Publicado por Pastoral Vocacional
Las lecturas de este quinto domingo de Pascua nos ayudan a acentuar un aspecto importante de toda vocación: su dimensión comunitaria. Quiere esto decir que uno no puede entender su llamada como algo que sólo le concierte a él mismo. Somos llamados a formar parte de la Iglesia. Esta es también nuestra vocación.
En el segundo domingo de Pascua, la primera lectura nos mostraba la vida de la comunidad de Jerusalén. Era una descripción un poco idealizada con el fin de servir de modelo y estímulo para todas las comunidades cristianas. Hoy, por el contrario, contemplamos un problema serio, un problema como tantos que abundan en nuestras comunidades, ya sean parroquiales o comunidades religiosas. Se trata del trabajo compartido, la distribución de responsabilidades y la atención a los necesitados. Pero no hay que olvidar que esta situación es originada “al crecer el número de los discípulos”, es decir, a partir de la propia expansión y crecimiento de la comunidad.
Ante los conflictos y dificultades que puedan surgir en nuestras comunidades, no conviene olvidar las palabras que Jesús nos dirige hoy: “No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí”. Una vez más Jesús se nos ofrece él mismo como garantía de serenidad y fe confiada. La razón de esta paz en el espíritu se debe a que “en la casa de mi Padre hay muchas estancias”. ¿A qué se refiere esta afirmación de Jesús? Algunos estudiosos afirman que hace referencia a los diversos ministerios que se encuentran en la “casa del Padre”, es decir, en la comunidad cristiana. El Señor tiene pensado para cada uno una misión, una tarea, para construir la comunidad. Él prepara el sitio más adecuado para cada uno.
Esta misma idea viene desarrollada por el apóstol Pedro en la segunda lectura: “vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios”. Utilizando el plural queda marcada claramente la vocación que reciben todos los cristianos a formar parte de la comunidad, a “ser” comunidad, porque “como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu”. Se puede ser una piedra muerta, pero la invitación y la vocación es la de ser una piedra viva, activa y colaboradora animada por el Espíritu. No se puede ser “vocacionado” por libre, sino insertado en la vida eclesial. No conviene olvidar que al final, es la Iglesia por medio de sus ministros cualificados, quien llama y discierne toda vocación. Es lo que vemos en la primera lectura. Es la comunidad quien elige “hombres de buena familia, llenos de espíritu de sabiduría” para encomendarles la tarea y son los apóstoles quienes les imponen finalmente las manos.
Pero ¿cómo llevar a cabo esta vocación a ser comunidad? Se trata de poner a Jesús el Señor como cimiento, como piedra angular en la construcción de la comunidad. Toda la vida de la comunidad debería girar en torno a un proyecto cristológico. Así, por muy grandes que sean los problemas y complicadas las dificultades, tarde o temprano se encontrarán vías de solución. Por muy terribles y fuertes que sean las tormentas, el edificio se mantendrá siempre en pie.
Y esto es porque sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es el único que nos lleva al Padre, meta final de toda vocación. En Él no hay mentira, engaño, trampas o traición. Él nos da una vida en abundancia para que seamos capaces de compartirla con los demás. ¿Hemos descubierto ya este misterio? ¡Qué triste sería que nos echara en cara como a Felipe: “hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?! En nuestra vida vocacional nunca se conoce lo suficiente al Señor, siempre hay que profundizar nunca se conoce lo suficiente al Señor, siempre hay que profundizar en su misterio.
No hay comunidad con Cristo como piedra angular y cimento estable no sea misionera pues como dice San Pedro: “sois un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa”. Y esa misión la llevamos a cabo con el mismo poder de Jesús: “el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores”.
2.Ideas clave para la homilía
-Igual que la primera iglesia de Jerusalén, en nuestras comunidades abundan los problemas y las dificultades. Para todos es una oportunidad para hacer crecer la comunidad.
-En esas circunstancias, Jesús nos invita a no perder la calma porque en la casa del Padre “hay muchas estancias”, es decir, muchos ministerios al servicio de la comunidad.
-Se trata de descubrir la dimensión comunitaria de nuestra vocación; somos llamados a ser piedras vivas del templo del Espíritu, somos pueblo adquirido por Dios para proclamar su salvación.
