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viernes, 29 de agosto de 2008

Cuatro momentos para meditar el Evangelio del Domingo

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Por p. Rogelio Narváez Martínez

I - PASAR DE LA SOLEDAD A LA ALTERIDAD

1.- Muy gentiles amigos:

El Evangelio nos habla el día de hoy sobre la importancia que tiene la comunidad para nosotros los cristianos. Se trata de esos primeros pasos de la religión cristiana, en los que se contempla al individuo unido estrechamente a la comunidad y viviendo siempre en relación con ella.

Para el auténtico cristiano, un creyente sólo podrá ser pensado en comunidad. Aquí es en donde empieza precisamente el núcleo de lo que se llamará Iglesia: la Comunidad de los creyentes.

2.- Sin embargo, nunca han faltado a lo largo de la historia de nuestra Iglesia y de toda sociedad, aquellos que han rechazado abiertamente el seno de la comunidad, o que la demeritan en su valoración. En todos los tiempos han abundado personas que han predicado la FUGA MUNDI (fuga del mundo), como si fuera una invitación a alejarse del hermano para así instalarse en algún lugar etéreo como si fuesen lobos esteparios. De esta manera han aparecido los antiguos y nuevos eremitas, estilitas y dendritas guarecidos en sus claustros o en la cavidad de su egoísmo.

Aunque te parezca contradictorio, este nuestro tiempo, así llamado de la globalización, ha traído hacia el interior del hombre la más severa fragmentación y ha provocado hacia el interior de las comunidades una severa enfermedad: el individualismo egoísta.

Hoy, pululan en nuestras calles los solitarios navegantes, sobreviven muchos náufragos en sus islas solitarias y, aún hacia el interior de nuestros hogares, son tantos los caracoles ermitaños que piensan dirigirse hacia la Patria de todos los hombres, sin preocuparse precisamente de los hombres, sus hermanos.

3.- Pensaba en esa peste mortífera llamada soledad y se daba cita en mi memoria aquel libro de René Latourelle titulado “EL HOMBRE Y SUS PROBLEMAS A LA LUZ DE CRISTO”, el cual leí hace algunos veintitres años. En él se nos presenta el triste perfil del hombre contemporáneo viviendo la paradoja de encontrarse inserto en esta sociedad de las comunicaciones, del diálogo, de las consultas y del compartir, de los chateos, de los messengers, los facebooks, de todos esos puentes y autopistas celulares… y que al mismo tiempo sobrevive lastimado por el flagelo de la soledad. Hoy, que se piensa, se trabaja y se vive en el grupo, el hombre vive en la soledad. ¿No te has dado cuenta como hoy en día, una palabra de verdadera amistad nos parece más preciosa que una fortuna?

¡Fíjate como hay muchas y muy variadas clases de soledad!

4.- Por un lado está la soledad provocada por la indiferencia: Se trata de un fenómeno de nuestras ciudades. Es una forma de soledad ampliamente extendida, que se debe al estilo de vida impuesto por nuestro mundo “progresista”. Y se padece cuando alguien experimenta la indiferencia en las otras personas, es entonces que se experimenta terriblemente solo.

Las apariencias nos muestran supuestas “cercanías”: la ciudad, el teléfono, los automotores, el metro, las vías aéreas, la internet. Pero en la realidad, vivimos el reinado de la célula y del “encarcelamiento”. Es posible que nos crucemos con un vecino sin identificarlo y sin identificarse. Alguien puede morir en su casa, sin que nadie se entere y sin que nadie se preocupe.

Los hombres pasan, desfilan y se van. El vecino es, muy pocas veces, un “próximo”. En la ciudad suenan lúgubremente las campanas de la soledad. Este hombre indiferente no encontrará a su alrededor más que indiferencia.

5.- Una segunda forma de la soledad es la que nace de la incomprensión por parte de aquellos que están tan cercanos a nosotros: familia, parientes, amigos, compañeros de trabajo, compañeros de grupo de Iglesia. Soledad tanto más penosa, cuanto que proviene de aquellos con los que, normalmente, deberíamos contar más en nuestra vida.

Este tipo de soledades se encuentra en esas Familias en dónde los esposos viven codo con codo, en donde cohabitan padres e hijos, espacios de hermanos que no viven la fraternidad, y que están llanamente arrimados el uno al otro. También se encuentra en muchas comunidades religiosas y entre los sacerdotes que debiéramos convivir pastoral y fraternalmente. Son esos lugares en donde los miembros se encuentran sin hablarse, o se hablan sin encontrarse de verdad, ya que por una parte o por otra se sienten incomprendidos. Es el drama actual de la incomprensión entre padres e hijos; unos padres impotentes y sin recursos, a pesar de su inmensa buena voluntad; unos hijos que abandonan el hogar dando un golpe en la puerta, para juntarse en grupos clandestinos, inadaptados; y lo que puede ser peor, en el alcohol o en la droga.

