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lunes, 14 de marzo de 2011

La 2ª tentación son los teólogos (Benedicto XVI)


Publicado por El Blog de x. Pikaza

Expuse ayer la 1ª tentación de Jesús y de la Iglesia, vinculada al Pan (dinero), con razones de Benedicto XVI y Dostoievski. Hoy me ocuparé de la segunda (Mt 4, 5-8), que trata del “falso milagro” o, mejor dicho, de la manipulación religiosa, con argumentos de magia y portentos, para dominar a los demás: El Diablo le dijo a Jesús que se echara del pináculo de templo y que Dios le sostendría, para tenerlo sometido y para así mostrar sus poderes religiosos, sometiendo también a los demás, a través de terrorismo de conciencia religiosa.
También hoy quiero citar a Dostoiesvki, y a otro ruso llamado V. Soloviev, a quien alude el Papa, pero me fijo de un modo especial en el mismo Papa, que ha comentado este pasaje del Evangelio, diciendo, de una forma taxativa, que la 2ª tentación (2º Diablo) se identifica con los teólogos y exegetas de pináculo, es decir, de campanario, que utilizan la Biblia para manipular y destruir a los creyentes, volviéndose así diablos, manipuladores de la religión y las conciencias.
Posiblemente, el Papa sepa mucho de eso, pues dedicó parte de su vida a controlar a los teólogos (siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe). Pero condenarlos también aquí, en su primer libro como Papa, resulta quizá excesivo y, además, unilateral, pues la tentación del Diablo de Mateo parece ir en otra línea.
(En la imagen, la cúpula del Vaticano. El diablo del Pináculo del Templo de Jerusalén pudo haber llevado a Jesús al alto de la cúpula de San Pedro, para decirle que se tirara desde allí, como se ha imaginado con frecuencia).
1. Texto y primera explicación
Entonces el diablo le llevó a la ciudad santa (a Jesús) y le puso en pináculo del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios” (Mt 4, 5-7)
Éstas son las palabras centrales: “Si eres hijo de Dios, lánzate abajo, y así demostrarás que eres divino”. Imaginemos la escena. Jesús está de pie sobre el pináculo más alto del gran templo de Jerusalén. Los fieles se agitan al fondo, buscando en los rituales un consuelo espiritual, una receta de seguridad en el comercio angustiante de la vida; todos le han visto y se han parado, cortada la respiración.
En ese momento, el Diablo le dice que: «Tírate, Dios te recogerá, todos verán que eres divino y se someterán a tu religión». Imaginad a Jesús, lanzándose al vacío desde el campanario, mientras los ángeles de Dios le acogen en sus alas invisibles, dejándole ponerse ileso sobre el suelo, para predicar a todos la verdad de la nueva religión, dirigiendo así todas las conciencias. De esa forma obtendrá Jesús la autoridad sagrada, que se condensa en a un tipo de milagro. Pero Jesús sabe que ese poder religioso que el Diablo le propone (aunque sea ganando a todos para la buena religión) es del Diablo, no de Dios y por eso responde: “¡No tentarás al Señor tu Dios!”
Tentación son los medios de engaño y poder que se emplean para dominar a los demás, en nombre de Dios, como han pedido muchas veces los “fieles oficiales” de una u otra religión. Ésta es la estrategia de aquellos que quieren convertir la religión en poder. Pues bien, en contra de eso, Jesús sabe que la verdadera religión es el “don de la vida”, la misma entregada en amor, gratuitamente, en un camino que culminara en la cruz, siendo camino de amor.
De nuevo con Dostoievsky
En contra del Diablo del Templo, Jesús sabe que verdad que se impone no es verdad, un mesianismo que obliga ya no es mesianismo, una religión a la fuerza no es religión. Así comenta las palabras que el Diablo (es decir, el Gran inquisidor, del Gran Papa de Roma, conforme a su visión) dirige a Jesús en la cárcel de Sevilla:
Pero tú sabías que en cuanto el hombre rechaza el milagro, inmediatamente rechaza también a Dios, porque el hombre busca no tanto a Dios como el milagro. Y no siendo capaz el hombre de quedarse sin milagro, fue y se fraguó él mismo nuevos milagros y se inclinó ante los prodigios de un mago o los ensalmos de una bruja, no obstante ser cien veces rebelde, herético y ateo. Tú no bajaste de la cruz cuando te gritaron: “¡Baja de la cruz y creeremos que eres Tú!”. Tú no descendiste, tampoco, porque también entonces rehusaste subyugar al humano por el milagro y estabas ansioso de fe libre... Te lo juro: el hombre es una criatura más débil y pequeña de lo que tú imaginaste. Al estimarlo en tanto tú te condujiste como si dejases de compadecerlo, pues le exigías demasiado. De haberlo estimado en menos, menos le hubieses exigido, y esto habría estado más cerca del amor, porque más leve habría sido su peso (Los hermanos Karamazov, Obras completas III, Aguilar, Madri, 1964, 211).