-Seremos piedras vivas si somos animados por el Espíritu y si ponemos a Jesús como piedra angular y cimiento de la comunidad, Él que es el Camino, la Verdad y la Vida. De Él nace nuestra vocación misionera.
3.Preguntas para la reflexión personal o grupal
-¿Cuáles son los problemas que vives en tu comunidad cristiana?
-¿Qué papel desempeñas tú en la vida comunitaria? ¿En qué haces avanzar la comunidad y en qué eres un obstáculo?
-¿En qué manifiestas que eres consciente de tu vocación a ser comunidad?
-¿Te dejas acompañar? ¿Disciernes sobre tu vida y tu vocación con la ayuda de alguien?
-¿Qué papel juega el Espíritu en tu vida comunitaria?
-¿En qué se nota que tu comunidad gira en torno a Jesús resucitado?
-¿Qué significa para ti que Jesús sea el Camino, la Verdad y la Vida?
4.Un poco de poesía
5.Para darle vueltas
“La vocación no es un problema individual (“¿Qué espera Dios de mi?”), ni algo moral (“¿Oponerse a Dios es pecado?”), ni siquiera ha de plantearse preguntándose “¿cuál es la vocación mejor”? Se pertenece a una Iglesia donde se obra por amor y en la que se vive como miembro. La vocación es una amistad.” (J.S.V.)
En el segundo domingo de Pascua, la primera lectura nos mostraba la vida de la comunidad de Jerusalén. Era una descripción un poco idealizada con el fin de servir de modelo y estímulo para todas las comunidades cristianas. Hoy, por el contrario, contemplamos un problema serio, un problema como tantos que abundan en nuestras comunidades, ya sean parroquiales o comunidades religiosas. Se trata del trabajo compartido, la distribución de responsabilidades y la atención a los necesitados. Pero no hay que olvidar que esta situación es originada “al crecer el número de los discípulos”, es decir, a partir de la propia expansión y crecimiento de la comunidad.
Ante los conflictos y dificultades que puedan surgir en nuestras comunidades, no conviene olvidar las palabras que Jesús nos dirige hoy: “No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí”. Una vez más Jesús se nos ofrece él mismo como garantía de serenidad y fe confiada. La razón de esta paz en el espíritu se debe a que “en la casa de mi Padre hay muchas estancias”. ¿A qué se refiere esta afirmación de Jesús? Algunos estudiosos afirman que hace referencia a los diversos ministerios que se encuentran en la “casa del Padre”, es decir, en la comunidad cristiana. El Señor tiene pensado para cada uno una misión, una tarea, para construir la comunidad. Él prepara el sitio más adecuado para cada uno.
Esta misma idea viene desarrollada por el apóstol Pedro en la segunda lectura: “vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios”. Utilizando el plural queda marcada claramente la vocación que reciben todos los cristianos a formar parte de la comunidad, a “ser” comunidad, porque “como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu”. Se puede ser una piedra muerta, pero la invitación y la vocación es la de ser una piedra viva, activa y colaboradora animada por el Espíritu. No se puede ser “vocacionado” por libre, sino insertado en la vida eclesial. No conviene olvidar que al final, es la Iglesia por medio de sus ministros cualificados, quien llama y discierne toda vocación. Es lo que vemos en la primera lectura. Es la comunidad quien elige “hombres de buena familia, llenos de espíritu de sabiduría” para encomendarles la tarea y son los apóstoles quienes les imponen finalmente las manos.
Pero ¿cómo llevar a cabo esta vocación a ser comunidad? Se trata de poner a Jesús el Señor como cimiento, como piedra angular en la construcción de la comunidad. Toda la vida de la comunidad debería girar en torno a un proyecto cristológico. Así, por muy grandes que sean los problemas y complicadas las dificultades, tarde o temprano se encontrarán vías de solución. Por muy terribles y fuertes que sean las tormentas, el edificio se mantendrá siempre en pie.
Y esto es porque sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es el único que nos lleva al Padre, meta final de toda vocación. En Él no hay mentira, engaño, trampas o traición. Él nos da una vida en abundancia para que seamos capaces de compartirla con los demás. ¿Hemos descubierto ya este misterio? ¡Qué triste sería que nos echara en cara como a Felipe: “hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?! En nuestra vida vocacional nunca se conoce lo suficiente al Señor, siempre hay que profundizar nunca se conoce lo suficiente al Señor, siempre hay que profundizar en su misterio.
