TEXTO PARA MEDITAR
“… cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
REFLEXIÓN
No podemos hacer violencia a lo sagrado, ni hacer nuestras propias cuentas al margen de la mirada de Dios. El allanamiento del altar se vuelve en contra, y es inútil la ofrenda con desamor y violencia en el corazón.
Quien desee acercarse al altar debe estar reconciliado con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Uno de los consejos que daba Santa Teresa si se sentía violencia interior contra alguien, era rezar por él. Es una forma distinta de reconciliación, sobre todo cuando no se puede explicitar de manera histórica el perdón mutuo. El Evangelio recomienda: “Cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas» (Mc 11, 25).
La revelación divina es contundente, a Dios no le agradan los sacrificios. Sin embargo, ante un corazón humillado se compadece. Prefiere la obediencia a las ofrendas, y Él nos manda la reconciliación fraterna como condición para que el culto sea agradable a sus ojos.
ORACIÓN
El presbítero, en la liturgia eucarística, antes de la comunión, reza: “Señor, no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad”, oración que responde a la exigencia de Jesús, de acercarnos reconciliados al altar.
PROPUESTA
Quitaos de encima vuestros delitos -dice el Señor-, y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
“… cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
REFLEXIÓN
No podemos hacer violencia a lo sagrado, ni hacer nuestras propias cuentas al margen de la mirada de Dios. El allanamiento del altar se vuelve en contra, y es inútil la ofrenda con desamor y violencia en el corazón.
Quien desee acercarse al altar debe estar reconciliado con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Uno de los consejos que daba Santa Teresa si se sentía violencia interior contra alguien, era rezar por él. Es una forma distinta de reconciliación, sobre todo cuando no se puede explicitar de manera histórica el perdón mutuo. El Evangelio recomienda: “Cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas» (Mc 11, 25).
La revelación divina es contundente, a Dios no le agradan los sacrificios. Sin embargo, ante un corazón humillado se compadece. Prefiere la obediencia a las ofrendas, y Él nos manda la reconciliación fraterna como condición para que el culto sea agradable a sus ojos.
ORACIÓN
El presbítero, en la liturgia eucarística, antes de la comunión, reza: “Señor, no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad”, oración que responde a la exigencia de Jesús, de acercarnos reconciliados al altar.
PROPUESTA
Quitaos de encima vuestros delitos -dice el Señor-, y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
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