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viernes, 31 de mayo de 2013

Corpus Christi: Cristianismo, religión del cuerpo

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo del Corpus. Ciclo C. 1 Cor 11, 23-26; Lucas 9, 11b-17. Se ha dicho que el cristianismo es un “platonismo para el pueblo”, religión del espíritu en contra de la carne, dictadura del Poder Sagrado. Si es así (y así ha podido ser), eso va en contra de la primera inspiración de Jesús y de la Iglesia, que han proclamado y siguen proclamando una religión del “cuerpo”, es decir, del Dios Encarnado en la historia (en la carne) de los hombres.
Así lo proclama esta fiesta, culminación de las fiestas del ciclo litúrgico latino, que viene después del Adviento y Navidad, de la Cuaresma y la Pascua, con el Día del Espíritu Santo y de la Trinidad. Es la fiesta que reasume todas y las condensa en la “carne” del Cuerpo de Jesús., como seguiré indicando.
Feliz día del Corpus a todos. Quizá alguno puede aprovechar las reflexiones y esquemas que siguen, que valen más para orientas que para definir lo que significa en plenitud el Cuerpo de Cristo.

Imagen Clásica del Corpus:
La Trinidad arriba,la Iglesia abajo,
Cristo Eucaristía lo condensa todo.
Dejo la explicación para los entendidos.

1. PRINCIPIO, SIETE DIMENSIONES DEL CUERPO DE CRISTO


Esquema introductorio, que explica los sentidos y dimensiones de cuerpo, que es la "carne" histórica de Jesús, hecha principio teológico supremo. Si Dios se ha hecho carne (Jn 1, 14), la carne es la exégesis de Dios:

1. El Cuerpo de Cristo es la Eucaristía, el Pan de Jesús, compartido en memoria y como signo (presencia) de su muerte. El primer signo es el pan que se come y comparte, como Jesús.

2. El Cuerpo de Cristo es la Iglesia, el cuerpo mesiánico (místico, realísimo) de Jesús, la comunidad de los que acogen su palabra y siguen su camino.

3. Ésta es la fiesta del Cuerpo Histórico y Humano de Jesús, cuerpo gozoso y sufriente, amado por muchos y muchas, rechazado, crucificado, muerto y resucitado.

4. Ésta es la fiesta del Gran Cuerpo de Cristo, que es la Humanidad Entera, como sabían los Padres de la Iglesia, que hablaron de la humanidad (de la Especie o Esencia humana) como Cuerpo Total en el que el Hijo de Dios se ha encarnado.

5. Cuerpo Sufriente y Realísimo de Cristo son en especial todos los sufren con él en el mundo, los enfermos y hambrientos, los rechazados y encarcelas, los pobres… Ellos son la humanidad sangra del Cristo de Dios.

6. Cuerpo de Cristo sigue siendo el Pan, fruto de la tierra y del trabajo de los hombres, todo pan que alimenta y se comparte, en fraternidad, al servicio de los que tienen hambre. En ese pan está el trabajo hecho vida, está la tierra, madre de la vida, en contra de toda conversión del mundo en Mamona

7. Cuerpo de Cristo es, en fin, de un modo singular, el mundo entero, creado por Dios para que en él ser encarne y habite su Hijo.

El Espíritu no está fuera del cuerpo, sino que es la misma hondura del Cuerpo múltiple de Cristo, que es su humanidad caminante.

2. PROFUNDIZACIÓN. UN CUERPO HECHO DE PAN

El signo supremo de Jesús ha sido al fin de su vida el pan… el pan de la creación de Dios y del trabajo humano, el pan que se comparte. La eucaristía nos lleva a la historia de Jesús, tal como ha sido entendida y ratificada por la Iglesia, que ha puesto en su centro estas palabras de Jesús ante el pan (cuando se entrega), diciendo: ¡Esto es mi cuerpo!

– El signo es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo... Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, principio religioso... Al contrario, Jesús, mesías de Dios, es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de justicia y fiesta. La expresión paulina y lucana interpreta y restringe de algún modo esa experiencia al calificar el cuerpo en términos de donación sacrificial. Así pasamos del pan que era regalo (dado) al que es ofrenda (entregado por vosotros), conforme a la tradición litúrgica posterior.

