Publicado por Entra y Verás
El mundo no es ni mucho menos como un cuadro pintado por un artista hace varios siglos y que ahora ocupa su lugar en un museo, sino que es más bien una obra de arte en continuo proceso de creación en el taller del artista. Nosotros estamos llamados a ir construyendo esa obra de arte con el pincel del amor, y los óleos de la caridad y la entrega incondicional.
Las lecturas de hoy nos, muestran como fue pintándose ese cuadro, hablan de la expansión de la Iglesia; y, el libro del Apocalipsis describe cómo es la vida celeste, los cielos nuevos y la tierra nueva donde ya no habrá muerte ni luto ni llanto, es decir, el cuadro final. En el evangelio se nos presenta el criterio, un nuevo mandamiento, que constituye uno de los rasgos más visibles de la renovación de la humanidad que la Iglesia, es decir todos nosotros, debemos hacer presente. El nuevo modo de vivir no es otro que el de el amor, pase lo que pase, amaos unos a otros como yo os he amado. Jesús añade que esta es la señal por la conocerán que somos sus discípulos, sus seguidores. Debemos amar hasta que nos duela, como decía Teresa de Calcuta, y eso implica acoger, escuchar, acompañar, perdonar, compartir, corregir, reír, llorar, como hizo Jesús. No olvidemos que Él es nuestro Maestro y nosotros debemos imitarle con todas nuestras fuerzas, sin desfallecer ante las dificultades. Ahí tenemos la cruz, la gran bandera del amor, que es nuestro signo de identidad. Ahí tenemos a Jesús dándonos un abrazo eterno a la humanidad. Esforcémonos en esta tarea fundamental. En el Evangelio hay un detalle que no me gustaría olvidar. Todo comienza cuando Judas abandona el cenáculo. Judas representa lo antiguo, lo oscuro, lo injusto. Judas es el desamor en persona. Cuando él desaparece, y lo que representa, comienza el mundo nuevo, la luz inunda la sala e irradia para siempre a toda la humanidad dando a cada uno la responsabilidad de portar una lamparita que contiene esa llama de amor sin reservas, sin sombras.
Pintar cada día un trozo de nuestro mundo a base de pinceladas o brochazos de amor no es, creo, una tarea inconsciente. Jesús nos ha mandado amar, pintar. El amor es siempre un imperativo, un ámame continuo. Creo necesario que pensemos por un momento desde nuestra fe, desde nuestra propia vivencia, ¿dónde apoyamos una fe transida de amor frente a una fe empachada de racionalismos y formulitas de catecismo?, ¿Dónde apoyar un amor que impulse la voluntad de hermanar al mundo entero frente a los recelos de un amor partidista y celoso preocupado por lo suyo? Me parece que sólo ese Dios-Amor cuya cara nos mostró Jesús puede anclar nuestra fe. De nuestra idea de Dios, de nuestra manera de relacionarnos con Él, dependerá la forma en que pintemos el cuadro de nuestro mundo. Debemos crecer en el amor, y para ello debemos amar constantemente y dar y seguir dando como hizo Jesús. Hacer cosas ordinarias con un amor extraordinario. Debemos dar aquello que nos cuesta algo. Así no estaremos dando simplemente cosas de las que podemos prescindir, sino cosas de las que no queremos o no podemos prescindir, cosas que nos importan realmente. En fin, el amor, dice Agustín, es lo único que no oprime a la felicidad ajena, así que amemos hasta que nos duela.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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