XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: El reino semejante a una cosecha

Publicado por Misioneros Monfortanos

Jesús nos habla de nuevo en términos llenos de imágenes, que son sin duda alguna, fruto de sus observaciones. Tuvo que oír hablar de gente malévola que venía de noche, a escondidas, a sembrar cizaña en los campos de trigo de sus vecinos y así contaminaban la cosecha. ¿Qué se podía hacer para impedir que la cizaña creciera al mismo tiempo que el trigo? Nada dice Jesús, es difícil reconocer la mala hierba entre el buen trigo durante su crecimiento.

Queda una sola solución: esperar que las espigas estén maduras. Entonces la cizaña podrá ser separada del trigo. Jesús no explica a toda la gente el sentido de su parábola, aparentemente para dejarnos buscar y desear su mensaje. Como buen dialogante, utiliza imágenes para llamar la atención de sus oyentes y así darles la alegría de investigar el sentido de su mensaje.

Después de hablar con la multitud Jesús vuelve a casa, y es aquí, en la intimidad, cuando contestará a las preguntas de sus discípulos. Eso lo puede hacer: éstos son los íntimos del Señor, y totalmente dispuestos a escuchar. “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre” (Jn 15,15)

El campo somos nosotros

Es nuestra humanidad tal como está, con su hermosura, sus fealdades, poblada de creyentes y no-creyentes de toda edad y condición. Los buenos y los malos viven juntos, pues “Dios hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45)

La semilla es la Palabra de Dios

Jesús vino para anunciarla. ¿Qué frutos produce en nosotros?


San Pablo los resumía de esta manera a los creyentes de Roma: “los frutos del Espíritu son: Amor alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio e sí mismo”. (Gal 5,22-23)

El arte del cultivo es la paciencia

Si tenemos la tentación de condenar demasiado rápidamente la conducta de los demás y de rechazar a aquellos que juzgamos como malos, el Señor nos invita a la paciencia. Nos pide que reflexionemos sobre lo que dijo un día: “No juzguéis para que Dios no os juzgue” (Mt 7,1) Lo bueno y lo malo coexisten: colocando de un lado a los que merecen nuestra admiración y del otro lado a los que despreciamos, existe la posibilidad de equivocarnos y de hacer mucho daño a los que viven a nuestro lado.

Será en el último día cuando la luz de los justos resplandecerá como el sol. No olvidemos de meditar también otras dos parábolas de Jesús: el minúsculo grano de mostaza que dará nacimiento a un magnífico arbusto y la pequeña cantidad de levadura que permite que toda la masa vaya creciendo. Por medio de nuestras pequeñas actividades, torpes muy a menudo, el Señor no para de actuar, y eso sin que nos demos cuenta del resultado. En esto el proverbio sigue siendo verdadero: “Uno siembra y otro cosecha” (Jn 4, 37)

Meditemos estas palabras del libro de la Sabiduría: “Tú, poderoso soberano , juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia… Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano.”

San Pablo nos recuerda en la segunda lectura que:”el Espíritu santo viene en ayuda de nuestra debilidad”. Y que nos acompaña siempre. Ve lo más profundo de nuestro corazón. Si tenemos la tentación de pensar que nuestros esfuerzos son inútiles para la misión que el Señor nos ha confiado pidamos al Señor que sepamos rezar como se debe.

Oración : Coexistencia paciente

"Si el mundo es ya tan bello y se refleja,
oh, Señor, con tu paz en nuestros ojos...
si a mis ojos las cosas has hecho tan bellas...»
Si eres el creador de estos inmensos sembrados
con la espiga ya madura, prestos a ofrecer el grano,
doradas mieses que el viento ondula...
Si todos cuantos habitamos el mundo
somos tu campo, Señor, tu heredad,
y deseas llevarnos a los graneros de tu casa
-casa solariega, pues nos tienes como a hijos...
¿cómo es que entre nosotros hay cizaña?,
¿por qué vivimos rodeados de ballueca?
Si arrancásemos el mal,
también nosotros saldríamos perjudicados,
ya que en nuestro interior hay una mezcla.
Si pudiéramos extirparlo no creceríamos
en el esfuerzo paciente, y la lucha y la libertad
de alinearnos con quienes buscan el bien.
y ¿quiénes somos para juzgar a nadie
o calibrar el estado de la plantación...?
Señor, haz de nosotros una gavilla de buen trigo.