No hay comunidad con Cristo como piedra angular y cimento estable no sea misionera pues como dice San Pedro: “sois un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa”. Y esa misión la llevamos a cabo con el mismo poder de Jesús: “el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores”.
2.Ideas clave para la homilía
-Igual que la primera iglesia de Jerusalén, en nuestras comunidades abundan los problemas y las dificultades. Para todos es una oportunidad para hacer crecer la comunidad.
-En esas circunstancias, Jesús nos invita a no perder la calma porque en la casa del Padre “hay muchas estancias”, es decir, muchos ministerios al servicio de la comunidad.
-Se trata de descubrir la dimensión comunitaria de nuestra vocación; somos llamados a ser piedras vivas del templo del Espíritu, somos pueblo adquirido por Dios para proclamar su salvación.
-Seremos piedras vivas si somos animados por el Espíritu y si ponemos a Jesús como piedra angular y cimiento de la comunidad, Él que es el Camino, la Verdad y la Vida. De Él nace nuestra vocación misionera.
3.Preguntas para la reflexión personal o grupal
-¿Cuáles son los problemas que vives en tu comunidad cristiana?
-¿Qué papel desempeñas tú en la vida comunitaria? ¿En qué haces avanzar la comunidad y en qué eres un obstáculo?
-¿En qué manifiestas que eres consciente de tu vocación a ser comunidad?
-¿Te dejas acompañar? ¿Disciernes sobre tu vida y tu vocación con la ayuda de alguien?
-¿Qué papel juega el Espíritu en tu vida comunitaria?
-¿En qué se nota que tu comunidad gira en torno a Jesús resucitado?
-¿Qué significa para ti que Jesús sea el Camino, la Verdad y la Vida?
4.Un poco de poesía
¿No sabes que estar cerca de alguien
puede ponerte enfermo o curarte,
puede hacerte vivir o morir?
¿No sabes que estar cerca de alguien
puede hacerte bien o mal,
ponerte triste o alegre?
¿que la ausencia de alguien puede
llevarte a morir?
¿que la llegada de alguien puede
mantenerte vivo?
¿que la voz de alguien
puede ayudar al sordo a oír?
¿No sabes que una palabra o un gesto
pueden enseñar al ciego a ver,
a ver el significado de su vida en este mundo?
¿No sabes que tener tiempo para alguien
es la mejor medicina?
¿A veces más efectiva que una operación
con éxito?
¿No sabes que solamente el escuchar
a alguien puede obrar milagros?
¿Tú ya sabes todo eso?
Y ¿no sabes que el camino entre
el saber y el hacer,
entre las palabras y su realización,
es largo, realmente largo?
(Wilhelm Willms)
puede ponerte enfermo o curarte,
puede hacerte vivir o morir?
¿No sabes que estar cerca de alguien
puede hacerte bien o mal,
ponerte triste o alegre?
¿que la ausencia de alguien puede
llevarte a morir?
¿que la llegada de alguien puede
mantenerte vivo?
¿que la voz de alguien
puede ayudar al sordo a oír?
¿No sabes que una palabra o un gesto
pueden enseñar al ciego a ver,
a ver el significado de su vida en este mundo?
¿No sabes que tener tiempo para alguien
es la mejor medicina?
¿A veces más efectiva que una operación
con éxito?
¿No sabes que solamente el escuchar
a alguien puede obrar milagros?
¿Tú ya sabes todo eso?
Y ¿no sabes que el camino entre
el saber y el hacer,
entre las palabras y su realización,
es largo, realmente largo?
(Wilhelm Willms)
5.Para darle vueltas
“La vocación no es un problema individual (“¿Qué espera Dios de mi?”), ni algo moral (“¿Oponerse a Dios es pecado?”), ni siquiera ha de plantearse preguntándose “¿cuál es la vocación mejor”? Se pertenece a una Iglesia donde se obra por amor y en la que se vive como miembro. La vocación es una amistad.” (J.S.V.)
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