Ésta es la tentación central: convertir la religión en poder para dominar a los demás. Son muchos los diablos del pináculo del templo, de las torres de las Iglesias, que convertir la religión en un milagro falso, para dominar a los demás, queriendo así que la experiencia de Dios sea imposición organizada.
Pues bien, en contra de eso, Jesús no ha querido imposición ni inquisición, porque “nos ha estimado en mucho”, como dice Dostoievsky. Jesús ha querido que los hombres y mujeres sean lo que son, relacionándose en amor, confiando de un modo directo, unos en los otros. El Dios de Jesús se distingue del Diablo del pináculo del templo; es un dios que nos llama desde el centro de la vida, en amor y en respeto radical, sin forzarnos de manera alguna, sin obligarnos a aceptar el mesianismo de Jesús, sin milagros exteriores, sin imposiciones metafísicas o ideológicas, sin demostraciones.
Son muchos los que siguen apelando en la iglesia a Diablos de Campanario, a revelaciones especiales, a seguridades milagrosas, a poderes políticos o económicos. Pues bien, a partir de la respuesta de Jesús y en virtud de su entrega pensamos que no existe otro milagro que la hondura y gracia contagiosa de su vida: ha rechazado el mesianismo de los milagros porque quiere ofrecernos el milagro de su entrega pascual.
BENEDICTO XVI, JESÚS DE NAZARET I (2007, 60-63). EL DIABLO TEÓLOGO
He citado a Dostoievsky, como intérprete de esta tentación, poniendo de relieve su sentido “religioso” (vinculado al amor, a la libertad que no se compra con presuntos milagros). En la línea de la milagrería y el dominio impositivo, la religión (que es lo más grande, expresión de fe y de gratuidad) se puede convertir y se convierte a veces en “patología” mental, una forma de “asegurar” la vida (apelando a milagros) y de dominar a los demás.
Según Dostoievsky, esa patología se encuentra especialmente vinculada a la jerarquía religiosa de occidente (con el Gran Inquisidor de Sevilla, con los Papas de Roma, con los diablos de campanario), que han apelado a diversos tipos de “milagros” (manipulaciones mentales, magias de poder) para tener a los hombres sometidos. Aquí estaría el riesgo de una religión convertida en “secta” que exige obediencia radical, sometimiento ciego: “Haz lo que yo digo, tírate del alto de la torre, pues los ángeles de Dios te sostendrán”.
Pues bien, significativamente, a diferencia de Dostoievski, el Papa Benedicto XVI ha identificado a ese Segundo Diablo (que es Diablo de campanario) con los malos teólogos (escrituristas) que manipulan la Palabra de Dios y esclavizan a los fieles. El Papa y los buenos jerarcas serían los liberadores, los que interpretan bien la Escritura, los que permiten el despliegue de la conciencia, los que dicen la verdad (no manipulan).
En contra de eso, el peligro se hallaría en la línea los teólogos (a quienes el Papa había condenado con frecuencia, siendo Prefecto de la Congregación de la Fe, y a los que sigue acusando aquí en su libro, como Papa). En ese contexto se entiende esta famosa página de crítica contra los teólogos (a quienes entiende en la línea de Ap 13, como 2ª Bestia de falsos profetas, que vienen después de la 1ª Bestia).
Para defender su postura, el Papa apela (quizá de forma equivocada) a gran pensador ruso, llamado V. Soloviev, quien dijo que el Anticristo no sería ya un Inquisidor de Sevilla (como afirmaba Dostoievski) sino un Teólogo de Tubinga, un Escriturista o Exegeta (es decir, un teólogo experto en manejar y manipular las Escrituras):
«Vladimir Soloviev toma este motivo en su Breve relato del Anticristo: el Anticristo recibe el doctorado honoris causa en teología por la Universidad de Tubinga; es un gran experto en la Biblia. Soloviev expresa drásticamente con este relato su escepticismo frente a un cierto tipo de erudición exegética de su época.