6.- La tercera manifestación de soledad es la provocada por el abandono, el desamparo y el rechazo: Esta soledad es, sin duda, la que más temen todos los hombres: es la más vaga, la más visceral, la más profunda y la más difundida. Es la experiencia de la total devaluación y desintegración del ser. “Para aquellos que te han abandonado tú no has valido ni un centavo”. Es el estado en el que se encuentran muchos ancianos, enfermos crónicos, enfermos terminales, niños especiales, hijos de divorciados y también los discapacitados. El hombre siente que para este mundo utilitarista y despersonalizante ya no tienes un rostro, ni tienes nombre y, entonces se siente uno reducido o arrojado “a ese desván de la vida”: en donde van a parar los objetos y los sujetos inservibles. Se experimenta una muerte social que en el caso de los ancianos y enfermos muy pronto se podrá convertir en muerte biológica.

7.- En el cuarto lugar está la soledad por el aislamiento: Aquí se encuentra ese hombre que piensa poder vivir solo, es la soledad que se ha podrido. Aparece con frecuencia en personas que han conocido el triunfo fugaz y que de pronto se topan con el fracaso en su vida, pero sin la capacidad de aceptarlo ni la posibilidad de superarlo. Se han llenado de amargura, de resquemor, de agresividad contra todo y contra todos. Entonces sí, una vida que podría dar fruto abundante se convierte en una vida estéril. El aislamiento puede coincidir con una vida en medio de la masa, ya que esta soledad se identifica no con la ausencia de personas sino con el exceso de egoísmo en una persona. El aislamiento es un estado de ruptura consigo mismo y con los demás. No es raro que esta soledad conduzca al suicidio, ya que es de las consideradas soledades malas.

El número tremendo de divorcios, de dramas conyugales y familiares, revela una forma trágica de esta soledad. Por diversos motivos, dos personas que un día no podían vivir la una sin la otra, de pronto empiezan a huir el uno del otro, a odiarse mutuamente. Esta ruptura engendra al mismo tiempo una espiral de rupturas, de aislamientos: entre los hijos y los padres, entre los hijos en guerra contra una sociedad que los ha reducido a no pertenecer a nadie. Éste fenómeno de “soledades en cadena”, “soledades acompañadas o compartidas” es una de las más tristes características de nuestra época.

8.- Y llegamos a la última clasificación: la soledad provocada por el aislamiento de Dios... No podemos dejar de decir una palabra acerca de esa forma extrema de aislamiento, que es la peor de las soledades malas, que consiste en marginarse de Dios. Se trata de aquellos que no aceptan a Dios o que le niegan, se trata de aquellos que pretensiosamente buscan vivir esta vida con sus propias leyes y al margen de una enseñanza salvífica. Se trata también de aquellos que no aceptan la voluntad de Dios o que han convertido a Dios en su “enemigo”. Aquellos que lejos de experimentar a Dios como el Padre que ama a los hijos, y que en su Hijo Jesucristo nos ha manifestado su ternura, se sienten perseguidos, vigilados, acusados, incomprendidos, juzgados y abandonados. Somos un nuevo Juliano el Apóstata, Dioclesiano o el contemporáneo Nietzsche, en nuestro alejamiento de Dios.

9.- Es aquí en donde en el Evangelio se nos concede una palabra esperanzadora para el corazón de todos los hombres: Jesucristo es el Dios con nosotros, es el Dios que se ha hecho prójimo y que nos pide preocuparnos del prójimo. Solamente Él ha traído esa respuesta última a nuestras soledades humanas. En Jesucristo, el Hijo eterno del Padre, el hombre puede encontrar respuesta a todas sus incógnitas y vacuidades.

Pero no podemos engañarnos: Jesucristo nos ha invitado, ahora y siempre, que también seamos prójimos del hermano. La respuesta, que hoy nos ofrece el Evangelio no es un discurso, sino una actitud.

El cristiano al conocer y vivir el Evangelio de Jesucristo logra escaparse del vacío y del hastío de la vida, de todas las formas de escepticismo y de amargura, del rencor y del odio, logra superar la soledad mala y el encarcelamiento del egoísmo.

10.- En la Iglesia es tan importante el hermano. Ya desde el amanecer de la humanidad, Caín ha sido cuestionado sobre la ubicación de su hermano, y Dios le ha dejado en claro que, sí es él el guardián de su hermano.

Hoy, el Evangelio al hablarnos sobre la corrección fraterna y acerca de la oración en común, nos ha invitado a salir de nuestro aislamiento, a corregir nuestras soledades, nos invita a practicar la alteridad. Hace falta que los hombres dejemos de ser islas en los océanos de la vida, y que nos convirtamos en verdaderos continentes a través de una vivencia concreta en la familia cristiana.

Escribía el católico francés Charles Peguy en su libro “El Misterio de la caridad de Juana de Arco”: “Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos hasta Dios. Hay que presentarse unidos. No podemos ir a ver a Dios los unos sin los otros. Es preciso que volvamos todos a la vez a casa de nuestro Padre, hay que pensar también algo en los demás. Hay que esforzarse un poco los unos por los otros. ¿Qué nos diría Él si llegásemos, si volviésemos los unos sin los otros?” (p.38).

