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martes, 22 de julio de 2008

Evangelio Misionero del Día: 23 de Julio de 2008

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 1-9

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡EI que tenga oídos, que oiga!»

Compartiendo la Palabra

Hoy volvemos a retomar la parábola del sembrador, que apenas hace unos días tuvimos la ocasión de compartirla. Es tan profundo su mensaje y tan rico lo que tiene para decirnos, que vamos a predisponernos para escucharlo a Jesús, con el alma atenta y la mente abierta, y así recibir su enseñanza en este día.
Algunas veces, por haber leído varias veces el mismo pasaje evangélico, caemos en el error de creer que ya sabemos todo cuanto dice, pero como decía san Agustín, la Palabra es "sabiduría tan antigua y tan nueva"... que nos debemos tomar un momento para conversar con Dios y descubrir el llamado que nos hace en el aquí y ahora, para ponerlo en práctica y sacar provecho de su afán por redimirnos.

Comencemos este momento de encuentro con el Señor, poniéndonos ante su Presencia, con estas simples palabras:
"Señor en este día deseo dedicar este pequeño instante para estar enteramente contigo, invocando tu Presencia y pidiéndote que arrojes luz sobre mi oración, para encontrar el camino que me lleve a tu Voluntad".

Puntos para la Oración

EL AFÁN DEL SEMBRADOR. Jesús nos enseña en esta ocasión, como en tantas otras, que Dios es siempre, el que da el primer paso. Sale en nuestra búsqueda, para ofrecernos lo mejor que tiene. Esa generosidad inagotable de Dios para con los hombres, es una de los muestras patentes de lo que Él siente por nosotros.
Hoy cuando encendemos la tv y sintonizamos cualquier canal al azar, nos intentan imponer un mensaje que está implícito permanentemente: todo está mal, todo está perdido, no hay nada por hacer. Siendo precisamente ese derrotismo imperante, el que nos aparta de la verdad de que el Señor nos ha prestado este mundo para que seamos felices entre todos, y que nos necesita, para ir construyendo el Reino, desde la misma tierra.
Todos los días, Dios sale a nuestro encuentro, aunque no nos percatemos de ello. El está viniendo. Nosotros debemos saber reconocerlo y prepararnos para recibirlo. Pidamos al Señor, que prepare nuestros corazones, para poder estar atentos y vigilantes a su llegada, en el lugar y momento que Él disponga.

LA SEMILLA SIEMPRE BUENA. Lo que Dios tiene para sembrar en nosotros es un tesoro inmensamente grande y bello, que no tiene comparación con nada de este mundo, esa semilla es la del Amor. Esta semilla debe penetrar en lo más interno de nuestro ser, para que se produzca el fantástico milagro, de que esa pequeña cosa, explote y nos transforme, logrando ser útiles a muchos otros.
Así son los dones y talentos de Dios. Debemos internalizarlos y convivir con ellos por un buen tiempo, hasta que el proyecto madure y logre surgir, desde lo más hondo de nuestras almas, para la gloria del Señor y en beneficio de nuestros hermanos.
Pero muchas veces, la semilla no da los resultados esperados, como lo cuenta Jesús en su parábola, pero ese no es un problema de la semilla, que siempre es buena, sino del terreno que no estaba apto para recibirla y acompañar su germinación. Miremos en nuestro interior e identifiquemos las semillas que hemos recibido en nuestra vida y analicemos como estaba nuestro terreno a la hora de recibirlas.

LOS DISTINTOS TERRENOS. Hoy en día gracias a los estudios de los técnicos e ingenieros, todo suelo, o la mayoría, se ha vuelto cultivable, con ciertos tratamientos y procedimientos tecnológicos, esto por supuesto, hace un tiempo atrás, era algo impensado. Lo mismo ocurre con nuestras almas, con un poco de trabajo, esfuerzo y ayuda dedicada, todos podemos llegar a recibir dignamente la Palabra del Señor y hacerla dar frutos. Aunque todavía hoy, podemos escuchar, cerrados corazones, que juzgan ligeramente de que una persona "ya está perdida". Muy por el contrario, Jesús nos cuenta esta parábola para que tomemos conciencia de la realidad y podamos adiestrarnos para enfrentarla. No siempre seremos terrenos con un rinde óptimo. De acuerdo a nuestra dedicación por desarrollar nuestras virtudes, será la eficacia de la semilla en nuestro suelo.
Es por ello que no demos nada por perdido, porque en nosotros también, muchas veces la Palabra fue alimento de pájaros o simplemente se secó, por no encontrar profundidad para enraizarse en nosotros. Pidamos al Señor, que nos brinde todos los elementos necesario y toda la ayuda posible, para que nuestro suelo se ponga en condiciones para recibir su Palabra, y así, a su vez, poder ayudar a otros a preparar su terreno.

FRUTOS DE VIDA. Cuando la Palabra y nuestras almas se entrelazan amorosamente, hasta confundirse en una misma cosa, el desenlace esperado es que el Amor se multiplica de forma tal, que sirve como alimento para muchos necesitados de Dios.
Nos detengamos un momento a observar los frutos del Amor de Dios en una persona. Algunos lo llaman locura (Francisco de Asís), otros le dicen osadía (Francisco Javier), otros negligencia (Juan Bosco), o atrevimiento (Pedro Arrupe), o perdida de tiempo (Teresa de Calcuta). En fin, el mundo tiene un título para cada cosa, pero en esto Dios tiene un solo nombre para definirlos: Santos.
La santidad es el fruto que busca obtener el Sembrador. No lo defraudemos. Él espera y confía en nosotros, más que nosotros mismos. Pidamosle ser fieles y dóciles, para recibirlo y lograr rendir frutos de Amor.

Imagen para contemplar

Nuestro terreno todavía no está en condiciones para que se produzca la siembra, por innumerables factores.
¿Cual es el panorama hoy de nuestro terreno? ¿Que debemos hacer con él? ¿Que tipo de ayuda necesitamos? ¿La pedimos?

Conclusión

El Señor nos ha creado como terrenos buenos y fertiles, para dar frutos de santidad, pero con el paso del tiempo, nos apartamos de su cuidado y se vuelve árido y estéril. Pero nunca es tarde para roturar nuestra tierra, cuidarla y ponerla al servicio de Dios, nuestro Sembrador, para compartir en el futuro, los frutos con nuestros hermanos que más necesidades tienen.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Amén.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermanos:

Que hermosa página me encontrado el día de hoy, lleno de reflexiones y gloria a nuestro buen Padre.
Gracias por permitirme la dicha de gozar el gloria de Dios Padre junto a ustedes.

Karina.