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miércoles, 16 de julio de 2008

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: La manía de la limpieza

Publicado por Pasionistas

Hoy que el Evangelio nos habla del trigo y la cizaña me viene a la mente el “Diario de un Cura Rural” de G. Bernanos. La primera vez que lo leí, confieso que golpeó duro mi espíritu. No digo que me escandalizó. Pero reconozco que para aquel entonces, era fuerte. No estábamos todavía acostumbrados a ciertas frases, ni a ciertos cuestionamientos.

Preparando mi meditación personal y mi homilía sobre el texto del Evangelio, volví a leerlo. Y volví a encontrarme con la buena sirvienta de la parroquia que era una obsesiva de la limpieza. De ella confiesa Bernanos: “No había manera de convencer a la pobre hermana. De haberla escuchado, hubiera echado a todo el mundo de la Iglesia para que el buen Dios estuviera en un lugar limpio”.

Cuando la religión prescinde del hombre pasan estas cosas. Queremos ofrecerle a Dios una Iglesia tan limpia, que, si de nosotros dependiese, echaríamos a todos los hombres fuera, para que Dios no se manchase.

Una religión que sólo piensa en Dios pero se olvida de los hombres.

Lo importante es mantener unas buenas relaciones con Dios, por más que luego, vivamos en guerra con los hombres.

Lo importante es amar a Dios, aunque luego odiemos al hombre.

Lo importante es que Dios se sienta a gusto, aunque los hombres se encuentren a disgusto.

Es posible que muchos, aún sin decirlo, tengamos mucho de la buena hermana sirvienta de la parroquia. Que también nosotros queremos “arrancar la cizaña para que se quede solo el trigo”. Y nos estemos olvidando de que Jesús nos revela un Dios que no encaja precisamente en el Dios de la hermana. Porque el Dios que nos manifestó Jesús es bien distinto:

No le importa nacer en la suciedad de un establo, con tal de estar cerca de los hombres. No le importa comer con los pecadores de Israel, con tal de que sientan y experimenten que también ellos son llamados al Reino de Dios. No le importa tocar con sus manos la cabeza del leproso, con tal de que el leproso se sienta limpio y pueda volver a su comunidad humana, aunque Jesús quede legalmente impuro y no pueda andar por los poblados.

Y no le importó que la cizaña creciese abraza al trigo. Porque arrancando la cizaña es posible que arrancásemos también mucho trigo.

No. La religión de Jesús es diferente.

Importa Dios. Pero importa también el hombre.

Importa la amistad con Dios. Pero importa también la amistad con el hombre.

Importa hacerle sentir bien a Dios. Pero haciéndole sentirse bien al hombre.

Defendemos los derechos de Dios, defendiendo los derechos de los hombres.

Defendemos a Dios, pero defendiendo también a los hombres.

Amamos a Dios, pero amando también a los hombres.

Es más: sabremos que amamos a Dios, si realmente amamos a los hermanos.

Sabremos que estamos con Dios, si también nos sentimos a gusto con los hermanos.

Una Iglesia que sólo piensa en los buenos, y echa fuera a todos los malos, podrá estar muy limpia, pero ¿se sentirá a gusto Dios en ella?

¿No preguntará Dios y dónde están los pecadores?

¿No se sentirá Dios un tanto incómodo en medio de tantos buenos, pero donde no hay ninguno malo, porque nosotros los hemos excluido, para evitar que la Iglesia esté sucia?

Yo estoy seguro de que Dios se sentirá incómodo y preguntará una y otra vez: ¿pero dónde están los malos?

Por eso me gusta la reflexión que luego hace Bernanos cuando dice:

“En cierto sentido fue una mártir; no puede decirse lo contrario. Su equivocación no fue combatir la suciedad, sino haber querido aniquilarla, como si fuera posible semejante cosa. Una parroquia es forzosamente sucia. Una cristiandad es más sucia aún. Aguardemos al gran día del Juicio y veremos lo que los ángeles tendrán que sacar a paletadas de los santos monasterios. ¡Qué vaciado de letrinas! Eso prueba, que la Iglesia tiene que ser una buena ama de casa, una ama de casa razonable. Cosa que no era mi buena sacristana. Una buena ama de casa sabe que no puede hacer de su hogar un relicario. Tales cosas no son mas que ideas y pensamientos de poeta”.

“Una parroquia es forzosamente sucia”, porque una parroquia tiene que ser madre de todos los hijos. Y no todos los hijos son santos. Y aún los llamados santos, tienen demasiado polvo que ensucia sus vidas.


Todos queremos una Iglesia santa. Eso está fuera de dudas.
Pero, no excluyendo de ella a los malos, sino haciéndonos todos nosotros mejores cada día. Además, en la Iglesia también hay que darle un espacio a Dios para que cada día nos revele y manifieste la grandeza de su bondad, de su misericordia, de su perdón. Dios se siente muy bien siendo compasivo y perdonando. El Reino de Dios no es el “Club de los selectos con carné de socio”, sino el “Club donde entramos todos, buenos y malos, trigo y cizaña”.

Oración

Señor: cada vez que miras a tu Iglesia, te darás cuenta de que no todo es trigo.
También hay demasiada cizaña.
Te darás cuenta de que no todo es amor. También hay demasiado desamor.
Te darás cuenta de que no todo es perdón. También hay demasiada condena.
Te darás cuenta de que no todo es comunión. También hay desunión.
Te darás cuenta de que no todo es servicio. También hay ambición de poder.
Pero tú lo sabías. Y así nos aceptas. Y así nos amas.
Gracias, Señor, y danos la gracia de no escandalizarnos de los malos. Sino que los
amemos como tú los amas.

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