11.- La clave por la que superaremos la epidemia de soledad nos pide reconocer a los otros como “personas” y, más que como personas como “hermanos”. No se trata de un desconocido que nos sea indiferente, sino que se trata de corregir al hermano y se trata de estar unidos en la oración, al Padre le gusta ver reunida a su familia y que le pidamos las cosas por Cristo, nuestro hermano mayor.

¿Sabes? Estoy convencido de que aquello que causa mayor dolor en el corazón de cualquier padre de familia es el constatar que sus hijos no se procuran, que no se hablan, que no se dan la mano, que vive cada uno encerrado en el laberinto de su propia indiferencia. A Dios tampoco le agrada que el hombre viva en soledad, pero nuestro egoísmo, y no la voluntad de Dios, hace que el fantasma de la soledad ejecute su macabra danza en las azoteas de tantos y tantos hogares.


II - SOLEDADES COMPARTIDAS.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o más testigos”.

1.- Muy queridos amigos:

Hoy el Señor nos invita a utilizar, en una situación de maleamiento, los necesarios métodos correctivos antes de que sean lamentablemente necesarios los métodos forenses.

Se trata de que amonestes y de que te escuchen. A ti te toca hablar y al otro le corresponde escuchar. Él tiene su papel y tú tienes el tuyo, pero lo que se busca en realidad es la salvación. Nuestro problema, no obstante, suele ser el del desinterés.

El Evangelio es certero en su enseñanza: si es verdad que una palabra nos estimula, nos ayuda a enmendar el camino y nos impulsa a seguir luchando y a no claudicar, también es cierto que el silencio nos confina a la inactividad, nos condena a los errores invencibles y a vivir perpetuamente en una actitud derrotista y cobarde.

Quisiera aplicar esta enseñanza al Matrimonio,... y es que cada día que pasa he podido constatar cómo suelen ser el silencio y la apatía dos de los vicios del matrimonio que los conduce a la ruina y que exigen, hoy por hoy, una actitud nueva en la búsqueda de su recreación.

¿Te has fijado cómo son demasiados los que piensan que el matrimonio se termina de un momento a otro? ¡No puedo estar de acuerdo con ellos!

2.- Yo creo que, si bien puede existir una situación difícil y dolorosa que funcione como una maquinaria demoledora también es cierto que las grandes construcciones se van destruyendo poco a poco en el descuido, hasta que se vuelve difícil volver atrás. Yo considero que un árbol, si bien se puede cortar en un instante con un golpe tristemente certero por el hacha de la desventura también es cierto que un árbol muere cuando se han abandonado los cuidados necesarios. Yo estimo que si bien una fogata se puede extinguir con un enorme balde de agua que se derrame sobre ella, también es cierto que al dejar de atizar el fuego este está condenado a desaparecer ineludiblemente.

Y así acontece con el matrimonio. Yo creo que en el plano correctivo existen algunas señales tempranas de que el matrimonio va por un mal camino, y tenemos que atenderlas antes que tengamos que llamar al médico forense.

3.- ¿Sabes? Coincido con un artículo que salió en el mes de agosto de 1998 en las Selecciones del Reader´s Digest, indicando algunas señales de alarma en el matrimonio.

4.- Primer señal de alarma: Agendas distintas: En muchos matrimonios ella tiene su calendario de actividades y él tiene el propio. Los dos calendarios aparecen las más de las veces como incompatibles. Sé que es un mal de nuestro tiempo, parece ser que no es cosa del otro mundo que cada quien vaya por su lado, pero al mismo tiempo suele ser un mal augurio, ya que se está dando mayor importancia al trabajo, a las actividades personales y no se deja tiempo para la relación de pareja.

Considero que en la agenda personal de cada uno de los esposos también se debe dar prioridad a las actividades en común: una salida a cenar, un paseo de un día fuera de la ciudad, el ir al cine juntos y, ¿por qué no?, ratos en casa, pero en común.

5.- Segunda señal: cuando se piensa lo peor de la otra persona: Considero que es positivo el que la persona piense siempre cosas positivas sobre el ser amado, de tal manera que cuando hay un retraso al regreso del trabajo uno pueda pensar que el ser querido está en medio de un embotellamiento de tránsito o que tuvo que trabajar tiempo extra. El problema sobreviene cuando sólo se piensa lo peor: “¿Por que no llama?” o “Nunca piensa en nadie más que en sí mismo”. Incluso se puede llegar a explicaciones ruines: "Tiene otra mujer", "Se detuvo a tomar un trago en un bar". Suele ser un mal síntoma, de ahí que sea siempre mejor el diálogo antes que las conclusiones sin premisas.

6.- Tercer señal: Ausencia de caricias: En no pocas ocasiones provoca curiosidad el que una pareja de 30 años de casados se tome de la mano al caminar por la calle, algunos lo juzgan como anticuado, pero a mí en lo personal me suele provocar alegría. El lenguaje del cuerpo es verdaderamente elocuente, cuando hay amor no se puede pasar junto al otro sin que se hagan una caricia. Lástima que algunos los consideren cursilerías y arrumacos.