‒ El pan de Jesús es cuerpo, identidad y comunión, individualidad y comunicación, la vida entera alimentada por el pan. La antropología de Jesús no es dualista, en el sentido posterior, que separaba cuerpo (que se debe al rey) y alma (que es de Dios), según el drama hispano del siglo XVII. En esa línea de dualismo se sitúan algunos pasaje del evangelio como aquel que dice “no temáis a los que pueden matar el cuerpo, sino a quien puede mandar cuerpo y alma a la gehena” (cf. Mt 10, 28). Pero aquí, en esta fiesta del pan de Jesús, cuerpo no es aquello que se opone al alma, exterioridad de la persona, sino persona y vida entera.

‒ Este Cuerpo de Cristo es el mismo ser humano en cuanto comunicación y crecimiento, exigencia de comida y posibilidad de muerte: fragilidad y grandeza de alguien que puede enfrentarse a los demás, en violencia homicida, para defender su identidad individual o social, pero que puede regalar también su vida a los demás, creando así un cuerpo más alto (comunión) con ellos.

La verdad eucarística.

Ese cuerpo del Cristo, celebrado en la eucaristía, encarnado por la iglesia, nos conduce del don de la madre primera que se entrega a sí mismo al servicio de la vida (cuerpo ofrecido a los demás en proceso de generación y muerte), al don eterno del novio y de la novia del final del Apocalipsis, esto es, a la vida eterna, entendida y gozada como visión mutua, entrega ya definitiva de la vida,cuerpo regalado y compartido, sin más nacimiento ni muerte, pues todo está nacido para siempre. Por eso, la verdad total del pan eucarístico se cumplirá (será ratificada) sólo por la pascua.

Lógicamente, las palabras de la institución, dichas de esta u otra forma en el momento de la Cena (esto es mi cuerpo, ésta es mi sangrre), sólo alcanzan su verdad cuando Jesús ofrece su vida entera y el Dios Padre la acepta en amor, en la resurrección,. Así el mismo Dios que en el principio obraba como Padre/Madre, pro-motor de vida, vendrá a mostrarse al fin como fuente y sentido del amor por siempre enamorado (cf. Ap 22, 1). Al final ya no habrá padre ni madre en sentido ma/paternalista, sino un Dios que es todo en todos, amor ya realizado, cuerpo que vincula en eucaristía de gozo perdurable (sin muerte) a todos los humanos (cf. 1 Cor 15, 28).

3. APLICACIÓN, OCHO FORMAS DE PRESENCIA EUCARÍSTICA DE CRISTO

1. Está presente en la celebración, es decir en el rito, realizado en nombre de Jesús, por los representantes de la comunidad (obispos, presbíteros, celebrantes). El rito es presencia actuante, y en ella se incluye el “mito”, es decir, la narración que evoca el sentido de esa presencia. Un rito que no hace presente aquello que evoca está muerto… Un rito no se puede razonar, demostrar. Si se razona y explica no es rito, es otra cosa. Desde el principio de la humanidad existen ritos de diverso tipo, especialmente sacrificios en los que expresa lo sagrado (sacrum-fácere), en los que se hace presente Dios. Dios no es alguien a quien se demuestra, sino alguien a quien se hace presente, al evocarle y al llamarle, en gestos (ritos).

2. Está presente en la palabra, de llamada, de diálogo y consuelo, y de revelación, es decir, en eso que se ha llamado desde el antiguo el "logos-dabar": Es decir, la palabra que hace presente lo que dice. La verdadera palabra no deja lo dicho fuera, lejos, sino que lo acerca, lo hace presente. Ésta es la novedad cristiana: Jesús se atreve a hablar y habla en nombre de Dios, al prometer y al curar, al anunciar el Reino y al ir regalando su vida al servicio del Reino. Es él quien puede decir y dice esto es mi cuerpo y así nos lo regala, como nosotros debemos regalar nuestro cuerpo y darlo y compartirlo en amor.

