Juan 14, 1 - 12
Autor: Camino Misionero
Autor: Camino Misionero
Hoy Señor nos volvemos a encontrar cara a cara. Sentados juntos, alrededor del pan que siempre nos convoca y convierte en pares, en semejantes, ante tantas diferencias que nos distancian.
Algunas veces me pregunto que es lo que pasa por nuestros humanos corazones, que caemos tan fácilmente en un desconcierto desorbitante al escuchar tu Palabra, es como si en lo que hemos experimentado todo este tiempo, que juntos pasamos, fue en vano, como desapercibido o derrochado en meros “estar” sin llegar a “ser” tus discípulos.
¿Puede ser que nos hallamos acostumbrados a verte cotidianamente, en nuestra cercanía, donde nosotros te queremos ver, y ahora que nos anuncias que la Voluntad del Padre te lleva por otros rumbos, nuestro egoísmo explota a flor de piel, sin querer aceptar lo que escuchamos?
Algunas veces Jesús, me pongo a mirar hacia atrás todo el camino recorrido y es muy consolador encontrarte en lugares y momentos tan íntimos que compartimos, algunos felices y otros no tanto, pero siempre tan cargados de Dios, de tu divina humanidad. Y cuando contemplo esos instantes, es como si quisiera congelar el tiempo o retrotraerme a esos lugares para poder volver a gozar ese paso transformador en mi vida. Es la inevitable sensación de proponerte que nos quedemos allí. Bien y seguros. E inmediatamente me bloqueo a completar el mensaje que nos traes. Un mensaje de futuro cercano y nuestro. De desafíos inmediatos y concretos. En el aquí y ahora. Tu Obra que continúa, por más que físicamente ya no estés. Obra que debe ser tomada con Amor por tus seguidores, que no son más que servidores de la humanidad toda, sin distinción, ni exclusión de nadie.
Señor es tan difícil hacernos cargo de lo que nos confías, porque frecuentemente acomodamos las cosas a nuestro gusto, es llegar al punto de que en el fondo, descreemos de tus Enseñanzas y elaboramos nuestras propias teorías. Lo que nos lleva inevitablemente a la tremenda angustia de nuestras limitaciones, de sentir que todo se acaba, que no hay más allá, que ya se hizo lo “humanamente” posible, que nada puede cambiar, que todo “todo” irremediablemente es así. Nos sumimos en un infinito abismo de dudas, contradicciones y hastío. El sinsentido se apodera de nuestros primeros impulsos renovadores de todo mal ocasionado en la historia. Nos distanciamos desde nuestras estructuras, eclesiales y personales, de lo que son tus Enseñanzas mismas y la Voluntad del Padre.
¿Cómo llegar a ver al Padre en Ti? Si nos cegamos de tal manera, que no vemos la realidad que nos contiene, no nos interpela en absoluto. No vemos al que cerca tenemos y que tantos gestos hace para llamarnos la atención desde sus necesidades. Nos escandalizamos muchas veces de otros hermanos de nuestra Iglesia, porque tienen procederes conservadores o de avanzada. Por los que no comparten nuestra misma fe y por aquellos que ni siquiera conocemos, pero no nos preguntamos internamente cual es el rumbo que hemos tomado para llegar a la Felicidad Eterna. Y mientras tanto, hay mucha gente sedienta de beber de tu Cántaro, con la urgencia, por no haberte conocido, de saber que hay un “algo” más allá de sus negras expectativas. Mientras nos debatimos en nuestras luchas de dejarnos ganar por nuestro yo o tu Palabra, pasando nuestro umbral, las guerras continúan, y no solo en los campos de batalla, sino también en nuestras calles dominadas por la violencia de sobrevivir día a día a un injusto sistema. Las inequidades sociales son cada vez más notorias. Las depresiones, angustias existenciales y suicidios, son cada vez más corrientes, que casi nos acostumbramos a escuchar las estadísticas fatales que hay sobre el tema. El aborto, los divorcios, las nuevas “corrientes” sexuales, la falta de trabajo y los explotados laboralmente, los chicos de la calle y los ancianos abandonados, son realidades que parecieran no tener asidero en nuestros ideales, en el mundo paralelo que nos proponemos vivir. Ocultando lo que es, para inventarnos la “otra” realidad. Donde la espiritualidad y religión de cada uno no los mueve más que a llenarse los espacios de un break filosófico. Un Dios chévere que está a nuestras ostentas para nuestros gustos. Un mundo sin pobres, ni enemigos, ni sacrificios, ni lágrimas, ni muerte...