7.- Cuarto: falta de comunicación: Se comentaba en el artículo sobre un taller de comunicación que se efectúa entre los cónyuges y que tiene un ejercicio en el que se le pregunta a los cónyuges: ¿Quién es el enemigo de tu esposo en el trabajo? ¿Qué inquietudes y preocupaciones tiene tu esposa?

Si uno de los dos ya no conoce los gustos y aversiones del otro, ni las situaciones que le ponen tenso, hay problemas en puerta.

8.- Y por último: el cambio de tono: Algunos esposos suelen contar alegremente la forma en que se conocieron y se torna divertido escuchar esas historias envueltas de risas y de afecto amenamente anecdótico.

Pero en algunas ocasiones el tono divertido se vuelve sarcástico y hasta burlón: "Ella me atrapó; por eso nos casamos", o "El me persiguió hasta que me cansé de correr".

Te quería comentar que nunca he olvidado aquella ocasión en que iba con un amigo en el coche a través del Distrito Federal y, conduciendo por el periférico hacia la salida a Querétaro, pasamos por un Vip´s ya cerca de Cuatitlán y me dice señalizando el restaurant: "Mira, padre, allí me tomé el café más caro de mi vida". Yo le pregunté, el por qué y me respondió: "Allí le pedí a mi esposa que nos casáramos". –Y Humberto se rió sonoramente- Yo trataba de pensar que era una broma, pero el comentario me dejó intrigado. Es una señal que no debe pasarse por alto. Es verdaderamente lamentable lo anterior.

9.- Quizá algunos de los elementos del perfil matrimonial coincidan con alguien a quien ustedes conozcan en la calle, en el trabajo, entre los amigos, los parientes, en la vecindad o,... quizá en ese espejo que nos presenta a alguien demasiado conocido cada mañana. Sólo les quiero decir que los matrimonios felizmente casados no dejan pasar muchos días antes de resolver sus diferencias.

Uniendo esto a la reflexión sobre la soledad que abordábamos en el primer segmento, es ahora tiempo, de que pensemos si, ¿acaso no serán nuestros seres queridos los que son sometidos a la más injusta de las soledades?

10.- Me acordaba de aquella rima de Antonio Machado en sus "Nuevas Canciones":
" Tengo a mis amigos
en mi soledad;
cuando estoy con ellos
¡qué lejos están!

Hoy, bien podríamos abusar y parafrasear, poniendo en labios de tantos padres de familia aquella rima de Machado:
" Tengo a mis hijos
en mi soledad;
cuando estoy con ellos
¡qué lejos están!

Y lo mismo se podría decir de los esposos, pero también de los hermanos y de todos los demás...
" Tengo a mi esposo
en mi soledad;
cuando estoy con él
¡qué lejos está!...

" Tengo a mis hermanos
en mi soledad;
cuando estoy con ellos
¡qué lejos están!

11.- Según el uruguayo, Eduardo Galeano en su obra titulada "El libro de los abrazos", las mascotas en nuestro tiempo están siendo utilizadas para remediar la soledad de las personas.

Cuenta que en un lugar llamado Calella, España, el cual, es muy visitado por turistas norteamericanos y Europeos, quienes llegan con suficientes dólares para pasar el período del invierno, pero que son muchos los que llegan solos.

"A veces, al fin de la temporada, cuando los turistas se iban de Calella, se escuchaban aullidos desde el monte. Eran los clamores de los perros atados a los árboles. Los turistas usaban los perros, para alivio de la soledad, mientras duraban las vacaciones; y después, a la hora de partir, los ataban monte adentro, para que no los siguieran. Y, el, cuenta, que las personas y los niños iban a recoger a los perros para venderlos en la próxima temporada alta de vacacionistas.”

... Lo mismo sucede en muchas otras ciudades, demasiado cercanas y demasiado conocidas por todos nosotros.

Respeto el lugar que tienen los animales en la creación y comprendo que el reino animal es el más cercano a la vida del hombre. Respeto a la sociedad protectora de animales, pero estoy convencido de que un perro jamás debe reemplazar a un amigo, ni a un hermano, ni a un hijo,... ni a un esposo. Nada puede justificar el destierro afectivo del hombre.

12.- ¿Alguno de ustedes ha leído las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury escritas en 1950? Allí se narra la historia de una familia desde el mes de Enero de 1999 hasta el mes de Agosto de 2026.

En la ciencia ficción del genio que posee Bradbury, se afirma que los hombres de la tierra, ahogados por el tedio y enfermos de soledad llegaron a Marte. Nos enfrenta al drama del tiempo, de la soledad sin término, de la congoja individual. Y señala que si el hombre no es capaz de humanizarse, la conquista del espacio no será más que la extensión de la vida del hombre en la sociedad contemporánea, con todo y su aburrimiento.

¿Te acuerdas, cómo terminó la historia? Termina,… en un Pic-nic en el que la familia disfrutaba de la apacible tranquilidad de la vida, en dónde en el reflejo de un lago contemplaron el rostro de los marcianos: eran sus propios rostros reflejados en el cristal del agua.

