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lunes, 5 de mayo de 2008

Domingo de Pentecostes - Ciclo A: Tres Homilias para profundizar


HOMILÍA 1


Estaba yo un día sentado cerca del monte Toranzo, a la orilla del río Araviana, saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda y la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra llevaba años dentro del agua, pero el agua no había penetrado en ella.

Lo mismo ocurre con nosotros los cristianos de Nuestra Señora del Pilar. Siempre inmersos en el Espíritu pero, tal vez, por dentro secos.

Hoy es Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. El Espíritu es el protagonista silencioso pero eficaz de toda la historia de la salvación. Desde la primera página de la Biblia hasta la última el Espíritu Santo lo llena todo, lo penetra todo, lo invade todo. El Espíritu es el maestro interior, el maestro del corazón.

Pentecostés, fiesta del Espíritu, ¿y dónde estaríamos nosotros sin el Espíritu?

Pentecostés, día del nacimiento de la Iglesia, ¿y dónde estaríamos nosotros sin el Espíritu?

Pentecostés, la fiesta de los creyentes, ¿y cómo creeríamos en Jesucristo sin la presencia del Espíritu en nosotros?

"Cuando llegó Pentecostés estaban todos reunido en un mismo lugar".

Con las puertas cerradas. Tenían miedo. Oraban. Se sentían solos.

Esperaban la visita del Espíritu.

"Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo".

Se abrieron las puertas y sus bocas para hablar de Jesús.

Ese día Jerusalén presenció la primera y más gloriosa manifestación de su historia.

Pentecostés no es la voz del hombre sino la fuerza del Espíritu.

No es el testimonio del hombre sino el testimonio del Espíritu a favor de Jesús.

Pentecostés, fuego que quema lo viejo y nos hace nacer a lo nuevo.

Pentecostés, viento huracanado que se lleva lo viejo y nos visita con lo nuevo, la vida y la gracia de Dios.

El Pentecostés de los apóstoles lo hemos escuchado muchas veces. Ellos lo vivieron en plenitud y gracias a ellos nosotros lo vivimos también hoy.

Hoy, es nuestro Pentecostés.

Reunidos para que el Espíritu Santo abra nuestras puertas cerradas, abra las prisiones que nosotros hemos hecho. Tú eres una prisión y el carcelero que guarda las ofensas que no puedes perdonar, los miedos que no puedes vencer, los ídolos y supersticiones que nos quieres botar, la carne, prisión secreta en la que vives a gusto. Tú, el carcelero de tus propias debilidades.

Hoy, recibimos el Espíritu de Jesús para abrir la puerta y llenarnos del viento fresco y del fuego que quema todo lo que guardamos en nuestra cárcel.

1. Recibir el Espíritu Santo es tener poder para perdonar. La presencia del Espíritu en nosotros es poder de perdonar. Él quema mis pecados y en esta limpieza puedo hacer lo mismo.
2. Recibir el Espíritu Santo es tener poder para cantar las hazañas de Dios. El nos da la valentía y nos enseña el mensaje. No tenemos que inventar nada.
3. Recibir el Espíritu Santo es vivir la unidad. Nos necesitamos los unos a los otros porque nadie tiene todos los dones del Espíritu.
4. Recibir el Espíritu Santo es dejarse conducir por Él.
5. Recibir el Espíritu Santo es ser instrumentos suyos.

HOMILÍA 2

Un feligrés le preguntó a su pastor: ¿Qué puedo hacer para llegar a Dios?

Y el pastor, a su vez, le preguntó: ¿Puedes hacer algo para que salga el sol cada mañana?

Indignado el feligrés le contestó: ¿A qué vienen, entonces, tantas prédicas y tanta insistencia en la oración?

Para que estés despierto cuando sale el sol.