Creo, mi Amigo, que ése es el punto central. Nos asusta morir. Nos asusta la muerte. Y por ello nos dedicamos a no vivir. Suena irónico, pero es una breve síntesis de lo que nos sucede ante el misterio de la Voluntad del Padre y de tu Misión en este mundo.
Lamentablemente, no fueron únicamente Tomas y Felipe los que dudaron de tus Palabras, hoy también somos muchos que todavía nos seguimos preguntando cual es el camino que debemos seguir. Te pedimos perdón por desconfiar de lo que ya dijiste en nuestras vidas. Por no querer ceder a la gratuidad de tu Amor. Te rogamos que nos perdones cada desplante que te hacemos en la persona de nuestros hermanitos más sufridos.
Te pedimos la fuerza necesaria para afrontar la realidad de nuestras existencias. De la urgencia de tu llamado. De la necesidad del hermano. De la incertidumbre de nuestro futuro en este mundo. Y de la seguridad del Reino de tu Padre...
Jesús, no se si seremos dignos huéspedes de las habitaciones que nos preparas en la Casa del Padre, estoy seguro que no, pero te pido que suscites en nosotros la Pasión que te llevó a ser el Redentor de la humanidad, para que algún día, después de entregar nuestras vidas en este mundo, podamos encontrar el descanso necesario como huéspedes del Reino.
Queremos ir adonde Tú vas. POR SUPUESTO QUE SÍ. A pesar de todos nuestros errores queremos seguirte, porque nuestras vidas están incompletas cuando no están atadas a Ti. Por más que busquemos incesantemente satisfacer nuestro deseo de plenitud, es imposible lograrlo, si no es sumergiéndonos en las profundas olas de tu Sagrado Corazón.
No queremos impacientarnos, ni turbarnos, ni mucho menos desesperarnos. No lo permitas. Ayúdanos a caminar sobre tus Huellas que nos llevan a la Eternidad.
Te pedimos que cuando nos vean a nosotros, vean tu imagen, para así poder conducir a nuestros hermanos hasta el Padre de Misericordia, donde Tú nos esperas como buen posadero.
Ayúdanos a mantenernos unidos en la Espera de tu próxima venida, respetándonos y amándonos, como nos enseñaste,
Gracias por ofrecernos la Esperanza de la otra vida, de la definitiva, de la feliz y gozosa existencia que nos espera en el Reino del Amor, cuyo Paraíso solo es accesible, una vez que pasamos la lenta carretera de ser humanos.
Amen.
Algunas veces me pregunto que es lo que pasa por nuestros humanos corazones, que caemos tan fácilmente en un desconcierto desorbitante al escuchar tu Palabra, es como si en lo que hemos experimentado todo este tiempo, que juntos pasamos, fue en vano, como desapercibido o derrochado en meros “estar” sin llegar a “ser” tus discípulos.
¿Puede ser que nos hallamos acostumbrados a verte cotidianamente, en nuestra cercanía, donde nosotros te queremos ver, y ahora que nos anuncias que la Voluntad del Padre te lleva por otros rumbos, nuestro egoísmo explota a flor de piel, sin querer aceptar lo que escuchamos?
Algunas veces Jesús, me pongo a mirar hacia atrás todo el camino recorrido y es muy consolador encontrarte en lugares y momentos tan íntimos que compartimos, algunos felices y otros no tanto, pero siempre tan cargados de Dios, de tu divina humanidad. Y cuando contemplo esos instantes, es como si quisiera congelar el tiempo o retrotraerme a esos lugares para poder volver a gozar ese paso transformador en mi vida. Es la inevitable sensación de proponerte que nos quedemos allí. Bien y seguros. E inmediatamente me bloqueo a completar el mensaje que nos traes. Un mensaje de futuro cercano y nuestro. De desafíos inmediatos y concretos. En el aquí y ahora. Tu Obra que continúa, por más que físicamente ya no estés. Obra que debe ser tomada con Amor por tus seguidores, que no son más que servidores de la humanidad toda, sin distinción, ni exclusión de nadie.
Señor es tan difícil hacernos cargo de lo que nos confías, porque frecuentemente acomodamos las cosas a nuestro gusto, es llegar al punto de que en el fondo, descreemos de tus Enseñanzas y elaboramos nuestras propias teorías. Lo que nos lleva inevitablemente a la tremenda angustia de nuestras limitaciones, de sentir que todo se acaba, que no hay más allá, que ya se hizo lo “humanamente” posible, que nada puede cambiar, que todo “todo” irremediablemente es así. Nos sumimos en un infinito abismo de dudas, contradicciones y hastío. El sinsentido se apodera de nuestros primeros impulsos renovadores de todo mal ocasionado en la historia. Nos distanciamos desde nuestras estructuras, eclesiales y personales, de lo que son tus Enseñanzas mismas y la Voluntad del Padre.