¡Cuánta razón tiene J. Billings al escribir: “La soledad es un buen lugar para ir de visita, pero es un mal lugar para quedarse”!


III - NOMBRE Y APELLIDO.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

1.- ¡Corrección fraterna!, ¡oración de dos que se han logrado poner de acuerdo para pedir algo!, ¡presencia de Cristo en dónde dos o tres están reunidos en su nombre!... Sin lugar a dudas, el Señor nos invita a la corresponsabilidad y a una vida de auténtica comunidad cristiana.

2.- Y es que Dios no quiere la soledad, a Dios no le agrada que el hombre esté sólo.

Y no tan sólo a Dios,... todos los hombres detestamos la soledad.

Aún, cuando puede haber soledades fructíferas como lo fue en el huerto del Getsemaní y como lo puede haber en nuestro Getsemaní; sin embargo, no es la soledad lo que Dios había proyectado ni lo que tenía en su pensamiento para los hombres: “No está bien que el hombre esté sólo”, sentenciaba el Divino Creador antes de darse a la tarea de crear a las damas. Y, no obstante, somos tantos los que sufrimos esa lacerante enfermedad llamada soledad.

Y quizá no terminamos de asimilar que una de las soledades que más hace sufrir a los seres humanos es aquélla que se experimenta cuando se está rodeado de personas que no nos comprenden, y cuando esas personas son aquellos que más amamos. Todo un mundo de personas está en nuestro entorno y, sin embargo, están tan distantes y se siente uno tan sólo, por sentirse uno incomprendido, o por que son indiferentes hacia nuestra persona y lo que vivimos.

3.- En este tipo de soledad, la costumbre suele ser un factor detonante y destructivo.

Se trata de la polilla de la costumbre, como aquello que no nos permite valorar y, por ende agradecer. No valoramos las cosas, las situaciones, los talentos y las personas a los que nos hemos acostumbrado.

Y así, sucede que nos hemos acostumbrado a nuestros padres, a nuestros hermanos, al esposo y a la esposa, a los hijos, a los nietos, a Dios y a nosotros mismos.

Obviamente, al acostumbrarnos a todo lo anterior, no lo agradecemos en su oportunidad. Sin embargo, al momento de perderlo, o de que se corra el peligro de perderlo, solemos reclamarle a Dios por aquello que podemos llegar a considerar como algo injusto que nos pueda pasar precisamente a nosotros. ¿Qué curioso que al carecer de algo o de alguien nos volvamos sensibles y le reclamemos a Dios aquello que jamás agradecimos mientras lo conservábamos a nuestro lado?

4.- La rutina y la costumbre se han convertido en nuestros más despiadados vicios con los que debemos luchar en nuestra familia. Es terrible pensar que podemos destruirnos a fuerza de conocernos. ¿Cuántos hijos son mejores lejos de su familia que en su seno? La razón estriba en que afuera hay quien cree en ellos y dentro de la familia ya todos le conocemos. ¡Ya no esperamos en ellos! ¡Ya nada nos sorprende de ellos!

Respóndete a las siguientes preguntas: ¿Sigue creciendo tu esposa o tu esposo? ¿Tus hijos crecen en la vida diaria? ¿Tus hermanos siguen desarrollándose en la vida cotidiana? De no ser así, es posible que encontremos la explicación en la desastrosa monotonía de ese nuestro irnos acostumbrando a las personas.

5.- En lo personal, fueron tantas las veces en que me encontré con personas que conocían mejor que yo a mi padre o a mi madre, que gozan de Dios, y que eran y son capaces de reconocer su laboriosidad, su sencillez, su servicialidad, su honestidad y su hospitalidad. ¡Qué lástima que los hijos seamos los últimos en valorar a los que teníamos y que sea, entonces, cuando ya no los tenemos a nuestro lado, cuando los valoremos adecuadamente y con justicia!,... y que con injusticia le reclamemos a Dios por aquellos que nunca valoramos, ni cuidamos, ni le agradecimos.

La peor de las soledades es la que se vive acompañado de los propios. Y lo peor que puede sucedernos es que lleguemos a morir en la soledad teniendo personas bajo el mismo techo y, en el caso de los esposos, hasta en el mismo lecho.

6.- Hace algunos años leí un pensamiento que me pareció muy interesante en aquel entonces, y que hoy me parece verdaderamente sabio: “lo más significativo del viaje a la Luna no fue que el hombre pusiera los pies en la superficie lunar, lo mejor de todo es que el hombre por fin puso sus ojos en la tierra”. ¡Cuánta razón! Es cierto y verdadero que, a nivel de nuestra vida, en sobradas ocasiones nos hace falta estar en otro lugar para poder valorar lo propio. Hace falta tener los pies en la luna para poner los ojos en nuestra tierra.

Nos hace falta que un día salgamos o que, lamentablemente, perdamos a los que tenemos para que al tener los pies en otra parte podamos dirigir la mirada hacia aquellos que hoy se tienen y hacia el mundo en el que se vive rutinariamente.

El maestro Amado Nervo lo decía de una forma muy bella: “La ausencia es el ingrediente que le devuelve al amor el gusto que la costumbre le hizo perder”.