Hoy, Fiesta de Pentecostés, Fiesta del Espíritu Santo, Fiesta del nacimiento de la Iglesia de Jesús, la comunidad está invitada:

* no a llegar a Dios, sino a dejar que Dios llegue a nosotros.
* no a manipular el Espíritu Santo sino a estar despiertos para recibirlo.
* no a inventar nuevos métodos de oración sino a dejar que el Espíritu nos mueva y enseñe a vivir como Jesús.
* no a ser los relaciones públicas del Espíritu Santo sino a ser personas que manifiestan el Espíritu.

En este mundo en que hay tantas iglesias como bares y todo tipo de predicadores, hay gente que pregunta : ¿quién me garantiza que estoy en la verdadera iglesia?

La Palabra de Dios, de mil maneras, nos dice que el Espíritu Santo es el origen y el vínculo que une a Jesús con su Iglesia.

Cuando Jesús nace en Belén es por obra del Espíritu, y cuando la Iglesia nace en Jerusalén es por obra del Espíritu: "todos reunidos en un lugar y todos fueron llenos del Espíritu Santo".

Cuando Jesús inicia su ministerio es bajo el poder del Espíritu en su bautismo.

Cuando Jesús recorre el país anunciando el Reino de Dios, es guiado por el Espíritu.

Cuando los Apóstoles se abren a los gentiles, son guiados por el poder del Espíritu.

La historia de la Iglesia desde hace dos mil años no es la historia de los hombres, sino la historia que el Espíritu Santo ha escrito a través de unos hombres que se dejaron guiar por el Espíritu.

La Iglesia de Jesús, la iglesia católica, fue, es y será edificada por el mejor arquitecto, el Espíritu Santo. Este arquitecto necesita muchos colaboradores y estos somos nosotros pero tenemos que conocer los planos y obedecer al arquitecto. No podemos edificar a nuestro antojo, sería otra iglesia y así surgen tantas iglesias como modas de ropas.

Pentecostés es el día en que el Espíritu Santo, como arquitecto del Padre, pone la primera piedra de la iglesia; pone su fuego en los apóstoles para que actúen y salgan de su encierro; pone su color rojo para simbolizar la pasión que sienten por el Reino de Dios, por la obra de su Maestro Jesús, y pone una lengua común, la misericordia y el amor.

El Espíritu Santo, el arquitecto del Padre, este día edifica, no una torre de Babel que es orgullo, ambición, confusión y obra humana, sino una iglesia, una comunidad en la que todos tienen el mismo fuego, el mismo Espíritu y todos hablan la misma lengua y todos quieren construir la casa de Dios. La Iglesia es obra del Espíritu y por eso perdura y todo lo que es obra humana es quemado y destruido.

Todos reunidos en el mismo lugar.

Todos llenos del mismo Espíritu.

Todos hablando la misma lengua.

Todos unidos entorno al mismo Señor.

Todos nacidos por obra del mismo Espíritu.

Todos viviendo la vida loca del Espíritu.

San Pablo, hombre del Espíritu, nos recuerda que el Espíritu distribuye dones diferentes a cada unos de sus servidores.

Los dones que el Espíritu nos da no son para nuestro lucimiento sino para el bien de todos, para la edificación de toda la iglesia.

La Iglesia nunca estará terminada si nosotros enterramos nuestros dones…y si no colaboramos con el arquitecto.

En New Port, Rode Island, está la comunidad de las Hermanas de Jesús Crucificado en la que cada hermana tiene un problema físico: la superiora es ciega, otras son sordas, otras parapléjicas… y cada Hermana edifica la comunidad desde su capacidad y recibe ayuda en su necesidad. La que ve guía a la ciega, las que pueden caminar llevan a las que no pueden, la que oye explica a la sorda… El defecto físico es un don, signo de la necesidad que tenemos de los demás.

La vida del Espíritu fluye en la comunidad porque nadie puede gloriarse de ser perfecto, nadie puede gloriarse de no necesitar a nadie.

Todos nos necesitamos. Todos necesitamos del Espíritu.

Hoy, Fiesta de Pentecostés, todos podemos recibir el regalo de Jesús: El Espíritu Santo.

Para perdonar, alabar, pertenecer, hablar el idioma de Dios, congregar y revelar las mil caras de Dios.

