“Habéis oído, pero yo os digo”. Lo que nos dice la calle, los medios de comunicación, los amigos, los dirigentes sociales y políticos … lo sabemos. Posiblemente conozcamos menos lo que nos dice Jesús y, a veces, por los motivos que sea nos cuesta entenderlo.
Hoy, por ejemplo, nos deja un tanto desconcertados. Por una parte, nos dice que no ha venido a abolir la ley, sino a completarla, a cumplirla. Pero, a continuación, compara las leyes de los judíos, la ley de Moisés, el gran legislador, con sus consejos y a éstos los valora más. “Pero yo os digo”. En los seis ejemplos que nos pone: el no matarás, el adulterio, el divorcio, los juramentos, la venganza, la ley del talión y el amor a los enemigos, Jesús coloca el listón muy alto.
Como muestra nos detenemos en uno de ellos. En cuanto al adulterio no nos metemos porque es un terreno delicado, pues él dice: ”quien mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”.
“No matarás”. Esto afortunadamente lo hemos oído siempre: a los antiguos y a los modernos. Pero Jesús añade: ”todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el sanedrín”. Jesús nos aconseja no solo evitar la muerte física, sino también otras formas, las cuales, aunque no produzcan la muerte física, debilitan, incomodan, producen malestar, deterioran la vida del prójimo. Sucede esto cuando recurrimos a la ofensa, al olvido, a la injuria, al insulto, al desprecio, a la descalificación, a la amenaza. Punto, aspecto este totalmente actual entre nosotros.
Ahora que se habla de renunciar a la violencia, de cesar, de abandonar la lucha armada y se espera que en futuras declaraciones ETA anuncie que deja las armas. Ante estas noticias o hechos las palabras de Jesús nos obligan a revisar nuestros sentimientos, nuestros criterios y principios. Jesús hila fino y quiere concretar más: “si cuando vas a poner la ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Probablemente, si cumpliéramos con esta recomendación de Jesús, en nuestras misas, en el momento del ofertorio más de uno tendría o tendríamos que salir en busca de la reconciliación.
No obstante, no creo que estos ejemplos de Jesús haya que tomarlos literalmente, al pie de la letra. Pero sí tenerlos muy en cuenta, valorando y descubriendo lo que hay detrás de la anécdota. Jesús no ridiculizó, ni despreció las leyes, las normas, los preceptos, pero fue más allá. Superó el legalismo. Uno no es buen cristiano porque cumple las normas. A Jesús le interesa el reino de Dios, es decir, la justicia y el amor. Apunta a una dimensión más profunda. Rechaza la hipocresía. El cristianismo no se reduce a un conjunto de leyes, a una especie de código de circulación, no basta el “cumplo y miento”. El seguimiento a Jesús, el tener en cuenta “lo que yo os digo” es una utopía. El lema de los atletas olímpicos: “más alto, más fuerte, más rápido” lo expresa con cierta aproximación. Pero el que sea una utopía no nos debe invitar a renunciar totalmente a ello. Nos debe animar a avanzar, a caminar, a acercarnos a la meta lo más posible.
Decía al principio: “Habéis oído que se dijo a los antiguos, pero yo os digo”. Nosotros conocemos lo que opina, comenta, discute, acepta, defiende la sociedad, la calle, la gente en general. Posiblemente necesitemos comprender mejor lo que Jesús nos dice. Como cristianos, como seguidores del Maestro, nos corresponde conocer el corazón, el mensaje de Cristo para ir construyendo el día a día.
Hoy celebramos la jornada de Manos Unidas, una asociación, que pertenece a la Iglesia y que desde el año que nació, en 1960, va creciendo en eficacia, en servicio, en volumen. Una asociación de total garantía y que, al estilo de Jesús, el buen samaritano, está haciendo del bien en los cinco continentes gracias a la generosidad de creyentes y no creyentes que son capaces de echar una mano al débil.
Hoy, por ejemplo, nos deja un tanto desconcertados. Por una parte, nos dice que no ha venido a abolir la ley, sino a completarla, a cumplirla. Pero, a continuación, compara las leyes de los judíos, la ley de Moisés, el gran legislador, con sus consejos y a éstos los valora más. “Pero yo os digo”. En los seis ejemplos que nos pone: el no matarás, el adulterio, el divorcio, los juramentos, la venganza, la ley del talión y el amor a los enemigos, Jesús coloca el listón muy alto.
Como muestra nos detenemos en uno de ellos. En cuanto al adulterio no nos metemos porque es un terreno delicado, pues él dice: ”quien mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”.
“No matarás”. Esto afortunadamente lo hemos oído siempre: a los antiguos y a los modernos. Pero Jesús añade: ”todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el sanedrín”. Jesús nos aconseja no solo evitar la muerte física, sino también otras formas, las cuales, aunque no produzcan la muerte física, debilitan, incomodan, producen malestar, deterioran la vida del prójimo. Sucede esto cuando recurrimos a la ofensa, al olvido, a la injuria, al insulto, al desprecio, a la descalificación, a la amenaza. Punto, aspecto este totalmente actual entre nosotros.
Ahora que se habla de renunciar a la violencia, de cesar, de abandonar la lucha armada y se espera que en futuras declaraciones ETA anuncie que deja las armas. Ante estas noticias o hechos las palabras de Jesús nos obligan a revisar nuestros sentimientos, nuestros criterios y principios. Jesús hila fino y quiere concretar más: “si cuando vas a poner la ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Probablemente, si cumpliéramos con esta recomendación de Jesús, en nuestras misas, en el momento del ofertorio más de uno tendría o tendríamos que salir en busca de la reconciliación.
No obstante, no creo que estos ejemplos de Jesús haya que tomarlos literalmente, al pie de la letra. Pero sí tenerlos muy en cuenta, valorando y descubriendo lo que hay detrás de la anécdota. Jesús no ridiculizó, ni despreció las leyes, las normas, los preceptos, pero fue más allá. Superó el legalismo. Uno no es buen cristiano porque cumple las normas. A Jesús le interesa el reino de Dios, es decir, la justicia y el amor. Apunta a una dimensión más profunda. Rechaza la hipocresía. El cristianismo no se reduce a un conjunto de leyes, a una especie de código de circulación, no basta el “cumplo y miento”. El seguimiento a Jesús, el tener en cuenta “lo que yo os digo” es una utopía. El lema de los atletas olímpicos: “más alto, más fuerte, más rápido” lo expresa con cierta aproximación. Pero el que sea una utopía no nos debe invitar a renunciar totalmente a ello. Nos debe animar a avanzar, a caminar, a acercarnos a la meta lo más posible.
Decía al principio: “Habéis oído que se dijo a los antiguos, pero yo os digo”. Nosotros conocemos lo que opina, comenta, discute, acepta, defiende la sociedad, la calle, la gente en general. Posiblemente necesitemos comprender mejor lo que Jesús nos dice. Como cristianos, como seguidores del Maestro, nos corresponde conocer el corazón, el mensaje de Cristo para ir construyendo el día a día.
Hoy celebramos la jornada de Manos Unidas, una asociación, que pertenece a la Iglesia y que desde el año que nació, en 1960, va creciendo en eficacia, en servicio, en volumen. Una asociación de total garantía y que, al estilo de Jesús, el buen samaritano, está haciendo del bien en los cinco continentes gracias a la generosidad de creyentes y no creyentes que son capaces de echar una mano al débil.
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