Ante todo, mis queridos amigos, quisiera contarles que pocas veces firmo con mi nombre lo que escribo, ya que siempre subo a mis blogs o lo publican blogs amigos, con algún pseudónimo. Es largo de explicar, pero simplemente es para darle fuerza al mensaje y no quedarse con la aceptación (¿o no?) de lo que me dicta mi corazón y mi experiencia.
Pero hoy quiero hacer algo distinto, hablarles desde mí, desde este proceso que nos propone la liturgia cristiana para recordar la Encarnación de un Dios en esta tierra.
Mezcla de alegría (Gaudete), esperanza, impotencia y desasosiego me invaden al contemplar esta época, que llamamos navideña. Es sabido que la historia tiene sus movimientos pendulares, pero considero que en estos tiempos, nos estamos alejando demasiado de lo que fue el principio y fundamento de toda esta historia. Sólo basta recordar que el calendario occidental está dividido en un antes y después de Cristo. La historia misma, reconoce que luego de la aparición de Jesús, nada fue igual. Y aquí me surge el primer cuestionamiento: ¿nuestras vidas están signadas por ese mismo proceso? ¿Algo a cambiado en nosotros después de haber conocido a Jesús? Y en el caso, de considerar que aún no lo conocimos: ¿hay alguna inquietud o movilización interna que me mueva a cuestionarme, al menos, si eso que dicen creer sus seguidores, es realmente cierto?
Hombre light, cultura light, existencia light… Demasiados problemas ya existen en la vida, como para andar pensando en esas cosas que sólo los curas y monjas predican con sus sermones, pero que lamentablemente no lo transmiten con sus vidas. Vivimos como personas escindidas de nosotros mismos. Soy una persona cuando trabajo. Soy otra persona cuando estoy con mi familia. Soy otra persona en los eventos sociales. Soy otro, según me dicta el entorno y el estado de humor con el que me manejo. Además están las preocupaciones de poder cumplir con todos los gastos mensuales, preocupaciones afectivas, preocupaciones de ser aceptado por la sociedad. Preocupaciones de salud, etc… Demasiadas presiones y cosas, como para todavía ocupar el poco tiempo que me queda, en buscar el sentido de mi existencia, el objetivo y meta para el cual mi navidad se produjo en este mundo.
¿Para que he nacido? ¿Qué sentido tiene haber nacido en este mundo tan a contramano de mi vida? ¿Por qué nací de esta manera y en este lugar, y no en otra parte?
Si apenas, nos tomáramos unos instantes, en estos días previos a la Noche Buena, para bajar la marcha y contemplar mi vida, en medio de este universo, creo que en algún momento, nos remitiríamos a esa gran realidad, pero a la vez, tremenda alegoría que es la Natividad de Jesús.
Un nacimiento precedido de la desconfianza y el abandono paterno. Crisis matrimonial y dificultades económicas. Un nacimiento en un lugar abandonado, sumido en la pobreza, esclavo de un imperio cada vez más enriquecido. Un nacimiento rechazado por el mundo entero (social y religioso), hasta el extremo de no tener siquiera un lugar donde iba a producirse. Quizás, con la mentalidad de este siglo, muchos problemas y sufrimientos, se hubieran ahorrado con la simple decisión de abortar la misión.
Nacer no es fácil, para ningún ser humano. Somos extraídos de un ambiente natural y agradable, para salir a lo desconocido y totalmente distinto a lo que estábamos acostumbrados. Y por cierto, antes de nacer, comienza a emerger la lucha, que no se extinguirá nunca, para adaptarnos e ir conociéndonos a medida que el tiempo nos va cambiando, sólo sirva de ejemplo comparar las ecografías en los distintos meses de un embarazo.
Hoy te invito a que intentes imaginar tu nacimiento, y si puedes, entrar en ese vientre materno e intentar sentir y experimentar la sensación de ver por primera vez la luz y preguntarte:
¿Me gustaría renacer? ¿Qué cambiaría? ¿Hoy puedo ver la luz?
Los dejo hasta mañana con esta simple introducción, desde mi experiencia de ir caminando hacia la Navidad de Jesús.
