVA DE LOS PECADOS
Libres. Es lo que define al ser humano: poder elegir; es su grandeza y su riesgo. Desde la filosofía y desde nuestra sensibilidad actual, ser libre es lo más humano, lo más grande que tenemos.
Pero no somos libres: somos esclavos de nuestros pecados. Nuestros pecados no son actos de desobediencia, sino tendencias, fuerzas, apetitos... Nos apetece lo que no nos conviene: somos como no queremos ser. Nos impiden ser lo que queremos y actuar como queremos.
Cuando deseamos, cuando elegimos, atendemos a lo que valoramos: elegimos algo porque nos parece bueno, conveniente, apetitoso. En nuestra libertad, hay un componente muy importante de información: en el pecado hay un componente muy elevado de error, de engaño. Nos apetece lo que en realidad no merece la pena: nos fascina algo que nos perjudica.
Jesús revela cómo es Dios: y Dios es apasionante. Jesús ofrece al hombre una Misión: y la Misión es apasionante. Esta es la novedad de Jesús. La Ley pide sumisión: lo de Jesús es apasionarse. El pecado queda muy atrás, porque ya no atrae. Es el Reino el que nos libra de la atracción del pecado.
Y hay más aún. No podemos ser tan ilusos que pensemos que nada más conocer el evangelio nos sintamos arrebatados por Dios y por la misión.
Puede suceder, y así son las grandes conversiones, la de Pablo, la de Javier... Nosotros nos convertimos despacito, crecemos lentamente en nuestro conocimiento y en nuestro amor, la levadura va fermentando lentamente nuestra masa... Pero queda en nosotros mucha masa aún sin fermentar. Y servimos a dos señores, y damos dos pasos adelante y uno atrás. Entonces nos sentimos traidores a Dios, indignos de la misión...
Y es entonces cuando Jesús revela cómo es Dios con nosotros, pecadores: acogida permanente, vuelta a empezar sin cansarse, apoyo incondicional. Es el reino el que nos libra del miedo a ser pecadores, porque nos libra del miedo a Dios.
El conocimiento de Dios y de la Misión nos libera de la atracción del pecado. El conocimiento de Dios nos libera del miedo al pecado.
Lo más sorprendente de la revelación de Jesús sobre el hombre es que no cuenta con que seamos justos, santos. Cuenta con que somos pecadores, con que no sabemos nuestro destino y nos atrae el pecado.
Cuenta con ello, y nos llama desde ahí. No se trata de justicia, de ser irreprochables ante Dios para poder darle cuentas de nuestra vida sin temor. Vivimos del perdón, no de nuestra justicia. Vivimos de enamorarnos de Dios, de entusiasmarnos con la misión. Eso nos saca del pecado, que ya no interesa, que sentimos como regresión, que nos va repugnando. Eso nos saca del miedo. Eso nos saca sobre todo de creernos santos, de ponernos como modelo ante los demás....
Es una revolución. Lo de Jesús es una revolución. Otro Dios, otro ser humano, otro modelo de vida, otro modo de religión. ¿Era esto, o esperábamos a otro? Es momento de pensar muy seriamente si aceptamos eso. Eso es lo que viene en Navidad. Quizá nosotros esperamos otra cosa: Dios-Juez-Justicia quizá.
SALMO 27
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
estoy seguro en ella.
Una cosa he pedido al Señor,
una cosa estoy buscando:
morar en la Casa del Señor,
todos los días de mi vida,
para gustar la dulzura del Señor
Que él me dará cobijo en su cabaña
en día de desdicha;
me esconderá en lo oculto de su tienda,
sobre una roca me levantará.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre llegaran a abandonarme,
el Señor siempre me acoge.
Espera en el Señor,
ten valor y firme corazón,
espera en el Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
estoy seguro en ella.
Una cosa he pedido al Señor,
una cosa estoy buscando:
morar en la Casa del Señor,
todos los días de mi vida,
para gustar la dulzura del Señor
Que él me dará cobijo en su cabaña
en día de desdicha;
me esconderá en lo oculto de su tienda,
sobre una roca me levantará.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre llegaran a abandonarme,
el Señor siempre me acoge.
Espera en el Señor,
ten valor y firme corazón,
espera en el Señor.
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