No se trata de un “no” a la interpretación científica de la Biblia como tal, sino de una advertencia sumamente útil y necesaria ante sus posibles extravíos. La interpretación de la Biblia puede convertirse, de hecho, en un instrumento del Anticristo. No lo dice solamente Soloviev, es lo que afirma implícitamente el relato mismo de la tentación. A partir de resultados aparentes de la exégesis científica se han escrito los peores y más destructivos libros de la figura de Jesús, que desmantelan la fe.
Hoy en día se somete la Biblia a la norma de la denominada visión moderna del mundo, cuyo dogma fundamental es que Dios no puede actuar en la historia y, que, por tanto, todo lo que hace referencia a Dios debe estar circunscrito al ámbito de lo subjetivo. Entonces la Biblia ya no habla de Dios, del Dios vivo, sino que hablamos sólo nosotros mismos y decidimos lo que Dios puede hacer y lo que nosotros queremos o debemos hacer. Y el Anticristo nos dice entonces, con gran erudición, que una exégesis que lee la Biblia en la perspectiva de la fe en el Dios vivo y, al hacerlo, le escucha, es fundamentalismo; sólo su exégesis, la exégesis considerada auténticamente científica, en la que Dios mismo no dice nada ni tiene nada que decir, está a la altura de los tiempos.
El debate teológico entre Jesús y el diablo es una disputa válida en todos los tiempos y versa sobre la correcta interpretación bíblica, cuya cuestión hermenéutica fundamental es la pregunta por la imagen de Dios. El debate acerca de la interpretación es, al fin y al cabo, un debate sobre quién es Dios. Esta discusión sobre la imagen de Dios en que consiste la disputa sobre la interpretación correcta de la Escritura se decide de un modo concreto en la imagen de Cristo: Él, que se ha quedado sin poder mundano, ¿es realmente el Hijo del Dios vivo?
Así, el interrogante sobre la estructura del curioso diálogo escriturístico entre Cristo y el tentador lleva directamente al centro de la cuestión del contenido. ¿De qué se trata? Se ha relacionado esta tentación con la máxima del panem et circenses: después del pan hay que ofrecer algo sensacional. Dado que, evidentemente, al hombre no le basta la mera satisfacción del hambre corporal, quien no quiere dejar entrar a Dios en el mundo y en los hombres tiene que ofrecer el placer de emociones excitantes cuya intensidad suplante y acalle la conmoción religiosa. Pero no se habla de esto en este pasaje, puesto que, al parecer, en la tentación no se presupone la existencia de espectadores»
(Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, 60-61).
Las palabras anteriores constituyen el alegato más fuerte del Papa contra los malos escrituristas (=exegetas, teólogos) que serían el Segundo Diablo (la segunda tentación) a la que alude el relato de Jesús. Esos “malos” teólogos con su interpretación torcida de la Biblia, serían agentes del Diablo, una gran tentación para los fieles. En ese fondo, da la impresión que el Papa supone que esos malos teólogos (que serían como una especie de encarnación del Diablo) habrían tentado al mismo Cristo, que, evidentemente, no se sometió a ellos, sino supo reponerles bien y vencerles, con una famosa cita de la Biblia donde se dice “no tentarás a Dios” (Mt 4, 7).
VLADIMIR SOLOVIEV (1853-1900)
Para situar mejor la condena del Papa a los teólogos será bueno citar a V. Soloviev, que uno de los grandes pensadores rusos del siglo XIX, y escribió poco antes de su muerte una parábola/novela titulada El Relato del Anticristo (trad. castellana: Scire, Barcelona 1999). Significativamente, esa novela narra la vida de un intelectual “poseído por el diablo” que, habiendo escrito una obra filosófica de gran impacto, se convierte en el Presidente de los Estados Unidos de Europa, una especie de Papa supremo de la Iglesia Universal. Ciertamente, actúa como teólogo (en la línea de lo que ha indicado Benedicto XVI), pero su acción fundamental no es teológica, sino de de tipo político y eclesiástica.
El demonio logra que su “protegido” sea «elegido presidente de los Estados Unidos de Europa casi por unanimidad; y cuando apareció en la tribuna con todo el esplendor de su belleza sobrenatural, con su prestancia juvenil, cuando después expuso con elocuencia inspirada su programa universal, la asamblea, fascinada y arrastrada por un impulso de entusiasmo, decidió tributarle sin votación el honor más alto: el título de emperador romano».