Lo que un día nos falta, es lo que apreciamos mucho más de lo que tenemos. El jardín del vecino suele verdear siempre más que el propio, el libro del estante se nos va empolvando sin leerlo jamás y, cuando alguien se lo lleva, lo extrañamos y lo reclamamos. La viejecita está sentada en el sofá, y pasa días inadvertida, porque allí está, ¡simplemente está! Luego se muere y al ver ahora la silla vacía, duelen los ojos con lágrimas ardientes y el corazón sufre de soledad, de vacío y de nostalgia.

7.- Hay que comenzar a reconstruir muchos de nuestros hogares. Los cónyuges deben volver a reubicarse en su papel de compañeros de viaje, de “ayuda adecuada” el uno para el otro; tal como Dios lo había planeado desde el principio de la creación. Pidámosle a Dios que fumigue nuestros hogares contra la polilla de la costumbre que los está destrozando.

¿Que cómo le podemos hacer? El Evangelio el día de hoy nos está dando la solución en dos indicaciones: el ejercicio de la corrección fraterna y el arte de la oración en común.

Esta es la forma de ayudarnos a ser mejores cristianos y mejores familias: mediante dos palabras. La primera palabra expresada en comunión con el hermano y la segunda palabra que se expresa como oración son bellísimas a los ojos de Aquel que es Padre Nuestro, Padre de todos los hombres y que nos invita a salir de nuestro egoísmo para que nos pongamos a rezar en comunidad y que nos tratemos como verdaderos hermanos.

8.- Primero: ¡Corrección fraterna! Es tan importante el nombre como el apellido. No olvides que antes de corregir tienes que aprender a ser fraterno, puesto que, de no ser así, la corrección se juzgará como una mera intromisión, se recibirá con molestia y no conseguirá sus nobles propósitos.

Y es que la fraternidad auténtica se expresa en el afecto sincero, en la calidez, en el acompañamiento, en el respeto, en la presencia, en la felicitación, en el reconocimiento...

Y es este nuestro error, de pensar equivocadamente que ejercitamos la corrección fraterna, lo que nos llega a afectar a todos: el párroco, o viceversa, que quiere aplicar corrección fraterna a sus vicarios sin haber sido fraterno en lo cotidiano; el padre de familia que regaña a los hijos por sus errores pero que no les ha felicitado por sus logros ni les ofrece un verdadero estímulo en el afecto; el hermano que repentinamente reprende con severidad a su propio hermano pero que no le dirige la palabra ni siquiera por teléfono durante todo el año; el esposo que señala a su esposa sus inconsistencias momentáneas pero que jamás le ha felicitado por sus consistencias de todos los días...

Y así, la corrección no se recibe porque no es fraterna aunque sea de mi propio hermano o a mi propio hermano, y por el contrario irá provocando molestia.

9.- Segundo: ¡Oración en común!

La oración es la acción central de la religión. Decían los escolásticos que la oración es el acto fundamental en la virtud de la religión. Los maestros espirituales consideran la oración como el alma de toda la vida cristiana.

La oración, pues, tendrá siempre un papel privilegiado en nuestra respuesta a la llamada de Dios y a sus deseos de comunicarnos su vida. No obstante el día de hoy el Evangelio nos invita, ¡digámoslo así!, a la oración fraterna.

Se trata de una oración en común en la que dos personas llegan a ponerse de acuerdo en pedir una sola cosa,... ¿y sí pensáramos que esos dos debieran ser los esposos? ¿y por qué no un padre y un hijo? ¿o bien dos hermanos?

¡Qué difícil es que dos personas coincidamos en un mismo juicio de valoración y que dejemos de ser egoístas!

Y es que hay personas que así como acaparan la conversación acaparan la oración. La oración la convierten en monólogo. Se trata de un panegírico de sus virtudes o un listado de sus necesidades. No permiten que Dios intervenga ni que haya un espacio para el hermano. Creemos que rezamos pero en la realidad sólo se habla consigo mismo.

Lo importante en la oración no son las palabras sino los latidos del corazón, para con Dios y para con el hermano.

Creo que cuando más aptos nos encontramos para rezar, es cuando, sinceramente, nos presentamos ante Dios, sin pose, con el corazón hinchado pero no de soberbia sino de amor por el hermano. ¡Esa oración, Dios no la quiere resistir! Y todo nos lo concede.

Decía el célebre san Ambrosio de Milán, inspirador de la conversión de san Agustín de Hipona a quien celebramos el pasado jueves, en su homilía sobre Caín y Abel: “Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti”.

10.- Y así comprendemos lo que nos dice el Señor: nuestra familia tiene que ser escuela de oración y de corrección. Se trata de una oración que no se debe separar del compromiso en la historia: el amor a Dios nos abre al amor al hermano. Se trata de ser fraternos en lo que le decimos al hermano en la corrección y en lo que le decimos a Dios en la oración.


IV - PONIÉNDOSE DE ACUERDO.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá”.

