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jueves, 17 de julio de 2008

El Dios omnipotente, un Dios comprometido

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas
Publicados por Dominicos.org

Introducción:

El Reino de Dios, visualizado con imágenes paradójicas, es el tema central de la liturgia de este domingo. San Mateo se sirve de tres parábolas (la cizaña, el grano de mostaza, la levadura) que expresan la pedagogía divina y el sentido de la historia humana. Hacer presente el Reino de Dios en nuestra historia, supone procesos de apertura, acogida, compromiso. No irrumpe por arte de magia, sino en la medida en la que se va dando nuestra conversión.
Si a cada uno de nosotros le cuesta erradicar la cizaña que tenemos dentro, debemos ser pacientes con los demás, como Dios es paciente con nosotros. “El justo debe ser humano” (Sb 12, 19) Dios manifiesta su poder perdonando: “en el pecado das lugar al arrepentimiento” (Sb 12,10) Por eso, es necesario, también practicar el discernimiento, invocar la inspiración divina, seguros de que “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8,26…) Y en esa ansia de plenitud e infinito, no sólo aprender de la historia, sino luchar para transformarla. En una cultura de muerte como la nuestra ¿de qué manera nos comprometemos con los derechos humanos?


Comentario Bíblico


* Iª Lectura: Sabiduría (12,13.16-19): Un Dios justo e indulgente

I.1. La lectura, del libro de la Sabiduría, viene en el contexto de las afirmaciones sobre el monoteísmo de Israel frente a los egipcios y los cananeos. Forma parte de una sección apologética sobre el único Dios al que merece la pena otorgarle confianza, el Dios de Israel, que supera en poder y en amor a los dioses de los egipcios y los cananeos. Sabemos que hoy no se plantea así el tema de Dios, por lo menos desde el punto de vista ecuménico. Pero lo que vale en definitiva, como teología positiva, son las acciones de este Dios: El cuida de todo lo que existe y a nadie tiene que demostrar que es justo. ¿Cómo? porque su fuerza, su poderío, está en la justicia, en la indulgencia, en la benignidad. Esta última sección, pues, ilustra el monoteísmo de Israel frente a los dioses cananeos, porque ellos (que no existen, que no son nada), admitían sacrificios de niños y de seres humanos.

I.2. El Dios de Israel, por el contrario, al otorgar a todos los hombres la dignidad de ser hijos, dignifica la misma religión y condena con ello todo lo que no sea una religión de vida y de amor. Este sería el sentido actual de este texto con el que conviene medirse para que aprendamos a hacer de la religión camino de vida y no de muerte. Incluso los que no cuentan con Dios, por ateos o agnósticos, no deben temer, ya que Dios sí cuenta con ellos, con sus valores y con sus compromisos, porque El es un Dios justo.


* IIª Lectura: Romanos (8,26-27): El Espíritu, presencia en nuestra debilidad

II. 1. Por tercer domingo consecutivo, volvemos sobre la carta a los Romanos (8,26-27) y sobre el papel del Espíritu en la vida cristiana. En este caso, Pablo afronta en dos versos preciosos una de las experiencias más grandes del ser humano: la interiorización de la oración. El Espíritu que conoce nuestra debilidad, -al contrario de la Ley-, que sabe hasta dónde podemos llegar y hasta dónde no, vive dentro de nosotros para poder acceder a la intimidad de Dios para pedirle, rogarle y exponerle nuestras cosas, nuestras necesidades y nuestros anhelos.

II.2. Por eso, cuando Dios examina nuestro corazón no lo encuentra vacío, sino que allí el Espíritu se ha metido hasta el fondo de nuestro ser. Esa simbiosis teológica es una de las afirmaciones más atrevidas de la teología paulina y uno de los aportes más comprometidos. Por medio del Espíritu, pues, aprendemos, no solamente que Dios nos ha creado, sino que no nos abandona nunca a la impotencia de nuestra debilidad. Por eso, el Dios de Jesús, que es el Dios de Israel, es un Dios comprometido. El mismo Espíritu de Dios gime dentro de nosotros, sufre con nosotros, anhela con nosotros la liberación. No estamos solos, sino que nos acompaña Dios con su Espíritu

II.3. Pablo no habla en este caso de experiencia extraordinaria del Espíritu que algunos buscan en dones extraordinarios, como la "glosolalia" descrita en 1Cor 14. Se trata de esa presencia permanente del Espíritu de Dios en nuestro espíritu personal, que nos acompaña, que nos conoce, que nos estimula. En el fondo es una presencia continua de Dios en toda persona a la que siempre podemos recurrir, en todo momento. El Espíritu no está en nosotros para pronunciar palabras irreconocibles o imposibles (como sucede en la famosa “glosolalia”), sino que es un “paráclito”, protector y acompañante divino, que se hace humano en nuestra debilidad para impulsarnos hacia Dios y hacia la felicidad.