3. El Dios de Jesús está presente en la Palabra de la comunidad, es decir, en la Palabra activa que asume el recuerdo de Jesús y que se compromete a vivir conforme a ese recuerdo. En ese sentido, los creyentes reunidos pueden asumir y asumen la palabra de Jesús, hablando en su nombre, diciendo su nombre “esto es mi cuerpo”. La comunidad de los creyentes “dice” por tanto la palabra de Dios, es Dios hecho palabra, es decir comunicación… Esa misma palabra (memorial: Esto es mi cuerpo) es la presencia, como certeza, como llamada, como participación. El mismo gesto (rito) de la comunidad que se reúne, que recuerda a Jesús, dice su Palabra, y toma en nombre el pan y el vino es Presencia de Dios. La presencia más honda en esta línea es el rito (es decir, la celebración), centrado en el pan y el vino… como signo del recuerdo-presencia de Jesús.

4. Está presente en el pan y el vino consagrados, es decir, en las “especies eucarísticas”, que son dos signos básicos de la vida humana, vinculados a la comida compartía y la fiesta, en el ámbito mediterráneo en el que vivió Jesús y nació el cristianismo. La disputa teológica medieval y posterior sobre la Eucaristía (de la que hablaré mañana o pasado) se ha centrado en estos signos, insistiendo en la necesidad de que el pan sea pan y el vino sea vino… distinguiendo accidentes, substancia y transubstanciación, ha sido y es muy importante, pero no puede monopolizar el tema. Esa presencia “en las especies sacramentales” resulta esencial, pero no se puede separar de las otras presencias.

5. Jesús es pan de Dios y es vida está presente en los pobres y necesitados, en la línea de Mt 25, 31-46… y de las multiplicaciones (alimentaciones) de los evangelios. No se puede hablar de presencia en el rito y la palabra, en la celebración y en la comunidad… si no se pone de relieve la especial presencia de Cristo en los necesitados y los pobres, con los que hace el camino de la vida, en búsqueda de Reino. Si la comida no es comida abierta a los pobres no puede ser comida eucarística.

6. Está presente en los “viatores”, es decir, en los caminantes de la vida. En ese sentido, la Eucaristía es Viático, para el camino de la Vida, para la Resurrección. En esa línea, desde el principio (ya en san Pablo) la eucaristía está vinculada de un modo especial con los enfermos, y aparece como garantía de vida, en este mundo y sobre todo en la culminación del Reino. En ese sentido (repito), le Eucaristía es viático, es pan de camino, es gesto de entrega hasta la muerte.

7. Cristo está presente en el conjunto de la Iglesia y de un modo especial en los que ayudan a los pobres, en los que dan de comer..., La Eucaristía ratifica este compromiso de presencia y transformación humana, para que crezca el Cuerpo de Cristo… Está presente en la comunidad que se ama, es decir, que comparte la vida (allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, estoy yo….; en esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros). En ese sentido, la Eucaristía es el alma de la Iglesia, la forma de presencia de Cristo en la comunidad de sus discípulos y seguidores y, por ellos, en la humanidad entera, que es cuerpo del Mesías.

8. De un modo particular (distinto), Cristo está presente en los espacios de culto, en el mismo templo, en el sagrario que es la expresión de lo sagrado. Ciertamente, Cristo no está ni en Jerusalén ni en el Garizim de forma cerrada... Está en el universo entero que es su cuerpo, en toda la humanidad, en todos los lugares... Pero se puede hablar de lugares especiales donde se ha condensado su presencia, porque allí oran y se encuentran los hombres y mujeres que le invocan.

4. LAS TRES CLAVES. EUCARISTÍA, EPICLESIS, ANÁMNESIS.

Conforme a esta experiencia de Jesús y de sus seguidores, la Iglesia cristiana se configura como vinculación concreta de personas que comen y beben, recordando a Jesús. Ciertamente, la Iglesia tiene otros rasgos (es comunidad de fe y de oración). Pero el más importante de ellos, el que define todos los restantes, es el que está vinculado a la comida. Los cristianos son iglesia porque comen juntos. En este contexto se sitúan las tres palabras fundamentales de la liturgia del Cuerpo de Cristo:

a. Eucaristía.

Significa acción de gracias y esto es lo que proclama el celebrante principal en el momento más solemne del prefacio: situado ante el misterio de Dios, que aparece de forma generosa en los dones del pan y del vino, en nombre de todos los celebrantes, eleva la voz presentando ante Dios una fuerte acción de gracias, reasumiendo las palabras del Gloria: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias.

