La relación con los Ejercicios Espirituales y la consiguiente connaturalidad entre la espiritualidad del Corazón de Jesús y la espiritualidad ignaciana, se establece de hecho sin referencia explícita a la palabra "corazón". Pues en los Ejercicios Espirituales nunca es explícitamente mencionado el Corazón de Jesús. ¿No sucede lo mismo en la Iglesia en lo que hace referencia a la espiritualidad del Corazón de Dios, que encuentra su origen en el testimonio de San Juan, en su mirada contemplativa iluminada por la fe pascual hacia Aquel que atravesaron, sin que a pesar de todo en su narración no se pronuncie siquiera la palabra "corazón"? Del mismo modo, los Ejercicios Espirituales nos llevan con toda naturalidad a un "cor ad cor loquitur" - "el corazón habla al corazón" - sin que, sin embargo, San Ignacio hable explícitamente del "Corazón de Jesús".
Fiel a su principio de "no recorrer los puntos sino con una breve y sumaria explicación" (Ej. 2), San Ignacio lleva con sobriedad a descubrir el misterio descrito por San Juan: "su costado fue herido por la lanza y salió agua y sangre" (Ej. 297). Y esto, aunque San Ignacio conociera la amplia y ardiente meditación de este misterio propuesta por Ludolfo el Cartujano en su Vida de Cristo. En efecto, donde San Ignacio nos deja cara a cara con el corazón herido del Señor, el Cartujano se hace intérprete nuestro y formula él mismo en nuestro nombre lo que San gnacio quisiera que fuera nuestro propio descubrimiento: "Que el hombre se apresure a entrar en el Corazón de Cristo... unirte de tal manera a Cristo por amor, que tu corazón entre totalmente en él... que hiera tu corazón con sus heridas".
He aquí, puesta a plena luz la pedagogía espiritual de San Ignacio: muestra el camino hacia un conocimiento interior de Cristo (Ej. 104), señala la ruta hacia un encuentro en el que "un amigo habla a un amigo" (Ej. 54), que tiene el corazón herido, y abre totalmente nuestro corazón al corazón de Dios mediante una "redamatio" reparadora, traducida en estos términos por Claudio La Colombière, el confidente de Santa Margarita María: "él ama y no es amado... Para reparar tantos ultrajes y tan crueles ingratitudes... os ofrezco mi corazón... me doy enteramente a Vos".
KOLVENBACH, “Misión Agradable”, Paray Le Monial, 1988
Publicado por AMDG
Fiel a su principio de "no recorrer los puntos sino con una breve y sumaria explicación" (Ej. 2), San Ignacio lleva con sobriedad a descubrir el misterio descrito por San Juan: "su costado fue herido por la lanza y salió agua y sangre" (Ej. 297). Y esto, aunque San Ignacio conociera la amplia y ardiente meditación de este misterio propuesta por Ludolfo el Cartujano en su Vida de Cristo. En efecto, donde San Ignacio nos deja cara a cara con el corazón herido del Señor, el Cartujano se hace intérprete nuestro y formula él mismo en nuestro nombre lo que San gnacio quisiera que fuera nuestro propio descubrimiento: "Que el hombre se apresure a entrar en el Corazón de Cristo... unirte de tal manera a Cristo por amor, que tu corazón entre totalmente en él... que hiera tu corazón con sus heridas".
He aquí, puesta a plena luz la pedagogía espiritual de San Ignacio: muestra el camino hacia un conocimiento interior de Cristo (Ej. 104), señala la ruta hacia un encuentro en el que "un amigo habla a un amigo" (Ej. 54), que tiene el corazón herido, y abre totalmente nuestro corazón al corazón de Dios mediante una "redamatio" reparadora, traducida en estos términos por Claudio La Colombière, el confidente de Santa Margarita María: "él ama y no es amado... Para reparar tantos ultrajes y tan crueles ingratitudes... os ofrezco mi corazón... me doy enteramente a Vos".
KOLVENBACH, “Misión Agradable”, Paray Le Monial, 1988
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