* Evangelio: (Mateo 13,24-43): La cizaña llama a la paciencia: ¡Dios no corta por lo sano!

III.1. El evangelio nos expone hoy la parábola de la cizaña que aparece en medio del trigo. Todos conocemos los pormenores de esta narración: el vecino enemigo que siembra cizaña, que al principio se parece al trigo y luego lo ahoga, como el mal ahoga frecuentemente al bien. Es una parábola de ingentes resortes psicológicos y de experiencia; hasta un niño puede percatarse de la gravedad de lo que ha sucedido y de lo difícil que es tomar una decisión. El dueño sabe que había dado buena semilla para sembrar, y desde el principio habla a sus servidores de un enemigo. En realidad todo esto es secundario hasta llegar a la pregunta clave: ¿quieres que arranquemos la cizaña?

III.2. Sabemos que Mateo suele alegorizar muchos las explicaciones de las parábolas que ha encontrado en la tradición. En este caso conocemos por el Evangelio de Tomás (57) cómo pudo ser la parábola más primitiva que pretendía llamar a la paciencia de los impacientes frente al mal o frente a los que son malos. Porque se trata de hablar de Dios que no actúa como muchos fundamentalistas o apocalípticos quisieran. Dios tiene sus propios caminos. Y la propuesta original de Jesús era precisamente la de imitar al hombre de la parábola, no la de esperar para ver que en el "juicio final" los malos serán castigados. El sentido, pues, es bien distinto y debemos recuperar el tenor de la parábola de Jesús.

III.3. Sorprende, desde luego, la seguridad del dueño, su paciencia, su confianza, diríamos que su benignidad y justicia a la espera de los acontecimientos finales. Esta parábola, exclusiva de Mateo, no aparece en los otros evangelistas. Sabemos, pues, que no es solamente Dios quien siembra, sino que hay otros que lo hacen. Pero lo importante y decisivo es saber esperar. La moralización, en este caso, es importante: no hace falta ser duros como el pedernal, fundamentalistas; al bien y a la bondad hay que darle sus oportunidades. Sólo cuando se tiene la paciencia de Dios es posible acertar en los juicios, porque nuestro Dios es un Dios comprometido con todos sus hijos.

III.4. No es razonable defender que el hombre solamente puede acceder a Dios cuando es perfecto; eso es puro fundamentalismo y teológicamente es indefendible. En la religión evangélica planteada por Jesús, toda persona tiene sus oportunidades desde sus experiencias de gracia y también de miseria. Esta parábola de la cizaña y el trigo puede ser una descripción de nuestra propia vida personal. Sentirse alejado de Dios cuando en nosotros crece el mal sería un suicidio espiritual que no se contempla en lo que pudo ser la parábola original de Jesús. Todos sabemos que debemos dar cuenta de nuestra vida, pero la "paciencia" divina es un regalo que todos necesitamos.

III.5. Una religión no se mide por la enjundia de su “perfección”, sino por la entraña de su misericordia. No está descartada la vocación a ser santos, pero la verdadera entraña de la religión de Jesús, de la relación con su Dios, es que nunca perdamos la imagen de ser “hijos de Dios” y podamos acudir a Él en nuestras necesidades. No es posible entender esta parábola sino en el contexto del judaísmo que Jesús vivió. En su teología oficial cabía la misericordia, lo contrario sería denigrar la religión de los profetas… pero si esto es papel mojado, entonces todo venía a ser una religión de “puros” y Dios sabe que esto no es posible. Así experimentó Jesús a Dios para trasmitirlo a todos y por eso nos ofrece este mensaje en una parábola como ésta de la cizaña: la paciencia de Dios hace posible la conversión y la fidelidad.