1.- ¿Será posible que dos personas que caminan juntos se puedan poner de acuerdo en algo para pedirle a Dios en la oración? Yo creo que ordinariamente respondemos que sí, y quizá la pregunta más acertada sea la siguiente: ¿será posible que dos cónyuges, dos consortes, dos esposos se puedan poner de acuerdo para pedir algo como si fuera una sola voz, un solo pensamiento y un solo sentimiento? Considero que este es otro de esos momentos adecuados por los que Dios nos pide que meditemos en torno al matrimonio.

2.- ¿Sabes? Muy querido amigo:

Al principio del mes de mayo del año 2006 hice algo que en mi vida puede ser considerado, sino como un momento inusual sí puede ser considerado poco usual: ¡me senté frente a la televisión durante dos horas para ver una película! La película era del año 1986, pero el protagonista era Tom Hanks y el director de la película era Steven Spielberg y fue esto lo que me convenció para invertir muy a mi pesar dos horas de tiempo.

La película es una comedia titulada en castellano: “Hogar, dulce hogar”. Ignoraba que fuese una cinta de humor negro de parte de los norteamericanos, pero al iniciarse la trama y al desarrollarse poco a poco me fue fastidiando ver que en la película, aquella pareja que con mucho sacrificio e ilusión compró una casa, estaba viviendo todo tipo de infortunios que pasaban de lo inusitado como es el hecho de que una escalera colonial de acceso al segundo nivel se viniera completamente abajo, hasta la inverosímil situación de que Tom Hanks se hubiese quedado atorado en una horadación inexplicable en el segundo piso, pero que sostenido por un tapete haya permanecido durante toda una tarde, toda la noche y la mañana del día siguiente, y esto por sólo contar algunos aspectos...

La verdad es que tuve la tentación de apagar el reproductor y el televisor, puesto que me sentía que desaprovechaba mi tiempo, pero en auto-revisión me contuve, y me hice el propósito de terminar de ver aquella película y, ¿sabes? ya hacia el final de la cinta me encontré con una frase que le dio sentido a ese tiempo que invertía...

Aquella pareja había pagado a unos contratistas para que repararan la casa y cuando el supervisor de la reparación les entregó la obra concluida le dijo lo siguiente a aquella pareja que veía satisfecha el resultado final en su hogar: “Desde que vi la casa supe que podía hacerse algo por ella, ya que me di cuenta de que los cimientos estaban en buenas condiciones, y es que mientras que los cimientos estén en buenas condiciones siempre puede hacerse algo por una casa”.

3.- ¡Mientras que los cimientos estén en buenas condiciones se puede hacer algo por una casa!,... Cuanta razón hay en estas palabras. Se pueden estar cayendo las ventanas, el sistema eléctrico puede ser deficiente, el techo se encontrará anegado en la tormenta y con el agua filtrándose, las puertas derribadas..., pero siempre que los cimientos estén en buenas condiciones se puede hacer algo por una casa, a favor de una familia, en beneficio de un hogar. Es que,... ¡padre! se está desmoronando todo,... No lo olvides: ¡siempre puede hacerse algo si los cimientos están en buenas condiciones!

Y es que en tanto haya un poco de incandescencia en la hoguera hay que aprender a atizar el fuego... No hay que apagar la mecha que todavía humea nos diría el profeta Isaías... Mientras que la caña no se quiebre totalmente no hay que acabar con ella...

Mientras que haya un poco de vida en una planta hay que saber remover la tierra en el redondel para buscar que la leve manifestación de vida no se asfixie...; basta que una persona manifieste la más elemental signo de vitalidad para que cualquier hombre tenga por obligación hacer todo lo que sea posible a favor de ella.

4.- ¿Sabes? Hay un autor llamado John Mortimer que nos narra en su obra titulada: “Los cuentos del Canal de la Mancha” una serie de escenas que se viven en altamar de parte de aquellos que están habituados a la navegación. Con los conocimientos que hubo adquirido como viejo lobo de mar, él nos cuenta cómo es posible salvarse en la vida aún en los momentos de la más severa dificultad.

Contra toda lógica primaria John Mortimer menciona en su obra, que de aquellas personas que un día naufragaban en el Canal de la Mancha sólo unos no enfrentaban el peligro de la muerte: ¡aquellos que no sabían nadar!

¿Qué, ¡qué!? Sí, solamente aquellos que no sabían nadar son los que se salvan después de un naufragio, y entonces nos narra las mil y una situaciones que le tocó presenciar en altamar. Menciona que cuando una persona se ve uno en apuros, si sabe nadar se arroja al agua para que a través de su braceo en la mar alcanzar la costa, pero ignoran los que saben nadar que para alcanzar la costa la persona tiene que contar aparte de una buena técnica con una envidiable condición física. De allí que aquellos que sabían nadar invariablemente se ahogaban. En cambio cuando no se sabe nadar, la persona se aferra a los despojos de la embarcación, a los jirones de restos que quedan de lo que fue una embarcación.

Esa ha sido su conclusión en la constatación: si uno se encuentra en apuros, uno no debe sentirse un superhéroe ¡hay que aferrarse a los despojos!