"Sin el Espíritu, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia pura organización, la autoridad tiranía, la misión propaganda, el culto mero recuerdo y la praxis cristiana una moral de esclavos. "

"La mayoría de las fiestas cristianas han caído en manos de los intereses seculares. Navidad es ahora la fiesta de los regalos y comidas de compañeros de trabajo…

Pascua tiene sus héroes en los huevos de pascua, chocolates, monas.

La Iglesia ya no tiene el control del significado de esas fiestas: la del nacimiento y resurrección de Jesús. Pero el mundo y los grandes almacenes no sabrían qué hacer con la Fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo no se puede comercializar. Y deberíamos considerarla como la única fiesta cristiana".

HOMILÍA 3

Cuentan que un domingo la madre de Goyo entró en su habitación y le gritó: "Goyo, es domingo. Es hora de levantarse. Es hora de ir a la iglesia".

Goyo, medio dormido y de mal humor, le contestó: "No tengo ganas de ir. Hoy me quedo en la cama".

"¿Qué es eso de que no quieres ir? Vamos, date prisa", le volvió a gritar su madre.

"No quiero ir. No me gusta la gente que viene a la iglesia y, además, yo no les caigo nada bien".

"No digas tonterías, hijo. Déjame que te dé dos razones por las que tienes que ir. La primera es que ya tienes 40 años y la segunda, no lo olvides, es que tú eres el párroco".

Los apóstoles, a pesar del mandato del Señor, "Id y predicad el evangelio"…, tan pronto como se ven solos se esconden y encierran en el cenáculo. Son unos cobardes. Saben que no les caen nada bien a sus compatriotas y saben que el mensaje de la Resurrección, difícil de entender, va a ser rechazado por la gente.

Saben que predicar el Dios de Jesucristo a los que lo han crucificado es altamente peligroso.

Saben que el nuevo espejo religioso en el que hay que mirarse distorsiona la imagen del pasado y abre a nuevas vistas.

Y los apóstoles de ayer como los de hoy ante el vértigo de la indiferencia y, a veces, de la hostilidad e incomprensión optamos por ocultarnos tras las sábanas de nuestros reductos.

Por eso hubo un Pentecostés. Por eso siempre es Pentecostés. Sin la presencia del Espíritu que entra en la habitación de nuestro corazón seguiríamos dormidos y la iglesia encerrada en su cenáculo y en sus sacristías.

La historia de la Torre de Babel leída a la luz de Pentecostés es una historia de bendición y de salvación.

Aquellos hombres se sentían seguros y unidos dentro de sus muros.

La confusión, creada por el Espíritu, les fuerza a salir y a dispersarse para ser uno en la multiplicidad de las lenguas y uno en la diversidad de la geografía humana.

No fue un castigo de Dios sino la estrategia divina para que aquellos hombres alcanzaran todo su potencial humano y religioso.

Pentecostés es pasar de la seguridad del cenáculo, Torre de Babel, a la multiplicidad de lugares y de lenguas para que en todo el mundo y en todas las lenguas de la tierra sea proclamado el evangelio con la fuerza del Espíritu que sopla donde quiere.

El don del Espíritu Santo es lo que posibilita a la iglesia dejar de ser algo local, Jerusalén, para convertirse en algo global, universal.

Las razas y diferencias ante el mensaje de la Resurrección se hacen irrelevantes. Y Pentecostés es el signo y el sello que lo demuestran.

Ahora nos queda el Espíritu Santo que es el sustituto de Jesús en su ausencia.

"Cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras vivía poseía en exclusiva, se derramó en los corazones de todos". San Hipólito

"Sin el Espíritu Santo:

* Dios queda lejos,
* Cristo permanece en el pasado,
* el evangelio es letra muerta,
* la iglesia, pura organización,
* la autoridad, tiranía,
* la misión, propaganda,
* el culto, mero recuerdo,
* el obrar cristiano, es moral de esclavos".

Sólo la presencia y poder del Espíritu Santo puede vivificar, dinamizar, liberar y divinizar todo el hacer eclesial y humano.

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