Fray Miguel de Burgos, O.P.


Pautas para la homilía

* Dinamismo del Reino

El Reino de Dios, de manera dinámica, se expresa con paradojas, alegorías, contrastes: el buen trigo y mala hierba, lo imperceptible y su extraordinaria fuerza de crecimiento, el poder transformador de la levadura… Dios, activo-paciente, nos invita a meternos de lleno en el campo de la historia humana ¿Nos comprometemos? ¿Qué sembramos? Si apostamos por el buen trigo ¿qué hacemos con la cizaña? Con frecuencia, de manera impulsiva, arremetemos contra todo aquello que no nos va. En cambio, Dios que ama nuestra vida y cuida de ella, no se apresura a erradicar el mal. Con suma pedagogía, espera nuestra conversión y, a la vez, nos invita a ser pacientes con los demás, con los procesos de la misma historia que libra fuertes combates. Esa paciencia activa y amorosa, gesta el momento justo, el momento de Dios, para poner cada cosa en su lugar.

* Importancia de lo pequeño

Con frecuencia, el Reino de Dios emerge de lo pequeño, de lo insignificante, de lo más humilde. Si no estamos atentos a sus pequeños brotes, corremos el riesgo de no descubrirlo. El Evangelio de hoy nos invita a valorar la grandeza de las cosas pequeñas en nuestro cotidiano vivir: pequeños gestos que hagan sentir bien a los demás, el servicio a los pobres, detrás de los cuales Dios se esconde, la praxis del amor en cada pequeña cosa que realicemos. Acoger la levadura de la gracia en nuestras vidas. Poco a poco, en lo que parecía insignificante, iremos descubriendo que el Reino de Dios se agranda y, lo que es mejor, descubriremos al Dios del Reino.

* Nuestras posiciones ambiguas

Si bien Dios es compasivo y misericordioso, también es radical y exigente. Llegado el momento el dueño del campo, tiene que tomar una decisión con el trigo y con la cizaña. La semilla buena es depositada en el granero, mientras que la cizaña se lanza al fuego. No podemos mirar con indiferencia la violación de los derechos humanos, tan conculcados en nuestros días. O apostamos por la vida o somos cómplices de la muerte de tantos inocentes que mueren cada día, a causa del hambre, de la guerra, de tantas lacras sociales. Al final no habrá términos medios, entrarán al Reino aquellos que, con sus obras, dijeron sí al Señor y al prójimo y serán rechazados los que se negaron a amar. Pero tampoco podemos tomar la justicia por nuestras propias manos. El Señor de la vida y de la historia, exigente y bondadoso, no nos apabulla con su poder (Cf. Sab 12, 16) Aunque exige compromisos radicales y no acepta posiciones ambiguas. Optar por el Reino es optar por el Amor.

* Para ser justos hay que ser humanos

A través de los tiempos, el ser humano ha tenido ansia de poder. Y, con frecuencia, se ha hecho uso de él para dominar y someter a otras personas. No es así como se expresa el poder de Dios. Lejos de aplastar a nadie, ejerce, a través de él, la justicia y la misericordia. Su soberanía universal es ejercida a través de la compasión y del perdón. Dios es la máxima expresión de humanidad, enseñando, a través de ella, al hombre a ser hombre; la expresión de lo humano es la mejor nota del justo. Imposible ser justos si abandonamos los atributos humanos. Tal vez hemos sido dualistas al hablar de lo humano y lo divino. Porque ¿ser puede ser divino sin ser humano?

* Nuestro compromiso con el Reino de Dios

Jesús nos invita a trabajar en su campo, a dialogar con el alma de la historia. Desde el don recibido, debemos ponernos al servicio de la comunidad humana, afrontando con valentía las dificultades que no van a faltar. En este sentido, la Iglesia necesita de comunidades vivas que dinamicen y hagan fructificar los valores del Reino. Los laicos/as que son la mayoría, pueden y deben ejercer diversos ministerios: diáconos, diaconisas, presidentes y presidentas de asambleas, líderes comunitarios con la debida preparación para asumir, junto con la iglesia jerárquica, los compromisos evangélicos con una única finalidad: hacer presente el Reino de Dios, que es, según la expresión paulina, justicia, gozo y paz en el Espíritu.

María Teresa Sancho
Dominica Misionera de la Sagrada Familia

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