Y así sucede en la vida de toda persona porque las dificultades se presentan tarde que temprano. Así es en el matrimonio, en el ministerio sacerdotal, así en la vida de la Iglesia.

5.- Sobre las vicisitudes que un matrimonio vive un prestigiado autor como lo es Hienrich Heine ha escrito que: “Todo aquel que se casa es como Pedro Orseolo que se desposaba con el mar”.Pedro Orseolo fue conocido como el Dux de Venecia, se trata de un famoso navegante que se casó con el mar y que recibió del emperador el título de Dux de Venecia y de Dalmacia. Menciona Heine que “así como el Dux de Venecia no sabe lo que le depara su esposa la mar, el que se casa no sabe qué es lo que se oculta en su desposada, si tesoros, si perlas, si monstruos, si días de calma o si tormenta.”

Y en la vida acontece así, un día te encuentras con el tesoro de la salud y al otro día con el monstruo de la enfermedad.

Un día vives al lado del tesoro de la abundancia y al otro día con el monstruo de la escasez.

Un tiempo cohabitas con el tesoro de lo fasto y al otro con el monstruo de lo nefasto.

Un día reside contigo el tesoro de la alegría y al otro el monstruo de la tristeza...

Un buen consejo es este de aprender a encontrarle el lado positivo a la vida y todo aquello que se hace acompañar de ella: se trata de comprender que mientras que los cimientos de una casa se encuentren en buenas condiciones se puede hacer algo para recuperarla, o también se trata de aferrarse uno a los despojos.

6.- En ese aprendizaje de valorar y cuidar todo lo que es positivo en nuestra vida, hay una mujer que en un artículo nos invita a percibir la riqueza ¿de qué crees? De la invariabilidad.

Anna Quindlen ha titulado su artículo en la que describe su propia vida: “En la invariabilidad está el gusto”.

“Llevo diez años, o poco menos, casada con el mismo hombre. Al principio, cada uno de nosotros dudaba de que ser humano alguno fuera capaz de sobrevivir a una larga convivencia con una persona testaruda, maniática y difícil como el otro. Pero las cosas han marchado bien.

Mucha gente cree, al parecer, que los cónyuges deben contemporizar y cambiar mucho para conservar la unión. Pues bien, nada está más lejos de la verdad. La estabilidad es uno de los soportes del matrimonio. Uno se siente seguro cuando sabe exactamente lo que el otro consorte dirá o hará en determinado momento. Si mi marido se contentase un día con cortar una pechuga de cerdo que estuviera ligeramente rosada y engullir el trozo en seguida, en vez de sostenerlo con el tenedor a la altura de los ojos, escudriñando como si se tratara de un presunto homicida, y preguntar “¿Está bien cocido esto?”, yo entraría en sospechas.

Cuántas veces he comprado un vestido para alguna ocasión especial, y mi esposo ha descubierto en el cesto de los papeles las etiquetas delatoras, con el precio. “¿Necesitabas un vestido nuevo?”, me pregunta invariablemente, aludiendo con ello una vez más a la diferencia entre los puntos de vista de cada uno de los sexos en cuanto a la necesidad y deseo.

Conozco bien sus ardides, y él los míos. Creo que ese es el secreto de todo buen matrimonio. Me gusta que haya cierta constancia en el modo de ser del hombre, como la hay en el mío. Si le pongo enfrente a mi marido en la mesa, un plato con cierta lechuga exótica, y empiezo a contar mentalmente, no llego a más de cinco cuando él pregunta, con tono suspicaz, “¿Qué hierbas son estas?”, al tiempo que remueve la lechuga con el tenedor.

¡Eso me encanta!”. –Concluye ella.

7.- Amigos muy queridos: El amor es como un océano: siempre está allí... y siempre es diferente, no le tengas miedo a luchar por aquellos que amas.

Preocúpate por los cimientos de tu construcción, y recuerda que los cimientos para los cristianos están sólo en Dios, ocúpate de invitarle a Él a tu vida de familia y que Él no se quede ni sólo en el templo en el que te casaste ni en un accesorio ornamental de tu hogar, sino que se convierta en Aquel que en tu casa es considerado, consultado y tomado en cuenta en la oración que dos hacen después de ponerse de acuerdo.

8.- ¿Cómo están tus cimientos? Nunca sabes hasta que punto crees en realidad algo o en algo, hasta que su verdad o su falsedad se vuelve cuestión de vida o muerte. Es fácil decir que creemos que una cuerda es fuerte mientras sólo estamos utilizándola para atar cosas. Pero supongamos que tuviéramos que colgar de esa cuerda sobre un precipicio. ¿No trataríamos de descubrir antes cuánto confiamos realmente en ella?

Hay más tempestades dentro de nosotros mismos y en nuestros hogares que en la tierra o en la mar, y los esposos debieran esforzarse por comprender que van los dos en la misma embarcación y que se deben el uno al otro mutua fidelidad.

¡Mientras que los cimientos estén en buenas condiciones puede hacerse algo por nuestra casa! No la abandones, no la derribes, lucha hasta el final y experimentarás más paz de la que te imaginas y aquellos que Dios te ha enviado te lo agradecerán.

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