Publicado por Fe Adulta
4º domingo de PASCUA
ANÁFORA
Acción de gracias
Sabemos, Señor, que debemos agradecerte cada día
el maravilloso milagro cotidiano de tu creación.
Gracias, Padre, porque nos has creado y nos sostienes,
gracias por ser nuestro manantial inagotable de vida.
Queremos ser conscientes de que vives en nosotros.
No hay que esperar a la muerte para encontrarse contigo.
Creemos, Dios nuestro, que aunque no te veamos,
tú nos acompañas a lo largo de toda nuestra vida.
Nos sale de dentro proclamar tu bondad de Padre y Madre
y junto con todos los hombres y mujeres de buena fe,
dedicarte este himno de gloria y alabanza.
Memorial de la Cena del Señor
Sentimos que debemos darte gracias, Padre nuestro,
por cuanto ha hecho por nosotros tu hijo Jesús.
La razón de su existencia ha sido darnos vida,
vida en abundancia,
para que nos rebosara y la volcáramos hacia los demás.
Él nos entregó su propia vida, por entero, día a día,
porque la vivió dedicando todos sus esfuerzos
a poner los cimientos para la construcción del reino.
Siguió tu llamada y fue fiel a su vocación,
hasta terminar su vida en una cruz.
Recordamos ahora con profundo respeto y emoción
el testamento que nos dejó poco antes de morir,
su mandamiento de amor y entrega a la humanidad.
Invocación al Espíritu de Dios
Llénanos, Padre santo, de vida interior,
danos hábito de oración,
queremos hablarte con frecuencia
y si fuera posible oír tu voz, escucharte.
Nos proponemos cerrar los oídos a tanto ruido
que nos ensordece
y mirar más hacia dentro, donde Tú estás.
Queremos tener vivencia de ti, Señor,
que esta experiencia vital sea nuestra auténtica religión,
por encima de cualquier doctrina, culto o moral.
Queremos seguir los pasos de Jesús,
para que él sea nuestro único pastor y guía,
nuestro mejor amigo,
porque él no quiere someternos sino liberarnos,
porque él nos conoce y nos llama por nuestro nombre.
Queremos que Jesús sea la puerta para llegar a Ti,
Reparte tu espíritu a todos los creyentes,
para que superemos generosamente nuestras diferencias
y nos encontremos todos en la pura verdad del evangelio.
Y que la unidad de tu rebaño y su voluntad de servicio
sea testimonio de vida para todos los seres humanos.
Nuestro anhelo, como fue el de tu hijo Jesús,
es invocar y bendecir tu nombre, todos juntos,
por toda la eternidad.
AMÉN.
-----------------------
EL SEÑOR ES MI PASTOR
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes prados me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.
Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones,
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías
y huecas promesas,
de trampas y enemigos,
Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque mis trabajos sean duros y urgentes
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía procura serenidad a mi obrar,
plenifica mis anhelos y mi ser,
y hace inútil todo febril activismo.
Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume;
y me permite brindar, cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.
El Señor es mi pastor.
Él busca a las que están perdidas,
sana a las enfermas,
enseña a las erradas,
cura a las heridas,
carga con las cansadas,
alimenta a las hambrientas,
mima a las preñadas
y da vida a todas.
¡El Señor es el único líder que no avasalla!
Él hace honor a su nombre
dando a nuestras vidas dignidad y talla.
Nada temo a los profetas de calamidades,
ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres,
¡porque tú vas conmigo!
Has preparado un banquete de amor fraterno
para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos
y cuáles han de ser mis sendas del futuro.
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía
con su presencia cargada de vida!
4º domingo de PASCUA
ANÁFORA
Acción de gracias
Sabemos, Señor, que debemos agradecerte cada día
el maravilloso milagro cotidiano de tu creación.
Gracias, Padre, porque nos has creado y nos sostienes,
gracias por ser nuestro manantial inagotable de vida.
Queremos ser conscientes de que vives en nosotros.
No hay que esperar a la muerte para encontrarse contigo.
Creemos, Dios nuestro, que aunque no te veamos,
tú nos acompañas a lo largo de toda nuestra vida.
Nos sale de dentro proclamar tu bondad de Padre y Madre
y junto con todos los hombres y mujeres de buena fe,
dedicarte este himno de gloria y alabanza.
Memorial de la Cena del Señor
Sentimos que debemos darte gracias, Padre nuestro,
por cuanto ha hecho por nosotros tu hijo Jesús.
La razón de su existencia ha sido darnos vida,
vida en abundancia,
para que nos rebosara y la volcáramos hacia los demás.
Él nos entregó su propia vida, por entero, día a día,
porque la vivió dedicando todos sus esfuerzos
a poner los cimientos para la construcción del reino.
Siguió tu llamada y fue fiel a su vocación,
hasta terminar su vida en una cruz.
Recordamos ahora con profundo respeto y emoción
el testamento que nos dejó poco antes de morir,
su mandamiento de amor y entrega a la humanidad.
Invocación al Espíritu de Dios
Llénanos, Padre santo, de vida interior,
danos hábito de oración,
queremos hablarte con frecuencia
y si fuera posible oír tu voz, escucharte.
Nos proponemos cerrar los oídos a tanto ruido
que nos ensordece
y mirar más hacia dentro, donde Tú estás.
Queremos tener vivencia de ti, Señor,
que esta experiencia vital sea nuestra auténtica religión,
por encima de cualquier doctrina, culto o moral.
Queremos seguir los pasos de Jesús,
para que él sea nuestro único pastor y guía,
nuestro mejor amigo,
porque él no quiere someternos sino liberarnos,
porque él nos conoce y nos llama por nuestro nombre.
Queremos que Jesús sea la puerta para llegar a Ti,
Reparte tu espíritu a todos los creyentes,
para que superemos generosamente nuestras diferencias
y nos encontremos todos en la pura verdad del evangelio.
Y que la unidad de tu rebaño y su voluntad de servicio
sea testimonio de vida para todos los seres humanos.
Nuestro anhelo, como fue el de tu hijo Jesús,
es invocar y bendecir tu nombre, todos juntos,
por toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo
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EL SEÑOR ES MI PASTOR
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes prados me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.
Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones,
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías
y huecas promesas,
de trampas y enemigos,
Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque mis trabajos sean duros y urgentes
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía procura serenidad a mi obrar,
plenifica mis anhelos y mi ser,
y hace inútil todo febril activismo.
Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume;
y me permite brindar, cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.
El Señor es mi pastor.
Él busca a las que están perdidas,
sana a las enfermas,
enseña a las erradas,
cura a las heridas,
carga con las cansadas,
alimenta a las hambrientas,
mima a las preñadas
y da vida a todas.
¡El Señor es el único líder que no avasalla!
Él hace honor a su nombre
dando a nuestras vidas dignidad y talla.
Nada temo a los profetas de calamidades,
ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres,
¡porque tú vas conmigo!
Has preparado un banquete de amor fraterno
para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos
y cuáles han de ser mis sendas del futuro.
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía
con su presencia cargada de vida!
Florentino Ulibarri
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