Comer un pan dulce, tomar una sidra, abrir regalos y juntarnos con amigos, está bueno, pero sólo si le encontramos el sentido de lo que estamos festejando…
Pero hoy quiero hacer algo distinto, hablarles desde mí, desde este proceso que nos propone la liturgia cristiana para recordar la Encarnación de un Dios en esta tierra.
Mezcla de alegría (Gaudete), esperanza, impotencia y desasosiego me invaden al contemplar esta época, que llamamos navideña. Es sabido que la historia tiene sus movimientos pendulares, pero considero que en estos tiempos, nos estamos alejando demasiado de lo que fue el principio y fundamento de toda esta historia. Sólo basta recordar que el calendario occidental está dividido en un antes y después de Cristo. La historia misma, reconoce que luego de la aparición de Jesús, nada fue igual. Y aquí me surge el primer cuestionamiento: ¿nuestras vidas están signadas por ese mismo proceso? ¿Algo a cambiado en nosotros después de haber conocido a Jesús? Y en el caso, de considerar que aún no lo conocimos: ¿hay alguna inquietud o movilización interna que me mueva a cuestionarme, al menos, si eso que dicen creer sus seguidores, es realmente cierto?
Hombre light, cultura light, existencia light… Demasiados problemas ya existen en la vida, como para andar pensando en esas cosas que sólo los curas y monjas predican con sus sermones, pero que lamentablemente no lo transmiten con sus vidas. Vivimos como personas escindidas de nosotros mismos. Soy una persona cuando trabajo. Soy otra persona cuando estoy con mi familia. Soy otra persona en los eventos sociales. Soy otro, según me dicta el entorno y el estado de humor con el que me manejo. Además están las preocupaciones de poder cumplir con todos los gastos mensuales, preocupaciones afectivas, preocupaciones de ser aceptado por la sociedad. Preocupaciones de salud, etc… Demasiadas presiones y cosas, como para todavía ocupar el poco tiempo que me queda, en buscar el sentido de mi existencia, el objetivo y meta para el cual mi navidad se produjo en este mundo.
¿Para que he nacido? ¿Qué sentido tiene haber nacido en este mundo tan a contramano de mi vida? ¿Por qué nací de esta manera y en este lugar, y no en otra parte?
Si apenas, nos tomáramos unos instantes, en estos días previos a la Noche Buena, para bajar la marcha y contemplar mi vida, en medio de este universo, creo que en algún momento, nos remitiríamos a esa gran realidad, pero a la vez, tremenda alegoría que es la Natividad de Jesús.
Un nacimiento precedido de la desconfianza y el abandono paterno. Crisis matrimonial y dificultades económicas. Un nacimiento en un lugar abandonado, sumido en la pobreza, esclavo de un imperio cada vez más enriquecido. Un nacimiento rechazado por el mundo entero (social y religioso), hasta el extremo de no tener siquiera un lugar donde iba a producirse. Quizás, con la mentalidad de este siglo, muchos problemas y sufrimientos, se hubieran ahorrado con la simple decisión de abortar la misión.
Nacer no es fácil, para ningún ser humano. Somos extraídos de un ambiente natural y agradable, para salir a lo desconocido y totalmente distinto a lo que estábamos acostumbrados. Y por cierto, antes de nacer, comienza a emerger la lucha, que no se extinguirá nunca, para adaptarnos e ir conociéndonos a medida que el tiempo nos va cambiando, sólo sirva de ejemplo comparar las ecografías en los distintos meses de un embarazo.
Hoy te invito a que intentes imaginar tu nacimiento, y si puedes, entrar en ese vientre materno e intentar sentir y experimentar la sensación de ver por primera vez la luz y preguntarte:
¿Me gustaría renacer? ¿Qué cambiaría? ¿Hoy puedo ver la luz?
Los dejo hasta mañana con esta simple introducción, desde mi experiencia de ir caminando hacia la Navidad de Jesús.
Comer un pan dulce, tomar una sidra, abrir regalos y juntarnos con amigos, está bueno, pero sólo si le encontramos el sentido de lo que estamos festejando…
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