Dios ha creado al hombre gratis, como madre generosa que regala a su hijo lo mejor que tiene y puede; no le debemos nada, pero es bello que le agradezcamos su regalo. Gratis nos ha regalado Dios la vida; nada puede ya exigirnos por ella. En contra de todas las teorías contractuales que imponen al humano el deber de agradecer a Dios sus dones (de servirle), la eucaristía muestra que no tenemos ninguna obligación de hacerlo. Gratuitamente nos ha dado Dios lo que somos; de igual manera podemos y debemos (si queremos) responderle, con el pan y vino de Jesús, haciendo que resuene en nuestra voz la voz de toda la creación. De esa forma, el Dios de la eucaristía se muestra Padre/Madre en el principio, centro y el fin de su camino.

De esa forma, después de habernos dado lo que es y lo que tiene, queda frágil e indefenso en nuestras manos, esperando una respuesta de amor, sin poderla imponer, sin imponerse jamás sobre nosotros. De esa forma, siendo Padre/Padre y fundamento de Vida en nuestra vida, se vuelve Amigo, presencia enamorada (cf. Ap 21-22).

b. Memorial o recuerdo de Jesús (Anámnesis).

Los diversos ritos recuerdan y actualizan un misterio anterior, algo que sucedió al principio de los tiempos (mito pagano) o en el momento histórico concreto de la fundación de un movimiento religioso (aquí en la Cena de Jesús, que se actualiza por la Eucaristía).

En ese sentido, la Eucaristía es recuerdo y presencia de la historia de Jesús, Hijo de Dios, el Hombre plenamente realizado (Hijo del humano). Por eso, al celebrarla los cristianos retornan a las raíces mesiánicas y aprenden el oficio gozoso de ser hombre y /o mujer, en el rito liberador y enamorado de darnos mutuamente el pan, compartir el cuerpo y regalarnos la vida (sangre) unos a otros, en camino de resurrección. Éste es el único oficio, la tarea gozosa y salvadora de la historia: aprender a ser (hacerse) humanos en plenitud, con el mismo Dios que por Jesús ha venido a convertirse en compañero de sus fieles, entregándoles su vida (cuerpo, sangre).

Recordar significa repetir y actualizar, no por obligación, como si nada hubiera pasado desde entonces, sino en libertad creadora. La iglesia no puede limitarse a copiar lo que hizo Jesús, sino que ha de hacerse ella misma Jesús (=comunidad mesiánica), actualizando en la historia actual la fiesta mesiánica del pan compartido y la sangre entregada, en camino de resurrección.

3. Epíclesis o invocación del Espíritu Santo.

Desde el origen de los tiempos llegan las grandes invocaciones, llamadas sacrales, dirigidas a los dioses o genios protectores de la vida. Pues bien, la Eucaristía es invocación dirigida al Espíritu de Dios, para que exprese y realice su obra, por Jesús, en esta misma historia. Reunidos en su nombre, los cristianos pueden invocarle confiados, sabiendo que su fuerza les alienta, que su vida les sostiene.

Por dos veces, en el centro de la gran Oración Eucarística, los fieles invocan al Espíritu Santo: para que actúe sobre los dones ofrecidos (pan y vino), convirtiéndolos en cuerpo de Cristo; para que venga sobre los fieles, de forma que ellos mismos sean en su plenitud Cuerpo mesiánico y puedan mantenerse en unidad, dando la sangre (vida) unos por otros.

De esa forma, la eucaristía aparece al fin en como aquello que ha sido siempre: la forma primordial de la oración humana; la misma vida concebida y realizada a modo de oración, ante los dones compartidos, en agradecimiento a Dios, en recuerdo de Jesús. De esa manera se supera la distancia que se había establecido entre Dios y los humanos. Sin dejar de ser divino, Dios se ha vuelto, por Jesús, la Vida de la vida humana, en el pan y vino de la fraternidad, en el camino de la sangre derramada en favor de los demás. Aquí se expresa Dios, aquí se manifiesta la verdad del ser humano, como eucaristía y resurrección en Cristo, por medio del Espíritu

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