Nuestro Anticristo aparece como representante de un tipo la masonería internacional que quiere transformar todas las religiones, hasta convertirlas en una especie de religión natural, de tipo humanitario, uniendo para ellos las tres iglesias cristianas: la ortodoxa, la católica y la protestante. Su obra tiene éxito inmediato, logrando fundar en un año la monarquía universal, convirtiéndose así en una especie de Gran Papa y Emperador Romano, con dominio sobre todos los pueblos.
Este emperador sagrado llegó allí donde no habían logrado llegar ni el comunismo ni el sindicalismo: concedió a todos la paz y a todos dio comida. ¿Qué más puede pedirse? En la sociedad del Anticristo deberían encontrarse todos bien, en paz, con el estómago lleno, hombres y animales. Parece que todas las expectativas han quedado satisfechas. Pero el Anticristo se da cuenta de que, con la paz y el estómago lleno, los hombres corren el riesgo de aburrirse. Por eso busca a un exobispo católico, de nombre Apolonio, convirtiéndole en mago universal del reinode la humanidad. Hará muchos prodigios y milagros, de manera que el Anticristo logrará fascinar, divertir y admirar con ellos a los hombres.
«Este hacedor de milagros se llamaba Apolonio. Era, sin duda, un hombre genial, medio asiático, medio europeo, obispo católico «in partibus infidelium» (es decir, un obispo católico en tierras de misión); unía en sí, de un modo extraordinario, el conocimiento de las investigaciones más recientes y de las aplicaciones técnicas de la ciencia occidental con el conocimiento y la práctica de todo aquello que se encuentra bien fundamentado y que es significativo en el misticismo de Oriente. ¡Los resultados de una fusión de ese tipo vendrán a ser extraordinarios! Apolonio consigue vincular el misticismo de Oriente con la tecnología del Occidente, presentándose así como el Gran Sabio de Ap 13.
No quiero seguir presentando la novela de Soloviev, con los últimos intentos de dominio mundial del Anticristo Gran Papa supremo y de su Mago Apolonio. Ni quiero fijarme en la resistencia que le ofrecen el verdadero Papa Romano (Pedro II de Nápoles), un buen teólogo protestante (llamado Pauli) y el auténtico representante de la Iglesia ortodoxa (el Starets Juan). He querido citar lo anterior sólo para indicar que la 2ª tentación del Anticristo de Soloviev no es puramente teológica (los malos teólogos), sino de política eclesial y de dominio mundial.
CONCLUSIÓN
Es muy posible que esa interpretación del Papa, que identifica la Segunda Tentación con una exégesis torcida de la Biblia, ad usum delphini (el Delfín serían aquí los intereses de esos teólogos), resulte estrecha. Sería bueno que el Papa hubiera buscado también otras “lecturas” de esa tentación:
a. Para Dostoievki la 2ª tentación es la de aquellos que quieren dominar a los demás con medio ideológicos, sectarios, sin abrir espacio de amor en libertar. El símbolo de esa tentación sería el Inquisidor de Sevilla, como vengo diciendo.
b. Para Soloviev, esta “segunda tentación” (bestia apocalíptica) se encuentra vinculada al poder político-religioso que quiere apoderarse del mundo por la fuerza, con engaño, empleando también argumentos sacados incluso de la Biblia. Por eso, su signo sería un falso teólogo de Tubinga, convertido en Rey Universal, llamado a destruir todas las religiones de la tierra.
c. Ciertamente, los teólogos, a veces (¡muchas veces!) hemos manejado la Palabra de Dios para nuestros intereses, tentando incluso a Jesucristo. En esa línea, tendremos que aceptar la crítica del Papa, no escurrir el bulto. Pero me parece demasiado identificar a la 2ª Bestia (segunda tentación) con los teólogos sin más, pues hay entre ellos muchos buenos. Además, la tentación no está en la teología, sino en el uso ideológico de un tipo de “teología de campanario” (de torre de Iglesia), para someter de esa manera a todos, bajo las campanas.
d. En sentido estricto, en la Iglesia occidental la teología no ha tenido mucho poder y ha estado supeditada a un tipo Magisterio (que podría presentarse más bien como teología de campanario). Por eso, habría sido bueno, que antes de echar piedras al campanario de los teólogos el Papa hubiera mirado mejor a otros tejados (con otros diablos)… sin excluir su propio tejado.

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