¿Cómo llegar a ver al Padre en Ti? Si nos cegamos de tal manera, que no vemos la realidad que nos contiene, no nos interpela en absoluto. No vemos al que cerca tenemos y que tantos gestos hace para llamarnos la atención desde sus necesidades. Nos escandalizamos muchas veces de otros hermanos de nuestra Iglesia, porque tienen procederes conservadores o de avanzada. Por los que no comparten nuestra misma fe y por aquellos que ni siquiera conocemos, pero no nos preguntamos internamente cual es el rumbo que hemos tomado para llegar a la Felicidad Eterna. Y mientras tanto, hay mucha gente sedienta de beber de tu Cántaro, con la urgencia, por no haberte conocido, de saber que hay un “algo” más allá de sus negras expectativas. Mientras nos debatimos en nuestras luchas de dejarnos ganar por nuestro yo o tu Palabra, pasando nuestro umbral, las guerras continúan, y no solo en los campos de batalla, sino también en nuestras calles dominadas por la violencia de sobrevivir día a día a un injusto sistema. Las inequidades sociales son cada vez más notorias. Las depresiones, angustias existenciales y suicidios, son cada vez más corrientes, que casi nos acostumbramos a escuchar las estadísticas fatales que hay sobre el tema. El aborto, los divorcios, las nuevas “corrientes” sexuales, la falta de trabajo y los explotados laboralmente, los chicos de la calle y los ancianos abandonados, son realidades que parecieran no tener asidero en nuestros ideales, en el mundo paralelo que nos proponemos vivir. Ocultando lo que es, para inventarnos la “otra” realidad. Donde la espiritualidad y religión de cada uno no los mueve más que a llenarse los espacios de un break filosófico. Un Dios chévere que está a nuestras ostentas para nuestros gustos. Un mundo sin pobres, ni enemigos, ni sacrificios, ni lágrimas, ni muerte...
Creo, mi Amigo, que ése es el punto central. Nos asusta morir. Nos asusta la muerte. Y por ello nos dedicamos a no vivir. Suena irónico, pero es una breve síntesis de lo que nos sucede ante el misterio de la Voluntad del Padre y de tu Misión en este mundo.
Lamentablemente, no fueron únicamente Tomas y Felipe los que dudaron de tus Palabras, hoy también somos muchos que todavía nos seguimos preguntando cual es el camino que debemos seguir. Te pedimos perdón por desconfiar de lo que ya dijiste en nuestras vidas. Por no querer ceder a la gratuidad de tu Amor. Te rogamos que nos perdones cada desplante que te hacemos en la persona de nuestros hermanitos más sufridos.
Te pedimos la fuerza necesaria para afrontar la realidad de nuestras existencias. De la urgencia de tu llamado. De la necesidad del hermano. De la incertidumbre de nuestro futuro en este mundo. Y de la seguridad del Reino de tu Padre...
Jesús, no se si seremos dignos huéspedes de las habitaciones que nos preparas en la Casa del Padre, estoy seguro que no, pero te pido que suscites en nosotros la Pasión que te llevó a ser el Redentor de la humanidad, para que algún día, después de entregar nuestras vidas en este mundo, podamos encontrar el descanso necesario como huéspedes del Reino.
Queremos ir adonde Tú vas. POR SUPUESTO QUE SÍ. A pesar de todos nuestros errores queremos seguirte, porque nuestras vidas están incompletas cuando no están atadas a Ti. Por más que busquemos incesantemente satisfacer nuestro deseo de plenitud, es imposible lograrlo, si no es sumergiéndonos en las profundas olas de tu Sagrado Corazón.
No queremos impacientarnos, ni turbarnos, ni mucho menos desesperarnos. No lo permitas. Ayúdanos a caminar sobre tus Huellas que nos llevan a la Eternidad.
Te pedimos que cuando nos vean a nosotros, vean tu imagen, para así poder conducir a nuestros hermanos hasta el Padre de Misericordia, donde Tú nos esperas como buen posadero.
Ayúdanos a mantenernos unidos en la Espera de tu próxima venida, respetándonos y amándonos, como nos enseñaste,
Gracias por ofrecernos la Esperanza de la otra vida, de la definitiva, de la feliz y gozosa existencia que nos espera en el Reino del Amor, cuyo Paraíso solo es accesible, una vez que pasamos la lenta carretera de ser humanos.
Amen.
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